No es la primera vez que ocurre y, vistos los antecedentes, tampoco parece probable que sea la última. La campaña electoral andaluza –formalmente aún precampaña– se desarrolla en una dinámica marcada por mensajes simplistas, desenfocados o estereotípicos sobre la idiosincrasia andaluza. Estos mensajes propician a su vez la respuesta airada del partido gobernante, el PSOE, que basa en parte su histórico éxito electoral en una identificación con la propia esencia de la autonomía fraguada en 37 años en el poder. Es un ciclo acción-reacción que permite al PSOE erigirse en defensor de "esta tierra" frente a palabras potencialmente insultantes vertidas desde fuera de Andalucía. La propia presidenta Susana Díaz se ha hecho eco de la extendida impresión de que el uso de los tópicos sobre Andalucía –incultura, indolencia, falta de seriedad, dependencia– machaca políticamente a quien los utiliza y allana el camino al PSOE. "Que no digan que al PSOE le están regalando la campaña por hablar mal de Andalucía, porque esa campaña no la queremos", proclamó Díaz en un mitin con Pedro Sánchez.
Pero lo cierto es que el debate no sale de ahí desde que la dirigente del PP Isabel García Tejerina (PP) afirmó que "lo que sabe en Andalucía un niño de diez años es lo que sabe un niño de ocho en Castilla y León". Y, si había alguna posibilidad de que saliera de ese bucle, Jorge Verstrynge, politólogo de notable influencia en Podemos y altavoz de las posiciones de la formación morada en televisión, lo impidió este este jueves al afirmar que "la formación de la juventud andaluza es menos buena que la de la juventud de una parte importante del país" debido a los supuestos hábitos sureños: "Mucho rebujito, mucha cervecita, muchas gambitas, mucha playita".Mucho rebujito, mucha cervecita, muchas gambitas, mucha playita A diferencia de Tejerina, Verstrynge sí admitió su error y lamentó "haber recurrido a un estereotipo". Ya era tarde. Sobre Verstrynge habían caído ya el grueso de los dirigentes del PSOE andaluz, con Díaz al frente, así como los líderes de Podemos e IU.
Ni la afirmación de Tejerina ni la de Verstrynge tienen el menor asiento fáctico. No hay un solo dato que respalde que un niño andaluz de ocho años sepa lo que un castellanoleonés de diez. Ni tampoco que vincule el rebujito ni la cervecita ni las gambitas ni la playa con ningún indicador educativo. Pero eso no significa que los resultados educativos en Andalucía no sean deficientes en comparación no sólo con Castilla y León, por acudir a la autonomía citada por la exministra, sino con la media española. Existe el riesgo de que el estruendo de la refriega desencadenada por tejerinas y verstrynges impida escuchar la voz de unos hechos descarnados: por supuesto que el problema no está en el bar, ni siquiera en el sistema educativo; el problema es social. Se llama paro, barrios marginales, riesgo de pobreza... Los indicadores que sitúan a Andalucía en los vagones de cola del desarrollo social y económico en España son persistentes. Todo ello tiene gran incidencia en los resultados educativos. Eso no hay comentario insultante ni reacción indignada que lo borre.
"Seguimos sin resolver el problema de la desigualdad de oportunidades. La escuela no está sirviendo para cancelar las diferencias sociales. Lo que dice el informe PISA es que estamos donde nos toca, teniendo en cuenta los indicadores sociales. Pero, claro, podríamos hacer más para salir de ahí. Castilla y León, por ejemplo, está por encima de donde le toca. Deberíamos ser más ambiciosos. Cuando estás a más de 20 puntos de la media en PIB per cápita [18.470 euros, frente a los 25.100 euros], tienes que hacer algo más", explica Antonio Villar, catedrático de Fundamentos del Análisis Económico de la Universidad Pablo de Olavide, que añade una consideración de índole más subjetiva y contraria al discurso escaso de autocrítica que, a su juicio, practica la Junta de Andalucía: "El buenismo educativo genera desigualdad, al quitar valor al esfuerzo y sujetarlo todo a condicionantes externos". Ninguno de los problemas que plantea Villar, entre ellos la incapacidad para resolver el problema de la desigualdad de oportunidades en una comunidad autónoma que se encamina a los 40 años de gobierno socialista, están siendo protagonistas de debate en la campaña electoral.
Latifundios y capital
Cuando las autoridades públicas andaluzas bajan al detalle para explicar un mal dato, suelen acudir a la explicación histórica. El atraso histórico del sur. ¿Una excusa falaz? En absoluto. Carlos Arenas, autor del ensayo Poder, economía y sociedad en el sur. Historia e instituciones del capitalismo andaluz (Centro de Estudios Andaluces), lo explica en términos contundentes: "El andaluz ha sido un capitalismo extractivo. El capital financiero, humano, social y político ha estado en manos de las élites, que han levantado barreras para preservar su carácter oligárquico. En regiones del norte de España ha estado más repartido. De ello se deduce mayor capacidad de decisión y mayor igualdad de oportunidades". Manuel Ángel Río, profesor de sociología de la educación de la Universidad de Sevilla, lo vincula con el ámbito educativo. "Está demostrado que hay una relación directa entre la tasa de alfabetización en el siglo XIX y la puntuación en lectura hoy", señala "Es verdad que, después de 40 años, la Junta se sigue excusando únicamente en el peso de la historia para explicar los malos resultados educativos. No obstante, es verdad que la historia ejerce un peso determinante", añade.
Antes que buscar la explicación en el bar, como hace Verstrynge, o aludir a lo que saben "los niños", como Tejerina, hay que ubicar la conformación de los sistemas escolares en España en un hilo histórico. "Más allá de la Ley Moyano (1857), España ha sido un país invertebrado en la educación. El intento de la Segunda República se vino abajo. Nuestro sistema escolar es reciente y precario, hasta fechas recientes no ha habido sistema público", explica Río. La fortaleza de los sistemas regionales sigue todavía muy influida por las estructuras sociales históricas de los distintos territorios. "En Castilla y León y País Vasco, por ejemplo, las estructuras agrarias eran diferentes a la Andalucía latifundista. Allí sí había élites locales que financiaban la escuela. Aquí, en Arahal [pueblo agrícola de Sevilla], ¿qué interés tenía el terrateniente en formar una mano de obra que estaba destinada a ser su ejército de reserva?", expone el sociólogo.
Son causas históricas profundas, ancladas en viejas desigualdades en el acceso a los medios de producción, que no pueden ser ignoradas. Pero que tampoco ocultan que cuatro décadas de autonomía, pese a suponer un innegable desarrollo, no han permitido cerrar la brecha. Una brecha que no es formativa, sino social. Un déficit que no está ligado a la cultura, sino a la economía. Y que plantea preguntas que deben ser respondidas desde la política.
Un sistema gigantesco
El sistema educativo andaluz no es un despeñadero, ni está descolgado del resto, no ofrece un servicio o una cobertura peor, ni cuenta con profesores peor formados. Es un sistema que resiste perfectamente un análisis comparado con cualquier otro, y que en determinadas áreas incluso destaca. Llama la atención de entrada por el tamaño de su sistema educativo, el mayor de España. En el curso escolar 2018-2019 la plantilla de docentes ascendió a 101.355, más que la población de Girona, para atender a 1.408.720 estudiantes de enseñanzas no universitarias. En total, contando privados y concertados, en septiembre se incorporaron a las aulas más de 1,8 millones de alumnos, un número mayor que la población de ocho comunidades autónomas.
Hay indicadores en los que Andalucía está en la media, otros por encima y otros por debajo, atendiendo a los datos del informe oficial de 2018 del Ministerio de Educación. Andalucía supera la media nacional en escolarización de 0 a 5 años. En alumnos por grupo está en 18,3 en infantil (la media es 18,2), 22,2 en primaria (21,9), 26,3 en secundaria (25,3) y 29,1 en bachillerato (26,6). Es decir, sólo algo peor que la media, y también peor que Castilla y León, cuya respuesta educativa a su dispersión rural con escuelas pequeñas es considerada por los analistas una de las claves de su éxito. No hay un descuelgue determinante de Andalucía, ni se trata de una situación ajena a la enorme dimensión geográfica de la comunidad.
También relacionado con la estructura poblacional y con el mayor tamaño de su sistema educativo y del territorio que debe abarcar está el dato de inversión por alumno, donde Andalucía suma 4.735 euros, 701 euros menos que la media española. Es lógico que Castilla y León gaste más (5.863) cuando tiene que dar respuesta a núcleos más dispersos que Andalucía, abundante en ciudades medias. Además se quedan fuera de este indicador planes autonómicos andaluces como el de apertura, comedores, aulas matinales, extraescolares, transportes y becas. Andalucía destaca en becas. Es la comunidad que destina el mayor porcentaje de gasto educativo a estas partidas, con un 3,9%. El 51% de los estudiantes de bachillerato y FP (postobligatorias no universitarias) tiene beca en Andalucía, muy por delante del resto.
Andalucía está resistiendo mejor que otras comunidades el avance de la concertada, cuya incidencia en la desigualdad y la segregación educativa están demostradas. Sus transferencias públicas a la educación privada ascienden a 746,9 millones de euros, un 10% del total, 4,1 puntos por debajo de la media española y muy lejos del País Vasco (24,4%), Navarra (21,1%) o Baleares (19,3%). El sistema andaluz lleva años además esforzándose en innovar, lo que permite sobresalir en áreas llamativas como el porcentaje de alumnado que cursa una segunda lengua extranjera en bachillerato, aspecto en el que Andalucía es primera con el 61,8%, cuando ninguna otra comunidad supera el 22%.
El fracaso en el PISA
Pero en el PISA va mal. En la última edición, PISA 2015, se midieron las competencias en lectura, matemáticas y ciencias de 37.205 alumnos de 15 años en 980 centros en España. Andalucía obtuvo 479 puntos en lectura, 466 en matemáticas y 473 en ciencias, por debajo de España (496, 486 y 493) y lejos de Castilla y León (522, 506 y 519), la mejor de todas. Andalucía fue penúltima en lectura y matemáticas y última en ciencias. Es especialmente marcada la distancia entre los 466 puntos de Andalucía en matemáticas y los 506 de Castilla y León: 60 puntos. La OCDE considera que 30 puntos equivalen a un curso. Quizás de ahí sacó Tejerina la base para su comentario sobre niños de ocho y diez años. Pero no tener en cuenta esta diferencia de edad es un error de bulto. Porque, como explica Tatiana Iñiguez, profesora e investigadora en al área de sociología de la Facultad de Educación de la Universidad de Zaragoza, la bajada de rendimiento vinculada a causas sociales "se hace más evidente en secundaria que en primaria".
Ello, junto al programa específico de mejora de la lectura activado por la Junta, podría explicar los mejores resultados de Andalucía en el Estudio Internacional de Progreso en Comprensión Lectora, con alumnos de 4º de primaria. Andalucía escapa aceptablemente de este estudio. Sólo un 3% de los alumnos están en un nivel "muy bajo" de lectura, en la media española. Hay un 19% en nivel bajo, sólo dos puntos por encima de la media española. El 41% están en nivel intermedio, igual que la media. El 32% en nivel alto y el 5% en muy alto, en ambos casos un punto por debajo. Una fotografía mucho más halagüeña que la del PISA. Los análisis apuntan a que los problemas sociales se expresan de manera más clara en las aulas conforme avanza el recorrido escolar.
Variables sociales: aquí llegamos al cogollo. El propio informe PISA desaconseja realizar comparaciones homogéneas entre países y comunidades sin tener en cuenta el llamado ISEC, un índice social, económico y cultural de drástica influencia en los resultados. Este índice explica un 38,8% de la variabilidad. El ISEC oscila entre el 0,1 de Madrid y el 0,87 de Andalucía. Aplicados a los resultados la cocina del ISEC, Andalucía experimentaría una corrección al alza de 24 puntos en ciencias. Es decir, es un problema social. "El informe PISA demuestra una correlación entre le índice socioeconómico y cultural y el rendimiento educativo. Demuestra que el rendimiento depende del nivel de renta. El contexto económico es decisivo en la escuela", subraya Tatiana Iñiguez, que, no obstante, subraya que "el determinismo social puede romperse", aunque es más probable hacerlo con experiencias concretas que con el sistema en su conjunto. En este sentido, Iñiguez cita el éxito educativo de la Escola Joaquim Ruyria, en L'Hospitalet, un centro con un 92% de alumnado extranjero donde más de la mitad de los estudiantes tienen un nivel más alto que la media en matemáticas y en lenguas.
Condiciones desfavorables
Los defensores del sistema andaluz suelen aludir también al buen papel de los alumnos andaluces en los premios nacionales de bachillerato. Pero la fotografía global que ofrece PISA no es favorecedora. Y no lo es porque el negativo de la fotografía no lo permite. El informe Diferencias educativas regionales 2000-2016. Condicionantes y resultados, de la Fundación BBVA, delimita el terreno de juego: "Andalucía parte de unas condiciones de entorno y recursos menos favorables que la media para su desarrollo, siendo la segunda región con el PIB por habitante más bajo de España y con un mercado de trabajo poco especializado en ocupaciones altamente cualificadas".
El 50% de los centros andaluces se encuentra en "entornos educativos desfavorables", según dicho informe. Este porcentaje no supera el 10% en Aragón, Cantabria, La Rioja, Navarra, País Vasco, Baleares, Madrid, Galicia y Castilla y León. La caracterización como favorable del entorno viene determinada por "un nivel de formación alto, una ocupación cualificada de los padres y unos hogares con abundancia de recursos materiales con potencial educativo (libros, ordenadores, conexión a Internet)".
Entonces, ¿no importa la inversión por alumno? Sí importa, pero no es tan determinante como pretenden hacer creer los partidos de la oposición de las comunidades donde menos se invierte. Por ejemplo, en Madrid la inversión por alumno es de 4.593, en la parte baja de la horquilla. Pero en PISA está en la parte alta. Da igual que invierta menos, ya que su población está muy concentrada en la ciudad. Pero sí importa que su renta per cápita es la mayor de España.
Los datos sociales
Ver más¿Qué es el clientelismo?: verdad y mito de un mal del sistema que no afecta sólo a Andalucía
El análisis de esos datos se lo lleva por delante la espiral de agravios en que ha entrado la campaña andaluza a raíz de los comentarios de Tejerina y Verstringue, que suceden a una serie histórica de topicazos entre lo idealista y lo despectivo que arranca con la visión romántica del sur de los viajeros pioneros, sigue con el primer Jordi Pujol ("el hombre andaluz es un hombre a medio hacer") y toca techo con Ana Mato ("los niños andaluces son prácticamente analfabetos"). Claro, pararse a mirar los datos reclama más tiempo. Pero ahí están. La tasa de riesgo de pobreza en Andalucía según el INE está en un 31%, frente a un 21,6% de la media española.según el INE La Red Andaluza de Lucha Contra la Pobreza y la Exclusión Social en Andalucía eleva el dato al 37,3%, incluyendo también el concepto de "riesgo de exclusión social", si bien los sociólogos aconsejan tomar los datos con precaución porque se elabora con elementos de autopercepción que vienen además –qué paradoja– determinadas por la propia imagen que se suele ofrecer de Andalucía en los medios de comunicación.
De las 15 áreas urbanas con mayores tasa de paro de España, diez son andaluzas, según el INE: Linares, Jerez de la Frontera, Córdoba, Cádiz, Granada, Jaén, Algeciras, Huelva, Sevilla y Almería. La tasa de paro está en el 22,9%, frente al 15,2 de media. Más del 50% de los desempleados no tienen subsidio. De los 15 barrios con menor renta de España, según el INE, diez están en Andalucía.según el INE No hay ninguno entre los 15 más ricos. Entre el más adinerado, el Viso, en Madrid, con 36.250 euros de renta media por habitante, y el más pobre, el Polígono Sur, en Sevilla, con 4.792, hay una diferencia con mayor incidencia en los resultados educativos que el gusto por la playa.
Hay además indicios de divergencia de Andalucía. Es decir, de que la brecha con la media española y europea no se cierra, sino que se abre. El PIB per cápita andaluz apenas suponía en 2015 un 74,1% del español, en comparación con el nivel de 77,3% que alcanzaba en 2007. Andalucía ha regresado este año al grupo europeo de regiones en desarrollo tras siete años en como área en transición, como adelantó Diario de Sevilla. El asunto de momento no ha aparecido por la campaña electoral.
No es la primera vez que ocurre y, vistos los antecedentes, tampoco parece probable que sea la última. La campaña electoral andaluza –formalmente aún precampaña– se desarrolla en una dinámica marcada por mensajes simplistas, desenfocados o estereotípicos sobre la idiosincrasia andaluza. Estos mensajes propician a su vez la respuesta airada del partido gobernante, el PSOE, que basa en parte su histórico éxito electoral en una identificación con la propia esencia de la autonomía fraguada en 37 años en el poder. Es un ciclo acción-reacción que permite al PSOE erigirse en defensor de "esta tierra" frente a palabras potencialmente insultantes vertidas desde fuera de Andalucía. La propia presidenta Susana Díaz se ha hecho eco de la extendida impresión de que el uso de los tópicos sobre Andalucía –incultura, indolencia, falta de seriedad, dependencia– machaca políticamente a quien los utiliza y allana el camino al PSOE. "Que no digan que al PSOE le están regalando la campaña por hablar mal de Andalucía, porque esa campaña no la queremos", proclamó Díaz en un mitin con Pedro Sánchez.