Sus adversarios han acusado a Podemos de ser un partido maximalista, aficionado al blanco y negro, siempre dispuesto al órdago a la grande. Sin medias tintas. O todo o nada. Pues ahora viene la paradoja. Cuando, al hilo de la monumental crisis catalana, el debate político y el clima social se han instalado en la máxima polarización, resulta que Podemos está incómodo. A la hora de la verdadera crispación, del extremismo y las banderías, aquel partido de cuadros jóvenes, vehementes, agudos en el uso de parábolas maniqueas y metáforas impactantes, atempera el tono y reclama que se le preste atención al detalle, pide sosiego en el análisis de los matices, invita a explorar toda la gama de grises. El partido que colocó con éxito su primer mensaje en tertulias televisivas que premiaban el zasca necesita ahora tiempo y tranquilidad para explicar su propuesta de referéndum pactado, tan alejada de los polos como de incierto recorrido. Y, como todas las ideas que se salen del carril, difícil de explicar.
Le está costando encontrar su sitio. Es cierto que, ante un asunto tan corrosivo como la independencia, todos los partidos están obligados a contorsionarse. Y que la izquierda en su conjunto está gestionando con mucha dificultad las contradicciones que genera el procés. Pero Podemos se mueve en el alambre. No apoya la independencia unilateral, tampoco el 155. No está de parte del Govern cesado de Carles Puigdemont (Junts Pel Sí), pero menos aún del Gobierno de Mariano Rajoy (PP). No está de acuerdo con ningún actor fundamental del conflicto. Ni siquiera –parece en ocasiones– está de acuerdo consigo mismo. Son frecuentes los cambios de opinión, las modulaciones del mensaje, las matizaciones del fondo y la forma. También los líos internos. Hay dudas. Y, bien mirado, no es extraño. Porque Podemos ha entrado en terreno virgen.
Por primera vez un gran partido español –un partido con aspiraciones de Gobierno, que está detrás del éxito de las alcaldesas de las dos ciudades más importantes del país– defiende categóricamente un referéndum de autodeterminación para una comunidad autónoma, en este caso Cataluña. ¿Con o sin reforma de la Constitución y referéndum previo en toda España? ¿Vinculante o consultivo? ¿A la canadiense? ¿A la escocesa? No hay excesivo detalle. Pero la idea ya está encima de la mesa. La propuesta de solución se complementa con gravísimas acusaciones contra el Gobierno del PP. Según Iglesias, España es un país autocrático, sin garantías constitucionales, que encarcela opositores por el mero hecho de serlos. Las libertades y derechos básicos estarían en suspenso.
La voz de Pablo Iglesias y los suyos encuentra dificultades para hacerse oír. La mayoría de los principales medios, tanto en Cataluña como en el resto de España, participan de las dinámicas de polarización. Tampoco ayuda el ruido interno del partido. Su división catalana, Podem, ha sufrido una profunda conmoción, con su antiguo líder, Albano Dante Fachín, abandonando el cargo tras la taxativa intervención de la dirección estatal. Iglesias ha llegado a situar a la rama anticapitalista "políticamente fuera de Podemos" tras un comunicado que reconocía la "nueva república catalana". Carolina Bescansa ha criticado la estrategia del secretario general por hablarle más "a los independentistas" que al conjunto de los españoles. El errejonismo respeta la tregua de Vistalegre II, pero las diferencias de criterio y estrategia siguen latiendo bajo la piel del partido.
Queda claro que la posición de Podemos sobre Cataluña tiene costes internos. Pero, ¿y puertas afuera? ¿Funcionan el referéndum pactado, la insistencia en el diálogo y la comparación de España con Turquía? En Cataluña, no lo parece. La última estimación de voto del Centre d'Estudis d'Opinió de la Generalitat, de finales de octubre, le da a Catalunya Sí Que es Pot, la marca con la que se presentó Podemos en 2015, un 10,5%. Más o menos como estaba. Aunque esta vez la apuesta electoral será una coalición entre Podem y los 'comuns' de Ada Colau y Xavier Domènech, candidato a president.
El dilema de la independencia quema bajo los pies de Podemos en Cataluña. La misma encuesta del CEO revela que el electorado de Catalunya Sí Que es Pot está dividido sobre el tema: un 55,7% no quiere un Estado catalán, pero un 30,4% sí. La propuesta de referéndum permite lidiar con esta bifurcación, pero implica riesgos en el resto de España. El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), en su encuesta de esta semana, endosa a Unidos Podemos –que incluye a IU y confluencias– una bajada de 1,8 puntos, de 20,3 a 18,5. También caen PP y PSOE, pero menos, y sube Ciudadanos, que se queda a un punto de la tercera posición del partido de Iglesias. La misma encuesta desvela la irrupción de la crisis catalana como segundo problema de España.
No sólo Cataluña determina este momento delicado de Podemos. El escenario político-social en el que nació ha mutado. Se habla menos de corrupción, de puertas giratorias, de desahucios. La Gürtel es apenas el faldón de una portada plagada de titulares sobre Cataluña. Y luego está el simple paso del tiempo. "Antes Podemos no tenía pasado. Y eso no podía durar, claro", afirma Antonio Alaminos, profesor de Sociología de la Universidad de Alicante. Podemos no es ya sólo una hoja en blanco, de márgenes deliberadamente imprecisos, donde amplios y contradictorios sectores de electorado podían proyectar sus aspiraciones o ventear sus frustraciones. Podemos es ya muchas cosas. Es el recuerdo de aquella frase de Felipe González y la cal viva, es el no a la investidura de Pedro Sánchez, es la alcaldía de Ada Colau y de Manuela Carmena, es la moción de censura fallida, es la mano dura de Iglesias para zanjar líos internos, es el discurso insobornable contra la corrupción, es la caña en el Congreso en cada pregunta, es al mismo tiempo el ex Jemad y Diego Cañamero...
"Podemos ha cambiado muchas cosas. Para empezar, ha izquierdizado al PSOE. Su candidato [Pedro Sánchez] acababa sus mítines [en las primarias] puño en alto cantando La Internacional. ¡Eso es por Podemos! Y también ha convertido al PP en un partido mucho más autoritario a ojos de los ciudadanos. Un espacio que ha aprovechado Ciudadanos, por cierto", explica Jesús Gutiérrez Villalta, profesor de Política Local en la Universidad Carlos III. En efecto, Podemos abrió en canal el sistema español de partidos. Lo hizo proclamando dos objetivos: pegarle una patada al tablero y asaltar los cielos. Ha cumplido el primero, desde luego. Aunque ahora, con las sacudida de la crisis catalana, también Podemos es un ficha en el aire. infoLibre analiza en cuatro claves la situación y perspectivas del gran fenómeno político español del último lustro.
1. Cataluña, un problema objetivo
La naturaleza de Podemos lo hace especialmente sensible a la crisis catalana. "Es una configuración de organizaciones propias y otras no, coaligadas con partidos preexistentes con distintas nociones de comunidad. Comunes, mareas, Compromís...", explica Pablo Simón, profesor de Ciencia Política de la Universidad Carlos III y editor de Politikon. La fuerza de Podemos en áreas con "identidades diversas", como demuestran sus buenos resultados en Galicia, País Vasco y Cataluña, determina ahora su actuación en relación con el procés, añade. El problema es la reacción de sectores de su electorado en comunidades unilingües y mononacionales. "La manta es demasiado corta", explica gráficamente Simón. Si te tapas la cabeza –digamos Euskadi–, se te destapan los pies –digamos Extremadura–. Y viceversa. "Podemos no ha sido capaz de trabar esos dos ejes", añade el politólogo.
El PSOE ha encontrado un flanco con el que atacar a Podemos. La idea de que en el independentismo "no hay ninguna bandera de izquierdas" hace daño al partido morado, opina Simón. Las tensiones afloran en la coalición: Carolina Bescansa critica claramente, Alberto Garzón marca distancias... "A Podemos le queda el 'yo soy el anti-PP', pero eso es cada vez más naïf. Y al decir 'ni DUI ni 155' no dicen que el 155 es una reacción a la DUI", señala Simón, que observa vacilaciones y cambios de criterio.
Jesús Rodríguez, secretario de Política de Podemos Andalucía, admite que la crisis catalana es un problema para el partido y su espacio de confluencia. "Hay diferencias entre Pablo Iglesias, Alberto Garzón y nosotros [los anticapitalistas]. Lo que nos hace falta es reflexión, acuerdo y propuesta en positivo. Y encajar la idea de soberanía. Todos necesitamos una propuesta de país clara", afirma. Rodríguez pide a los suyos "no aferrarse a la idea del referéndum pactado sin más", como si su sola mención obrase efectos mágicos. Pide hablar, pensar sin líneas rojas. "Hay que asumir que la arquitectura constitucional no permite salidas unilaterales, pero en la práctica tampoco un referéndum pactado", señala. Por lo tanto él pide "no demonizar" ningún planteamiento.
Entre la visión del problema de los anticapitalistas, en cuyo seno existen incluso voces de apoyo a las vías unilaterales, y la histórica defensa de la República federal de IU y antes del PCE, el abanico de diferencias en el seno de Unidos Podemos es difícil de gestionar. Rodríguez asume esta dificultad. Y se muestra consciente de que la opinión pública la percibe. No obstante, subraya que la caída que señala el CIS "no es drástica". "Tenemos un suelo resistente. Hay una generación cabreada que no se cree al resto de partidos", señala. El partido morado sigue contando con ese gran activo. El batacazo demoscópico que auguraban ciertos sectores de opinión no se ha producido.
José Fernández-Albertos, doctor en Ciencias Políticas por Harvard, afirma que es fácil ver errores, contradicciones y cambios de criterio en Podemos desde la barrera, pero llama a reflexionar sobre la enorme dificultad que para el partido entraña lidiar con una cuestión que divide a su electorado. "Si el problema catalán fuera menos agudo, habría espacio para posiciones contemporizadoras. Pero no lo es", afirma Fernández-Albertos, que ve ahora un riesgo de que el partido quede "arrinconado" al presentarse como el "potencial aliado de los independentistas en España".
2. El riesgo de declive
"Las perspectivas son de declive. No sé si batacazo o no, se verá", afirma Antonio Alaminos, profesor de Sociología de la Universidad de Alicante. Su problema es producto del tiempo transcurrido, añade. Conforme ha ido enseñando cartas, afilando aristas, ha ido perdiendo espacio electoral, señala Alaminos. "No es una crisis de crecimiento. Es un problema que viene de origen y se manifiesta ahora. Una vez que diversifica su discurso, que se ve obligado a hablar cada vez de más cosas, aparecen puntos de enfrentamiento nuevos con el electorado", señala. A ello se suma, según Alaminos, una definitiva pérdida de aquel idilio inicial de Podemos con la televisión: "Hay un filtrado exquisito de todos los titulares de Pablo Iglesias. Nunca le benefician en nada".
En Cataluña, continúa Alaminos, Podemos "va en el coche de otro sin saber el destino". Y además no concreta su oferta, cree el profesor. "Omiten que la reforma constitucional es condición sine que non para el referéndum. Lo que dicen ni se entiende socialmente ni tiene salida política", afirma. El escenario es, según su punto de vista, totalmente propicio para el PP. "El Gobierno pudo solucionar el problema catalán antes. Pero, claro, antes no era visto como un problema. ¿De qué sirve solucionar lo que no es visto como un problema? Ahora ya sí puede actuar sobre un problema que es visto como tal. La corrupción ya no importa, sólo Cataluña. Y Podemos está arrinconado", analiza.
A Podemos lo salva, según Alaminos, "un electorado joven que se ha incorporado a la política con ellos, y que no los va a abandonar". Pero ve inverosímil la idea de que el partido vuelva a una dinámica de crecimiento. Ni con este líder, ni con otro. Jesús Gutiérrez Villalta, profesor de Política Local y consultor en el ámbito municipal, opina en cambio que el "hiperliderazgo" de Iglesias es un problema. Aunque no el mayor. "El principal es que su relato cuadraba muy bien con el momento en que nació, con una ciudadanía a la contra del tejido institucional, sin expectativas de crecimiento", afirma. En cambio, en el actual contexto "hay una ausencia de relato". Pero Gutiérrez Villalta no cree que Cataluña sea el problema, ni que por ahí se le vaya la credibilidad. "Es un intento de aportar, de no ser un espectador", afirma. Eso sí, cree que el ruido interno impide trasladar su propuesta a la opinión pública. Y opina que el partido se equivoca en su creación de marcos conceptuales en relación con Cataluña, como su insistencia en hablar de "presos políticos", "autoritarismo" u "opositores encarcelados". "Podemos ha tenido tendencia a reescribirlo todo. No tienen afiliados, tienen inscritos. No tienen agrupaciones, tienen círculos. Eso funciona a veces. Otras no", señala.
Gutiérrez Villalta ve "precipitado" pensar que la caída de Podemos en el CIS "marque tendencia". "Si superan las municipales con buena presencia, se consolidan totalmente como actor político", apunta. Lo que le parece indiscutible es que la supuesta pretensión de Podemos de ganar y gobernar en España carece ahora de verosimilitud. El tiempo ha hecho mella en el partido. También en su líder, tan expuesto al foco durante tanto tiempo, recuerda Gutiérrez Villalta. A su juicio, Podemos "ha acertado en la estrategia, ha fallado en la táctica y ha sido un desastre en la operativa". Es decir, no se ha movido bien en el Congreso. "Le han faltado las habilidades que dan los años en las instituciones", opina. Eso se cura con el tiempo, claro. El problema es que la política española se ha instalado en una sucesión de días históricos. Aunque lo ha intentado, Podemos no ha logrado dejar atrás esa sensación de "correr y atarse los cordones al mismo tiempo", en expresión frecuentemente empleada por Íñigo Errejón.
3. Un desajuste pasajero
El veterano diputado por Córdoba Manuel Monereo, tenido por una inteligencia muy respetada por Pablo Iglesias, ni niega los problemas ni se deja abrumar por ellos. "Hay dos bloques. Lo que yo llamo nacional-constitucionalismo y el independentismo. Nosotros estamos en una tercera posición. Defendemos una alternativa federal y un referéndum negociado", señala. Monereo tira de metáfora bélica. "Somos unos cascos azules en un escenario de guerra. Nos dan de los dos lados", describe. Su conclusión es clara: hay que aguantar firmes. Y esperar. Luces largas. "Una parte pequeña de nuestro electorado no ve clara nuestra postura. Es un desajuste temporal. Es normal", dice. Está seguro de que su propuesta de diálogo se abrirá paso con el tiempo. No le pone fecha. También hace autocrítica. "Nuestro discurso ha sido más reactivo que propositivo", señala.
Monereo teme que el partido descuide el trabajo interno. Porque a su juicio el partido continúa metido en esa fase de metamorfosis inaugurada tras el primer ciclo electoral. ¿Todavía? Bueno, aquí hay que recordar que Podemos cumplirá cuatro años –sólo cuatro aún– en enero, aunque la densidad política del periodo hace que parezca más. "Estamos, por decirlo en plan gramsciano, pasando de una guerra de maniobras a una guerra de posiciones. Es momento de cuidar a las bases, de mirar a los municipios. Tenemos que hacer un esfuerzo por construirnos como organización", señala. Unidos Podemos es, a su juicio, la fómula por la que hay que apostar.
La receta de Monereo sería entonces: defensa sin complejos de las ides propias, trabajo interno y perspectiva a largo plazo. El problema es que las encuestas son hoy. El sociólogo Rubén Juste, autor de una investigación sobre las interioridades de las empresas del IBEX y sus lazos con el poder político, tiene fresca la última del CIS. "Está muy mediatizada por el tema catalán", advierte Juste, fichado en abril como asesor de Podemos. La cuestión clave, añade, es que "el tema catalán no es un fundamental para el electorado de Podemos, y sí las cuestiones materiales". Por eso, con Cataluña hasta en la sopa, se ha producido "una desmovilización, no una pérdida de votos". "No es una bajada fuerte. No veo una tendencia. El voto no se va a otros partidos. Lo que ocurre es que, al estar desdibujados los problemas sociales y la corrupción, se produce una desmovilización", señala.
Juste es consciente de que Cataluña no va a desaparecer de la agenda así como así. La creciente "visceralidad" sobre el tema constituye "una victoria del PP". Y apunta, como hacen muchos ahora en el seno de Podemos, a los medios. "Los medios están desfigurando todo discurso intermedio. Y prácticamente desaparece la corrupción", afirma. El sociólogo remarca que los medios tienen "capacidad de imponer su agenda", pero al mismo tiempo los temas de cabecera "duran cada vez menos". Pero ocurre que la crisis en Cataluña no es una maniobra de distracción, no es ese recurso a Venezuela con el que el PP fustigaba a Podemos con cualquier excusa. Es un problema real, un conflicto real. No va a desaparecer como una serpiente informativa de verano. "Cataluña seguirá siendo un problema en tanto que no se le dé una solución", afirma. No es una perogrullada. A lo que pone voz Juste es a una impresión muy extendida en Podemos: que el PP no quiere realmente resolver el problema.
4. Riesgo y oportunidad
Cuando el periodista menciona la palabra "ambivalencia" para definir la posición de Podemos en Cataluña, Juan Carlos Monedero se revuelve. "No, no. Ni ambivalencia, ni ambigüedad", dice. A su juicio, la postura de Podemos es la única comprometida. "Somos el único partido arriesgándose a perder votos. Otros, como el PSOE, se ponen de lado, para que todo esto les salpique lo menos posible. Eso es execrable. Es la política que no busca soluciones", afirma Monedero, uno de los fundadores de Podemos. Él también tiene su metáfora lista. "Ahora mismo estamos en mitad de un atasco de seis horas. Hay un tremendo enfado. De repente alguien nos ha señalado y ha dicho: 'Ese coche es el culpable'". Ahora Podemos, siguiendo este hilo, se estaría llevando la bronca de todos los conductores atascados. Pero Monedero cree que pasará: "Habrá un momento en que por un lado estarán los hoolingans y por otro los dialogantes".
Se muestra optimista. Cree que el tiempo juega a favor de Podemos porque tiene una propuesta real. Pero, ¿no falta detalle? "Entiendo que quieras tenerla definida ya. Pero el diagnóstico deliberativo forma parte del proceso", afirma. El politólogo "empezaría por un referéndum no vinculante, sobre la base del artículo 92 de la Constitución, como aproximación", asegura, sin pretender que su postura sea más que una entre muchas posibles. Monedero insiste en que la clave es "sacar el asunto de la pugna política, que exacerba las posiciones para recabar votos, y llevarlo al terreno intelectual".
Cataluña vendría a ser una prueba de fuego para Podemos, que aún se debate entre ser "una fuerza política más o menos condescendiente con lo viejo o coherente con lo nuevo". "En ese reacomodo, debemos situarnos afuera y abajo. Eso hay que rodarlo, claro. Porque así te enfrentas al grueso de los partidos y de los medios, a la UE... No es fácil", continúa. Monedero hace hincapié en los medios, a los que ve en un dinámica de "todo vale contra Podemos". "Es fascinante ver a la Ser invitando a comunistas y a presos del franquismo sólo para debilitar a los presos catalanes", señala.
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A Podemos le hace falta tiempo, dice Monedero. Y no caer en la impaciencia. Ha habido en Podemos quien ha querido ser "héroe" a ojos del independentismo, como Albano Dante Fachín, y quien ha lanzado "guiños al españolismo más rancio". ¿Quién? "Ahí no te doy nombres", dice. Monedero no oculta los problemas internos, pero ve fortaleza en el partido para superarlos. "Hemos roto el maleficio que decía que no se podía tener un debate fuerte sin quebrarse", afirma. "Ahora bien", puntualiza, "ha emergido un factor de mucha mayor discrepancia, los anticapitalistas". Monedero señala expresamente "la campaña de Teresa Rodríguez contra la entrada en el Gobierno de Castilla La Mancha, o cuando Miguel Urbán no ha frenado esa querencia independentista". "Eso genera ruido interno", apunta. También las críticas de Bescansa. "No las expone en los órganos, sino en los medios que sabe que las van a utilizar para hacer daño", lamenta, convencido de que Bescansa "se ha dado cuenta".
Ese runrún interno desestabiliza a Podemos justo cuando más calma necesita para explicar su propuesta. No lo tiene fácil. "Podemos intenta romper el eje de competición fijado por Rajoy y el PP, al que se ha plegado el resto de los partidos", explican por escrito los investigadores Antonia María Ruiz, Luis Navarro y Manuel González, del grupo Demospain de la Universidad Pablo de Olavide. "El PP y Rajoy definen lo que es ser buen español. En su eje de competición, en un extremo está la particular interpretación que se hace de la Constitución, que equivale a La Democracia (la única posible) y que se representa a través de la Bandera. En el otro extremo, quienes no tienen tan claro que la Constitución del 78 sea la única forma de defender la Democracia son calificados como no-democráticos, 'golpistas' o pro-independentistas", explican los autores del artículo Patriotas sociales. Ahí es donde sus adversarios quieren colocar a Podemos, que se resiste a ese encasillamiento.
Sin haber cumplido aún los cuatro años, el partido de los círculos intenta marcar perfil propio en la mayor crisis de Estado del presente periodo democrático. De momento el conflicto catalán le pasa factura, aunque Iglesias y los suyos esperan recoger lo sembrado más adelante.
Sus adversarios han acusado a Podemos de ser un partido maximalista, aficionado al blanco y negro, siempre dispuesto al órdago a la grande. Sin medias tintas. O todo o nada. Pues ahora viene la paradoja. Cuando, al hilo de la monumental crisis catalana, el debate político y el clima social se han instalado en la máxima polarización, resulta que Podemos está incómodo. A la hora de la verdadera crispación, del extremismo y las banderías, aquel partido de cuadros jóvenes, vehementes, agudos en el uso de parábolas maniqueas y metáforas impactantes, atempera el tono y reclama que se le preste atención al detalle, pide sosiego en el análisis de los matices, invita a explorar toda la gama de grises. El partido que colocó con éxito su primer mensaje en tertulias televisivas que premiaban el zasca necesita ahora tiempo y tranquilidad para explicar su propuesta de referéndum pactado, tan alejada de los polos como de incierto recorrido. Y, como todas las ideas que se salen del carril, difícil de explicar.