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Las decisiones del nuevo CGPJ muestran que el empate pactado entre PP y PSOE favorece a la derecha

Casado confía en que el pacto del CGPJ con el Gobierno le devuelva la condición de alternativa

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Fernando Varela

La guerra fría en la casa de la derecha ha comenzado. El resultado de las elecciones catalanas ha mostrado la potencia de Vox a la hora de cosechar el descontento de los votantes más decepcionados con el PP y con Ciudadanos y eso ha provocado los primeros movimientos tácticos en el espacio político situado a la derecha del PSOE.

Las evidencias de ese cambio quedaron patentes este miércoles en el Pleno del Congreso que sirvió de marco al primer gran debate político del año en sede parlamentaria. El líder del PP, Pablo Casado, confirmó una vez más su decisión de mantener el rumbo hacia el centro que se marcó en octubre cuando se distanció formalmente de Vox a pesar de verse desbordado por los ultras en Cataluña.

El líder del PP parece tener claro por dónde está creciendo Vox y así lo hizo saber desde la tribuna. “Hay que dar oportunidades a los que se han convertido en nuevos pobres y hay que paliar la creciente desigualdad en nuestra sociedad. Esa será la mejor vacuna contra el populismo y el radicalismo que degrada nuestro país y que su Gobierno alimenta”, acusó haciendo referencia tanto a Unidas Podemos como a Vox.

Hace tiempo que Casado sostiene que es Sánchez quien ha alimentado el crecimiento de Vox agitando asuntos como la memoria democrática o la exhumación de los restos de Franco para movilizar a los electores más radicales de la derecha y perjudicar así al PP.

El líder del PP se dispone a transitar su particular hoja de ruta hacia el centro, pero sin plantear una batalla abierta contra los de Abascalque pueda poner en peligro el respaldo ultra a sus gobiernos en minoría en comunidades autónomas y ayuntamientos. Y el primer paso de esa agenda es desbloquear la renovación de órganos institucionales como el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), lo que le ofrece la oportunidad de aparecer ante la opinión pública como el interlocutor —y la alternativa— a Pedro Sánchez.

Su objetivo es recuperar el pulso como líder del centro derecha y sabe que no será sencillo. La situación no es fácil, admitió, “para quienes elegimos no dejarnos arrastrar por el torbellino de polarización y radicalidad que contamina la política española”.

De ahí que este miércoles Casado haya pedido ayuda al PSOE para reconstruir el bipartidismo que dominó la vida política española desde la Transición hasta las elecciones de 2016. “La alternancia del centro derecha y el centro izquierda”, afirmó convencido, “fue el polo de atracción de la inmensa mayoría del país, y consiguió llevar a los extremos a la irrelevancia, tanto por la izquierda como por la derecha”. “Le dije en su investidura”, añadió más tarde, “que la tarea que usted y yo debemos compartir es ensanchar el espacio de la moderación y hacerlo tan grande como para que los dos podamos ganar dentro de él”.

Ese es el escenario al que Casado quiere volver: una reunificación de los votantes del centroderecha bajo el paraguas el PP pero sin el peaje de una fusión o una coalición con los ultras.

Anticipando las dificultades que tiene por delante —y que evidencian resultados electorales como el de Cataluña—, el líder del PP admitió que “el triunfo del reformismo y de la moderación” en el pasado sólo “fue posible después de muchos fracasos, de muchas derrotas, de muchos momentos en los que sus enemigos parecían estar a punto de vencer”.

El proyecto de Casado

Casado define su proyecto casi por oposición a Vox, pero sin enfrentarse a Abascal. Defiende una “sociedad abierta, moderada y reformista”. Y se reafirma en su apuesta por centrar el PP después de dos años de escoramiento a la derecha. “Yo me reafirmo especialmente hoy, porque no quiero otro camino ni otro destino para España, no busco ningún voto que no busque convivir. Yo sí di un paso adelante”, proclamó tratando de poner en valor su decisión de enfrentase a Vox y votar en contra de la moción de censura que Vox planteó contra Pedro Sánchez. “Y no daré ninguno atrás”, prometió.

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“Yo ya hice mi parte, consciente de su coste a corto plazo, pero convencido de que España necesita un proyecto centrista, europeísta, humanista, constitucionalista y liberal, que muy pronto será mayoritario para volver a superar la recesión económica, la fractura social, generacional y territorial que sufrimos”, remarcó Casado desde la tribuna resumiendo el programa con el que pretende a la vez distanciarse de Vox y ganar a Sánchez.

En el debate en el Pleno PP y Vox apenas intercambiaron invectivas. Casado ni siquiera mencionó a los ultras por su nombre, aunque estaban implícitos en la estrategia que dibujó para su partido. Abascal tampoco hizo sangre después de las elecciones catalanas. Su objetivo declarado, desde la misma noche electoral del 14F, es hacerse con todo el voto que pueda del PP y Ciudadanos, donde los ultras esperan pescar en el descontento de los electores más desencantados.

En los últimos días Abascal, consciente de las limitaciones de su espacio político, reconoció que PP y Cs llegan a un grupo de electores que está fuera de su alcance. Y sabe que todos hacen falta para llegar al Gobierno. De ahí que este miércoles ofreciese a Casado una oportunidad de tender puentes: “Quizá debamos ofrecer a esta Cámara la posibilidad de una moción de censura para que algunos diputados puedan redimirse ante los españoles”, subrayó.

La guerra fría en la casa de la derecha ha comenzado. El resultado de las elecciones catalanas ha mostrado la potencia de Vox a la hora de cosechar el descontento de los votantes más decepcionados con el PP y con Ciudadanos y eso ha provocado los primeros movimientos tácticos en el espacio político situado a la derecha del PSOE.

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