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Los candidatos del aparato se imponen en las seis primarias del PSOE

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El PSOE (y el PSC) está a punto de cerrar su primera tacada de elecciones primarias de este ciclo electoral, las que se han ubicado antes de los comicios europeos del 25 de mayo. A las de los socialistas valencianos, siguieron las de Aragón, Murcia, Baleares y Barcelona, y está a punto de concluirse el proceso en Cantabria si, como todo indica, no hay candidato que se enfrente a la secretaria general. En todas ellas, sean abiertas a los ciudadanos –Comunitat Valenciana, Aragón y Barcelona– o sean cerradas (entre militantes) –Aragón, Murcia y Cantabria–, vence el aspirante oficial, el promovido por el aparato o el preferido por él, lo que demuestra, y así lo ven también los analistas, el poder de las direcciones. O, mejor dicho, la importancia de que detrás de un contendiente se halle una estructura organizativa potente, capaz de movilizar a militantes y simpatizantes. La lección inversa es que un candidato ajeno al establishment del partido, para ganar, debe poseer un andamiaje de apoyos muy sólido y saber capitalizar el voto de castigo al aparato. 

Un resumen rápido. En las primarias abiertas del PSPV, celebradas el pasado, 9 de marzo, confrontaban el secretario general, Ximo Puig, y el alcalde de Faura (Valencia), Toni Gaspar. El primero logró 37.844 votos, el 68,82%; el segundo, 17.142, el 31,18%. Participaron 55.447 personas, el 82,82% de los censados. En las cerradas de Aragón, se proclamó vencedor al barón autonómico, Javier Lambán, después de que su contrincante, Fernando Heras, no lograra los 1.326 avales necesarios. Rafael González Tovar, secretario general en Murcia, conquistó la candidatura socialista a la Presidencia de la Región en unas primarias entre militantes al imponerse, con el 56,66% (2.413 votos), frente al primer edil de Beniel, Roberto García (1.825 sufragios, el 42,85%).

En Barcelona, el PSC programó unas elecciones ciudadanas y a dos vueltas, sin censo previo. En la primera ronda, el 29 de marzo, cayeron tres de los cinco aspirantes. El pasado sábado, 2.980 votos (el 54%) hicieron ganador al favorito, Jaume Collboni, que dejó su cargo de portavoz de la ejecutiva al presentarse a las primarias. Su rival fue la concejala en el Ayuntamiento Carmen Andrés, que recabó 2.493 apoyos (46%), que aunque no era la voz de los críticos, sí que no tenía silla en la cúpula de Pere Navarro. Un día más tarde, el pasado domingo, se resolvieron las primarias abiertas en Baleares: venció la secretaria general, Francina Armengol, por un 54,58% (6.418 votos), y perdió la exalcaldesa de Palma y líder en la capital de las islas, por un 45,42% (5.341 sufragios). En Cantabria, este próximo sábado, 12 de abril, finaliza el plazo de inscripción de los 480 avales necesarios (el 15% de un censo total de 3.200 militantes). Hasta ahora, sólo se ha presentado la líder regional, Rosa Eva Díaz Tezanos. Si no tiene rivales, se la proclamará candidata el día 16. Si hubiera sorpresas, la votación sería el 26. Todas las demás primarias autonómicas –en aquellas comunidades con elecciones programadas para mayo de 2015– y las municipales se celebrarán en septiembre. Y las nacionales, en noviembre

En los tres procesos abiertos hay que fijarse, por añadidura, en el censo de militantes y el de inscritos. El PSPV contaba con 16.143 militantes y se apuntaron 66.950 (entre afiliados y ciudadanos de a pie), y acudieron a las urnas 55.447 (el 82,82%). En Baleares, eran 2.587 los militantes y 11.985 personas sin carné, y votaron 11.818, el 80,30%. En Barcelona, no había censo cerrado antes de la votación, pero se contaba con 3.062 militantes, 8.235 simpatizantes y más de 11.000 registrados. En segunda ronda votaron 5.534 personas, y en la primera 7.463, sobre ese cuerpo teórico de 22.000 electores.

La 'ley de hierro de la oligarquía'

¿Qué balance se puede hacer, por tanto, de esta primera fase? La primera conclusión salta a la vista: el candidato oficialista parte con ventajaoficialista . "No es cuestión de pensar mal, o pensar que se juega con las cartas marcadas. El aspirante favorito de las direcciones parte con ventaja, porque los aparatos organizan, sostienen el edificio. Los otros tienen que empezar de cero", argumenta Paloma Román Marugán, profesora de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Una opinión que, con más o menos matices, suscriben todos los analistas consultados por infoLibre. Como recuerda Fernando Vallespín, expresidente del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) y catedrático de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), en las primarias aflora de nuevo una vieja teoría enunciada hace un siglo por Robert Michels, la ley de hierro de la oligarquía, una minoría es la que acaba mandando. "Es pura sociología de las organizaciones –subraya–. Una minoría es la que decide el calendario, la que controla los tempos, que son fundamentales en política, las agendas, la que trabaja cotidianamente y obtiene un rendimiento. Los que trabajan, mandan, por muy democrático que sea el sistema. Pasa como en una casa: quienes mandan son los que organizan, los que están". Belén Barreiro, su sucesora en el CIS y creadora del instituto demoscópico MyWord, lo verbaliza de forma similar: "Las direcciones marcan las reglas, y eso no es un dato menor". 

Ignacio Urquizu, sociólogo de la UCM, afina algo más: "El que gana unas primarias es el que está organizado. Y sucede que habitualmente el aparato está mejor organizado que la oposición interna, porque trabaja constantemente dentro del partido. Es normal que el aparato gane. Sin una estructura, es muy difícil ganar cualquier cosa en política". Juan Rodríguez Teruel, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Valencia y miembro de la autoridad electoral de las primarias del PSC en Barcelona, coincide en este análisis: "Los candidatos deben tener organización, arraigo en el territorio, capacidad de movilización y conexión con la sociedad. Sostener un discurso alternativo o crítico con la cúpula pero sin tener una buena movilización garantiza el fracaso. Eso le pasó a Jordi Martí", el aspirante que hizo bandera del soberanismo en las elecciones barcelonesas y que no pasó el corte de la primera vuelta. Este politólogo aprovecha también para subrayar un elemento importante: en este tipo de procesos, no basta con agitar las redes sociales. Se exige "hacer política de calle, como hizo Carmen Andrés", muy popular en su distrito, Nou Barris. "Las nuevas tecnologías son importantes, y Twitter está bien, pero no hay que olvidar la movilización tradicional, el puerta a puerta, porque eso es garantía de estabilidad", advierte.

La participación política "interesa y atrae a una parte pequeña"

Otro dato que desprenden estas seis elecciones internas: gana el candidato oficialista tanto en las primarias abiertas a los ciudadanos como en las cerradas a militantes. Con mayor o menor holgura. La razón es que el cuerpo electoral, en las abiertas, sí, se amplía, pero no es tan distinto al de los afiliados. "Pueden producir una mayor variedad de votantes aunque, obviamente, se trata de formas de participación política (ser miembro y participar en unas primarias) que son minoritarias y, por lo tanto, sería un error pensar en el electorado de las primarias como un fiel reflejo del electorado del partido", señala Luis Ramiro, profesor de Ciencia Política en la University of Leicester, Reino Unido. Dicho de forma más sencilla incluso: "Son simpatizantes y sus familiares, personas preocupadas por la vida del partido" (Román Marugán). Muchos electores son "arrastrados por militantes" (Urquizu). En el PSPV, por ejemplo, el ejemplo más exitoso, cada afiliado movilizó una media de tres votantes, por lo que si se extrapola esa cifra a unas primarias nacionales –el censo del PSOE ronda los 200.000 militantes–, se podría alcanzar una participación de 800.000 electores.

Y eso que en las del PSOE no habrá un censo abierto. Es decir, un ciudadano que, a la vista del desarrollo de la campaña y de los debates, decida inscribirse a última hora, no podrá hacerlo. Así será en las nacionales y así ha sido en las del PSPV y las del PSIB. Una diferencia sustancial con el PSC. Los expertos sí creen que unas primarias sin censo facilitan la participación aunque, como recuerda Barreiro, que "haya condiciones no quiere decir que la gente acuda masivamente a votar". Vallespín, sin embargo, no cree que este punto sea tan decisivo. 

Ximo Puig con Elena Valenciano, tras proclamarse vencedor de las primarias del PSPV, el pasado 9 de marzo | EFE

La baja afluencia de votantes en Barcelona se debe, a juicio de los expertos, más a las debilidades del PSC, a su falta de conexión con los ciudadanos en una coyuntura especialmente complicada por la polarización en torno a la consulta. En el caso de Valencia y Baleares, donde han participado más del 80% de los inscritos, el éxito se debe a la perspectiva de cambio. “Si el votante percibe que las elecciones son críticas, se anima y va. Siempre hay más participación cuanta más incertidumbre hay”, asegura Román Marugán, quien prevé que, por esa misma razón, haya más concurrencia en las primarias nacionales, por la sensación existente de que está todo abierto. “El PSC tiene un problema de organización, y Cataluña es hoy más hostil para los no nacionalistas”, abunda Urquizu. Rodríguez Teruel, que ha formado parte del engranaje en Barcelona, aun compartiendo ese análisis –“Uno de los riesgos de las abiertas es que muestran el apoyo social real de un partido”–, también ofrece matices: en la capital catalana el 70% de los electores no era ni militante ni simpatizante.

Y, en cualquier caso, la afluencia moderada de estos procesos es achacable a que, como precisa Vallespín, no hay tensión electoral aún. “La participación en frío es mucho más complicada, y eso habla a favor de los militantes, que siempre están más movilizados”.

La importancia de los exposición mediática

Ese cuerpo electoral, más próximo al de las bases del partido que al ciudadano de a pie y desencantado con la política, no debe ser observado, según creen los expertos, como un demérito. "Estas elecciones abiertas permiten a las direcciones entrar en contacto con un sustrato social que no conocen y al que no suelen llegar, y eso es positivo", opina Rodríguez Teruel. ¿No es incongruente que los ciudadanos pidan participar y democratizar las estructuras de las formaciones y luego, a la hora de la verdad, no lo hagan? Los expertos creen que sí, que así puede sonar, pero no es sorprendente. Pero, como indica Ramiro, la participación política "interesa y atrae a una parte muy pequeña de los ciudadanos". "Quien encabeza la candidatura de un partido y decidir quién encabeza colaborando en un proceso interno son temas que no figuran entre las prioridades de los ciudadanos", añade. 

Por mucho morbo mediático que susciten, por cierto. Porque las primarias son atractivas para los medios. Pero no en la misma medida. No tienen la misma repercusión las elecciones internas autonómicas –que se han celebrado en fechas distintas, además, no agrupadas– que las nacionales, donde está en juego la candidatura a la Moncloa y donde la atención de la prensa es total. Y la mayor o menor exposición es uno de los factores determinantes, a juicio de politólogos y sociólogos. Las que se celebren en noviembre, tal como se anticipa, serán mucho más competidas, lo que añade una mayor tensión. "El nivel de disputa en las primarias autonómicas y locales y el que se da en las nacionales no tiene nada que ver", zanja Barreiro. 

Si al final el aspirante oficialista vence, ¿qué sentido tiene para la dirección someterse a un proceso que genera heridas internas? Román Marugán: "A veces tenemos una imagen peyorativa de los aparatos, pero no debería ser así. A veces, el candidato del aparato necesita una legitimación más amplia. No es lo mismo ser cooptado que elegido". 

El recuerdo de 1998

1998. Todo el PSOE recuerda esa fecha. Entonces el candidato outsider, Josep Borrell, dobló el brazo al aspirante oficial, Joaquín Almunia, el secretario general al que ungió como sucesor Felipe González. Las bases se revolvieron contra el aparato. ¿Qué pasó entonces? Fue una "excepción", como alega Vallespín. Y, de hecho, hay que recordar otros procesos de primarias (siempre cerradas) autonómicas y locales celebradas en el pasado, donde solían triunfar las direcciones. 

Francina Armengol, tras proclamarse vencedora de las primarias en el PSOE balear, el pasado 6 de abril | EFE

La candidata de Antich gana en el PSOE balear en unas primarias con mucha participación

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Urquizu recuerda que en aquel momento Ferraz, en reconstrucción todavía tras la dolorosa derrota de las generales de 1996, no era una dirección tan compacta y fuerte como en los tiempos de Alfonso Guerra. Un análisis que, subraya, también refrescaba el periodista Gonzalo López Alba el pasado domingo en El Confidencial. A ello se sumaba el voto de castigo que quisieron propinar las bases al aparato. Y estas dos son claves básicas, remarca Román. De modo que, sensu contrario, se puede leer que en los procesos culminados (o a punto de hacerlo, como en Cantabria), se ha dado un "respaldo" a las respectivas direcciones. 

Ramiro pone otro ejemplo: "En algunos casos, el propio aparato está dividido. Hay casos en que diversos candidatos cuentan con el apoyo de distintas secciones del aparato: un candidato con el apoyo del aparato local o provincial, y otro candidato con el apoyo del aparato regional [es lo que ha sucedido en el PSOE balear]. En otros, el parato es bastante débil y lo que se traslada en las primarias es simplemente el equilibrio de fuerzas interno, qué redes tienen mejor dominio del territorio". Por tanto, sigue, puede vencer el candidato contrario si hay voluntad de castigar a la cúpula, si hay "deseo de ruptura con el pasado inmediato", si la dirección está quebrada y si el aspirante tiene "suficientes recursos (organización, fondos, redes, conocimiento público...)". 

¿Qué enseñanzas hay que extraer de cara a las primarias de noviembre? Como previene Ramiro, la experiencia sigue siendo escasa, y las nacionales serán la auténtica prueba de fuego para el PSOE. Pero sí cabe esperar un cuerpo electoral ligado a la base de militantes del partido. Como cabe suponer una mayor incertidumbre porque el aparato, ni es tan sólido, ni está tan unido en torno a un candidato (al menos, de momento), porque la masa de votantes es mucho más grande (y por tanto, más incontrolable) y porque, como recuerda Urquizu, Ferraz no depende de sí misma, sino del apoyo de las federaciones. Tres, que vencerá quien sea capaz de organizarse, de movilizar a los ciudadanos, de tener equipo. Cuatro, que con más de tres candidatos –advierte Rodríguez Teruel–, “se introduce ruido porque el voto se divide”, así que habría que tender a “crear candidaturas que concentren el voto y sean capaces de movilizar”. Cinco, que el juego dependerá mucho del movimiento de ficha que haga el secretario general, Alfredo Pérez Rubalcaba, y su valoración en las encuestas, destacan Barreiro y Ramiro, está hundida, lo que podría avisar de un voto de castigo en caso de que decidiera competir. Y sexto y último punto, que pone Vallespín: que las primarias "no son una panacea ni satisfacen las expectativas de renovación" completa, de generar demasiadas sorpresas. Pueden ocurrir, claro, pero no son ni mucho menos la norma.

El PSOE (y el PSC) está a punto de cerrar su primera tacada de elecciones primarias de este ciclo electoral, las que se han ubicado antes de los comicios europeos del 25 de mayo. A las de los socialistas valencianos, siguieron las de Aragón, Murcia, Baleares y Barcelona, y está a punto de concluirse el proceso en Cantabria si, como todo indica, no hay candidato que se enfrente a la secretaria general. En todas ellas, sean abiertas a los ciudadanos –Comunitat Valenciana, Aragón y Barcelona– o sean cerradas (entre militantes) –Aragón, Murcia y Cantabria–, vence el aspirante oficial, el promovido por el aparato o el preferido por él, lo que demuestra, y así lo ven también los analistas, el poder de las direcciones. O, mejor dicho, la importancia de que detrás de un contendiente se halle una estructura organizativa potente, capaz de movilizar a militantes y simpatizantes. La lección inversa es que un candidato ajeno al establishment del partido, para ganar, debe poseer un andamiaje de apoyos muy sólido y saber capitalizar el voto de castigo al aparato. 

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