El candidato Sánchez recupera la defensa del Estado plurinacional que abandonó como líder del PSOE

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Ibon Uría

Si hubiera que elaborar una clasificación de los debates que más quebraderos de cabeza han provocado en el PSOE –y en el PSC–, el del modelo de Estado y el encaje de Cataluña se merecería, por lo menos, una mención de honor. Derecho a decidir, referéndum, Estado federal, reforma de la Constitución, plurinacionalidad... son cuestiones que, como el Guadiana, aparecen cada cierto tiempo en las riñas entre los socialistas.

La vida también es cíclica para Pedro Sánchez. Aspirante en 2014, secretario general después y ahora, cuando han pasado menos de tres años, está de vuelta en la casilla de salida. Y como todo vuelve, el Sánchez candidato decidió este lunes recordar viejos tiempos, sacar del cajón algunas de las propuestas de las primarias de 2014 y apostar de nuevo por reconocer la plurinacionalidad de España. Justo lo que rechazó como líder del PSOE.

El guión oficial del partido, desde luego, no contempla la definición de Cataluña como nación ni la de España como plurinacional. El PSOE, tras no pocos tira y afloja, acabó pactando en torno a la llamada declaración de Granada [ver en PDF] en el verano de 2013: un texto de apenas ocho páginas que reivindica el federalismo, el respeto a las "identidades diferenciadas dentro de España" y el reconocimiento de los "hechos diferenciales".

Ese planteamiento se afinó poco después, en noviembre de 2014, en la quizá no tan célebre declaración de Zaragoza [ver en PDF], donde el PSOE reiteró su "compromiso con el sistema constitucional" y su plan de impulsar una reforma de la Carta Magna para, entre otras cuestiones, "transformar la España autonómica en la España federal" que "reconozca eficazmente las singularidades y hechos diferenciales de algunas Comunidades Autónomas".

En aquellas fechas, finales de 2014, Sánchez era el flamante nuevo secretario general del PSOE. El primero elegido por votación directa de los militantes y el que contaba con el apoyo de la mayoría de barones socialistas, muy especialmente con el favor de la andaluza Susana Díaz. En pocos meses había pasado de ser un perfecto desconocido para la mayoría de afiliados y votantes a líder del primer partido de la oposición.

Durante la campaña de aquellas primarias, Sánchez defendió conceptos como el del federalismo asimétrico. En junio de 2014, por ejemplo, planteó que la nación catalana merecía un "trato fiscal especial" y un mayor reconocimiento: "Quiero a Cataluña como nación, la respeto como nación, con su cultura, su lengua, sus valores". Tampoco se opuso frontalmente a un referéndum, aunque "a través de los cauces de la Constitución".

De nación a singularidad

Apenas quince días después fue elegido líder del PSOE. Y el reconocimiento de Cataluña como nación dejó de aparecer en sus discursos rápidamente. Ejemplo: el 3 de septiembre, tras reunirse con el entonces president Mas y menos de tres meses después de expresar sus afectos por "Cataluña como nación", pidió no entrar en "un debate sobre términos" preguntado si apoyaría que la reforma constitucional reconociera a Cataluña como nación.

"La Constitución dice claramente que España la componen nacionalidades y a esos términos me ajusto. Reconozco la singularidad del pueblo catalán y eso debe verse reflejado en la reforma", agregó el ya secretario general. Dos meses después, en noviembre y tras una reunión con los líderes territoriales de su partido, pidió a Rajoy abrir cuanto antes el debate de la reforma de la Constitución para avanzar hacia un modelo federal.

Hubo más ocasiones en las que Sánchez rechazó expresamente reconocer a Cataluña como nación. Porque el problema con Cataluña, argumentó en una entrevista el 7 de septiembre de 2015, "no es de definición, sino de convivencia y de fractura económica, social y emocional". Por eso la Constitución, prosiguió, debería recoger los "elementos de singularidad" de Cataluña, pero sin centrar el debate en "esta palabra u otra".

Ese fue el discurso que Sánchez mantuvo durante su etapa al frente del partido y también el de las principales figuras del PSOE. Hubo pocos giros en el guión, y los habidos causaron revuelo. Por ejemplo, la publicación de una entrevista donde el expresidente Felipe González, supuestamente, se mostraba favorable a reconocer "Cataluña como nación" –aunque en realidad González jamás dijo eso: habló de "identidad nacional"–.

El PSOE en campaña

Después llegaron las campañas del 20D y el 26J. Y el PSOE, que en numerosas ocasiones ha defendido –y defiende– que es el único partido que cuenta con una solución "concreta" al problema de encaje de Cataluña –la declaración de Granada–, incluyó en su programa electoral un amplio capítulo dedicado a la reforma constitucional donde planteó "un nuevo pacto territorial" que contemplara "los principios del federalismo".

Sánchez ya avanzó a finales de septiembre que esa propuesta no incluiría el término "nación". "En nuestra propuesta no va a aparecer eso. Lo que aparecerá será el reconocimiento de las singularidades de la sociedad catalana en la Constitución (...) de manera más subrayada". "No quiere decir desigualdad, sino diferencias que tienen territorios como Cataluña dentro de una nación plural e indivisible como España", agregó.

"El federalismo –defendió el programa del PSOE de Sánchez– es un sistema que defiende la unidad del Estado, respetando la diversidad (...) y las aspiraciones e intereses específicos de las comunidades autónomas. Permite reconocer, respetar e integrar la diversidad y las singularidades de los territorios de España, la cohesión social y la igualdad, y ofrecer las respuestas más adecuadas en un Estado integrador y eficiente".

Ya tras las generales, la cuestión catalana se convirtió en uno de los grandes escollos para un posible pacto de izquierdas. Frente a la aspiración de Podemos de un referéndum de autodeterminación y la definición de Cataluña como nación por su líder, Pablo Iglesias, el Comité Federal del PSOE aprobó una resolución que se oponía a cualquier consulta y rechazaba negociar con cualquier fuerza que no compartiera ese planteamiento.

"Rechazamos de manera tajante cualquier planteamiento que conduzca a romper con nuestro ordenamiento constitucional y que amenace así la convivencia (...). La autodeterminación, el separatismo y las consultas que buscan el enfrentamiento sólo traerán mayor fractura (...). La renuncia a esos planteamientos es una condición indispensable para que el PSOE inicie un diálogo con el resto de formaciones", rezaba el texto.

Los afines a Sánchez sostienen que esa resolución fue "impuesta" al entonces líder socialista, ya muy cuestionado internamente, y que si de él hubiera dependido no hubiera trazado esas líneas rojas. Y es que el secretario general obtuvo una prórroga para seguir al frente del PSOE, pero su capacidad de negociación quedó muy mermada por el corsé impuesto por los barones en el ámbito de la cuestión territorial.

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El final de Sánchez como líder del PSOE es de sobra conocido: tras unas segundas elecciones y una semana de infarto en septiembre –con dimisiones en la Ejecutiva, dos sectores enfrentados que no reconocían la legitimidad del contrario y un plan para celebrar un Congreso Federal exprés–, perdió una votación clave y presentó su dimisión. El PSOE quedó en manos de una gestora y Sánchez pasó a ser militante de base.

Fue entonces cuando, despojado de sus cargos, aterrizó en Salvados, en una entrevista que, incluso a ojos de sus afines, le hizo más daño que bien y en la que sorprendió con un discurso alejado de la ortodoxia que mantuvo en su etapa de líder: "España es una nación de naciones. Cataluña es una nación dentro de otra nación que es España, como lo es también el País Vasco, y esto es algo de lo que tenemos que hablar y reconocer", dijo el militante Sánchez.

El ahora aspirante a la Secretaría General Pedro Sánchez ha dado un paso atrás con respecto a los planteamientos del militante Sánchez, pero sigue por delante de la línea oficial de su partido y de lo que defendió el Sánchez secretario general: en su proyecto político no habla de Cataluña como nación, pero sí pide reformar la Constitución para "perfeccionar el reconocimiento del carácter plurinacional del Estado". En mayo se decidirá si sus tesis pasan, o no, a ser las del conjunto de los socialistas.

Si hubiera que elaborar una clasificación de los debates que más quebraderos de cabeza han provocado en el PSOE –y en el PSC–, el del modelo de Estado y el encaje de Cataluña se merecería, por lo menos, una mención de honor. Derecho a decidir, referéndum, Estado federal, reforma de la Constitución, plurinacionalidad... son cuestiones que, como el Guadiana, aparecen cada cierto tiempo en las riñas entre los socialistas.

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