Arrimadas gana las elecciones y el independentismo conserva la mayoría absoluta

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Con el escrutinio al 99,89%, las urnas sitúan a Ciudadanos como la candidatura vencedora en votos y escaños en las elecciones autonómicas catalanas, pero las formaciones independentistas (Junts per Catalunya, Esquerra y la CUP) conservan la mayoría absoluta que obtuvieron en 2015, al sumar ahora 70 escaños. 

El escrutinio otorga a Ciudadanos 37 diputados y el 25,3% de las papeletas. La formación liderada por Inés Arrimadas se convierte así en la primera fuerza no nacionalista que vence en votos y escaños en las elecciones autonómicas celebradas en Cataluña desde 1980.

La gran sorpresa de la jornada es el resultado obtenido por la lista de Carles Puigdemont, el presidente destituido y que ha hecho campaña desde Bruselas. Con 34 escaños y el 21,6% de los sufragios, se convierte en la principal fuerza del bloque independentista.

Puigdemont gana así su particular pulso con Oriol Junqueras. ERC se queda como tercera fuerza del Parlament, con 32 escaños y el 21,4% de las papeletas.

El PSC no logra cumplir las expectativas generadas por las encuestas, sobre todo en la primera parte de la campaña. Miquel Iceta obtiene 17 parlamentarios, uno más que hace dos años. En votos se queda en el 13,8%.

Los socialistas quedan por delante de Catalunya en Comú Podem, que con 8 diputados sufre un retroceso respecto a los 11 de 2015. Además, la mayoría independentista deja a Xavier Domènech sin el papel clave para formar gobierno al que aspiraba.

Los dos grandes derrotados de la jornada son la CUP y el PP, uno con cuatro y el otro con tres diputados.

Los independentistas radicales liderados esta vez por Carles Riera descienden desde los 10 escaños que consiguieron en 2015. Eso sí, sus cuatro actas volverán a ser claves para completar la mayoría absoluta independentista.

El PP de Xavier García Albiol quedó último en votos, incluso por detrás de la CUP, y sufre el mayor descenso en escaños, al pasar de 11 a 4. 

El bloque independentista suma 70 diputados –la mayoría absoluta está en 68–, mientras que el constitucionalista se sitúa en 57. Hace dos años, los primeros consiguieron 71 y los segundos, 52.

En número de votos, los soberanistas logran el 47,5% de los votos –tres décimas menos que en 2015–, mientras que los unionistas ascienden hasta el 43,4% de las papeletas, frente al 39,1% de hace dos años.

Derrota del 155

El independentismo, por tanto, ha ganado el pulso a los partidos constitucionalistas al hacerse con el control del Parlamento, lo que les devuelve el timón de las instituciones del que les privó el Gobierno de Mariano Rajoy con la aprobación del artículo 155. Los partidarios de la independencia, que no pudieron celebrar el referéndum del 1 de octubre en condiciones de normalidad, se han tomado la revancha y ganado las elecciones del 21D situando en el Parlament 70 diputados. Eso sí: es un diputado menos que en 2015 y un porcentaje de votos (el 47,54%) de nuevo por debajo del simbólico 50% de los votantes. Este porcentaje fue, en la pasada legislatura, el principal argumento de los contrarios a la independencia para desautorizar la estrategia unilateral del soberanismo. Y seguirá vivo.

Este escenario era el preferido por Carles Puigdemont, que contaba con la victoria para poder regresar a Cataluña y desafiar la instrucción judicial que se sigue en el Tribunal Supremo contra él y el resto de los promotores de la declaración de independencia. Y era, al mismo, tiempo, la pesadilla del presidente Rajoy, al que los electores catalanes habría negado la razón en su particular pulso con el soberanismo.

Las elecciones devuelven el conflicto catalán a la casilla de salida, pero esta vez los partidos soberanistas esperan tener toda la atención de la comunidad internacional y forzar, con su ayuda, una negociación de tú a tú con el Gobierno de España. Pero no haber logrado superar el espectacular resultado que obtuvieron en 2015 (el 47,8% de los votos) les priva del impulso final que buscaban para reivindicar el apoyo de otros países.

La victoria de Inés Arrimadas tiene, sin duda, carácter histórico: 37 escaños (once más que hace sólo dos años). Ciudadanos habrá sido capaz de atraer la mayor parte del voto constitucionalista, en perjuicio del PSC y sobre todo del PP. Por primera vez en la historia de la restauración democrática española un partido no nacionalista de derechas ha sido la primera fuerza en votos y escaños en unas elecciones autonómicas en Cataluña (el PSC ya lo fue en las elecciones de 2003 y 2006). Aunque, dada la mayoría absoluta de los independentistas, el triunfo se habrá convertido en una victoria agridulce.

En el bloque independentista, la lista de Carles Puigdemont, huido a Bélgica, se ha llevado el gato al agua al superar contra pronóstico a los republicanos de Oriol Junqueras, en prisión en la cárcel madrileña de Estremera. Los 34 escaños de Junts per Catalunya frente a los 32 de ERC zanjan la discusión sobre quién debe ser el candidato independentista a la Presidencia de la Generalitat. Puigdemont habrá conseguido así su objetivo de cerrar el círculo y restaurar la legitimidad rota por la destitución del Govern ordenada por Rajoy. Y habrá ganado la partida a Junqueras, que insistió en que ERC se presentase en solitario para rentabilizar el voto independentista, lo que finalmente no ha ocurrido. Carles Puigdemont no ha conseguido encabezar la lista más votada, pero es el ganador de las elecciones porque tiene al alcance de la mano volver a ser investido president.

Claro que antes tendrá que negociar con Esquerra, y sobre todo con la CUP, un programa político muy complicado, porque mientras JuntsxCat quiere forzar una negociación con el Gobierno de España con apoyo de la comunidad internacional, los anticapitalistas aseguran que sólo aceptarán un ruta unilateral hacia la independencia.

Los candidatos huidos o en la cárcel

Queda por resolver el problema de los candidatos que en teoría no van a poder votar porque están en la cárcel o huidos fuera de España, ocho en total (cinco en Bruselas y tres en prisión). Si no pueden ir al Parlament y no renuncian a sus actas como diputados, privarán a sus partidos de ocho votos imprescindibles para decidir la Mesa de la Cámara y la Presidencia de la Generalitat. Y pondrán, de paso, en un brete a las instituciones del Estado, que sin que existan sentencias condenatorias estarán dando, de hecho, el control de la Cámara a los no independentistas. Un nuevo e incierto escenario de confrontación.

Del lado constitucionalista, la victoria de Ciudadanos, con Inés Arrimadas a la cabeza, es incontestable. Los partidarios de que Cataluña siga formando parte de España han elegido mayoritariamente al partido naranja como su portavoz político en el Parlament: Arrimadas pasa de 25 a 37 escaños y Ciudadanos se convierte en el principal partido de Cataluña. Por detrás de ellos, Miquel Iceta sólo gana un escaño, muy por debajo de sus expectativas, que exigían superar los 20 diputados (en la actualidad tenía 16) y estar mucho más cerca de Ciudadanos. El mensaje de Iceta —y del secretario general del PSOE, Pedro Sanchez— a favor de una solución política negociada federalista que resolviese el encaje de Cataluña en España con una reforma constitucional no ha conseguido el eco que los socialistas esperaban de los votantes. Y pone patas arriba la estrategia territorial de la dirección federal socialista.

Si los resultados del PSC son pobres, los del PP son catastróficos. La candidatura de Xavier García Albiol ha perdido ocho de sus once escaños: el partido de Mariano Rajoy estará representado en la nueva legislatura del Parlament de Cataluña por sólo tres diputados. El castigo a la política del Gobierno en Cataluña y el voto útil a Ciudadanos ha tenido consecuencias devastadoras para el PP.

En el caso de estos tres partidos, la voluntad de los catalanes expresada en las urnas tendrá previsiblemente consecuencias a escala estatal. Primero para Albert Rivera, que esperaba una victoria para impulsar el crecimiento de su formación en toda España pensando en las elecciones municipales, autonómicas y europeas que se celebrarán en 2019. Después para Pedro Sánchez, que ve cómo se desinfla la oportunidad de que las urnas confirmasen su apuesta por la tercera via.

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Y sobre todo para Mariano Rajoy, al que el resultado electoral sitúa ante un escenario imposible de resolver: los independentistas a los que cesó y a los que niega el derecho a decidir en referéndum el futuro de Cataluña han vuelto a ganar las elecciones con el mismo respaldo ciudadano que en 2015. Una situación que a priori sólo le deja dos salidas: negociar con ellos, algo que siempre ha dicho no estar dispuesto a hacer, o volver a aplicar el articulo 155 e intervenir de forma indefinida la autonomía catalana.

Mención aparte merecen la alianza entre Catalunya en Comú, la formación de Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, y Podem, la marca catalana del partido de Pablo Iglesias. Los comuns no sólo no serán decisivos, como pretendían, a la hora de formar gobierno, sino que han sido castigados por los electores al pasar de once a sólo ocho escaños.

El 47,54% alcanzado por el independentismo ha venido a confirmar la solidez de los resultados de este bloque político, que llevaba 18 años obteniendo los mismos resultados en las elecciones autonómicas. La variación máxima desde 1999 ha sido de apenas 2,3 puntos porcentuales, los que van del 46,5% de los votos que sumaron en 2006 al 48,8% que consiguieron en 2010.

Con el escrutinio al 99,89%, las urnas sitúan a Ciudadanos como la candidatura vencedora en votos y escaños en las elecciones autonómicas catalanas, pero las formaciones independentistas (Junts per Catalunya, Esquerra y la CUP) conservan la mayoría absoluta que obtuvieron en 2015, al sumar ahora 70 escaños. 

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