La repetición de los comicios han tenido lugar, en el caso de Cataluña, en medio de una crisis política que amenaza con desembocar en nuevas elecciones autonómicas. Las dificultades de entendimiento entre la alianza independentista trabajosamente tejida hace seis meses entre Convergència y Esquerra Republicana (ERC) y los anticapitalistas de las CUP han dado al traste con el proyecto de Presupuestos para este año, de forma que al final se han tenido que prorrogar los de 2015.
El president de la Generalitat, Carles Puigdemont, se someterá en septiembre a una moción de confianzamoción de confianza indisolublemente ligada a la aprobación del proyecto presupuestario para 2017. Si las CUP votan en contra, la ruptura entre partidos independentistas será definitiva y hará inevitable un adelanto electoral de consecuencias imprevisibles.
En este contexto, y si nos atenemos al reparto de escaños, pudiera parecer que en Cataluña apenas ha pasado nada en la votación del 26J: sólo cambia de bando un escaño por Lleida (lo ha perdido el PSC en favor del PP). Pero esta aparente calma en el escenario político catalán esconde mutaciones de fondo muy llamativas.
La primera de ellas tiene que ver con las formaciones que han salido ganando, una del bando independentista (ERC), la otra en las filas constitucionalistas (PP). Esquerra no ha conseguido aumentar su representación, volverá a tener nueve diputados en el Congreso, pero sí ha incrementado significativamente sus votos (un 4,5%) a pesar de que la participación en el conjunto de Cataluña descendió algo más de tres puntos porcentuales. Es claramente el vencedor en la pugna con la derecha nacionalista de Convergència, cuyas candidaturas se han derrumbado un 15%.
Una parte de la subida de ERC puede deberse a que esta vez, a diferencia de lo que ocurrió en diciembre, sus candidaturas han contado con el apoyo explícito de voces muy relevantes de las CUP, formación que no se presenta a las elecciones generales.
La segunda novedad de estas elecciones en Cataluña, y seguramente la más importante, es el hundimiento de la derecha nacionalista. La formación de Artur Mas, que en las próximas semanas encara un congreso de refundación con la sombra del procesamiento de su líder por la consulta del 9N como telón de fondo, ha perdido 85.000 sufragios en seis meses y se ha convertido en el cuarto partido en su comunidad en número de votos.
Es verdad que el hecho de haber sido capaces de conservar sus ocho diputados les ha permitido disimular la situación, pero no esconder una situación muy delicada, especialmente si hay elecciones anticipadas. CDC sumó este domingo 481.839 votos, apenas 19.000 más que el Partido Popular. En los cinco años transcurridos desde las elecciones de 2011, cuando todavía existía CiU, los convergentes han visto cómo se evaporaban más de 532.000 votos. En 2011 CiU le sacaba a ERC 750.000 sufragios; hoy los republicanos les superan por casi 150.000.
El alcance del sorpasso de ERC a CDC es particularmente visible en el Senado: republicanos y convergentes tenían hasta ahora seis escaños por bando (más otros dos de representación autonómica). Ese equilibro ha saltado este domingo hecho trizas: ERC logró el domingo diez senadores y CDC tuvo que conformarse con dos.
El PP sube, Ciudadanos se derrumba
El PP está todavía muy lejos de los 715.803 votos (un 20,7%) y 11 diputados que consiguió en 2011, cuando la crisis aupó la candidatura conservadora a la mayoría absoluta del Congreso. Sin embargo, ha conseguido marcar distancias con los malos resultados del 20D. Esta vez no sólo ha sumado un diputado más por Lleida (el PP catalán tendrá seis asientos en la Cámara baja que se constituye el 19 de julio) sino que ha incrementado un 10,5% sus votos, una cifra especialmente destacada si se tiene en cuenta la caída de tres puntos que ha sufrido la participación. Su recuperación fue más acusada en Tarragona, Barcelona y Lleida.
Entre los partidos constitucionalistas, el PSC ha salido mal parado. Ha perdido más de 32.000 votos (un 5,4% de los que obtuvo en diciembre) y ahonda la tendencia a la baja de los últimos años. En 2011, en plena crisis económica, el PSC consiguió 920.323 votos, casi el doble que el pasado domingo.
En cualquier caso, los principales damnificados han sido los Ciutadans de Albert Rivera, que no sólo han visto desaparecer en seis meses 112.427 papeletas (el 23% de lo que habían conseguido en diciembre) sino que han perdido una posición en el tablero político en favor del PP, sus principales rivales en el discurso antinacionalista. Barcelona y Lleida son las provincias en las que el retroceso ha sido más acusado.
A mitad de camino de independentistas y constitucionalistas, En Comú Podem, la marca catalana de Podemos que lidera la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha retenido la primera posición con 848.526 votos (24,51%) a pesar de haber perdido 81.000 (un 8,7%). Es la formación política más dependiente de la provincia de Barcelona (consigue en esta circunscripción el 81,4% de sus votos, cinco puntos porcentuales más del peso relativo de esta provincia sobre el total catalán) y es en esta demarcación donde más se nota el retroceso (paradójicamente, en las demás provincias incrementa incluso su porcentaje de voto a pesar de perder sufragios como consecuencia de la caída en la participación, un fenómeno que también afecta al PSC).
Las subidas y bajadas de los diferentes partidos apenas tiene consecuencias en la dialéctica entre el bloque político que reclama la independencia y el conjunto de formaciones alineados en contra de esta posibilidad: los partidos contrarios a la independencia apenas han aumentando medio punto su influencia: PSC, PP y Ciutadans sumaron el domingo 1,4 millones de votos (100.000 menos que en diciembre) y siguen siendo mayoría con un 40,4% del total.
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Las formaciones partidarias de la ruptura con España (ERC y CDC) han incrementado también su peso en el escenario político catalán (en este caso un punto porcentual) a pesar de haber perdido casi 58.000 sufragios (ahora su peso es del 32%).
La tercera vía de En Comú Podem, tercera vía la formación que defiende la permanencia en el Estado español pero también el derecho a decidir de los catalanes, se mantiene estable en términos porcentuales con un 24,51% (pierde apenas dos décimas) aunque ha perdido 81.000 votos.
En todo caso, quienes esperasen que un cambio de signo político en el Gobierno de España permitiese desbloquear la situación política catalana se han visto decepcionados. El estancamiento de Podemos desvanece cualquier posibilidad de una consulta legal que legitime o ponga fin al procés independentista, y el retroceso del PSOE aleja también la idea de llevar a cabo una reforma constitucional que dé acomodo a las demandas de Cataluña. Y hasta ahora los Gobiernos del PP han alimentado a los partidos independentistas.
La repetición de los comicios han tenido lugar, en el caso de Cataluña, en medio de una crisis política que amenaza con desembocar en nuevas elecciones autonómicas. Las dificultades de entendimiento entre la alianza independentista trabajosamente tejida hace seis meses entre Convergència y Esquerra Republicana (ERC) y los anticapitalistas de las CUP han dado al traste con el proyecto de Presupuestos para este año, de forma que al final se han tenido que prorrogar los de 2015.