Violencia machista
El control económico: la violencia silenciosa contra las mujeres maltratadas
En 2016, un total de 52 mujeres fueron asesinadas por violencia machista. En lo que llevamos de año (hasta el 26 de septiembre de 2017), ya van 37 víctimas mortales, cinco más que en el mismo periodo del año pasado. Estas preocupantes cifras, no obstante, sólo son la punta del iceberg de un problema que va mucho más allá de la violencia física. El aislamiento social y la dependencia económica constituyen dos de las herramientas centrales empleadas por el maltratador para ejercer el control absoluto sobre todos los aspectos de la vida de la víctima.
Así, según se desprende del Boletín sobre Vulnerabilidad Social y Violencia de Género que presentado hace unos días por Cruz Roja, el 80% de las mujeres víctimas de violencia machista atendidas por el Servicio Telefónico de Atención y Protección para víctimas de violencia de género (Atenpro) del Ministerio de Sanidad, prestado por la asociación, no puede relacionarse con su familia. Estas situaciones de control fueron reconocidas por más del 74% de las mujeres atendidas por este servicio y, de ellas, el 89,9% declaró que su expareja insistía en saber dónde estaba en todo momento.
Este aislamiento se interrelaciona de forma directa con la violencia económica, definido por la presidenta de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres (CIMTM), Susana Martínez, como todas aquellas conductas que puedan constituir un "control de los recursos económicos de los ingresos familiares", así como la falta de conocimiento sobre ellos.
La imposibilidad de trabajar de la mujer maltratada, anclada al trabajo doméstico, provoca su falta de independencia en todos los sentidos. "El modelo de familia tradicional aboca a la dependencia extrema de las mujeres", según Marisa Soleto, presidenta de la Fundación Mujeres, quien explica que, así, el maltratador consigue "manejar" a su víctima.
De esta manera, la dedicación única al trabajo doméstico provoca que el 39,1% de las mujeres atendidas en Atenpro estén desempleadas, lo que explica que más de la mitad de ellas sufran una situación de pobreza extrema, es decir, que perciban un ingreso mensual inferior a 445 euros al mes. Por otro lado, al estar privadas de estudiar, la mayoría de las víctimas atendidas que sí disponen de un trabajo son obreras no cualificadas (un 45,1%) o se dedican a tareas domésticas o de cuidado de personas (el 26,6%).
Acabar con la dependencia emocional para alcanzar la independencia económica
Desde el Centro de Atención, Recuperación, y Reinserción de Mujeres Maltratadas, (CARRMM) se trabaja con mujeres que han sufrido violencia machista o que todavía tienen secuelas de haber sufrido maltrato. "Trabajamos desde cinco áreas: la psicológica, la jurídica, de formación, la de trabajo social y la de convivencia", explica Juana María Aguilar Mayoral, trabajadora social del centro. Carmen Acebes, psicopedagoga de la ONG, trabaja en el área de formación que tiene por objetivo que las mujeres que llegan allí salgan con una "estabilidad laboral", según cuentan en conversación con infoLibre. Las dos profesionales inciden en que, no obstante, alcanzar la independencia económica pasa necesariamente por un proceso previo en el que deben deshacerse de la dependencia emocional ligada al aislamiento que se da en las situaciones de maltrato.
"Aquí las mujeres llegan sin nada. Muy pocas vienen con trabajo", informa Aguilar, quien explica que tienen un programa que dura unos 18 meses en los que se pretende que las mujeres alcancen la independencia necesaria para poder continuar con su vida. "El tiempo que están aquí varía en función de cómo avancen. Hay algunas que quieren normalizar en seguida su situación, otras necesitan más tiempo", afirma Acebes.
Desde el centro, explican, tratan de que las mujeres consigan la autonomía que no tenían durante el maltrato, pero indican que la situación económica y las dificultades para encontrar empleo influyen notablemente en el proceso de ayuda a las mujeres. "Ahora hay un panorama en nuestro país que dificulta mucho las cosas".
La violencia económica, herramienta para anclar a la víctima a la relación
Las formas de dominio económico y el alcance que este puede llegar a tener en las mujeres constituye uno de los factores principales que acentúan la violencia machista, además de constituirse como una de las herramientas clave que dificultan la posibilidad de salida de las mujeres que sufren esta situación. "Cuando las mujeres estaban conviviendo con sus exparejas, el control económico por parte del maltratador constituía una parte significativa en el proceso de maltrato", según el boletín. Este tipo de violencia se ejerce mediante la negación del maltratador a dejar dinero a la víctima, en la apropiación de sus bienes y de su dinero, en la prohibición expresa de trabajar y estudiar (sufrida por un 47,4% de las mujeres atendidas por Atenpro) o en el impedimento de tomar decisiones relacionadas con la economía familiar, como por ejemplo realizar compras de forma independiente (sufrido por el 70% de las mujeres asistidas por el servicio del Ministerio de Sanidad).
"El riesgo económico que se refleja en el informe es muy preocupante pero no quiere decir que todas las mujeres maltratadas lo sufran", explica Susana Gende, psicóloga y portavoz del departamento de intervención social de Cruz Roja. Según afirma, este tipo de violencia "no es extrapolable" y, a pesar de dificultar la salida y poder ser una consecuencia de ella, la situación económica no es la causa del maltrato. "La causa del maltrato, sea económico o de otro tipo, es ser mujer", sentencia.
"Nadie puede rehacer su vida sin independencia económica", prosigue Gende, quien añade que, además de una barrera, es "una consecuencia de la salida". Cuando el sostén económico de una mujer es su maltratador, que le ha impedido siempre trabajar y estudiar, es complicado crear una red que permita la emancipación económica. Así, este tipo de violencia, que se produce siempre junto a la física, verbal y psicológica, "resta fortalezas individuales", según Soleto.
En el mismo sentido se pronuncia Consuelo Abril, abogada especialista en violencia de género, quien sostiene que "la dependencia de las mujeres hace que aguanten más las situaciones de maltrato, máxime cuando hay hijos de por medio". "La vulnerabilidad es muy alta porque estas mujeres están martirizadas", añade. Además, según explica, la situación más común es que, una vez traspasada la barrera y comenzado el proceso de separación, "son ellas las que habitualmente se tienen que ir de casa".
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El control económico tiene un impacto tal en las víctimas que fue reconocido por el Convenio de Estambul adoptado por el Consejo de Europa en el año 2011. Según detalla en su artículo 3, se entiende por "violencia contra las mujeres" todos aquellos actos "de violencia basados en el género que implican o pueden implicar para las mujeres daños o sufrimientos de naturaleza física, sexual, psicológica o económica".
A pesar de ello, Soleto sostiene que este tipo de maltrato "es difícil de reconocer judicialmente" porque, además, como afirma Abril, "no está reconocida en la ley contra la violencia de género". Aunque se apele a ella durante un juicio, el juez rechaza tomarla en consideración, prosigue, "a pesar de ser de obligado cumplimiento". Por ello, según añaden estas expertas, es importante que "se saque adelante" el Pacto de Estado contra la violencia de género, que sí contemplaría la inclusión de este tipo de violencia contra las mujeres, en consonancia con la normativa europea.
No obstante, "es necesario también un cambio de la mentalidad y de la cultura y ser conscientes de que todas las personas necesitan una independencia económica", según Abril. "El modelo no da más de sí", explica, haciendo referencia a que los roles tradicionales de la familia funcionaban cuando no había divorcios y no se contemplaba que la mujer fuera autónoma. Ahora, sostiene, la perpetuación de esos roles no tiene sentido.