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La caída de la inmigración y su mayor antigüedad en el país hace más tolerantes a los españoles

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La sociedad española es cada vez más tolerante con la inmigración aunque el contexto de empleo sea aún desfavorable porque cada vez llegan menos extranjeros y los que están, acumulan ya una antigüedad en el país que supera de media los 13 años.

Es la conclusión a la que llegan los expertos que han participado en el último número de Panorama Social, la publicación editada por Funcas, que en esta ocasión aborda el nuevo escenario migratorio resultante de la crisis y señala que España ha entrado en una "nueva fase migratoria" a partir de la crisis económica.

Según explica, "la sociedad española avanza hacia una mayor tolerancia o aceptación de la inmigración, pese al contexto de empleo aún desfavorable, a lo que contribuye la menor percepción de presencia migratoria y de mayor control de los flujos migratorios, además del efecto de la empatía y del conocimiento mutuo tras años de convivencia con inmigrantes".

En concreto, afirma que esa "nueva fase migratoria" conlleva "un periodo de madurez de la población inmigrante, pues la antigüedad media de los inmigrantes residentes en España era de 13 años en 2016, tras un periodo iniciado en 2000 en el que se registraron llegadas anuales superiores a los 800.000 inmigrantes".

Además, apunta que "la crisis ha cambiado el contexto laboral, social y legislativo de los inmigrantes", mientras ellos mismos han sido activos tanto en su integración social como en su respuesta a la crisis, para lo que han puesto en marcha estrategias en diferentes ámbitos.

La experta de la Universidad Complutense de Madrid María Ángeles Cea, recuerda en su artículo sobre este asunto el elevado rechazo a la inmigración en momentos de crecimiento económico en España (2001-2007), circunstancia determinada por el fuerte aumento de la inmigración en un breve período de tiempo y que propició su consideración de "amenaza".

En su opinión, el descenso de la presencia inmigratoria real y la percibida explican, entre otras razones, el decreciente rechazo a la inmigración en la sociedad española.

En este sentido, el artículo de Antonio Izquierdo (Universidade da Coruña), recuerda que en la actualidad, el peso de los extranjeros sobre el total de la población se sitúa en el 10% (dos puntos menos que en el máximo de 2011), y el de los nacidos en el extranjero, en el 14%, habiendo cedido solo un punto respecto al máximo de 2012.

Recuerda no obstante que la reducción de extranjeros está vinculada, en gran parte, a concesiones de nacionalidad española. Con todo, concluye que "las actuales circunstancias exigen un giro en las políticas sobre migración, priorizando una política de ciudadanía y de gestión de la diversidad cultural y religiosa, pero también de selección de los flujos en función de las características de edad y capital humano de los inmigrantes".

Para el autor, el problema más urgente es el de los cerca de 660.000 parados inmigrantes. Si en 2008, tres de cada cuatro foráneos parados llevaban en situación de desempleo menos de un año (72,6%) frente a dos de cada tres autóctonos (63,6%), en 2016 las proporciones empeoraron: un tercio lleva más de dos años en paro y son ya el 46% los que están en esa situación desde hace menos de un año.

Por último, la publicación de Funcas señala que los propios inmigrantes han sido agentes activos tanto en su integración social como en su respuesta a la crisis, para lo que han puesto en marcha estrategias en diferentes ámbitos y con distintos resultados.

Los extranjeros se mueven más por el país

Joaquín Recaño (Centro de Estudios Demográficos, Barcelona) se fija en sus pautas de movilidad geográfica y revela que han protagonizado una media del 25% de todos los cambios de residencia entre los años 2001-2015, con tasas más elevadas que la población autóctona y más flexibilidad.

De acuerdo a su análisis, en 1998, estos movimientos significaban sólo el 6,5% de los desplazamientos internos; en 2001 ya representaban el 13% y registraron un máximo en 2008, cuando alcanzaron el 32% de todos los cambios de municipio. A partir de ese año, la proporción cayó, en congruencia con el descenso de los flujos de entrada del exterior, hasta el 26% de 2015.

Jacobo Muñoz-Comet (UNED) analiza el caso de los residentes que han decidido volver a estudiar y revela que lo han hecho en menor medida que los españoles mayores enfrentados a la misma crisis. El análisis muestra además que los inmigrantes con más dificultades para integrarse a su llegada son también los que han tenido menos oportunidades para emprender estudios en España.

Una brecha entre los inmigrantes

"Este hecho puede acabar abriendo una brecha entre los propios inmigrantes, ya que quienes tienen un perfil menos adecuado para competir en el mercado de trabajo tampoco consiguen apropiarse del recurso por excelencia para mejorar su inserción laboral: la educación formal", dice el autor.

Por su parte, Albert Arcarons (Instituto Universitario Europeo, Florencia) aporta una reflexión sobre la actividad de las mujeres inmigrantes en el mercado laboral comparando España, un país de reciente inmigración, y Reino Unido, con más experiencia. Revela que mientras el 40% de las inmigrantes llegadas a suelo español lo hicieron por motivos laborales, en Reino Unido era la motivación del 14%.

Finalmente, Héctor Cebolla y Leire Salazar (UNED) estudian las desigualdades en salud entre la población inmigrante y la nativa, a través del análisis de un indicador de salud perinatal y concluyen que al igual que en otros países, los foráneos tienen menor riesgo de bajo peso al nacer, pero más incidencia de macrosomia (alto peso), lo que se relaciona con obesidad en la infancia y la edad adulta, y con las consiguientes enfermedades.

La sociedad española es cada vez más tolerante con la inmigración aunque el contexto de empleo sea aún desfavorable porque cada vez llegan menos extranjeros y los que están, acumulan ya una antigüedad en el país que supera de media los 13 años.

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