Queda algo más de una semana para el juicio cuando David Suárez (Santiago de Compostela, 1992) cita a infoLibre en una cafetería del centro de Madrid. Llega apurado: la agenda se ha recuperado por completo y parece que la vida profesional vuelve a la normalidad. No siempre fue así. La publicación de un chiste en su perfil de Twitter hace ahora dos años le llevó a los tribunales y a perder su empleo. La acusación entiende que sus palabras suponen un agravio contra los derechos fundamentales de las personas con discapacidad. Sigue batallando para demostrar lo contrario.
Suárez enfrenta la recta final hacia el juicio, reconoce, con optimismo. "A la cárcel no creo que vaya", bromea. Las cosas empiezan a ir bien y el cómico se siente con la fuerza suficiente para mantener una defensa firme de su humor, al que enmarca en el plano underground y que conlleva una apuesta sin titubeos por la ironía: "Yo sé lo que hago, lo asumo y no voy a dejar de hacerlo".
PREGUNTA: ¿Cree que hay una tendencia a mirar con lupa o perseguir el humor? ¿Se siente identificado con otros compañeros como Dani Mateo o Rober Bodegas?
RESPUESTA: Desde un punto de vista de altas esferas no creo que haya una persecución a los cómicos, porque somos el último mono y le damos exactamente igual a todo el mundo. Lo que sí es cierto es que hay una esfera underground de la comedia que está empezando ahora, más joven, que choca con una serie de señores de 50 o 60 años que tienen otros referentes o no entienden cuestiones como la ironía o el hecho de que tú puedas jugar el papel de ser una persona abominable en la ficción. Cuando esta gente choca con esta comedia más underground como la que puedo hacer yo, de repente pasa como cuando un padre descubre que el niño fuma. Y eso se une a que socialmente hay una súper sensibilización, no tanto de gente joven, pero sí de millenials, que hace que jueces, empresas o marcas estén supeditadas a qué cosas son trending topic, a quién hay que cancelar esta semana o a quién tenemos que llevar al ostracismo. Se une una derecha que es muy mojigata y que de pronto descubre un mundo que no sabía que existía y una izquierda que conoce ese mundo pero que cree que los problemas en la vida se solucionan impidiendo que se hagan los chistes que a ellos no les encajan.
P: ¿Está al tanto de las denuncias de censura como consecuencia de la extrema derecha en Movistar?
R: Me encaja perfectamente. No nos debe sorprender a nadie. Yo no soy nada conspiracionista, pero es evidente que existe un lobby que está detrás de determinadas marcas, es evidente. El hecho de que haya cómicos denunciando esto ahora cuando precisamente ya están independizados de estas marcas, tampoco me parece la cosa más valiente del mundo. Hay unos tempos que igual no son los correctos. Pero evidentemente esto es así y tenemos que darnos cuenta de que no debemos ceder nuestra integridad o nuestra libertad de expresión a intereses capitalistas ni de izquierdas ni de derechas, porque al final acabas haciendo que los medios masivos determinen la agenda política dentro de lo cultural.
P: Después de la denuncia, ¿llegó a caer en la autocensura? ¿Se piensa más los chistes que haces?
R: Por un lado dejas de tener cosas que perder. Cuando estás cancelado permanentemente estás en una situación en la que no te pueden echar de ningún lado porque ya te han echado de todos. Entonces te puedes autogestionar, no te van a echar de ahí. En ese sentido es liberador. Por otro lado sí que intentas, como una cosa artística o de ser mejor cómico, intentas ser más fino o elegante. No es que yo renuncie a temas, sino que siempre me hago la pregunta de si es más gracioso o más bestia. Si es más bestia que gracioso, renuncio a ponerlo pero porque no me voy a sentir orgulloso. Ahora, si es la cosa más bestia del mundo y además es igualmente gracioso, adelante.
Cuando estás cancelado permanentemente estás en una situación en la que no te pueden echar de ningún lado porque ya te han echado de todos
P: Habla de estar cancelado permanentemente. ¿Se siente cómodo hablando de cultura de la cancelación?
R: Creo que es un arma de doble filo. Algo así como el término ofendidito. Lo utiliza una derecha muy quejica y muy llorona que se queja de que se pongan en cuestión elementos que se tienen que poner en cuestión, como el machismo. Pero tampoco me parece lógico negar que hay una cultura de la cancelación: por supuesto que la hay. Le hemos dado las armas a las peores personas: a la masa, a una masa que no entiende de absolutamente nada y va a decidir a quién cancelar y a quién no en función de un tuit o de un fragmento de un programa. Y luego las empresas tienen un miedo tremendo a que se dé de baja una persona porque ha visto un comentario desafortunado. Y esto nunca ha pasado. Al final es la misma guerra de siempre: Inda mandando a gente contra Dani Mateo porque le odia por ser de izquierda y viceversa. Es una guerra que no tiene ningún sentido, porque nadie gana adeptos. Sí existe la cultura de la cancelación, aunque sea un término asqueroso y seguramente no sea tan grave como dice la derecha.
P: ¿Cuáles fueron las consecuencias del chiste a nivel laboral?
R: El despido de Yu y de Hill Valey, una productora. Pero lo más grave no fueron los despidos, porque en este mundo tienes que estar acostumbrado a que te echen de sitios, porque funciona así. Al final en comunicación te renuevan para la temporada y ya está. Es así de duro, es algo con lo que lidio yo y cualquier cómico. Pero lo peor es el hecho de que sepas que no te van a contratar en ningún sitio. Tener las puertas cerradas en todos los sitios. Cuando alguien sopesa a quién quiere tener esta temporada, lo primero que hace al buscar mi nombre en Google es ver cárcel y síndrome de Down. Eso es lo duro.
P: ¿Cómo le afectó? Tal vez otras personas tendrían que haber renunciado a sus carreras como cómicos.
R: Yo tengo la suerte de que tenía una base de seguidores que me ha permitido sustentarme. He tenido que aprender a autogestionarme o ser mi propia empresa. Si no llego a tener esto evidentemente me habría ido a la mierda. Sé sacarme partido, tengo la suerte enorme de que existen las actuaciones, la principal fuente de ingreso de los cómicos. Y eso ha ido bien. Además, ha aparecido un apoyo precisamente por estar un poco en el ostracismo: vamos a ver a ese tío que no le quiere nadie.
P: ¿Cómo describiría la primera vez que comparece en el juzgado por este caso?
R: Es duro, en mi caso particular, por el hecho de cuestiones que parece que no tienen importancia, pero que para mí la tienen, como no querer decepcionar a mis padres, que por supuesto respetan lo que hago. Yo sé lo que hago, lo asumo, no voy a dejar de hacerlo. La comedia que me gusta es la que hace que haya un debate en la mesa y diferentes posturas. A mí lo que me preocupaba en realidad era eso: decepcionar a mis padres, el miedo a no encontrar trabajo o volver a Santiago porque no tienes una fuente económica.
P: Han pasado más de dos años desde que publicó el tuit y el proceso judicial se ha prolongado por todo ese tiempo, ¿qué impacto ha tenido esa dilación?
R: Tengo la suerte de que mi perfil como cómico juega un poco con eso y se ha visto alimentado por el hecho de tener un juicio ahí. Si yo tuviese un perfil muy blanco, como por ejemplo presentar Pasapalabra por las tardes, seguramente sería lo peor que me habría pasado. Por verlo desde el punto de vista positivo, refuerza la imagen de que este tío hace algo guerrillero. No había un plan detrás, pero a mí me ha salvado un poco el culo.
P: Algunas voces creen que los grupos vulnerables deben tener especial protección y que el pretexto del humor es sólo una excusa para atacarles. ¿Qué contesta?
R: Sí tienen que tener una especial protección. Pero que alguien no sea partícipe de un chiste no quiere decir que le estés protegiendo. La protección es no dejar fuera a nadie, dar un trato igualitario a todos. Dejar fuera del lenguaje cómico a una persona, que todos nos tapemos los ojos y pensemos por ejemplo que las personas con síndrome de Down no tienen relaciones sexuales precisamente es más discriminatorio, más paternalista y más asqueroso, no se me ocurre otra palabra, que ignorarlo. Otra cosa es si la persona que hace esos chistes piensa además que las personas con síndrome de Down tienen que ser exterminadas, entonces cobraría un matiz distinto, porque la intencionalidad es importante. Pero creo que el error es retirar del debate público esas cosas porque entonces no se va a hablar de ellos. Hemos aprendido que a las personas con síndrome de Down no se las tiene que meter en el sótano como hace cien años, pero en el fondo seguimos queriendo que en el discurso de la calle sigan en el sótano, porque nos violentan y nos incomodan. Y es absurdo.
P: También hay quien entiende que tener proyección pública conlleva responsabilidad en los mensajes que se transmiten. ¿Usted lo siente así?
R: Yo creo que sí. Pero no creo que como sociedad nos tengamos que infantilizar hasta el punto de que nos lo den todo mascado. Hay una cosa que se ha perdido por completo y es la ironía. Es una cosa que parece que ya no existe. Es mentira que no haya sentido del humor, es mentira que ya no se pueda hablar de nada. Me parecen exageraciones. Pero sí es verdad que se ha perdido la ironía. Tú no puedes decir una cosa en la que claramente no crees, la gente te la va a comprar como literal. Creo que esto es un problema. Y no podemos doblegarnos a que como sociedad nos lo tengan que dar todo mascadito. Creo que las únicas personas que tienen una responsabilidad pública real es a las que pagamos todos, como los políticos. No creo ni que C Tangana ni Zahara tengan que responder por aquello que hacen: un artista tiene que plantear preguntas, pero no podemos estar explicando constantemente en qué consiste este cuadro, esta película, este chiste.
Hay una cosa que se ha perdido por completo y es la ironía. Es mentira que no haya sentido del humor, es mentira que ya no se pueda hablar de nada. Me parecen exageraciones. Pero sí es verdad que se ha perdido la ironía
P: Habla de la ironía, ¿cree que llevamos demasiado tiempo dándole vueltas al humor negro?
R: Sí. No es una cosa que vaya a desaparecer fácil, aunque las marcas quieren eliminarlo del mainstream. Es como pretender que en una sociedad no existan tabús. Existe el humor negro porque existen tabús. Lo único que se puede hacer es barrerlo bajo la mesa, pero eso acaba burbujeando hacia afuera. El tabú de nuestros abuelos seguramente fuese dios, no podías hacer chistes de dios. El de nuestros padres era el sexo, no hay nada más incómodo que ver con ellos una escena de sexo en la tele. Y el tabú nuestro, el de los millenials, es la corrección política. Veo que no sucede tanto con la gente más joven, que está volviendo a hacer humor negro por fin y nosotros pasamos a ser esos padres ridículos que cuando hagan un chiste en la mesa, siendo ellos más feministas, menos homófobos, menos racistas, harán un chiste, se harán pasar por seres horribles que por supuesto no son y nosotros no vamos a hacer otra cosa más que escandalizarnos. Porque somos nuestros padres, pero con la corrección política y estamos en una situación ridícula de creer que las palabras tienen una potencia que no tienen y porque nos hemos convencido de que lo importante es parecer bueno, no ser bueno. En realidad somos gente que no está diciendo lo que piensa, somos unos mentirosos patológicos y hacemos lo que sea para que nadie se dé cuenta de lo racistas, homófobos y asquerosos que somos en el fondo.
P: El tuit sigue publicado, ¿se ha planteado borrarlo?
R: No, por una cuestión de principios. Sería darle la razón a unas personas que creo personalmente que no la tienen. Sería reforzar la idea de que mejor no decir esas cosas y yo creo lo contrario. Quiero al menos tener la satisfacción de decir que sigo creyendo en esto, no me arrepiento en absoluto y me mantengo en mis trece. Otra cosa es que a mí no me cueste pedir perdón a las personas que puedan haber sufrido por el comentario. No me cuesta nada, no era esa mi intención. Pero me parece que es un chiste y sigo defendiendo que lo es. No es un comentario desafortunado, es un chiste.
P: Yu pidió que borrara el tuit. ¿Alguien se lo ha vuelto a pedir?
R: No. Yo creo que el mal está hecho, por lo que no hay mucho que hacer. Pero al principio sí hubo un 'si quieres conservar el trabajo tienes que borrar el tuit'. Y decidí que no.
P: Con la polémica, ha explicado en numerosas ocasiones el sentido del chiste. ¿Alguna vez había diseccionado tanto un chiste?
No hay nada más peligroso que creer que un chiste puede ser peligroso
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R: No. Y tampoco creo que sea necesario y me parece que cuando un cómico sobreexplica un chiste pasa a ser aburrido, peor de lo que es. Tampoco me gusta parecer pedante con algo que realmente no ha sido tan reflexionado. No quiero buscarle ninguna explicación buenista. Yo cuando hago los chistes sé qué clase de persona soy, sé que respeto a las personas con síndrome de Down y sé que estoy interpretando a un personaje. Eso es lo que necesito. Podría sacar conclusiones a posteriori a las que he llegado, pero vuelven a ser reflexiones sobre reflexiones y no sé cuánto de verdad hay. Supongo que el subtexto puede ser reivindicar la sexualidad de las personas con síndrome de Down, pero la intención original no era esa. Tampoco la de discriminarlas, evidentemente.
P: ¿Sintió apoyo por parte de compañeros del gremio?
R: Con esto no lo estoy criticando porque entiendo el punto de vista y que como cómico no es necesario que denuncies absolutamente todas las injusticias que suceden, sería imposible. Yo no soy súper conocido y soy joven, no es como un Dani Mateo, esa figura gigantesca con un montón de compañeros defendiéndolo. Además, la temática que escogí no es política y no es buenista. La gente cuando denuncia algo no es para denunciarlo, es para que la gente lo sepa, para posicionarse. Hacer una crítica difícil que haga que se ponga en duda a esa persona, creo que no es tan habitual. En cambio cuando es fácil que tú mediante esa crítica quedes bien, todo el mundo va a subirse a ese barco. Mi chiste era la última de las causas que la gente iba a reivindicar. Pero creo que sí ha habido apoyo, ha habido ejemplos de gente que sí me ha apoyado, pero también hubo un silencio grande.