El coronavirus ha obligado a la extrema derecha española a ir readaptando sobre la marcha sus estrategias y su discurso a una realidad distópica. Sin posibilidad de utilizar la crisis territorial para agitar el tablero político o de recurrir a sus marcos de discusión preferidos –véase, por ejemplo, el falso debate sobre el adoctrinamiento en las aulas–, la formación liderada por Santiago Abascal comenzó cerrando filas alrededor del Gobierno para, posteriormente, tensar al máximo las costuras de la sociedad en un momento extremadamente delicado. Sin embargo, este planteamiento parece no estar dándole réditos políticos. Al menos, en el corto plazo. Las encuestas publicadas hasta la fecha les colocan en una fase descendente. “Esta pandemia les ha dejado en fuera de juego”, apuntan los expertos consultados por infoLibre, que señalan que la crisis sanitaria ha hecho saltar por los aires algunos de sus elementos discursivos tradicionales.
Los contextos en los que explota la incertidumbre o el miedo han sido tradicionalmente bien aprovechados por la extrema derecha. Pero en esta ocasión, los sondeos prevén bajadas. En España, Vox ha pasado en intención de voto del 17% que le vaticinaba a finales de febrero Invymark al 14,5% que le dio Sociométrica hace una semana. Un retroceso que también experimentan otras formaciones ultras en el Viejo Continente. Alternativa para Alemania (AfD) ha caído durante la crisis de un 14% a un 10,5%. El Partido de los Finlandeses ha disminuido sus apoyos del 22,4% al 20,2%. En Holanda, el PVV de Geert Wilders ha cedido 2,8 puntos en las encuestas desde finales de febrero, mientras que Foro para la Democracia, que hace justo un año irrumpió en el Senado apoyándose en el euroescepticismo y la defensa de los valores autóctonos, se ha dejado en las últimas nueve semanas tres puntos por el camino. En el caso de la italiana Liga Norte, ha pasado del 31,6% al comienzo de la crisis al 25,4%, si bien es cierto que en este país han repuntado unas décimas los Hermanos de Italia.
Los expertos, al ser preguntados por estos datos, comienzan poniendo sobre la mesa el fenómeno conocido como rally round the flag, una dinámica acuñada en la década de 1970 por el politólogo estadounidense John Mueller para explicar el respaldo popular alrededor del presidente en las épocas de crisis o guerras. “En un contexto de estas características, la ciudadanía puede tender a pensar que es necesario colocarse alrededor del Gobierno, dejando otros problemas en un segundo plano”, resume la politóloga Berta Barbet. Y esto puede poner a las formaciones de la oposición en una situación complicada. Lo explicaba a la perfección a finales de marzo el profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Carlos III de Madrid Pablo Simón en un artículo publicado en El País: “Una tesis extendida apunta que el cambio de opinión sobre los gobernantes se produce porque los agentes que los fiscalizan cambian su comportamiento. […] La oposición, hoy fragmentada, tiene la obligación de fiscalizar la gestión del Gobierno, pero, al tiempo, no se puede permitir el oportunismo electoralista. El equilibrio es dificilísimo”.
Este efecto rally around the flag se está dando en buena parte de los países. Así, el 83% de los alemanes aprueban la gestión que está realizando de la crisis su canciller, Angela Merkel. Un respaldo social que también recibe Giuseppe Conte en Italia –su popularidad se elevó hasta el 71% en la mitad de la pandemia– o Mark Rutte en Países Bajos, quien recibe el beneplácito de casi siete de cada diez ciudadanos. En el caso de España, los últimos sondeos siguen colocando al PSOE de Pedro Sánchez en cabeza. Sin embargo, revelan que la sociedad no está convencida con la gestión del Ejecutivo. De hecho, el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) reflejaba que un 47,8% mostraba poca o ninguna confianza en la forma en la que el Gobierno de coalición está haciendo frente a la pandemia –frente a un 46,5% que declaraba mucha o bastante– y que un 60% desconfiaba del propio presidente. El problema es que no hay ningún otro líder político que, según la última encuesta de Sigma Dos, coseche una mayor aceptación que Sánchez.
La crisis opaca los discursos ultras
Otro problema que se están encontrando estas formaciones ultras es que la crisis sanitaria no deja espacio para debates a los que puedan sacar mayor rédito político. Si hace cinco meses Vox machacaba constantemente con sus planteamientos tradicionales, ya fueran el pin parental o el falso problema de las denuncias falsas, a fin de imponer su marco, en este momento todo gira alrededor de un virus que ya ha segado la vida de casi 25.000 personas. “Los discursos de la extrema derecha, que están muy basados en temas identitarios o culturales, quedan un poco opacados cuando tenemos una crisis de estas características, que apela a temas materiales muy sensibles como es la propia vida humana”, apunta el politólogo Pablo Simón. Coincide el investigador del Real Instituto Elcano y profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid Ignacio Molina, que explica que ahora la gente ha dejado de mirar a las guerras culturales para centrarse en que el Estado, “donde la mayoría de estos partidos no están”, les “proteja”.
La compleja situación que vive medio mundo hace que salten por los aires algunos de los elementos clásicos de sus discursos. “Ahora la inmigración no es un problema. Están las fronteras cerradas y además estamos viendo cómo en el campo se necesita mucha mano de obra. Es muy difícil en este momento articular un discurso alrededor de esta cuestión”, sostiene Molina, que también hace referencia al “elemento nacionalista”: “La unión del país ya se está produciendo de forma natural por parte de la sociedad”. Pero estas dos cuestiones no son las únicas que ponen sobre la mesa. Miguel Ángel Simón, doctor en Ciencia Política y autor del libro La extrema derecha en Europa desde 1945 a nuestros días (Tecnos, 2007), se fija también en otra muy ligada a estas formaciones: la crítica a los expertos. “En la medida en que aquí buena parte del liderazgo descansa sobre las manos de los científicos, esa pata de su discurso ha quedado también muy tocada”, afirma el politólogo en conversación telefónica con infoLibre.
Soluciones concretas
Exteriores confirma la muerte en un accidente aéreo en Bolivia de cuatro personas que iban a ser repatriadas
Ver más
Para Ernesto Pascual, profesor de Ciencia Política en la Universitat Oberta de Catalunya, la pandemia del coronavirus ha provocado “la caída del relato” y la vuelta a una “realidad” que requiere de planteamientos concretos. Es decir, nada de “recetas mágicas”. “Además del cierre de fronteras, ¿qué ha puesto un partido como Vox encima de la mesa para solucionar el problema? Más allá de su relato místico, no hay nada y los votantes lo están viendo”, afirma el politólogo. No les ayuda, en su opinión, situaciones como la vivida en el Congreso durante la primera sesión de control al Gobierno tras la declaración del estado de alarma, en la que la portavoz adjunta de los ultras en la Cámara Baja, Macarena Olona, aprovechó su intervención en uno de los momentos más complicados de la historia reciente de España para preguntar al Ejecutivo de coalición si iba a desistir de “intentar imponer en España el modelo chavista bolivariano”.
Con una crisis económica que se vaticina dura a la vuelta de la esquina, Simón cree que las “derechas tradicionales” pueden “recuperar un poco del apoyo que habían perdido en favor de estos partidos” a través de todos esos votantes “que hoy buscan alternativas de gestión solventes desde la perspectiva económica”. Ese transvase ya se reflejaba en el barómetro del mes de abril del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Aquel estudio mostraba que un 10,4% de los electores de Vox en las últimas elecciones generales meterían la papeleta del PP ahora mismo en una urna si se volviera a convocar una jornada electoral, una cifra que en el mes de marzo se situaba en el 7,1%. “Si vas a querer castigar la gestión de un Gobierno, lo más fácil es que termines votando al principal partido de la oposición y, por tanto, esto termina reforzando a las familias clásicas tradicionales”, completa el profesor de Ciencia Política en la Universidad Carlos III de Madrid, quien, sin embargo, rechaza la idea de que esta reorientación vaya a poner fin al multipartidismo.
A pesar de que la pandemia pueda estar lastrándoles en el muy corto plazo, el politólogo Miguel Ángel Simón considera que puede terminar abonando el terreno para que al final salgan reforzados. “Primero, el coronavirus se está traduciendo en un reflejo de repliegue interior, algo que casa muy bien con su discurso. En segundo lugar, va ir muy bien con su discurso xenófobo, esa idea que utilizan de definir al migrante como 'parásito'. Luego, en la medida en que esto mute a crisis económica, creo que la idea del chovinismo del bienestar, que es suya, va a tener bastante fuerza”, asevera el politólogo, que también pone el foco en un posible incremento del antieuropeísmo de manera bidireccional. “El elemento crítico se puede acentuar en países como Italia y España por la frustración de que la Unión Europea no haya actuado como debía, pero también puede provocarse ese mismo efecto en otros Estados como Holanda bajo la idea del ‘qué hacemos manteniendo con nuestro dinero a los países del Sur”, concluye.