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“El discurso de la recuperación es una broma de mal gusto”

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Pasan las 12:30 de la noche y por fin Enrique dispone de un momento para atender la llamada de infoLibre desde el aeropuerto de Málaga. Este gaditano de 35 años pasará la noche entera despierto entre voces de megafonía y el incesante ruido de las maletas que arrastran los pasajeros camino de su puerta de embarque. Se dirige a San Petersburgo (Rusia), la ciudad en la que reside y trabaja como profesor de español desde hace poco más de tres años y en la que le aguardan la mujer y el hijo que ambos están esperando. Con su futuro laboral y familiar puesto en la Rusia de la que es natural su mujer, Enrique regresa de una fugaz visita al San Fernando del que un día se marchó huyendo del insoportable desempleo que históricamente ha azotado a la provincia andaluza.

Enrique Menacho nunca imaginó que su carrera como historiador podría acabar llevándolo hasta la lejana Rusia, un destino que acabó por encontrarse cuando un día, y a través de las redes sociales, fue contactado por una estudiante de español rusa. “Estuvo unos años estudiando en una academia privada y después de haber aprendido bastante bien el idioma, se propuso practicar español con nativos. Por diferentes azares me encontró a mí a través de Facebook”, explica a infoLibre recordando los primeros pasos de una relación que les resultó imposible estabilizar en una España golpeada por la crisis. “Cuando me quise dar cuenta ya estaba pensando qué hacer para que ella se viniera o cómo hacer para irme yo. Pero como la cosa ya no pintaba nada bien aquí, me lié la manta a la cabeza y decidí marcharme yo”.

El historiador español Enrique Menacho junto a su pareja.

Con sus posibilidades laborales mermadas en España, donde la titulación de historiador apenas encuentra salida, este gaditano fue madurando la decisión de marcharse mientras se preparaba como docente de español para extranjeros. Una formación que le sirvió un año después para acomodarse en el mercado laboral ruso donde ahora trabaja dando clases en una escuela privada. “En los últimos diez años aproximadamente, el español ha adquirido bastante prestigio y los estudiantes empiezan a elegirlo más”, indica para revelar un creciente interés por este idioma que solo alcanza a explicarse por la admiración que generaron los pasados éxitos de la selección española. “El fútbol ha sido muy importante para visibilizar España. Cuando se enteraban de dónde era, lo primero que hacían era decirme los nombres de los jugadores de la selección, además veías gente con la camiseta de la roja y eso era algo que me llamaba bastante la atención. Así que el fútbol puede ser una de las razones, pero no lo sé”, admite desconcertado.

Interrumpido por los continuos avisos de megafonía, este gaditano, que reconoce sentir nostalgia por su tierra natal, asegura estar agradecido a un país en el que ha encontrado trabajo, hogar y familia. Una estabilidad difícilmente alcanzable para cualquier joven titulado en la España de la crisis. “Aquí he podido casarme, ahorrar para comprarme un piso, mi mujer se quedó embarazada y podemos permitírnoslo. En este sentido no paso apuros y no me preocupa llegar a fin de mes”, asegura al tiempo que reconoce lo difícil que le ha resultado aclimatarse a las largas jornadas de oscuridad y frío de San Petersburgo: “Es muy duro, todo lo que gano en tranquilidad económica, lo pierdo en comodidad, porque son muy pocas horas de luz y hace un frío atroz y muy húmedo”.

Enrique es consciente de los recelos que aún despierta la compleja realidad política y social de Rusia, una nación cuya calidad democrática se ha visto internacionalmente puesta en entredicho por la aprobación de leyes represivas contra los homosexuales o por acontecimientos como el juicio celebrado contra las componentes del grupo feminista Pussy Riot. Un proceso que acabó con la ejemplarizante encarcelación de tres de sus integrantes por protagonizar una protesta en la Catedral de Cristo Salvador de Moscú. Una realidad que aún aleja a muchos de sus compatriotas de elegir Rusia como país de acogida. “Entiendo que para los españoles que deciden marcharse al extranjero elijan Rusia como último destino”, explica al tiempo que reconoce el déficit democrático que todavía sufre el país eslavo. “Éste es un país tan vasto, tan plurinacional, que el proceso es lento, pero bueno, ahí anda. Se nota mucho la diferencia entre las generaciones mayores, los que vivieron la dictadura. Cuanto más mayores son los ciudadanos, más a favor están de Putin, porque tienen más estabilidad económica y más libertades de las que vivieron de niños”, explica.

Este gaditano continúa encendiendo la radio cada noche para escuchar las noticias que llegan de su país. Un hábito que lo ha acompañado a lo largo de estos tres años y que no le permite olvidarse de la difícil realidad por la que atraviesa ahora España. “El discurso de la recuperación es una broma de mal gusto”, asevera. “Esta mejoría supongo yo que será para los de siempre, los que están arriba, pero los que estamos abajo todavía no hemos recibido ni las migajas”, reflexiona al tiempo que confiesa que ya solo contempla su país “como un lugar idóneo para la jubilación, como hacen los ingleses y los alemanes”.

¿Hemos perdido un español? “La verdad es que sí”, responde, “dentro de diez años no sé si tendremos la fortuna de comprarnos un palacio y volvernos mi familia y yo a España, pero siendo realista, sin ensoñaciones, yo a España no vuelvo por lo menos por muchos años”.

Pasan las 12:30 de la noche y por fin Enrique dispone de un momento para atender la llamada de infoLibre desde el aeropuerto de Málaga. Este gaditano de 35 años pasará la noche entera despierto entre voces de megafonía y el incesante ruido de las maletas que arrastran los pasajeros camino de su puerta de embarque. Se dirige a San Petersburgo (Rusia), la ciudad en la que reside y trabaja como profesor de español desde hace poco más de tres años y en la que le aguardan la mujer y el hijo que ambos están esperando. Con su futuro laboral y familiar puesto en la Rusia de la que es natural su mujer, Enrique regresa de una fugaz visita al San Fernando del que un día se marchó huyendo del insoportable desempleo que históricamente ha azotado a la provincia andaluza.

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