Siempre he defendido que las encuestas son herramientas necesarias para conocer el estado de una carrera electoral y que permiten a la población mantenerse informado antes de acudir a las urnas.
Las encuestas de intención de voto han adquirido una gran popularidad en los últimos años. En todo 2008 –un año electoral–, se publicaron más de 250 sondeos y, en 2019 –con la celebración de dos elecciones generales–, la cifra ascendió por encima de 1.200, según una base de datos propia.
Esto ha acarreado, inevitablemente, un análisis cada vez más cuantitativo de la opinión pública, no solo destacando algunas claves interesantes para interpretar la situación política actual, también ayudan a concretar los equilibrios existentes.
Por ejemplo, sabemos –con otras fuentes de datos– que los jóvenes tienden a votar menos que otros segmentos de la población, o que la participación en barrios progresistas ha sido menor que en los barrios conservadores. Con las encuestas en la mano, podemos conocer el detalle, que entre los abstencionistas el 56% son mujeres (5 puntos más de lo que representan en el conjunto de la población) y que la izquierda está menos movilizada que la derecha: el 61% de los votantes del PSOE en 2019 dicen que seguro que votarán en las elecciones de julio, 14 puntos menos (75%) que los votantes del PP.
Los sondeos han mejorado el análisis político, y por eso hoy hablamos de abstención diferencial, pero las encuestas de intención de voto –aquellas que se realizan exclusivamente para estimar el voto y no incorporan mucha información más allá– tienen, todavía, una tarea por delante: publicar estimaciones de participación.
En los últimos cien días antes del 23 de abril, se han publicado en torno a 80 encuestas de 21 empresas distintas, aunque solo 7 de ellas han publicado la estimación de la participación (lo colocan entre el 62-72%), lo que supone aproximadamente el 20% de todas las publicadas.
Entre las que sí publican, se encuentran GAD3/Vocento, Simple Lógica/elDiario.es o NC Report/La Razón. Las dos primeras colocan la participación por encima del 70%, en los mismos términos que se pronunció Pedro Sánchez, lo que supondría una participación cercana a la media histórica, a pesar de que en las últimas elecciones cayera hasta el 66%.
La encuesta realizada por NC Report, en cambio, apunta a una participación incluso por debajo de las generales de noviembre de 2019, cerca del 65%, que supondría la tasa de participación más baja de la historia reciente.
Además, en los registros históricos que he podido recabar –con encuestas publicadas en los últimos cien días antes de las elecciones desde 2008– colocan la desviación entre la estimación de la participación de la encuesta y el resultado final en 2,9 puntos, de media. En las generales de 2015, por ejemplo, la desviación fue de casi 5 puntos, sobreestimando la participación por encima del 70%.
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En las últimas elecciones de noviembre de 2019, las encuestas fallaron tan solo 1,6 puntos en la participación, en este caso, infraestimando el resultado. También hay casos flagrantes, como se puede apreciar en el interactivo que sigue a continuación, donde se pueden consultar el error que cometió cada encuesta intentando estimar la participación.
Las diferencias y las ausencias en la estimación de la participación complican el análisis y distorsionan las interpretaciones políticas, sobre todo las que se hacen hablando en términos absolutos: ¿cómo vamos a conocer cuántas personas se abstendrán, o cuántas de ellas están cambiado de partido, si no estamos estimando la participación (o lo hacemos regular)?
Las encuestas han cobrado mucho protagonismo en el debate público, pero la interpretación y comunicación que hacemos de ella no es siempre la mejor, sobre todo en lo que atañe a datos de participación. Es uno de los retos patentes que tiene el sector de las encuestas y modelos basados en ellas, pero ser consciente de ello también permite distinguir la señal del ruido.
Siempre he defendido que las encuestas son herramientas necesarias para conocer el estado de una carrera electoral y que permiten a la población mantenerse informado antes de acudir a las urnas.