Aquí puedes leer la carta completa de Carla Antonelli
Hoy he solicitado mi baja de la militancia en el PSOE: No en mi nombre
Pero, aun así, de lo que no podré cursar nunca baja es de mi naturaleza socialista que va en vena, fui, soy y seré socialista, donde quiera que esté y cual sea el ámbito de la vida.
Hoy, he solicitado que se tramite mi baja de militancia en el Partido Socialista Obrero Español, con un inmenso y profundo dolor, de una formación política para la que he pedido el voto desde hace 45 años, desde aquel 13 de agosto de 1977 que aparecí en la prensa escrita de la época y me calificaron de “travestí politizado”, apenas dos meses después de las primeras elecciones democráticas, donde desde entonces he militado de una forma u otra.
Habrá personas que se preguntarán ¿por qué hoy y no cuando se inició este delirio y odio desatado en contra de los derechos de las personas trans hace ya dos años y medio? Y la respuesta es simple, porque hay gotas que colman los vasos llenos y a punto de rebosar, a la vez que, no por faltas de ganas, antepuse el -yo consciente- e incluso, afirmo, hasta la propia dignidad, por un interés supremo y mayor. Que son los mismos que siempre me han acompañado, los derechos fundamentales del colectivo de personas del que formo parte: niñas, niños, niñes, adolescentes y mayores trans. Porque había que pelearlo hasta que fuera Ley, al igual que hice en 2007 con la norma primigenia de Identidad de Género, donde hubo que anunciar una huelga de hambre en protesta ante la indolencia de que no se quisiera llevar a trámite a pesar de ser un compromiso electoral.
Hoy, por los mismos fundamentos que me quiebran el espíritu, y ante la nueva maniobra de ampliar los plazos de enmiendas hasta diciembre con el amago de más recortes en la Ley, lo que lo que la lleva al próximo año ya inmersos en las elecciones autonómicas y municipales, que será otra de las posibles argumentaciones para nuevos retrasos y en un suspiro hacia el fin de la legislatura.
Y quiero decir, que en mi nombre y de mi militancia eso no va a suceder, aunque el dolor y desasosiego me invadan, porque son muchos y muchas las compañeras de las que tengo un recuerdo de empatía abrumadora a lo largo de todos estos años, de amistad, complicidad, compañerismo y momentos llenos de orgullo cuando salieron adelante normativas que pusieron a España en la vanguardia de los derechos humanos hacia el colectivo LGTBIQ+, otras personas ni tan siquiera las reconozco de lo que un día fueron y la actual metamorfosis que solo infunde pavor. También, hay un gran número que son padres, madres, abuelas, familiares o amigos y amigas de personas trans, que ahora están inmersos en una terrible desazón, al igual que quienes observan desde el silencio y estupor. Pero, aun así, de lo que no podré cursar nunca baja es de mi naturaleza socialista que va en vena, fui, soy y seré socialista, donde quiera que esté y cual sea el ámbito de la vida.
Todas estas razones, son las que me llevan a la profunda decepción y vacío con el proceder en la “Ley Integral Trans y LGTBIQ+”, donde los canticos de sirenas quieren quebrantar la voluntad popular, porque no han sido suficientes un 40º Congreso del partido para reafirmar lo que ya había avalado el 39º, que consagraron ambos el compromiso de una legislación integral hacia el colectivo, desde la autodeterminación y despatologización, si, así es, sin más. Algo que nosotros mismos llevamos al Congreso de los Diputados en 2017, siendo incluso más progresista que el texto actual en lo que respecta al cambio registral de nombre y sexo, que incluía a las personas no binarias y no excluía a los menores en ninguna franja de edades, además de la garantía en las tarjetas de residencia de personas extranjeras.
No ha sido suficiente tampoco el haberlo llevado en el programa electoral, ni que dicho compromiso se reflejara en el discurso de investidura del Gobierno de Coalición por el propio Presidente del Gobierno en diciembre de 2019. En lo que desde entonces hasta el día de hoy se ha convertido en una dantesca pesadilla, de transfobia, exclusiones, humillaciones internas y externas que para mí me las quedo. Como muestra un botón, que una señora miembro del Consejo de Estado, Amelia Valcárcel de Quirós, me llamara “señor sesentero” o que otra conocida militante, Alicia Millares, directamente nos dijera “yo les llamo tíos, porque son tíos” en un Congreso de Gijón. Notas que no son, sino que puntas de iceberg de las actitudes pendencieras hacía unos pocos de miles de personas en este país que nos hemos convertido en sus muñecos de trapo, sobre los que escupen y despedazan, descargando todo su odio y profundas miserias -porque sinceramente- nos hemos sentido huérfanas ante estas actitudes sin ninguna consecuencia allí donde debían de tomarse. Y todo, lo diré siempre, por una absurda guerra de cuotas de espacio y poder de personas con nombres y apellidos, hasta el punto de renegar y desdecirse de lo que nosotras mismas habíamos redactado y escrito, o incluso llevado a las comunidades autónomas como Madrid. Donde también defendimos y aprobamos la Ley Integral Trans más avanzada que España conociera, un espejo donde posteriormente se miraron otras regiones para sus normativas.
Lo que era algo externo se oficializó con un panfleto transfóbico la noche del 9 de junio de 2020, aniversario de la muerte del compañero Pedro Zerolo, para más saña y vergüenza colectiva, que envió a todas las agrupaciones de España quien era en ese momento Secretaria de Igualdad del Partido, a la vez que Vicepresidenta Primera del Gobierno, Carmen Calvo. A partir de allí la pesadilla adquirió dimensiones gigantescas, no pasando 24 horas en las que me pronuncié sobre la aberración del argumentario, haciéndolo público en mis cuentas personales de redes sociales, y a tener en cuenta que en esos momentos aún era diputada en la Asamblea de Madrid, lo que como bien se sabe me dejó fuera en los siguientes comicios, por alzar la voz ante la sinrazón y defender lo que estatutariamente reflejaba mi formación política. Lo demás, solo son argumentaciones espurias en pro de intereses personalistas y egos histriónicos, algo que a fecha presente ya es público y notorio, ya que si era bueno en 2019 lo mismo no puede ser aberrante el 2022, tan escueto en la contradicción como eso.
Sinceramente, espero que quien ha sido mi partido hasta el día de hoy recapacite, porque las batallas en contra de los derechos humanos de un sector del entramado social siempre han sido llamadas a ser perdidas. Aunque el griterío apabulle y asuste, la satisfacción de hacer, obrar y estar en el lado correcto de la historia siempre será reconocido con creces. El propio José Luis Rodríguez Zapatero, en la actualidad, dice que la Ley del Matrimonio Igualitario es por la que más le felicitan en la calle, aunque en su momento llegó a sacar medio millón de personas en su contra. Aquí, lo más que han conseguido son 60 personas en fila india frente al Congreso, por lo que hay que reflexionar de la escasez de los números y del poder heredado que tienen en los altavoces mediáticos. Pero, principalmente, porque después de un año todo se habrá disuelto al igual que un puñado de hollín en medio de la mar.
Exhorto e invoco al Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para que vuelva a poner la Ley en su sitio, como hizo en su momento, que cierre los plazos de enmiendas y se continue su trámite de urgencia, por la palabrada dada y el compromiso adquirido. Porque el socialismo si no es valiente no es socialismo, tal como decía Pedro Zerolo, y para que la “Ley Integral Trans y LGTBIQ+” sea Ley.
Prolongarlo, solo va a provocar más dolor y sufrimiento a personas a las que definitivamente se nos ha marcado con una -Estrella de David- en la frente en pleno siglo XXI, algo que se recodará desde la ignominia y profunda vergüenza, de un país que miró hacia otro lado cuando se persiguió y humilló de forma inhumana y pandillera a parte de su comunidad.
Por todo eso, no en mi nombre y el de mi militancia, hoy, digo lo mismo que hace 16 años, prefiero ir por la calle y mirar de frente a mis compañeras/os/es trans que agachar la cabeza de la vergüenza por haberles traicionado, y lo que es peor, haberme traicionado a mí misma, que es cuando ya nada queda y la vida pierde su sentido. No pasó entonces ni va a suceder ahora.
Carla Antonelli, activista LGTBIQ+ y primera mujer trans diputada en España.