Faltan médicos en España y las comunidades autónomas, que tienen la competencia transferida, buscan fórmulas para salvar lo más urgente: las plazas de difícil cobertura. Se trata sobre todo de consultorios rurales, pero no sólo. Hospitales modestos de capitales de provincia sin facultad de Medicina tienen también dificultades para atraer facultativos. La jubilación de la numerosa generación de los baby boomers, que ya ha comenzado, ha encendido las alarmas sobre una situación que, según denuncian los profesionales, debía haberse previsto.
“Se viene diciendo desde hace varios años, esto había que haberlo organizado, pero no se ha hecho por dejadez de las autoridades sanitarias”, denuncia Hermenegildo Marcos, vicepresidente de la Unión Europea de Médicos Generales y de Familia (UEMO). “Los gestores sanitarios y los políticos hacen sus previsiones a cuatro años, hasta las próximas elecciones; cuando nos reunimos con ellos nos dan la razón, pero después no lo abordan”. Este doctor rural zamorano es un firme defensor de la atención primaria, pero entiende las razones por las que muchos residentes prefieren quedarse en un hospital a manejar una consulta cuando terminan su formación.
La consulta del centro de salud urbano comienza a ser tan poco atractiva para muchos médicos de familia como los consultorios rurales que les obligan a largos desplazamientos en carretera, por razones opuestas. “En lo rural hay áreas de difícil cobertura por dispersión y alejamiento, pero también hay zonas de difícil cobertura en determinados puntos de las ciudades, incluso en ciudades grandes, por el trabajo desbordante, con listas de espera de entre 8 y 15 días. Que se trabaje en esas condiciones no lo quieren los pacientes ni tampoco el personal”, explica Marcos, que representa a los médicos rurales en el Consejo General de Médicos de España.
Esa disyuntiva está en el horizonte próximo de Víctor Lemes, residente de cuarto año de Medicina Familiar y Comunitaria en Zamora. Este joven de Lanzarote siempre tuvo interés en “lo que ahora llaman España vaciada” y por eso, tras estudiar su carrera en Salamanca, eligió un complejo asistencial sanitario pequeño como el de Zamora. Está convencido de que este tipo de centros son los mejores para la formación de los médicos de familia, porque al no haber residentes de todas las especialidades, tienen la oportunidad “de adquirir más habilidades”. La duda surge a la hora de plantearse su destino profesional: la situación de las consultas en los centros de salud urbanos disuade.
“Tengo dilema entre la medicina rural y quedarme en el hospital en urgencias. Lo que tengo claro es que no quiero una consulta en un centro sanitario sobrecargado, como lo son ahora mismo muchos en los centros urbanos, donde la burocracia ha tomado el día a día. La medicina de familia como especialidad necesita tiempo para sus pacientes”, explica. En la medicina rural sí hay tiempo para atender al paciente como es debido, pero presenta sus propias dificultades. “Aquí en Zamora hay consultas rurales que están a una hora o más, por carreteras nacionales nada seguras, con cruces de animales, y no te financian el kilometraje desde donde vives sino desde tu centro de salud base, y todo con tu propio coche”, describe. “Tienen que hacerlo atractivo, con incentivos económicos, como en algunas islas menores de Canarias, o con más puntos de cara a una oposición, como en algunas zonas de Galicia, pero aquí no hay nada”.
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La medida que se está aplicando en Castilla y León, y también en la Comunidad Valenciana, para cubrir las vacantes de médicos de familia es contratar a facultativos sin MIR, un procedimiento que rechazan frontalmente las sociedades científicas de médicos de familia por considerarla ilegal. “La medicina de familia es una especialidad igual que el resto y se debe garantizar en todos los lugares la cobertura de la atención primaria con especialistas. Si no, estaremos dando un trato desigual a los pacientes en función de dónde residan”, argumenta Lemes. Las asociaciones profesionales denuncian que esa práctica “desprestigia” la especialidad y la hace “menos atractiva”, con situaciones como que médicos sin MIR contratados para cubrir esas plazas tengan el cometido de tutelar a médicos con MIR que están haciendo su residencia, “lo que menoscaba sus derechos formativos”.
No se puede obligar, pero sí incentivar
El sistema sanitario español no permite obligar a un médico a cubrir una plaza determinada, pero las organizaciones profesionales aseguran que podría conseguirse con buenos incentivos. “No hay manera de obligar a nadie, hay muchas plazas y pocos médicos, y los pocos médicos que hay eligen de acuerdo a sus necesidades de trabajo y familiares. Son más atractivos los núcleos grandes, bien situados, con colegios cerca, con universidades para continuar la formación o la investigación”, describe Marcos. Los incentivos económicos son fundamentales, sobre todo en un contexto de falta de médicos en los países desarrollados donde España ofrece salarios notablemente más bajos. Un psiquiatra, por ejemplo, cobra tres veces más en Irlanda.
Falta dinero, pero falta mucho más. “Pedimos cambiar la forma de trabajar, la gestión del tiempo, disminuir el trabajo burocrático. Para las nuevas generaciones, sobre todo, es muy importante la flexibilidad, la compatibilidad de la vida laboral con la social”, indica Marcos. Además, considera que cuando hay complementos salariales de dispersión geográfica, como en algunas islas de Baleares o Canarias, “son mínimos y no compensan”. Pide retener a los médicos de familia por arriba y por abajo: a los mayores, para que les resulte atractivo alargar su carrera tras la jubilación, y a los más jóvenes, para que no se queden en los hospitales por temor a una consulta de centro de salud, a una primera puerta del sistema sanitario, que ven desvirtuada, sobrepasada y hostil a los fundamentos de su especialidad: la cercanía, el seguimiento y el tiempo con el paciente.
Faltan médicos en España y las comunidades autónomas, que tienen la competencia transferida, buscan fórmulas para salvar lo más urgente: las plazas de difícil cobertura. Se trata sobre todo de consultorios rurales, pero no sólo. Hospitales modestos de capitales de provincia sin facultad de Medicina tienen también dificultades para atraer facultativos. La jubilación de la numerosa generación de los baby boomers, que ya ha comenzado, ha encendido las alarmas sobre una situación que, según denuncian los profesionales, debía haberse previsto.