“Vamos a ganar por más diferencia de la que algunos piensan", decía esta semana el expresidente José María Aznar. El PP está convencido del cambio de ciclo. Y Feijóo, con el viento a favor de las encuestas, se ve ya en La Moncloa. Pero la historia de la comunicación política demuestra que un excesivo triunfalismo antes de votar puede tener su contrapartida y beneficiar al partido contrario. Y, si no, que se lo digan a Hillary Clinton cuando fue derrotada por Donald Trump. O al propio Aznar en 1993, al que todas las encuestas daban como vencedor.
Pocas veces habíamos visto un escenario político en el que el marco del cambio de ciclo estuviese aparentemente tan claro. La percepción de que el Partido Popular va a ganar las elecciones, consiga o no formar Gobierno, está extendida entre la opinión pública. El CIS preelectoral de hace unos días concluía que el 65% de los ciudadanos cree que el PP vencerá, pero, curiosamente, solo al 28,4% le gustaría que lo hiciera. Menos de la mitad de los que creen que resultará ganador.
Hay varios factores que influyen en la consolidación de esta percepción. El mal resultado del PSOE en las elecciones del 28M y la pérdida de poder en la mayoría de las autonomías, el desgaste de la figura de Pedro Sánchez y, sobre todo, una tendencia clara en las encuestas electorales que juegan un papel crucial. Los trackings que publican a diario los medios de comunicación marcan la agenda e influyen considerablemente en nuestros estados de ánimo.
Como explica la politóloga Laura López en Los sondeos electorales como problema de desinformación, “la permanente aparición de resultados demoscópicos incrementa el ruido del sistema político, posibilitando que sean uno de los elementos centrales del debate político”. Pero, ¿cómo juegan los partidos con nuestras expectativas? ¿Beneficia el relato del triunfalismo al PP o consigue también movilizar a una parte del electorado de izquierdas?
El ‘efecto bandwagon’ en el PP
El Partido Popular cabalga a lomos del caballo ganador desde el gran resultado que tuvo en las elecciones autonómicas. Se está aprovechando de una tendencia sociológica denominada el efecto bandwagon, que en español se podría traducir como efecto arrastre. Este fenómeno, ampliamente estudiado en la psicología conductual, consiste básicamente en que los ciudadanos votan al partido que creen que tiene más posibilidades de ganar.
“El PP había perdido el control de la agenda en la precampaña por sus pactos con Vox en ayuntamientos y autonomías, pero ahora está siendo muy hábil para que no haya una desactivación de su propio electorado, haciendo el paripé en Murcia y que parezca que se aleja de la extrema derecha”, explica el politólogo Eduardo Bayón.
El efecto bandwagon está relacionado también con la famosa Teoría de la espiral del silencio que propuso la científica política alemana Elisabeth Noelle-Neumann en el año 1984. Se basa en que a las personas tememos que se nos aísle socialmente si tenemos opiniones diferentes a las mayoritarias. Aunque esta teoría sería difícilmente aplicable al panorama político actual, profundamente polarizado, y en el que las preferencias electorales de los ciudadanos se dividen principalmente en dos bloques muy igualados.
El ‘efecto underdog’ en el PSOE
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Eslóganes de los populares como el “puede que no seamos tu partido, pero en este momento somos la solución”, las sospechas sobre el sistema de voto por correo que están vertiendo o la constante apelación al voto útil van en esta dirección. Sin duda, que todos piensen que eres el ganador da votos, pero también puede despertar una consecuencia indeseada en el electorado del partido contrario: el llamado efecto underdog.
Este fenómeno se basa en el sentimiento de simpatía que despierta un partido que no parte como favorito porque se desarrolla un sentimiento de identificación por el más débil. “Estamos viendo que entre el electorado progresista hay ganas de frenar a la derecha, sobre todo, en los que votaron a Unidas Podemos en 2019. Entre un 15% y un 20% dicen que van a votar al PSOE según distintas encuestas, una cifra muy alta”, concluye el politólogo Dani V. Guisado.
La mayoría de estas encuestas, excepto el CIS de Tezanos, dan al bloque de la derecha varios puntos por encima del progresista. Sánchez sigue convencido de que aparecer en todo tipo de formatos para romper con la deshumanización que han hecho de su figura y reivindicar la acción del Gobierno le da votos. Muy comentada ha sido este domingo su entrevista en el pódcast estrella de la generación Z, La Pija y la Quinqui. También tiene una oportunidad para reforzar el discurso de la remontada en el debate a cuatro de RTVE, a solo tres días de las elecciones. Un debate en el que Feijóo cederá todo el protagonismo e iniciativa política a Abascal, tras haberse negado a acudir.
“Vamos a ganar por más diferencia de la que algunos piensan", decía esta semana el expresidente José María Aznar. El PP está convencido del cambio de ciclo. Y Feijóo, con el viento a favor de las encuestas, se ve ya en La Moncloa. Pero la historia de la comunicación política demuestra que un excesivo triunfalismo antes de votar puede tener su contrapartida y beneficiar al partido contrario. Y, si no, que se lo digan a Hillary Clinton cuando fue derrotada por Donald Trump. O al propio Aznar en 1993, al que todas las encuestas daban como vencedor.