La campaña de incendios forestales de 2020 acusa el confinamiento: "Todo lo que no gestionamos lo gestionará el fuego"

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Todos los implicados en evitar, en la medida de lo posible, los incendios forestales que muchos veranos asolan España insisten una y otra vez: prevenir es mejor que extinguir. Los agentes forestales, los ingenieros, los propios bomberos y los ecologistas salen cada año a repetir por activa y por pasiva que España dedica mucho más dinero a apagar un fuego que a evitar que se propague, cuando debería ser al revés. Una vez ha pasado lo peor del covid-19, los profesionales abordan la campaña de incendios forestales que arrancó el pasado 1 de junio con el temor de que el confinamiento decretado por el Gobierno a causa del coronavirus marque la diferencia: se ha limpiado menos la masa forestal sobrante, se han entrenado menos para combatir las llamas y, lógicamente, se han destinado recursos a la emergencia sanitaria. El verano, además, será cálido y con menos precipitaciones de lo habitual.

Un informe de varias organizaciones climáticas publicado la semana pasada advertía del peligro durante este verano de los llamados eventos extremos, agravados tanto en frecuencia como en intensidad por el cambio climático: sequías, inundaciones, tormentas, olas de calor... e incendios forestales. Los recursos generalmente destinados a atender a las víctimas de las catástrofes naturales se han reducido, la distancia física requerida complica rescates y evacuaciones, y además, en términos puramente meteorológicos, se espera un verano complicado. Con respecto a los fuegos, la Comisión Europea advirtió de que el estío de 2020 traerá un riesgo "elevado" de este tipo de eventos. No solo en el sur. "Hay incendios en lugares donde nunca lo había habido hasta ahora", ha avisado el comisario de Gestión de Crisis, Janez Lenarcic. Eso sí, no se espera una campaña tan complicada como la de 2019 en el viejo continente, que batió récords.

Generalmente, la primavera se utiliza para preparar la campaña de incendios forestales del mismo año: ultimando planes de prevención, entrenándose, poniendo a punto los materiales, las infraestructuras y las herramientas necesarias, y retirando del bosque la vegetación seca que sirve de combustible y que puede marcar la diferencia entre un incendio forestal normal y un superincendio, destructivo con todo lo que se ponga en su camino y muy difícil de controlar. "Todos los operativos de incendios forestales aprovechan los meses de primavera. Con el tema de la crisis sanitaria hay preocupación en el sector, desde el punto de vista de que muchas cosas que se tenian que haber hecho se han retrasado", explica el ingeniero forestal y técnico de Emergencias y Protección Civil Ferrán Dalmau. Eso sí, se está haciendo un "trabajo ingente de adaptación de los protocolos a esta nueva normalidad", asegura. Por ejemplo, determinando cuántas personas deben ir en un vehículo antiincendios o cómo organizar las evacuaciones. 

Coincide el bombero forestal Ignacio Villaverde: "Muchas de las labores de prevención no se han realizado o se han visto retrasadas debido a que muchos compañeros estaban ayudando en temas de desinfección de calles y edificios, traslados de gente y material, etc. Además, algunas incorporaciones de personal también se han demorado. Si a esto le sumamos el que debido al confinamiento muchas huertas no se han podido trabajar, algo que sirve de freno al fuego en muchos incendios, tenemos que a nivel de acumulación de combustible el panorama es peligroso". 

Sin embargo, el portavoz de la Asociación Española de Agentes Forestales y Medioambientales (Aeafma), Alfredo Poveda, no cree que el confinamiento vaya a afectar a la campaña de incendios forestales en términos globales. Sí reconoce que puede causar problemas puntuales: "Han sido dos meses en los que no se ha estado trabajando", como en otros muchos sectores, y "si no se han realizado determinadas tareas en determinadas hectáreas para evitar la propagación", ahí puede estallar un fuego más intenso que lo que se habría sufrido en una circunstancia normal. Pero considera que los mayores problemas de la lucha contra el fuego son los mismos de antes: la falta de recursos, tanto materiales como humanos. 

La climatología peculiar de una primavera de 2020 que ya da sus últimos coletazos no ayudará, aunque puede dar algo de margen a los equipos de extinción. Marzo ha sido un mes extremadamente lluvioso, según la Agencia Española de Meteorología, y abril también ha superado la media. A estos dos meses les ha sucedido un mayo muy caluroso: el escenario perfecto para que los matorrales crezcan. Siendo la vegetación seca el principal factor, junto a las condiciones atmosféricas (viento, calor y humedad), que influye en la virulencia de un incendio forestal, dará lugar a una masa forestal muy abundante que podría avivar los fuegos que se prendan. Sin embargo, dadas estas lluvias, Poveda apunta que la vegetación podría aún estar verde en la primera mitad del verano, lo que "nos da un margen hasta que este combustible vaya a tener una composición de humedad menor". 

La prevención: la asignatura que siempre se deja para septiembre

Todos los actores coinciden en que es mucho más útil invertir en prevención que en equipos de extinción. Sin embargo, en España se plantea al revés, y es una asignatura pendiente que España sigue arrastrando desde hace décadas. La última foto fija la hizo Greenpeace en 2018 y las conclusiones eran deprimentes: "casi un 80% de los municipios de este país no tenía una planificación adecuada contra incendios forestales pese a ser un requerimiento legal, tipificado por ley", explica Dalmau. Desde entonces se ha avanzado, aunque no lo suficiente. Animó a hacerlo una advertencia lanzada desde la Fiscalía de Medio Ambiente dirigida por Antonio Vercher, justo hace un año: la declaración de un incendio forestal en un municipio sin planes podría acarrear consecuencias penales. 

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Dalmau pone el buen ejemplo durante este año de la Comunitat Valenciana, que ha invertido un millón de euros en ayudas a los ayuntamientos para la redacción de esos planes, que no solo incluyen la retirada de la vegetación seca en sus ámbitos de actuación, también la definición de vías de evacuación y otras normas para que los bomberos forestales y otros agentes lo tengan más fácil a la hora de gestionar la emergencia. "Han conseguido unas cifras espectaculares de cambio. Han pasado de tener 464 municipios sin plan local a que actualmente se estén tramitando 252 planes", cifra el ingeniero forestal. Las diputaciones provinciales, a su vez, han convocado ayudas para terminar de redactar los documentos que estaban a mitad o para ejecutar las actuaciones que recogen. 

El experto pone en valor la prevención para evitar que la preparación ante la campaña de incendios forestales deje de ser anual sino permanente, una política transversal que, además, genere empleos verdes y de calidad, tan necesarios en este escenario postconfinamiento. En algunos municipios, explica, se está utilizando la vegetación retirada como combustible para las calderas de los sistemas de calefacción: convirtiendo un residuo en un subproducto aprovechable en la propia localidad. "En España, el incremento anual de biomasa es de 60,4 millones de toneladas y solo se extraen 18,4. Toda esa biomasa que se incorpora y que no se aprovecha queda disponible para arder. Todo lo que el ser humano abandona lo va ocupando la foresta. Todo aquello que nosotros no gestionamos, lo gestionará el fuego", concluye. 

La lucha contra los incendios forestales siempre ha sido importante, pero el cambio climático, que es una cuestión tanto de futuro como de presente, lo hace aún más relevante. El calentamiento global, debido a la falta de precipitaciones, las temperaturas extremas y otros fenómenos atmosféricos que conlleva, convierte a los incendios en superincendiossuperincendios como el que sufrió Gran Canaria el año pasado, o como los de Australia de hace unos meses. "Hoy por hoy no existen ni medios técnicos ni humanos, a nivel cuantitativo y cualitativo, que puedan enfrentarse y apagar un incendio forestal de estas características y la ciudadanía lo tiene que saber", asegura la Asociación de Ingenieros Forestales. El reto de este verano, por tanto, no es evitar que arda una sola hectárea (algo imposible, siendo los fuegos una mecánica natural de regulación forestal de la Naturaleza), sino evitar que España vuelva a sufrir un evento de esas características. 

Todos los implicados en evitar, en la medida de lo posible, los incendios forestales que muchos veranos asolan España insisten una y otra vez: prevenir es mejor que extinguir. Los agentes forestales, los ingenieros, los propios bomberos y los ecologistas salen cada año a repetir por activa y por pasiva que España dedica mucho más dinero a apagar un fuego que a evitar que se propague, cuando debería ser al revés. Una vez ha pasado lo peor del covid-19, los profesionales abordan la campaña de incendios forestales que arrancó el pasado 1 de junio con el temor de que el confinamiento decretado por el Gobierno a causa del coronavirus marque la diferencia: se ha limpiado menos la masa forestal sobrante, se han entrenado menos para combatir las llamas y, lógicamente, se han destinado recursos a la emergencia sanitaria. El verano, además, será cálido y con menos precipitaciones de lo habitual.

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