El dilema estratégico de Podemos: politizar el "orgullo popular" o ser una alternativa de orden

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Una mimetización y consecuente reconquista de las clases populares. Es la tesis que defendió Pablo Iglesias en la presentación del libro La clase obrera no va al paraíso (Akal), firmado por Ricardo Romero –más conocido como Nega– y la politóloga Arantxa Quiroga, el pasado 24 de noviembre. Durante el coloquio, el líder de la formación morada defendió que su partido puede alcanzar la victoria si es capaz de "politizar el orgullo de lo popular", apostando por "una noción de transversalidad que se construya en lo popular, porque si la transversalidad se construye en una recomposición del concepto burgués de clase media, creo que nosotros no podemos ganar, aunque nos disfracemos de eso".

La tesis de Iglesias choca, al menos en apariencia, con el discurso defendido por Íñigo Errejón, quien el domingo 4 de diciembre aseguraba en una entrevista publicada por El Faro de Vigo, que Podemos no ganará las elecciones hasta que se convierta y sea percibido como "una alternativa de orden".

Mantener vivo el conflicto

"En ocasiones se hace referencia a que el PSOE en los setenta se convirtió en un partido de mayorías moderándose y que el PP lo hizo con José María Aznar y su giro al centro. ¿Podría hacer lo mismo Podemos y convertirse en una alternativa de Gobierno?". En estos términos plantea la cuestión Guillermo Cordero, profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). A juicio del politólogo, la clave radica en entender que entonces "las decisiones las tomaban las élites de los partidos desde arriba, y ahora lo hacen las bases desde abajo". Como consecuencia, continúa, "son las bases las que deciden quiénes son sus líderes y cuál es el ideario del partido, a pesar de que este proceso esté altamente mediado por las élites". Podemos es el partido que actualmente responde de forma más clara a esta tendencia.

Según entiende la profesora de Ciencia Política en la UAM Mariam Martínez, la llamada de Iglesias a la clase obrera "hay que interpretarla en clave de congreso", porque, sostiene, "en cuanto haya elecciones intentarán ganar votos por el centro". El motivo, de nuevo, pone el foco en las bases: "Ahora sabe que sus bases están mucho más a la izquierda que los votantes" de modo que, añade la politóloga, el secretario general del partido "busca consolidar su posición al frente de la formación".

Martínez considera que Iglesias "ve complicado captar votantes del PSOE", de modo que su estrategia tiende a una "polarización" propia de "los liderazgos fuertes". Su actitud, no obstante, "despierta rechazo visceral en muchos votantes socialistas", precisamente aquellos que el ala más errejonista de la formación morada se esfuerza por captar.

La politóloga valora que la intención del discurso de Pablo Iglesias, que busca activar al votante de clase obrera, es "mantener activa la conflictividad social para demostrar que no hemos salido de la crisis, porque Pablo Iglesias entiende que Podemos es un partido que se nutre fundamentalmente de ese momento de excepcionalidad". Además, recalca, que el partido pueda rentabilizar la pérdida de votos del PSOE no es un hecho sobre el que exista consenso, de modo que "Iglesias se está centrando en recuperar el millón de votantes que dejó de votar a Podemos [el 26J], precisamente tratando de mantener vivo el conflicto social".

La estrategia emprendida por Iglesias para reconquistar a las clases populares, señala el profesor de Ciencia Política en la Universitat de València Juan Rodríguez, apunta a unas prioridades que buscan "competir por el espacio de Izquierda Unida y un poco más allá, es decir, el espacio que en términos retóricos se ha asociado a la clase obrera", aunque, matiza el politólogo, "no tiene mucho sentido diferenciar entre clase obrera y clase media". De este modo, agrega, "Iglesias se reafirma una vez más en su aspiración por darle a Podemos una orientación del espacio hacia la izquierda frente a la capacidad del partido en sus inicios de cosechar apoyos más transversales que incluso llegaban hasta el centro".

Frente a él, Íñigo Errejón abandera un discurso, al reivindicarse como alternativa de orden, "similar a la izquierda socialdemócrata o moderada que trata de presentarse como un partido de izquierda, pero de orden". Por ello, "busca un voto moderado frente al más radical", lo que lleva a Rodríguez a concluir que "Iglesias se conformaría con ser una IU ampliada, mientras que Errejón quiere ir más allá y transformarse en socialdemócrata desde una perspectiva electoral".

Incorporar nuevos votantes

La cuestión de a quién debe dirigirse el partido es uno de los principales puntos donde las corrientes internas divergen de forma más significativa. A juicio de Guillermo Cordero, "que las bases tiren de Podemos hacia la izquierda aleja a la formación del centro-izquierda, que es donde se encuentra su electorado potencial, especialmente en un momento de crisis interna del PSOE en el que los votantes del partido se muestran cada vez menos ilusionados". Por ello, señala Cordero, "es fácil intuir que Podemos se podría beneficiar de la caída libre de los socialistas a corto plazo", la pregunta es, remata, "por qué no se está beneficiando más".

La portavoz adjunta de Podemos en el Congreso, Irene Montero, recalca en conversación con este diario que el partido sólo será capaz de ganar si incorpora nuevos sectores al proceso de votación. "Ganaremos unas elecciones si somos capaces de que gente que tradicionalmente no votaba ahora sí se sienta representada en ese proceso político", señala Montero, "y no si intentamos incorporar a gente de otros partidos".

Para ello, considera, "debe haber un proceso popular de rescate a la democracia, y eso pasa por la construcción de una identidad popular, plebeya, en la que es la sociedad la que tiene que estar en las instituciones". Esa construcción, continúa, comienza a partir de una identificación con "esos sectores populares, y no intentando parecernos a los ricos". Es a ese sector de la población, a las personas afectadas por una "crisis de expectativas", al que la corriente más próxima a Iglesias apela para "evitar que se vulneren sus derechos y tengan una vida con garantías aceptables", una aspiración que consideran completamente alejada de "la abundancia asociada a la idea del rico".

Además, continúa Montero, "hay muchos expertos en procesos electorales que nos dicen que podemos crecer un poco con personas clásicamente vinculadas al PSOE", sin embargo, recalca, los sectores más amplios de votantes socialistas, pese al desencanto, "van a seguir votándoles o bien van a dejar de votar, pero no necesariamente" en beneficio de Podemos.

La facción errejonista del partido, por su parte, dirige su discurso hacia un público más amplio y transversal. "Si te obsesionas con la clase obrera, pierdes votantes y eres incapaz de captar nuevos", consideran fuentes próximas al número dos del partido, algo que "es un error clásico de la izquierda".

Por el contrario, y ante un Gobierno sin mayorías en el que la oposición adquiere un papel imprescindible, "Podemos tiene que seguir a la ofensiva, y eso implica hacer lo mismo que al principio: tratar de interpelar con un discurso, pero también construir una organización en la que se vean representadas personas muy distintas, de signos políticos y tradiciones muy diferentes, y también de sectores sociales diversos".

El sector errejonista defiende que una de las razones por las que en las elecciones de junio Podemos perdió cerca de un millón de votos es por haber planteado "un plebiscito entre el PP y una alternativa gobernada por Unidos Podemos", de modo que se convirtió en una elección entre dos proyectos en la que la formación morada "todavía era vista como una opción de protesta, pero el electorado no confiaba en nosotros para gobernar ya". Ese público, "que es de muy diferente condición", apoyará al partido cuando sea "una fuerza capaz de gobernar haciendo un trabajo institucional". Por ello, Íñigo Errejón emplea el término "alternativa de orden" para referirse al trabajo enfocado a ganar la confianza del potencial electorado a través de la labor institucional y a la construcción de proyectos reales con opciones de ser impulsados políticamente a corto plazo.

¿Puede Podemos gobernar?

Ante la pregunta sobre las posibilidades que tiene un partido como Podemos de llegar al Gobierno, el politólogo Juan Rodríguez lo tiene claro: "Por supuesto que puede gobernar", asegura, tras poner como ejemplo "parte de Europa donde la izquierda radical está en el poder". Apunta a países como Grecia o Portugal, este último donde el Bloco de Esquerda –partido que Rodríguez identifica con Podemos– y los socialistas sí decidieron llegar a ese pacto que en España no fue posible. Como consecuencia, relata el politólogo, "el Bloco tuvo que contrastar su programa con la realidad y ver cómo podía aplicarlo".

Su conclusión es que "la izquierda radical, cuando llega al Gobierno en Europa, no implica necesariamente desestabilidad o poner en riesgo el bienestar de las políticas" sino que, por el contrario, "significa mucha presión sobre ella porque obliga a confrontar el programa con la realidad, algo que beneficia a los sectores representados por esa izquierda, favoreciendo la integración política".

La fórmula que permitiría la llegada al poder en el caso de Podemos contempla, a juicio de Rodríguez, "lógicas de competencia" que el propio PSOE experimentó "durante más de 30 años al captar el voto moderado o del PP, y al mismo tiempo a ciertos sectores de la izquierda radical que no querían que los conservadores ganaran". Otra cuestión, remata el politólogo, "es si Podemos está en disposición de hacerlo".

Precisamente en este punto entra en juego la idea de convertir a Podemos en una alternativa de orden. El ala errejonista del partido aboga por "reforzar la confianza que hemos obtenido de la gente que nos ha votado ya, que no quiere un partido ideologizado que se mantenga al margen de la labor institucional y no negocie, sino que quiere un partido que proponga iniciativas y que en la medida de lo posible sea capaz de interpelar a gente que no acaba de confiar para votarnos", señalan fuentes próximas al número dos.

Se trata, en esencia, de no ser "un partido al que votas porque estás enfadado, porque es un partido que protesta y que lleva las reivindicaciones de los movimientos sociales de la calle", sino que sea percibido como un partido "capaz de plantear una alternativa de Gobierno para mañana".

Irene Montero, por su parte, apuesta por ser una alternativa de ley y orden entendida ésta como "lo que el débil le arrebata al poderoso". Por ejemplo, continúa, "el derecho a huelga se puede ver como una imposición del poderoso o como una conquista y una victoria nuestra, incluso aunque se lo quieran saltar". Por ello, "el débil tiene la ley y tiene el orden, mientras que el poderoso no necesita la ley, y de hecho se la salta. Somos el partido del orden porque el desorden lo generan ellos" y, en este sentido, subraya que "el orden también se construye fuera de las instituciones tradicionales".

Montero coincide con sus compañeros en que, para gobernar, es imprescindible entender que tienen capacidad para hacerlo, algo que "ya ocurre y lo vimos cuando le propusimos a Pedro Sánchez formar Gobierno". El segundo paso para ello es, a juicio de la portavoz adjunta, "contar con las organizaciones de la sociedad civil que normalmente son ignoradas por el poder institucional", porque "no somos nosotros quienes tenemos las varitas mágicas, sino que las claves las tiene la gente que está en los espacios de lucha", y que son el impulso ineludible para que, según Montero, la formación morada pueda alcanzar el poder.

Una mimetización y consecuente reconquista de las clases populares. Es la tesis que defendió Pablo Iglesias en la presentación del libro La clase obrera no va al paraíso (Akal), firmado por Ricardo Romero –más conocido como Nega– y la politóloga Arantxa Quiroga, el pasado 24 de noviembre. Durante el coloquio, el líder de la formación morada defendió que su partido puede alcanzar la victoria si es capaz de "politizar el orgullo de lo popular", apostando por "una noción de transversalidad que se construya en lo popular, porque si la transversalidad se construye en una recomposición del concepto burgués de clase media, creo que nosotros no podemos ganar, aunque nos disfracemos de eso".

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