Se cumplen diez años desde que la voz de Marcelino Camacho se apagó. Quienes lo recuerdan –compañeros de trinchera pero también herederos directos de su lucha– coinciden en los elogios y en que el mejor homenaje no es otro que cuidar su legado, especialmente valioso en momentos de crisis. "Los hombres pasan, las causas de los pueblos quedan", resume su hijo, Marcel Camacho Samper. Los hombres como Marcelino Camacho inevitablemente pasan, pero tras una década desde su fallecimiento las semillas que sembró dejan tierra fértil.
Marcelino Camacho llevó como estandarte la lucha obrera y sindical durante los años de férrea dictadura pero también cuando la democracia empezaba a asomar como algo más que una utopía. "Marcelino procedía del bando de los perdedores de la Guerra Civil, sufrió la represión en primera persona de forma extremadamente dura, en campos de concentración, en el exilio y en la cárcel". Habla Ignacio Fernández Toxo, exsecretario general de Comisiones Obreras (CCOO), el sindicato por el que apostó Marcelino Camacho y que se atrevió a constituir en plena dictadura.
Camacho creció guiado por el compromiso y la coherencia política, como sindicalista y como afiliado al Partido Comunista de España, del que fue diputado en el Congreso. No dejó de batallar por los derechos de la clase obrera y la justicia social, en clandestinidad y desde los márgenes del exilio. "Es una figura clave de la historia reciente de nuestro país y también en el periodo previo a la Guerra Civil tuvo un papel importante entre los luchadores". Lo recuerda Unai Sordo, actual secretario general de CCOO. Su trayectoria, añade, "representa a mucha más gente: es la biografía vital de la mejor generación de luchadores por la libertad".
Cartel de Javier Parra.
Este jueves a las 12.30 horas, Comisiones Obreras, Izquierda Unida y el PCE organizan una ofrenda floral en el cementerio civil de Madrid en homenaje al sindicalista. Esta misma noche, La 2 de TVE emitirá el documental Lo posible y lo necesario, dirigido por Adolfo Dufour. Sobre el homenajeado habla también, en conversación con este diario, Pepe Álvarez, actual secretario general de UGT. "Hay más de un aspecto de su trayectoria que aún está vigente, pero quizá hay una cuestión que recorre su historia: si te caes, levántate".
A finales de la década de los cincuenta, el sindicalista volvió a España del exilio y continuó con su profesión como obrero metalúrgico. Su pugna por los derechos de los trabajadores lo llevó directo a la cárcel y entre sus rejas se fraguó parte de su recorrido vital y político. Fueron nueve largos años los que permaneció en la prisión de Carabanchel, el que sería su barrio hasta el final de sus días. Fue uno de los rostros del proceso 1.001, por el que fue condenada toda la dirección del sindicato, a principios de los setenta.
Más acá de la muerte del dictador, conviene destacar de Camacho "su sentido de la unidad de país, algo tan ausente hoy en el discurso político", señala Fernández Toxo en conversación con infoLibre. A su juicio, el militante comunista supo entender el momento histórico y comprendió que "el país necesitaba dar un salto importante". Demostró, subraya, "un rasgo de generosidad que caracterizó a toda una generación que quiso facilitar el tránsito a la democracia". Y junto a él, siempre Josefina Samper. "Otra luchadora antifranquista", añade Unai Sordo, vanguardia dentro del feminismo de clase y "figura muy visible para quienes compartieron sus aspiraciones, ansias y anhelos que al final consiguieron el éxito en la transformación de este país", completa Fernández Toxo.
Su legado: organización y unidad
Ver másMarcelino Camacho, entre 'lo posible y lo necesario'
Unai Sordo recuerda que "hay cuestiones que son imperecederas en su figura" y algunas de ellas constituyen aún hoy día rasgos elementales del movimiento sindical: "La importancia absoluta de la organización de los trabajadores en los centros de trabajo para defender sus derechos". La fortaleza, prosigue, del sindicato como herramienta de cambio crucial en todas las etapas históricas del país. "Fue fundamental para minar la dictadura mediante un proceso movilizador, primero desde la clandestinidad y después para apretar y evitar una transición en falso". Ahí Marcelino Camacho y su sindicato "demostraron con lucidez ser un actor importante para la llegada de la democracia".
Todavía hoy su legado es necesario para entender el sindicalismo "como arma desde la base, porque desde ahí se construye", recalca Unai Sordo. Si bien el sindicato tiene "un papel constitucional y de defensa de los trabajadores fundamental" mediante el diálogo social y la negociación con las instituciones, lo cierto es que existe "un trabajo subterráneo que al final es el que sustenta su fortaleza". "Si no tienes capilaridad en los centros de trabajo, luego los cambios no se aplican" y de hecho existe "una diferencia enorme entre donde hay sindicatos y donde los trabajadores no están organizados". Para Pepe Álvarez se ha conseguido "recuperar el sindicalismo de manera conjunta", mediante "una plena conexión e identificación entre la acción sindical y la dirección", pero lo cierto es que los acuerdos en el plano político"hay que desarrollarlos después en los centros de trabajo" y de ahí que el mayor reto actual pase por "conseguir presencia en las pequeñas y medianas empresas", coincide.
Marcelino Camacho no dejó de pelear sobre el terreno, con la coherencia de quien no aparta la vista de su clase. "Era una persona con una gran visión de futuro, aunque no tuvo éxito en aquel enfoque que planteó para llegar a la democracia con un sindicalismo unido", recupera Fernández Toxo. Hoy, el exsecretario general de Comisiones Obreras rescata la idea de "seguir luchando por ampliar espacios de unidad en la organización" y "más allá de las diferencias" fortalecer al "movimiento obrero, especialmente en situaciones como esta" que requieren de "unidad en todas sus fuerzas". Porque "o uno se organiza, o serán otros los que decidan".
Se cumplen diez años desde que la voz de Marcelino Camacho se apagó. Quienes lo recuerdan –compañeros de trinchera pero también herederos directos de su lucha– coinciden en los elogios y en que el mejor homenaje no es otro que cuidar su legado, especialmente valioso en momentos de crisis. "Los hombres pasan, las causas de los pueblos quedan", resume su hijo, Marcel Camacho Samper. Los hombres como Marcelino Camacho inevitablemente pasan, pero tras una década desde su fallecimiento las semillas que sembró dejan tierra fértil.