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Combatir la desigualdad, clave para evitar que la demencia se triplique en las próximas décadas

Los trastornos cerebrales no solo pueden prevenirse, sino que la prevención es clave para frenar su evolución. Y por eso todavía es posible evitar, o al menos mitigar, que los casos de demencia en el mundo se tripliquen en las próximas tres décadas. El pronóstico proviene de un estudio publicado por la revista científica The Lancet, cuyos autores hacen una llamada urgente a la prevención. Hablan de planes globales de salud pública, pero también de mejorar el conocimiento individual sobre este tipo de enfermedades. Entre las conclusiones del estudio hay cabida para el factor de riesgo por excelencia: la desigualdad. 

La previsión elaborada por los científicos habla de un crecimiento paulatino de los casos de demencia: de los 57 millones registrados en 2019 a nivel mundial podría pasarse, según las estimaciones, a 153 millones diagnosticados en 2050. El vaticinio tiene una salvedad: el escenario sería bien distinto si repensamos la estrategia de prevención, intervención y atención. En España, el aumento sería según el mismo análisis del 83%, pasando de los 820.000 casos que se detectan al año actualmente, a un millón y medio en 2050.

El análisis incluye tres nuevos factores de riesgo a los nueve ya avalados por la evidencia científica. Son el consumo excesivo de alcohol, la lesión cerebral traumática y la contaminación atmosférica. Unidos a ellos, otros como la hipertensión, el tabaquismo, la obesidad, la depresión y la inactividad física. Pero también tienen su parcela en el listado otros tan poco intuitivos como el bajo nivel educativo y cultural o la marginalidad social. "Estos doce factores son responsables del 40% de los casos de demencia en el mundo", señala el estudio.

Los investigadores que firman el análisis inciden en que nunca es demasiado pronto, como tampoco es demasiado tarde, para poner en práctica la prevención. Entre los menores de 45 años, el riesgo afecta a la reserva cognitiva; mientras que en los mayores de 65, influye también en el desencadenamiento de neuropatologías. 

La política tiene un peso importante en toda estrategia. El estudio señala que son precisamente los poderes públicos quienes deben insistir en factores como "dar prioridad a la educación infantil" para toda la población, además de desarrollar "iniciativas de salud pública" que subrayen la importancia de la prevención y fomenten hábitos saludables como la reducción del consumo nocivo de alcohol. También son los líderes políticos los responsables de "acelerar la mejora de la calidad del aire, especialmente en las zonas con alta contaminación atmosférica".

"Invertir en un Estado del bienestar es la mejor intervención"

El triple de casos en las próximas tres décadas. La previsión de los expertos es sin duda estridente, un golpe de realidad que pone en guardia al grueso de la población. Pero no a los expertos, quienes vienen años observando la evolución de la demencia como una enfermedad silenciosa pero omnipresente. "Avanzamos hacia un envejecimiento poblacional que favorece ese incremento de los casos, asociado también a la mayor prevalencia de malos hábitos de vida", comenta Francisco Tarazona, geriatra y vocal de la Junta directiva de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG). La Confederación Española de Alzheimer (CEAFA) también apunta, a preguntas de infoLibre, al "progresivo envejecimiento poblacional" y los avances "en la investigación en materia de diagnóstico precoz" para explicar este aumento, en absoluto sorprendente para sus integrantes. Tampoco al neurólogo David Pérez, portavoz de la Sociedad Española de Neurología (SEN) y patrono de la Fundación Alzheimer España (FAE), le resulta llamativo, aunque introduce algún matiz en el análisis.

"En números absolutos, va aumentando la cantidad de pacientes como consecuencia del envejecimiento, pero en la última década se ha reducido la tasa de aparición de demencia en los países occidentales". La lectura inmediata es que "algo se está haciendo en los países desarrollados para modificar y reducir la aparición de la demencia". Las investigaciones científicas efectuadas en las últimas décadas determinan que efectivamente existe la posibilidad de reducir la aparición de demencias "modificando factores de riesgo y potenciando factores beneficiosos", señala el también jefe del servicio de Neurología en el Hospital Doce de Octubre de Madrid. 

La importancia de la prevención no es anecdótica ni residual. Sus efectos son claros y algunos estudios se atreven a cuantificarlos: se estima que entre "un tercio y la mitad de los casos de demencia se podrían prevenir", señala el neurólogo, si bien es cierto que la mayor parte del conocimiento que se ha cosechado hasta hoy proviene de trabajos epidemiológicos a largo plazo, por lo que la evidencia científica llega a cuentagotas. 

Entre los factores de riesgo constatados por los expertos se encuentran algunos que responden al sentido común, pero otros no resultan tan evidentes. La sordera, el escaso contacto social y el bajo nivel educativo están bien presentes. "No sabemos a ciencia cierta por qué", reconoce Pérez. La hipótesis sugiere que "la interacción social e intelectual mejoran la reserva cognitiva" de manera que las neuronas que "están estimuladas aumentan su árbol dendrítico, tienen más conexiones" y así cuando aparecen este tipo de enfermedades o lesiones vasculares existe una mayor resistencia a desarrollar los síntomas. En llegar a estas conclusiones fue pionero el doctor David Snowdon a mediados de los ochenta. También en las edades avanzadas es importante esta premisa. "Los programas de socialización del adulto mayor, las escuelas de adultos o las universidades de mayores son muy útiles" en lo que respecta a la "estimulación cognitiva" y reducir así el deterioro, señala Tarazona.

¿Y en qué momento entra la desigualdad en la ecuación? Precisamente en el momento en que hablamos de educación, integración social y nivel cultural. "Gran parte de estos factores de riesgo son controlables dentro de una sociedad del bienestar" que dé prioridad a la "educación y sanidad públicas, accesibles" para todo el mundo, reflexiona Pérez. Las personas que pueden disfrutar de un sistema público en el que "poder controlar los factores de riesgo" tienen una posibilidad de prevención mayor que aquellas que "viven en entornos sin acceso a la sanidad o cuyo nivel educativo es bajo porque no han tenido oportunidad para estudiar". Todo ello refuerza la idea de que "invertir en un Estado del bienestar es invertir para que en las próximas décadas tengamos menos casos de demencia, es la mejor intervención". 

Desde CEAFA se inclinan por ampliar el foco a la hora de hablar de desigualdad. "Esta cuestión se plantea dentro de un estudio global que aborda la situación en países desarrollados y en vías de desarrollo", donde sí se aprecian mayores diferencias. La enfermedad es menos discriminatoria en los países ricos, ya que "escritores, cineastas, artistas, intelectuales e incluso presidentes del gobierno" la han padecido. CEAFA sí pone de relieve, al mismo tiempo, un tipo de inequidad bien conocida a nivel nacional: la desigualdad territorial. "Hay diecisiete modelos diferenciados de atención a la demencia", algunos con estrategias avanzadas y otros a la cola en prevención e intervención.

Sin capacidad para desarrollar una estrategia global

En el año 2019 se puso en marcha un Plan Integral de Alzheimer y otras Demencias, de la mano del Ministerio de Sanidad, en vigor hasta 2023. El plan reconoce que la enfermedad está infradiagnosticada, o en ocasiones el diagnóstico no se produce hasta fases avanzadas: "Más del 50% de los casos detectados en los estudios poblacionales están sin diagnosticar en los sistemas de salud". Además, los programas específicos están "desactualizados o no se han implementado" y existe "una realidad de inequidad e insuficiencia en el acceso a las terapias". España ha trazado también una Estrategia de Enfermedades Neurodegenerativas del Sistema Nacional de Salud. El problema, reseñan desde CEAFA, es que "el primero, a pesar de estar aprobado, no cuenta con un presupuesto que permita su ejecución", mientras que la segunda está "pendiente de desarrollo y requiere de una estrategia específica de Alzheimer y demencias".

A juicio de Tarazona, existe un importante problema en cuanto a la "capacidad de poder aplicar" los planes y estrategias "en los diversos niveles asistenciales". Pérez echa en falta una "política de prevención global", aunque a nivel individual existe la ventaja de que "gran parte de los factores de riesgo son clásicos que la gente conoce". En ese mismo punto se detienen todos los expertos. "Cada vez más, se aporta información a los ciudadanos sobre las ventajas de los hábitos saludables", completa Tarazona, pero habitualmente viene de parte de iniciativas que parten de las propias asociaciones. "La educación social sobre la demencia es una asignatura todavía pendiente sobre la que hay que seguir trabajando", lamentan en CEAFA. Formativa y culturalmente el conocimiento sobre la demencia puede ir ganando terreno, pero de poco sirve sin una intervención global que llegue a todas las personas.

Los trastornos cerebrales no solo pueden prevenirse, sino que la prevención es clave para frenar su evolución. Y por eso todavía es posible evitar, o al menos mitigar, que los casos de demencia en el mundo se tripliquen en las próximas tres décadas. El pronóstico proviene de un estudio publicado por la revista científica The Lancet, cuyos autores hacen una llamada urgente a la prevención. Hablan de planes globales de salud pública, pero también de mejorar el conocimiento individual sobre este tipo de enfermedades. Entre las conclusiones del estudio hay cabida para el factor de riesgo por excelencia: la desigualdad. 

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