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Cañamero: “Yo con 60 años ya no me modero”

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Con ocho años, Diego Cañamero Valle era un espantapájaros en Villafranco del Guadalquivir (Sevilla), un pueblo que hoy –borrado del nombre el homenaje al dictador–se llama Isla Mayor, en las marismas del río, donde ganaba 30 pesetas de sol a sol. “Conocí a Diego en el cortijo de Conchi y Sierra, donde estaba la ganadería de Joaquín Pareja Obregón. Se colgaba una lata y le daba palos para espantar a los pájaros y que no se acercaran al arroz germinado en las planteras. Después estuvo con las mujeres en la escarda, y después se vino a plantar conmigo", cuenta el manijero Antonio Moreno en El hombre con los pies en la tierra, la biografía del líder jornalero escrita por Joaquín Recio (Atrapasueños) y con prólogo de Julio Anguita.

A los doce años, Cañamero se llevó su primer guantazo de la Guardia Civil, como recuerda su madre, Joaquina Valle, en el mismo libro: "Una vez fue a rebuscar aceitunas por ahí por Montellano con un amigo. Estaban con un cubito, no había muchas, y en ésas llegaron unos guardias. Le pidió a mi Diego el carné y como estaba en una chaqueta colgada mi niño le dijo al guardia que fuera a buscarlo que estaba más cerca suya. El guardia civil le pegó una guantá y después tuvo que personarse en el cuartel. Allí un guardia civil le dijo que por qué no se metía a guardia con ese cuerpo tan grande que tenía, y él le dijo: 'Sí, hombre, para pegarle a los rebuscadores”.

Con historias como ésta se construye la infancia –y en parte la visión del mundo– de Diego Cañamero Valle, líder jornalero y activista político y sindical, personaje empeñado en su causa hasta el punto de la insumisión a las convenciones políticas y, llegado el caso, a la justicia. A sus 60 años, cuando había cedido el liderazgo del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) y todo apuntaba a que enfilaba el camino hacia el panteón de los personajes de culto de la izquierda irredenta en Andalucía, Cañamero vuelve al primer plano. Pablo Iglesias, secretario general de Podemos, lo ha señalado como cabeza de lista de Unidos Podemos por Jaén en las elecciones del 26 de junio. "He dicho que sí", se limita a afirmar Cañamero al respecto. No muestra especial entusiasmo ante la idea. No se iría a vivir a Madrid "ni muerto". Y lleva dos ideas claras para su papel en el Congreso: la defensa de Andalucía y los derechos de los trabajadores "en el campo, en los astilleros, en la construcción, donde sea".

Las voluntades necesarias para su elección se han puesto de acuerdo: la de Iglesias, la del propio Cañamero y, en caso de que fuera necesaria alguna más, la de Teresa Rodríguez, secretaria general de Podemos en Andalucía y valedora del sindicalista a nivel interno. Su elección se apoya en el convencimiento de la dirección andaluza de Podemos de que Cañamero, y por extensión el combativo movimiento en defensa de los jornaleros sin trabajo ni tierra de las zonas del interior de Andalucía, contribuye al avance de la formación morada en las áreas rurales, donde el PSOE ejerce todavía un notable dominio, a lo que se suma una considerable implantación también de IU. Es dudoso, en el otro lado de la balanza, cómo influye este fichaje en la famosa transversalidad social y electoral, ese rasgo vocacional de Podemos defendido por un amplio –aunque ahora algo desplazo de los centros de poder– sector del partido de Pablo Iglesias e Iñigo Errejón.

"Buenas formas, el mismo fondo"

El ex alcalde de El Coronil (Sevilla, 5.000 habitantes) no será un candidato cualquiera y, de resultar elegido, no será un diputado cualquiera. Es imposible que lo sea por su pasado, que acumula un kilométrico historial de lucha por medios no siempre legales, guiado por el convencimiento de que la ley y la justicia no tienen por qué coincidir. Pero también es imposible por su carácter y su discurso, que a estas alturas no piensa cambiar. "Yo con 60 años ya no me modero. Con buenas formas, pero el fondo va a ser el mismo. La defensa de los derechos de los trabajadores va por delante", asegura.

Cañamero sustituirá como cabeza de lista a Andrés Bódalo, en prisión por un delito de atentado contra la autoridad en una protesta de jornaleros. El apoyo de Iglesias a Cañamero como cabeza de lista llega precisamente cuando éste lidera una protesta en Madrid para pedir la libertad de Bódalo. "Esto va a durar lo que haga falta, lo que haga falta", advierte desde la acampada reivindicativa en Lavapiés (Madrid).

La comunión, "una tontería"

Nacido en 1956 en Campillos (Málaga), la familia de Cañamero se fue a Isla Mayor teniendo éste tres meses. Ni pudo ir a la escuela, ni pasó por las manos de la Iglesia. "Vinieron los misioneros para que hicieran la comunión los niños del campo. La hizo el mayor mío y el segundo, pero él no. Dijo que eso era una tontería", explica su madre. Ese desafío al poder es una constante en Cañamero. El rasgo está incrustado en una frase, tomada del acervo contestatario del campo andaluz, que se le atribuye de forma recurrente: "El día que me muera que me entierren de pie, para que ningún señorito me vea tumbado a sus pies".

Cañamero trabajó desde los ocho años. No había otra opción en una menesterosa familia de once hermanos. Niño "mandable" y cumplidor, los señoritos contaban con él de chico para todo cuando iban a El Rocío. "Diego, no me darán queja de ti, ¿no?", le dijo su padre –que falleció cuando Diego tenía once años– antes de su primer día de trabajo. Sus memorias están plagadas de recuerdos de injusticia y miseria. Para la biografía que escribió de él Joaquín Recio, Cañamero rescató un recuerdo tras una batida de caza que no ha olvidado, ejemplo de desdén de los señoritos del tiempo: "Recuerdo la cifra, mataron 315 agachadizas, un pájaro muy apetecible de la caza menor. Después se pusieron a descansar y a hacer su aperitivo, con nosotros mirando como perros. Esas cosas no se olvidan nunca".

Cañamero se marchó con su familia a El Coronil a los once años. Desde la primera adolescencia se politiza. Con su carácter sobrio y sus frases sencillas y redondas, no le cuesta destacar. En 1975 forma parte de la fundación del Sindicato de Jornaleros, preludio del Sindicato de Obreros del Campo (SOC), que nace un año después y fue ilegal todavía hasta el 77. Cañamero, al igual que Juan Manuel Sánchez Gordillo, alcalde de Marinaleda desde 1979, milita el brazo político del SOC, la Candidatura Unitaria de Trabajadores (CUT), un partido nacionalista andaluz de raíz jornalera integrado históricamente en IU, pero que sido permeable a las divisiones de la coalición a raíz del auge de Podemos.

Acciones contundentes y llamativas

Ambos protagonizaron durante décadas, hasta el reciente alejamiento del primer plano de Sánchez Gordillo, contundentes y llamativas acciones de reivindicación que tuvieron en la ocupación de fincas su primer gran exponente. El listado de reivindicaciones es inagotable, como también el de problemas con la justicia, en una trayectoria compartida en su origen por nombres emblemáticos del movimiento como Paco Casero y Diamantino García. La huelga de la remolacha en El Coronil del 76. Su encarcelamiento en la prisión provincial de La Ranilla a raíz de las movilizaciones por el convenio en el verdeo. Una nueva detención en Cantillana (Sevilla). Otro encarcelamiento por diez días tras un encierro en el Ayuntamiento de El Coronil. Y todo eso sólo hasta 1983.

En 1984, fue elegido secretario general del SOC. Y dos años después le llegó una condena por la ocupación de la finca de El Garrotal. Por entonces Cañamero ya había descubierto que parte de su éxito radicaba en su capacidad para atraer la atención de los medios, ávidos de esa visión precaria de ciertos sectores del mundo rural –tópica en parte, pero real– que tan bien casa con las ideas preconcebidas sobre el agro andaluz. Cañamero sabe que los medios lo utilizan. Cabe preguntarse si los medios sabe que Cañamero los utiliza también.

Y en 1987, con 31 años, fue elegido alcalde de El Coronil por la CUT tras un increíble empate a 1.183 votos con el PSOE que obligó a dirimir al regidor por sorteo. Perdió Cañamero, pero acabó subiendo al poder tras la dimisión del regidor socialista cuando dos ediles se le fueron al grupo mixto. Ocupó el cargo hasta 2001 con una interrupción de cuatro años en los que gobernó el PSOE. Nada más llegar tuvo que enfrentarse a las limitaciones de la burocracia, dando lugar a un diálogo con el secretario del Ayuntamiento que evoca él mismo en El hombre con los pies en la tierra:

– ¿Hay dinero en el Ayuntamiento? –preguntó Cañamero.

– Sí, sí que hay dinero.

– Pues déme usted 8 millones de pesetas que vamos a comprar terrenos para hacer viviendas.

– Eso no puede ser así.

– ¿Cómo que eso no puede ser? ¿No hay dinero?

– Sí, pero hombre, eso no se puede hacer. Ese dinero tiene unas partidas...

– Usted se las arregla como quiera pero mañana me da los 8 millones de pesetas.

Al final el secretario, que en palabras de Cañamero "era listo", consiguió un préstamo de la Diputación y se compraron los terrenos. Cañamero no aflojó su ritmo activista tras conseguir la alcaldía. Al contrario. No ha dejado jamás "las luchas", como las llaman con cierto tono épico en el SAT, ya fueran contra medidas que afectaban al campo o por causas pacifistas.

Sustracciones de comida y material escolar

Con el tiempo ha afinado su instinto para apretar en el lugar exacto y en el momento exacto y obtener así el máximo impacto, de forma que ha sabido siempre cómo concitar la atención de los medios. No se conforma con piezas pequeñas: él buscaba medir su fuerza contra la Duquesa de Alba, o contra su hijo Cayetano de Alba. Sustracciones de comida y material escolar de grandes cadenas de distribución como Mercadona –en esta no participó directamente Cañamero– y Carrefour lo llevaron junto a Sánchez Gordillo al plató de los grandes medios, en una campaña que comenzó en el verano de 2012. Los tertulianos se frotaban las manos con ellos, que a su vez ponían en graves aprietos a Izquierda Unida, por entonces coaligada en el Gobierno andaluz con el PSOE y a la que ha criticado siempre por lo que considera una deriva moderada y pactista. Cañamero dejó finalmente IU en diciembre de 2014, con Podemos al alza y tras haber evidenciado una muy buena sintonía política con Teresa Rodríguez. No fue el día más triste de la historia de la coalición de izquierdas en Andalucía.

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Cañamero sigue en líos judiciales. En octubre de 2012, cuando se negó a mostrar el DNI a un funcionario judicial tras un arresto por la ocupación de una finca en 2008, se declaró definitivamente "insumiso judicial", una actitud avalada por el SAT (el sindicato continuador del SOC). Aunque se muestra convencido de que "quedarán en nada", su pasado le persigue en varias causas, como la derivada de la huelga de recogida de basuras en El Coronil en 2013, que llevó a la declaración de una alerta sanitaria por acumulación de residuos en el municipio, o la famosa "expropiación", según sus términos, de material escolar del Carrefour.

Recientemente fue detenido en Jódar y posteriormente puesto en libertad por esta misma causa del Carrefour. Y hace sólo tres años el TSJA ya lo condenó a siete meses por la ocupación de la finca militar de Las Turquillas. Casado, con dos hijos y tres nietas, Cañamero no va a cambiar a estas alturas. Sigue teniendo olfato para poner el foco a la vez en sí mismo y en aquello que quiere denunciar, sea la prisión de Bódalo o el insoportable paro y precariedad laboral de las áreas rurales más dependientes del campo.

Ahora está acampado en Lavapiés, después de haberlo hecho en la Puerta del Sol justo en el quinto aniversario del 15-M, en el Madrid que gobierna Manuela Carmena, pidiendo la libertad para un amigo preso, en la antesala de una campaña electoral y con él mismo como candidato a diputado. Las televisiones se lo rifan. Está en su elemento.

Con ocho años, Diego Cañamero Valle era un espantapájaros en Villafranco del Guadalquivir (Sevilla), un pueblo que hoy –borrado del nombre el homenaje al dictador–se llama Isla Mayor, en las marismas del río, donde ganaba 30 pesetas de sol a sol. “Conocí a Diego en el cortijo de Conchi y Sierra, donde estaba la ganadería de Joaquín Pareja Obregón. Se colgaba una lata y le daba palos para espantar a los pájaros y que no se acercaran al arroz germinado en las planteras. Después estuvo con las mujeres en la escarda, y después se vino a plantar conmigo", cuenta el manijero Antonio Moreno en El hombre con los pies en la tierra, la biografía del líder jornalero escrita por Joaquín Recio (Atrapasueños) y con prólogo de Julio Anguita.

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