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El chalé de Iglesias y Montero reabre el debate interno sobre el Podemos "obrero" y el "burgués"

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La compra de un chalé por parte del secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, y la portavoz del partido en el Congreso, Irene Montero, ha generado polémica en los últimos días. Pero la discusión no sólo se ha producido fuera de la formación: dentro, dirigentes como el alcalde de Cádiz, José María González Kichi, han criticado públicamente una decisión que, entienden, aleja a Iglesias y Montero de la "gente corriente". No obstante, aunque este episodio lo haya reavivado, el debate interno sobre si Podemos debe tener un carácter obrerista o transversal y, sobre todo, si las condiciones de vida de sus dirigentes lo condicionan no es nuevo, y de hecho fue central en los meses previos al congreso de Vistalegre II. Pero entonces, era Iglesias y su círculo quienes defendían un partido que hiciera bandera pública de su proximidad a las clases populares a través de su vestimenta, su residencia o su imagen.

Tras conocerse la noticia, Iglesias y Montero hicieron público un comunicado conjunto en el que defienden el derecho de cualquier cargo público a gastarse su dinero de forma honrada. "Ambos pagaremos [la hipoteca] en 30 años, algo más de la mitad de esa cantidad [600.000 euros] cada uno. Y lo pagaremos para comprar una casa en la que vivir, no con la que especular", sostuvieron ambos dirigentes, que reafirmaron que siguen cobrando el equivalente a tres salarios mínimos y aseguraron que "a los ministros y a cualquier cargo público hay que criticarles por sus políticas o eventualmente por su corrupción, no por gastarse su dinero en lo que quieran mientras lo hagan de forma honrada", pese a que Iglesias aseguraba en 2012 que era un error entregar "la política económica del país a quien se gasta 600.000 euros en un ático de lujo".

No obstante, la explicación no ha satisfecho a dirigentes como Kichi, que este viernes sostenía que el código ético de Podemos "no es una formalidad", sino "el compromiso de vivir como la gente corriente para poder representarla en las instituciones", lo que "supone renunciar a privilegios como el exceso de sueldo". "Ni lo he pensado ni quiero dejar de vivir y criar a mis hijos en un piso de currante en el barrio gaditano de La Viña", aseguraba el alcalde de Cádiz, que planteaba que el objetivo de la donación que realizan mensualmente todos los cargos de Podemos "no es la donación en sí misma, es no parecernos a la casta, es no ser como ellos porque vinimos a desalojarlos a ellos después de que hubieran estado desahuciando por miles a nuestra gente, es no vivir como ellos, es parecernos al pueblo que nos eligió y al que seguimos siendo leales".

Y es que el debate sobre en qué medida las condiciones materiales de vida de un dirigente político de izquierdas determinan su ideología es todo un clásico en esa parte del espectro político, y Podemos no ha sido ajeno a él. El propio Iglesias ha hecho durante años bandera de su estilo de vida como forma de identificarse con "la gente": sus camisas "de Alcampo" o su piso de Vallecas formaron parte del discurso político de Podemos desde sus inicios, y de hecho Iglesias planteó durante la campaña electoral del 20D lo "peligroso" de "aislar a alguien, como los políticos que viven en Somosaguas, en chalés, y que no saben lo que es coger el transporte público o lo que cuesta un café".

También era recurrente el ejemplo del presidente de Uruguay, José Mujica, que en palabras de Iglesias en 2014 "ha demostrado que se puede ser un presidente sin disfrutar de privilegios que se arrancan a los ciudadanos". "Puede ser un presidente teniendo un salario normal, un estilo de vida normal. Lo contrario a lo que ven los ciudadanos de mi país en la casta", planteaba el líder de Podemos en una entrevista. La propia limitación de los sueldos de los cargos públicos a tres salarios mínimos que aplica el partido es parte de esa concepción política que aspira a mimetizarse con "la gente corriente".

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Pero esta estrategia no solo se ha utilizado hacia fuera, sino también en los choques internos. Y buen ejemplo de ellos son los broncos intercambios de declaraciones que se produjeron entre las corrientes pablista y errejonista en los meses previos a Vistalegre II. Entonces, eran Iglesias y su entorno quienes se enorgullecían públicamente de vivir como las clases más golpeadas por la crisis, de ser los auténticos representantes de estos grupos por formar parte de ellos, y para ello dirigentes pablistas –aunque no el propio secretario general– no dudaron en hacer referencias a la vestimenta o incluso la dentadura de los próximos a Errejón.

Uno de los referentes pablistas que más claramente dibujó esta teórica división fue el ex secretario general de AP, Jorge Verstrynge, que en enero de 2017 –a apenas un mes de Vistalegre II– hacía una distinción entre el Podemos "obrero" de Iglesias y el de la "burguesía" de Errejón. En una entrevista en Al Rojo Vivo, Verstrynge distinguía entre "dos actitudes" dentro del partido: la de los "resistentes" que quieren cambiar el sistema "desde dentro y sobre todo desde fuera" –el sector de Iglesias– y la de los "colaboracionistas", con un perfil más "pactista" –el de Errejón–.

Para Verstrynge, el elemento clave para explicar esta diferencia era la procedencia de "clase" de unos y otros: mientras los primeros –señaló– "son más bien de clase obrera o trabajadora, Pablo 'el hombre de Vallecas', para entendernos", los segundos "son hijos de grandes funcionarios, de una burguesía de izquierdas, para entendernos". Contra esa tesis respondió Jorge Moruno, hasta Vistalegre II responsable de Discurso de Podemos y uno de los dirigentes más próximos a Errejón: "Antes de acusar a nadie, hablemos de hojas de vida laboral y de propiedades, o mejor, no hablemos de nada de eso y hablemos de cómo construir Podemos para ganar en España. No hemos venido a pintar la mona ni a repartir carnets de nada, ni a salvaguardar una pureza narcisista".

Juan Carlos Monedero, fundador de Podemos y uno de los apoyos más firmes de Iglesias a nivel interno, fue otro de los dirigentes más críticos con la deriva que, a su juicio, estaba sufriendo un errejonismo al que acusó de haber sido deslumbrado por la pompa de las instituciones. En febrero de 2017, apenas unos días antes de Vistalegre II y con la tensión entre los dos principales sectores al límite, Monedero reprochaba a Errejón y los suyos haberse "enamorado en exceso" del parlamento y haber olvidado a los "más desfavorecidos". Y, a su juicio, eso quedaba demostrado porque "hay gente en Podemos que ha variado profundamente su forma de vestir". "Mirad en el parlamento, hay un antes y después", animaba el dirigente.

Más crudamente defendía la misma tesis Ricardo Romero, más conocido por su nombre artístico, Nega, uno de los integrantes del grupo de rap Los Chikos del Maíz que siempre ha mostrado su simpatía por Podemos y, en particular, por Iglesias y sus tesis. En un controvertido tuit que generó una fuerte polémica en diciembre de 2016, Nega planteaba que el Podemos que él defendía era el promovido por el secretario general: un partido "de Vallekas y Moratalaz" –dos barrios obreros de Madrid–, "menos cool, menos glamuroso y con menos capital corporal y erótico", "menos estilizado", "más vulgar, más de barrio y más visceral". "Se nos nota en la ropa, en la mirada y hasta en los dientes", defendía el rapero, que dejaba caer que "hay otro Podemos con los dientes perfectamente alineados tras muchos años de ortodoncia, privada en nuestro país".

 

A estos dos episodios se refirió este jueves Miguel Álvarez, ex coordinador de Políticas Mediáticas de Podemos y antiguo colaborador de Errejón, en un artículo publicado en su página de Facebook. "Es evidente que [Montero e Iglesias] tienen derecho a vivir tan bien como puedan pagárselo honradamente. Nada en contra de eso", explicó. "Lo grave es la incoherencia y el bocachanclismo que se ha generalizado [...] Lo grave es que estos son los que han promovido el odio y la envidia de clase de forma tramposa mientras compraban BMW y casoplones con lo ganado en política [...] Estos son los que ganan primarias llamado burgueses y pijos (y hablando de ortodoncias y orgullo de barrio) a quienes defendíamos la línea nacional-popular y transversal que levantó Podemos, los que han desviado el proyecto hacia la vía muerta del panfleto obrerista-izquierdista de toda la vida".

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Y es que la herida abierta en Vistalegre II nunca terminó de cerrarse, porque las dos concepciones del partido siguen existiendo. El propio Nega también ha hablado en varias ocasiones de otra de las metáforas que se han utilizado repetidamente en Podemos para identificar a sus dos principales corrientes: la que las identifica con Bruce Springsteen –el pablismo– y Coldplay –el errejonismo–pablismoerrejonismo. "Hay dos Podemos (siempre los hubo): uno que quiere ser amable como Coldplay y otro que quiere ser como Bruce Sprinsgteen. Seamos como el Boss", planteaba el rapero.

Iglesias ha desarrollado esa dicotomía: "El debate sobre Coldplay o Bruce Springsteen se puede simplificar entre duros y blandos, pero es un debate cultural", apuntaba el líder de Podemos en una entrevista, en la que señalaba que "la clave fundamental" es si la formación morada quiere "apostar por una cultura alternativa" o asumir "una cultura de masas más o menos progre". Él lo tenía claro, y en un mitin aseguró que "a Podemos le hace falta más Bruce Springsteen y menos Coldplay".

La diferencia entre ambos sectores no se produjo porque unos y otros defendieran distintas medidas políticas; lo que les separaba era la forma de transmitirlas. Iglesias apostaba por una forma de presentarse, de vender su proyecto político y de exponer sus propuestas dura, porque entendía que esa era la mejor manera de llegar a los potenciales votantes de Podemos. Por el contrario, Errejón consideraba que a la gente no solo se llega a través de mensajes firmes, sino también con un discurso "amable", por mucho que pareciera menos taxativo en los mítines. "A los poderosos ya les damos miedo, ese no es el reto. Lo es seducir a la parte de nuestro pueblo que sufre pero aún no confía en nosotros", planteaba meses antes de Vistalegre II un Errejón que se encontraba cómodo cuando lo asociaban con las melodías de Coldplay.

La compra de un chalé por parte del secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, y la portavoz del partido en el Congreso, Irene Montero, ha generado polémica en los últimos días. Pero la discusión no sólo se ha producido fuera de la formación: dentro, dirigentes como el alcalde de Cádiz, José María González Kichi, han criticado públicamente una decisión que, entienden, aleja a Iglesias y Montero de la "gente corriente". No obstante, aunque este episodio lo haya reavivado, el debate interno sobre si Podemos debe tener un carácter obrerista o transversal y, sobre todo, si las condiciones de vida de sus dirigentes lo condicionan no es nuevo, y de hecho fue central en los meses previos al congreso de Vistalegre II. Pero entonces, era Iglesias y su círculo quienes defendían un partido que hiciera bandera pública de su proximidad a las clases populares a través de su vestimenta, su residencia o su imagen.

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