Hay una tercera vía para calentar las casas en el próximo invierno, que será duro, al menos en el ámbito geopolítico. Las instalaciones más comunes son los radiadores eléctricos, de instalación barata pero poco eficientes y bajo un mercado de la luz también tensionado, o bien las calderas de gas natural, más comunes en el centro y norte de la Península, que consumen un combustible contaminante, emisor y del que la Unión Europea quiere desengancharse. Las bombas de calor, que disfrutan solo el 5% de los españoles, son la gran alternativa, según autoridades europeas, internacionales y expertos: pero queda mucho camino por recorrer y no tenemos tanto tiempo.
Una bomba de calor se basa en una tecnología que, a partir de un uso reducido de la electricidad, consigue calentar estancias enteras, o enfriarlas, mediante el uso de la aerotermia y la geotermia: extrae aire caliente del exterior para introducirlo en el interior, cuando se utiliza de calefacción, y al contrario cuando se necesita para refrescar la estancia. Con un consumo, en condiciones óptimas, del 30% de la electricidad que necesita un radiador convencional y sin quemar gas natural. Suena bien, pero hay un gran pero, además del desconocimiento: sus costes iniciales.
La Comisión Europea, a través del plan RePowerEU para avanzar en la transición ecológica y desconectarse de Rusia, ha propuesto 2029 para el fin de la venta de calefactores basados en combustibles fósiles. Y la financiación pública (dentro de rehabilitaciones, por ejemplo) para instalar esas calderas estará prohibidas en 2025. Del mismo modo, el Ejecutivo comunitario ha puesto sobre la mesa un objetivo de eficiencia energética para 2030 del 13%, frente al anterior 9%, por lo que no servirá solamente prohibir, sino transformar lo existente. Países Bajos ha sido el primer Estado miembro que ha dado un paso adelante tras el impulso del Ejecutivo comunitario. Prohibirá la nueva calefacción a gas a partir de 2026 y obligará a la instalación de bombas de calor en su lugar. En España, por el momento, no se plantea nada similar.
"Donde actualmente estamos centrando los mayores esfuerzos es en la introducción de la bomba de calor en la rehabilitación de los edificios. Este es el sector que presenta mayores barreras y que más tenemos que trabajar", explica la jefa del departamento de Hidroeléctrica, Geotermia y Energía del Ambiente del Instituto para la Diversificación y Ahorro Energético (IDAE), Carmen López. "En la nueva construcción la bomba de calor está entrando fenomenal, la barrera es la rehabilitación", insiste la responsable del organismo, dependiente de Transición Ecológica.
Las ventajas son múltiples. "Principalmente, el ahorro económico y energético, pero también la reducción de emisiones contaminantes a la atmósfera, la posibilidad de cancelar el contrato de gas y unificar en el de electricidad todos los consumos de una vivienda, el beneficio de ligar la bomba de calor a una instalación de autoconsumo con fotovoltaica...", enumera López. Pero son instalaciones muy costosas, que lleva tiempo amortizar. En el sector servicios, la amortización se consigue entre los seis y los ocho años. Pero para el consumo residencial la cifra se dispara. "Es cierto que puede resultar alta cuando los consumos son bajos, por ejemplo, en pisos individuales o unifamiliares", asegura la responsable del IDAE.
Con el objetivo de bajar el número, el IDAE ha puesto en marcha una línea de ayudas para la instalación de bombas de calor gracias a los Fondos de Recuperación. Sin embargo, hay dos principales carencias en el programa. La primera: no está destinado a individuos, sino a empresas. Tanto para hacer más eficiente el negocio como para que se incluyan en los servicios de reforma y rehabilitación que se ofrecen; sin embargo, no hay subvención para el consumidor de gas que por su cuenta y riesgo quiera descarbonizar la calefacción de su vivienda.
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En segundo lugar, son las comunidades autónomas las que deben gestionar el programa. Y solo Andalucía, Galicia y Euskadi han publicado ya las ayudas en sus boletines autonómicos. El IDAE, de hecho, no tiene constancia de que Cataluña y Comunitat Valenciana hayan aceptado la subvención. En esta web se puede comprobar el acceso al dinero por parte de las comunidades que ya lo han puesto en marcha.
Las bombas de calor se encuentran con los mismos desafíos que otras herramientas de la transición ecológica, como el autoconsumo o la rehabilitación energética de viviendas: la clase baja, la que más necesita estas reformas, a la que le viene mejor ahorrar a largo plazo, carece en muchas ocasiones de la capacidad económica o el espacio mental necesario para afrontar las obras, que suelen ser incómodas y que requieren de papeleo. Así lo reconocía a este periódico Joan Groizard, el director general del IDAE. "Hay que llegar y todavía nos falta trabajo. Para eso, además, hay que trabajar mucho con el tercer sector, con gente que trabaja con familias en situaciones de vulnerabilidad, que conoce las dinámicas".
El último decreto sobre eficiencia energética, que movilizaba 2.900 millones de euros para rehabilitación de viviendas, prevé la creación de ventanillas únicas: canales de interlocución burocrática en los que hacer todos los trámites en un solo lugar. Pero no basta. Lo admite Groizard: la administración tiene que ser proactiva. Los deberes energéticos de España están por hacer.
Hay una tercera vía para calentar las casas en el próximo invierno, que será duro, al menos en el ámbito geopolítico. Las instalaciones más comunes son los radiadores eléctricos, de instalación barata pero poco eficientes y bajo un mercado de la luz también tensionado, o bien las calderas de gas natural, más comunes en el centro y norte de la Península, que consumen un combustible contaminante, emisor y del que la Unión Europea quiere desengancharse. Las bombas de calor, que disfrutan solo el 5% de los españoles, son la gran alternativa, según autoridades europeas, internacionales y expertos: pero queda mucho camino por recorrer y no tenemos tanto tiempo.