¿La corrupción ya no pasa factura? El hastío se impone al cabreo y rebaja la exigencia

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Pongamos algunos hechos unos junto a otros. Pablo Casado se declara a sí mismo exento de dar explicaciones sobre la corrupción en su partido, cuyo anterior jefe, Mariano Rajoy, niega hasta las sentencias judiciales en la comisión kitchen en medio de un rumor de simpática admiración en las redes sociales. Qué artista. ¡Hasta ha hecho promo de su libro! Mientras tanto, el rey emérito pretende volver a España, al parecer convencido de que han desaparecido los motivos que lo movieron a irse en agosto de 2020, en teoría para no dañar el reinado de su hijo. ¿Tanto ha cambiado eso que llamamos "clima de opinión"? En cuanto a la corrupción, todo apunta a que sí. Es ya un comentario usual en la infantería política española, una idea que va calando en los cuadros de los principales partidos: la corrupción cotiza a la baja como reclamo. Está, se podría decir, dormida en la conciencia de la opinión pública.

En noviembre de 2014, un 63,8% de la población encuestada por el CIS consideraba la corrupción uno de los tres grandes problemas del país. Era el segundo problema más nombrado, sólo por detrás del paro. Hoy el porcentaje es del 4,7%, el 15º problema nacional. Las causas del cambio pueden explicarse por una combinación de la emergencia de nuevos problemas económicos y sanitarios con el retroceso de la corrupción en la agenda de los medios y la polarización. La bajada del listón de exigencia está relajando las prácticas de los partidos, a tenor de los análisis recabados por infoLibre para este artículo.

Evolución histórica

La existencia de una elevada preocupación por la corrupción es la excepción y no la regla. Así lo acredita la serie de percepción de los tres principales problemas del CIS, que arranca en 1985. Los primeros repuntes empiezan en 1994, en el ocaso de la etapa de Felipe González, con casos como Filesa. A partir de 1996, con la primera alternancia en el Ejecutivo desde 1982, se produce un bajón. En la primera década del siglo la preocupación prácticamente está en plano, con una tónica general de menos de un 1% de los encuestados por el barómetro respondiendo que "la corrupción y el fraude" están entre los tres principales problemas del país. Esto cambia tras el estallido del caso Gürtel. Si bien no se dispara, es usual que empiece a estar por encima del 10% a partir de 2012. No obstante, el gran salto llega en 2013, cuando se destapa el caso Bárcenas. Del 17,7% pasa al 40% en un solo mes. Va a más en 2014, cuando coinciden en el candelero los casos del PP, el caso Pujol y los ERE.

En noviembre de 2014, la preocupación toca techo: un 63,8% citan la corrupción entre los tres principales problemas. Es visto como el segundo más grave, sólo por detrás del paro (77%) y muy por delante de la economía (25,5%). Durante el resto de la etapa Rajoy, sólo baja una vez del 30%. Rajoy es apeado del Gobierno mediante una moción de censura en mayo de 2018, con la preocupación por la corrupción en cerca de 40, sólo por debajo del paro (63,6).

Tras la salida de Rajoy, la preocupación no volverá a ese nivel. El cambio de color político del gobierno vuelve a coincidir con una fuerte reducción. En el primer año de Pedro Sánchez, pasó a 25,7 (junio de 2019). Para marzo de 2020, antes de que la pandemia cambiase todo el guión, el dato está en 16,9. Un hecho indica hasta qué punto es sensible este indicador a la coyuntura. En septiembre de 2020, el primer mes tras la salida de España de Juan Carlos I, el porcentaje de los que citaban "la corrupción y el fraude" entre los tres principales problemas subió al 20,5%, desde el 3,6% de julio. Pero no ha sido la línea general. A lo largo de 2021 no ha pasado nunca de 6,4, con un mínimo de 2,4 en en abril. En el último barómetro, de noviembre, se quedó en 4,7. Quedan lejos el 63,8 de noviembre de 2014 (cuando era el segundo problema) y el 39,6 de mayo de 2018 (también segundo). Ahora es el 15º.

La bajada no es sólo de la percepción de la corrupción como problema de país, sino también como problema personal. En noviembre de 2014, un 20,1% situaban "la corrupción y el fraude" como uno de los tres problemas que más afectaban no ya al país, sino al entrevistado personalmente, sólo por detrás del paro y la economía. El mayo de 2018, el porcentaje era del 11,7, por detrás de paro, la economía y las pensiones. Hoy está en el 1,4. La gente considera que hay 25 cosas que le afectan más, entre ellas la inmigración, la falta de inversión en industrias e I+D, la "crisis de valores" y la administración de justicia.

Está por ver qué dato marca este lunes, cuando se publica el barómetro del CIS de diciembre. No es descartable un ascenso. Entre noviembre y el arranque de diciembre ha estado en el punto de mira la elección como magistrado del Constitucional de Enrique Arnaldo, Mariano Rajoy ha declarado en la comisión Kitchen, se ha especulado con el posible regreso del rey emérito y ha arrancado un nuevo macrojuicio del caso Gürtel.

Problemas mayores

"Con la moción de censura [de 2018] se alcanzó como un tope de preocupación. De hecho, se justificó por la condena al PP y la corrupción del Gobierno de Rajoy", explica el politólogo Francisco Jurado, autor de Un caos bonito. Relato de una década de la #SpanishRevolution, un balance del 15M, protesta en la que tuvo un papel destacado en Sevilla, especialmente en las propuestas de profundización democrática. Jurado recalca que, aunque siguen en curso numerosos procedimientos por casos de gran impacto –Gürtel, Púnica, Bárcenas, rey emérito, ERE, Pujol–, la preocupación social ha bajado. ¿Por qué?

Un factor es ineludible. El covid-19 ha desplazado las preocupaciones hacia la salud y la economía. Además, los investigadores recuerdan que la clasificación del barómetro se elabora con respuestas libres que luego son asignadas a las distintas categorías. Es decir, es una clasificación sensible a cualquier alteración metodológica y más aún a cambios como el introducido en febrero de 2020 por el CIS, presidido por José Félix Tezanos, que dividió entre tres lo que hasta entonces era una sola respuesta: "Los políticos en general, los partidos y la política". Una de las categorías nuevas, "el mal comportamiento de los políticos", puede desviar respuestas que antes iban a la pestaña del "fraude y la corrupción".

Agenda y saturación

Hay corrientes de fondo que van más allá de la pandemia y las peculiaridades del barómetro. Jurado apunta a un cambio en la agenda político-mediática. "Las preocupaciones van muchas veces de la mano de lo que se ve, lee o escucha en los medios, y la corrupción ha ido perdiendo peso relativo en estos espacios", señala. David Pac Salas, profesor de Sociología de la Universidad de Zaragoza, observa que hay una rebaja en la atención mediática, que a su vez se traslada al "imaginario público". "Con la pandemia, se han reestructurado las agendas mediáticas y aparece mucho menos. Todo lo que conllevó el 15M, con mayor exigencia de transparencia, caló en los ciudadanos, porque había una percepción mayor del problema Ahora este problema ha pasado a un segundo plano", señala. Coincide Jurado, que dice en referencia a partidos y medios: "Es una cuestión de marcos. Nos callamos estos temas cueste lo que cueste, mientras intentamos instalar otros temas de debate. La gente tiene una capacidad limitada de comprensión y asimilación. Si saturas con otras cosas, algo se va a quedar fuera".

El consultor en comunicación política Eduardo Bayón señala que, con los grandes casos explotados hace tiempo, "es difícil mantener la presencia de la corrupción" entre las preocupaciones de la ciudadanía. Se ha producido, a su juicio, un "agotamiento". "Hubo un momento en que el listón se puso muy alto, en alguna ocasión hasta límites excesivos o incluso absurdos. Recuerdo reuniones en el ámbito municipal retransmitidas en directo. Tras el 15M hubo logros, como la Ley de Transparencia, o avances en gobierno abierto y rendición de cuentas. Pero ha habido un agotamiento, que además ahora coincide con un auge de posiciones reaccionarias y de repliegue, que no van en la línea de mayor defensa de avances en términos democráticos", afirma Bayón, que recalca no obstante que se trata de un indicador muy sensible a la coyuntura concreta y que podría repuntar.

Aceptación "tácita" y polarización

Jurado ve el fenómeno aún más grave. Hay, dice, una "aceptación táctica" de la corrupción en la sociedad. "Ha pasado con los leaks. El primer wikileaks fue un bombazo, el segundo un poco menos. Los últimos ya casi pasan desapercibidos. Vamos aceptando como normales las cosas que se repiten con frecuencia, y dejan de preocupar. No gustan, pero se aceptan, forman parte del paisaje", señala Jurado, que cree que la rebaja de la tensión social en torno a la corrupción tiene un aliado en la "polarización". Lo explica así: "Es importante el lugar de enunciación de los mensajes de impugnación o de los marcos éticos. No es lo mismo que se señale la corrupción de un partido desde el 15M o desde otro partido. Lo primero era un espacio más legitimado. El mensaje se acepta más. Lo segundo se interpreta como fuego cruzado. Las personas que no simpatizan con el partido que denuncia la corrupción, aunque sea una denuncia motivada, van a darle menos credibilidad o legitimidad. Esto se hace extensible a los medios. El marco ético ya no es común, porque no se construye desde espacios o instituciones neutrales, sino desde partidos o medios relacionados con esos partidos".

Bayón considera que la polarización, con su "agitación continua de los tuyos contra los otros", desincentiva el mantenimiento de un listón alto en la autoexigencia. "Si la corrupción es el tema del día, se usa. Pero nada más. Lo que antes se demandaba con mayor continuidad, y calaba en los partidos, ahora está decayendo", expone. A su juicio, el hecho de que se plantee la posibilidad del regreso del rey emérito, o de que Casado se declare libre de explicaciones sobre la Gürtel, es elocuente sobre un clima de opinión pública viciado, si bien en el caso de Juan Carlos I lo ve alentado por "medios y partidos interesados en mantener a toda costa el relato del gran artífice de la transición".

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Pac Salas cree que la menor atención mediática a la corrupción acaba tirando hacia abajo del listón de los ciudadanos. "El caso Gürtel, o más en general la corrupción en el PP, está descontado. No creo que tenga ya un gran impacto, en parte porque los medios, o una parte de los medios, no inciden en esto. Una de las claves es si hay o no repetición permanente. Y no la hay. No aparece día tras día, como aparecía antes con la Gürtel o el caso de los ERE. Es más discontinuo. Eso hace que la percepción sea otra". El profesor cree que, a su vez, ello desincentiva la autoexigencia de los partidos ante la ciudadanía. Es una dinámica en la que vuelve a asignar un papel decisivo a los medios. "Casado dice que no quiere hablar del pasado y ya está. Quizás habría que preguntarle todos los días", señala. En relación a la falta de explicaciones sobre el caso Avalmadrid, añade: "El fenómeno Ayuso es claro. Hay medios que cuentan cosas, pero los mayoritarios miran para otro lado", afirma. Esto ha resentido, afirma, su "rendición de cuentas".

Pac Salas comparte una observación más: "Creo que, en el bloque de la derecha, se pagó la corrupción con la moción de censura y la reestructuración del voto. En grupos de discusión sobre motivaciones de voto hemos comprobado cómo el voto de Ciudadanos era un voto cabreado con la corrupción. Una vez castigado, vuelve otra vez al PP. La corrupción ya no puntúa en las razones de voto. Es como si dijeran: 'Ya lo castigué'. Era un voto vergonzante en un momento en que la corrupción se identificaba con el PP, como a principios de los 90 se identificaba con el PSOE. Ahora se ve como cosa del pasado".

"Hay un derrumbamiento psicológico, resultado de ver que no se puede hacer nada. Una parte de la población ha perdido la esperanza y la confianza en las instituciones. Y además, ahora faltan las cabecitas de la gente de Podemos y el 15M, que en su momento al menos señalaban con el dedo. Mucha gente se ha rendido". Es el balance sombrío de Juan Moreno Yagüe, impulsor de proyectos como OpEuribor y Democracia 4.0, uno de los abogados contratados en la querella 15MpaRato, la plataforma que abrió el caso Bankia. A su juicio, el mensaje final que queda tras el estallido de los grandes casos de corrupción, a pesar de las condenas a figuras notorias como Rodrigo Rato e Iñaki Urdangarín, es que "el Estado de derecho no ha imperado". "Se ha quedado a los pies de los caballos", afirma, decepcionado además con la actitud de los partidos en el Gobierno, PSOE y Podemos, por no haber avanzado en el terreno de la transparencia y la participación. "Nadie ha hecho transparencia de verdad", afirma. Con el tiempo y el agotamiento, dice, ha habido una "bajada de listón". "Las ruedas de prensa no son ruedas de prensa. Todo es propaganda y los medios lo consienten. Cuando Casado dice que no habla de Gürtel, ¿cómo se permite? Eso en Estados Unidos no puedes hacerlo", dice Yagüe, que observa que este clima puede ser utilizado no sólo para "salvar" una institución, la monarquía, que a su juicio debería sufrir una mucho mayor penalización por las actuaciones de Juan Carlos I. "No es sólo todo lo que ha hecho, que es grave. ¡Es que ha cobrado del contrario! ¡Ha cobrado de Arabia Saudí! Eso es una traición".

Pongamos algunos hechos unos junto a otros. Pablo Casado se declara a sí mismo exento de dar explicaciones sobre la corrupción en su partido, cuyo anterior jefe, Mariano Rajoy, niega hasta las sentencias judiciales en la comisión kitchen en medio de un rumor de simpática admiración en las redes sociales. Qué artista. ¡Hasta ha hecho promo de su libro! Mientras tanto, el rey emérito pretende volver a España, al parecer convencido de que han desaparecido los motivos que lo movieron a irse en agosto de 2020, en teoría para no dañar el reinado de su hijo. ¿Tanto ha cambiado eso que llamamos "clima de opinión"? En cuanto a la corrupción, todo apunta a que sí. Es ya un comentario usual en la infantería política española, una idea que va calando en los cuadros de los principales partidos: la corrupción cotiza a la baja como reclamo. Está, se podría decir, dormida en la conciencia de la opinión pública.

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