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El cambio climático aumenta la probabilidad de fenómenos extremos como el de Mallorca

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Es sabido desde hace años, y el último informe del IPCC así lo recoge, que el cambio climático aumenta la frecuencia y la intensidad de los llamados fenómenos extremos: sequías, inundaciones, olas de calor, tormentas tropicales, huracanes, heladas… También es sabido que es imposible achacar al cambio climático la causa de un evento en concreto. La atmósfera es compleja e intervienen muchísimos factores. Estos eventos suceden de manera natural, sin tener en cuenta la acción del hombre, por lo que tampoco se puede saber con absoluta certeza si se habrían producido en un escenario hipotético sin contaminación. "No se puede ahora ni se podrá en 2170", afirma el ambientólogo Andreu Escrivà.

Es por eso que los científicos hablan en términos de probabilidad. Tras largos estudios que se denominan "de atribución", el enunciado modelo que resulta es el siguiente: "Este evento es un X% más probable de suceder en un escenario de cambio climático antropogénico". Como es natural, el estudio sobre la tormenta torrencial que ha caído este miércoles en la zona del Llevant de Mallorca, con el trágico resultado de 10 fallecidos, aún no se ha realizado. Pero, como confirma a infoLibre la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), tormentas de este calibre serán "de mayor intensidad y por tanto peligrosidad" en tanto el cambio climático avance.

Hay que señalar que, a pesar de este factor, esta tormenta tiene su origen, como han apuntado ya los expertos, en las características únicas de la zona mediterránea. Como ha asegurado el portavoz de la Aemet, Rubén del Campo, han jugado un papel destacado diversos elementos que es difícil que coincidan: un "cóctel perfecto" muy difícil de predecir y de repetir. Las montañas a la espalda del municipio de Sant Llorenç, donde ha caído la mayor tromba de agua, han concentrado la borrasca en un punto concreto y convierten al pueblo en un área de Riesgo Potencial Significativo de Inundación, como recuerda Datadista. Pero en la virulencia de las bajas presiones influye la temperatura del mar. Y el Mediterráneo este miércoles estaba a unos inusuales, para esta época del año, 24 grados.

 

Las temperaturas más elevadas del mar, causadas por el calentamiento global, "aumentan la mayor presencia de vapor de agua en la atmósfera, uno de los ingredientes necesarios en la formación de tormentas", apunta la Aemet. Por lo tanto, y pese a que todo apunta a que el fenómeno meteorológico de este miércoles tiene su origen en factores exclusivos del Mediterráneo y de la geografía de los municipios afectados, el cambio climático aumenta y aumentará la frecuencia y la intensidad de tormentas como estas o de otra tipología.

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Por otro lado, el drama humano de las intensas lluvias cuenta con otros elementos a analizar. Con cambio climático o sin él, es imposible evitar las tormentas. Pero sí se pueden reducir riesgos: como la práctica de edificar esquivando o modificando el curso natural de los torrentes, las corrientes naturales que transportan el agua de las montañas hacia el mar. El "verdadero problema" asegura a Europa Press el geógrafo Antonio Prieto, es que los torrentes han sido desviados, "algo común en la cuenca mediterránea". "El pueblo necesita crecer, pero el torrente pasa por determinado lugar, entonces se desvía, vuelve a crecer el pueblo y se vuelve a desviar; así hasta que en el siguiente desvío, se lo han llevado a la unión con otro torrente y los dos juntándose, con la fuerza del agua y la cantidad de agua, hace que se desborde", relata el científico.

Hasta hace pocos años, la comunidad científica no se atrevía a asegurar que el cambio climático estaba ya aumentando la frecuencia y la intensidad de los fenómenos extremos. Simplemente, no había pasado el suficiente tiempo con demostrada influencia del fenómeno como para sacar conclusiones. La tendencia empezó a cambiar a partir de 2016. Por ejemplo, los estudios de atribución de la ola de calor de junio de 2017 en España aseguraron que un evento así era 10 veces más probable en un escenario de cambio climático.

"En ciencia hay incertidumbres", reconoce Del Campo, pero no hay ingenuidades, y este tipo de trabajos ya señalan la mano invisible del CO2 en, por poner un ejemplo reciente, las temperaturas extremas del verano de 2018 en el centro y el norte de Europa. Siempre en base a estas probabilidades: no se puede saber si son consecuencia directa, pero sí que sabemos que, debido a sus características, sucesos así son y serán mucho más frecuentes. La divulgación climática debe moverse siempre, apuntan los expertos, en la prudencia. Pero un exceso de prudencia podría llevar a la negación: se trata de un fenómeno actual y no futuro.

Es sabido desde hace años, y el último informe del IPCC así lo recoge, que el cambio climático aumenta la frecuencia y la intensidad de los llamados fenómenos extremos: sequías, inundaciones, olas de calor, tormentas tropicales, huracanes, heladas… También es sabido que es imposible achacar al cambio climático la causa de un evento en concreto. La atmósfera es compleja e intervienen muchísimos factores. Estos eventos suceden de manera natural, sin tener en cuenta la acción del hombre, por lo que tampoco se puede saber con absoluta certeza si se habrían producido en un escenario hipotético sin contaminación. "No se puede ahora ni se podrá en 2170", afirma el ambientólogo Andreu Escrivà.

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