Cs quiere cerrar un pacto preelectoral con el PP para que el voto de la derecha se focalice en elegir entre Casado y Rivera

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Fernando Varela

Albert Rivera no se da por satisfecho con la respuesta de Pablo Casado y se propone insistir en los próximos días en su oferta para que Ciudadanos y PP se comprometan a pactar un gobierno de coalición después de las elecciones. Un acuerdo para el que dan por sentado el respaldo de Vox, la formación ultraderechista de Santiago Abascal y que creen a tiro de piedra, al alcance de sólo dos o tres escaños.

El presidente de Cs hizo público su ofrecimiento la semana pasada, el 27 de marzo en A Coruña, en nombre de la “obligación patriótica” que, según él, representa “echar a Sánchez” de la Moncloa. Y una vez hecho el pacto, que sean los ciudadanos los que decidan “si ese gobierno lo encabeza Cs o el PP”, propuso.

Al PP le bastaron unas horas para responder. Y aunque dio la “bienvenida” al ofrecimiento, lo limitó a “una mera estrategia electoral”. En ese hipotético gobierno, bromeó Pablo Casado desde Melilla, Rivera “sería un buen ministro de Exteriores”.

A una semana del inicio oficial de la campaña, Ciudadanos se propone insistir en la necesidad de que ambos partidos se comprometan a formar gobierno. Convencidos de que su candidato es mucho mejor que el del PP y con la excusa de que los electores tienen derecho a saber a qué atenerse, los estrategas de la formación naranja quieren reducir el menú de los electores de la derecha a decidir a quién prefieren para liderar un Gobierno alternativo a Pedro Sánchez: Albert Rivera o Pablo Casado.

Las encuestas sitúan a Ciudadanos a la zaga del PP en intención de voto y muy por detrás en proyección de escaños. De hecho, las últimas apuntan a un ligero repunte del partido de Casado y en cambio aseguran que Cs sigue en caída libre. La de 40dB. para El País, realizada a mediados de marzo, les adjudicó 55 escaños y un porcentaje de intención de voto del 17,7% (21 diputados y 1,6 puntos porcentuales menos que al PP). De ahí la importancia que Rivera concede a enmarcar la batalla del 28A entre él y Casado, en busca de un trasvase de votos que le permita adelantar por primera vez al PP y hacer así realidad un sorpasso que ya intentó en diciembre en Andalucía y que entonces se quedó muy lejos de conseguir.

El PP, sin embargo, no parece dispuesto a seguirle el juego. Casado defiende el voto útil a su partido y para alentarlo resta credibilidad al compromiso del líder de Ciudadanos de que no pactará con el PSOE tras las elecciones. Por eso recuerda, siempre que tiene oportunidad, que en 2015 Rivera ya selló el llamado “pacto del abrazo” en el Congreso con Pedro Sánchez para investir al candidato socialista presidente del Gobierno e incluso solicitó el apoyo a Pablo Iglesias para esa investidura. “La credibilidad la da un partido que a Pedro Sánchez nunca le ha apoyado una investidura ni ha pedido el voto a Pablo Iglesias para que apoye a Pedro Sánchez”, declaró en una entrevista reciente en Telecinco.

Mientras busca la manera de meter en el temario de la derecha el dilema entre Rivera y Casado, el equipo de Ciudadanos trabaja intensamente en la preparación de actos y el desarrollo de eventos con los que quieren romper la campaña tradicional. Forzados por la necesidad del calendario —coincide de lleno con la semana santa y nadie sabe qué efecto tendrá sobre el comportamiento de los electores ni cómo encajarán los mensajes de los partidos—, pero también por la urgencia de sacar cabeza en medio de los partidos hegemónicos. Es la primera vez que enfrentan una movilización a escala estatal con medios suficientes como para desarrollar actos en todas las provincias además de la caravana principal, que se centrará en la figura de Albert Rivera.

La pugna por el voto nacionalista español

Los de Rivera aseguran haber tomando cierta ventaja en los últimos días en la pugna con el PP por el espacio de "centroderecha" gracias al protagonismo que han tenido en la pelea contra los lazos amarillos del president Quim Torra —fueron ellos los que denunciaron la situación ante la Junta Electoral—. Una de sus prioridades sigue siendo agitar el tema de Cataluña en busca del electorado nacionalista español, por el que pelean también PP y Vox.

En los cálculos que están haciendo, y como consecuencia de la aplicación de la Ley d’Hondt en las provincias menos pobladas, creen que pueden sumar hasta una decena de escaños sólo con que una fracción de los electores del PP se pase a sus filas y sin que eso provoque un gran pérdida de diputados a los de Casado.

De ahí que concedan una importancia extraordinaria a la recta final de campaña. Si no surgen problemas de última hora, la última semana antes de votar comenzará con dos debates —todavía sin cerrar— el lunes y el martes. Y será en esos días cuando la mayoría de los indecisos acaben decidiendo el sentido de su voto.

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Del calendario de actos de Ciudadanos todavía se saben pocos detalles. Abrirán en Madrid —en la tradicional noche de pegada de carteles— y cerrarán en València: el 28A hay elecciones generales pero también en la Comunitat Valenciana, donde presentan a Toni Cantó como candidato a la Presidencia. En medio hay aún muchos días en blanco y otros sujetos a cambios, pero los que ya están decididos —la primera semana de campaña— conducen al sur —Málaga, Sevilla y Granada— y a Levante —València, Barcelona, Alicante y Murcia—. El próximo domingo, Ciudadanos hará publico su lema de campaña en un acto que, si el tiempo acompaña, quieren convertir en una prueba de su capacidad de movilización.

En cualquier caso, Ciudadanos no se arrepiente del cordón sanitario decretado contra el PSOE. Dan por hecho que los descontentos con Sánchez por su política en Cataluña ya han aterrizado en sus filas —calculan que en Andalucía se beneficiaron del voto de 100.000 electores que hasta entonces confiaban en los socialistas— o se irán a la abstención. Aunque los datos digan otra cosa: es verdad que la encuesta de 40dB. estima en casi 228.000 los electores que en 2016 votaron PSOE y que ahora lo harán a Cs, pero también considera que serán aún más (331.000) los que harán el camino inverso de las filas naranjas al PSOE.

Tampoco creen en la dirección naranja que el pucherazo de las primarias en Castilla y León, sobre el que siguen sin dar explicaciones, les vaya a afectar lo más mínimo. Las señales que reciben, entre ellas la llegada de nuevos afiliados—, "dicen lo contrario".

Albert Rivera no se da por satisfecho con la respuesta de Pablo Casado y se propone insistir en los próximos días en su oferta para que Ciudadanos y PP se comprometan a pactar un gobierno de coalición después de las elecciones. Un acuerdo para el que dan por sentado el respaldo de Vox, la formación ultraderechista de Santiago Abascal y que creen a tiro de piedra, al alcance de sólo dos o tres escaños.

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