“Venga, venga, que quien me manda me dice que aquí están los pendrives, los discos duros y los papeles”. Esa es una de las frases que, según relató ayer a infoLibre el entorno de Bárcenas, profirió Enrique Oliveras García tras asaltar la vivienda del extesorero del PP y mientras retenía a su esposa y a uno de sus hijos a punta de pistola, aunque ahora se sepa que la pistola era de coleccionista. Las fuentes consultadas creen que la mención a un tercero –“quien me manda”– refuerza la tesis de que el ataque no fue obra de un perturbado, en contra de lo que en principio difundió la Policía, por mucho que perpetrase el asalto disfrazado de cura, se expresara de manera inconexa en el momento de su arresto y se declarase encantado con la idea de ir a la cárcel.
Mientras el abogado de Bárcenas, Javier Gómez de Liaño, se ha limitado a pedir una investigación en profundidad, personas cercanas al extesorero pero ajenas por completo a su defensa interpretan que lo sucedido guarda relación con “las cloacas”. Esa hipótesis ganó ayer adeptos en las redes sociales pero fue tajante y oficialmente descartada por los servicios secretos: Olivares no tiene ni ha tenido nunca nada que ver con el CNI, dijo a este diario una fuente cualificada del Centro Nacional de Inteligencia.
Otros expertos, estos sin ningún vínculo político ni afectivo con el extesorero del PP, creen que, en efecto, el asalto pudo ser ordenado desde las cloacas: “Pero no las del Estado sino de las que buscan amendrentar a Bárcenas”. Desde luego, entre los allegados al extesorero cunde el temor a que Olivares haya actuado solo como marioneta en una función destinada a frenar cualquier nueva revelación que afecte al PP, sus presuntas donaciones ilegales y sus preguntos pagos igualmente ilegales. Otros conocedores de la historia que comenzó en febrero con la difusión de los papeles de Bárcenas –la contabilidad B del PP- entienden que la amenaza puede venir de un flanco radicalmente distinto: “Si debe algo a alguien, el asalto es una forma de recordarle que lo debe”.
Lo presumible es que el juez ordene un examen psiquiátrico de Olivares, lo que despejará la primera duda del caso: si está o no en sus cabales.
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El asaltante, que ayer se negó a declarar en comisaría, posee un jugoso historial delictivo pero de estricta apariencia cuerda: en enero de 2022, y como adelantó ayer este diario, fue detenido por estafa en Salta, la provincia argentina desde donde Ángel Sanchís, otro extesorero del PP cuyas operaciones con Bárcenas investiga el juez, comercializa cítricos cultivados en el latifundio de La Moraleja. Olivares, que llegó a usar varias identidades falsas en su periplo por países latinoamericanos con gran incidencia del narcotráfico como México y Colombia, fue condenado entonces por 17 delitos de estafa a braceros a los que, a cambio de dinero, ofreció un falso contrato y una falsa vivienda en el campo murciano. Fuentes de la Policía de Salta, provincia muy extensa y muy próxima a la frontera con Bolivia, aseguran que esos 17 “hechos de estafa” solo le costaron 10 meses de cárcel: ingresó en prisión en diciembre de 2002 y recuperó la libertad en octubre de 2003. Cuando la Policía pilló al estafador con las manos en la masa –un agente camuflado se hizo pasar por jornalero–, hacía mucho que Interpol lo buscaba por narcotráfico.
Aun sin ofrecer fecha exacta, las fuentes consultadas datan en 2006 el momento en que Olivares regresó al padrón municipal de Cuenca tras casi dos décadas en América. ¿Fue una condena leve la de Salta, territorio del Gran Chaco zarandeado durante décadas por caciques y narcotraficantes, o es solo que la legislación argentina impone penas modestas a los estafadores? La Policía salteña, que ayudó a este diario a reconstruir aquel episodio delictivo de Olivares, dice no saberlo. El dueño de La Moraleja SA, Ángel Sanchís recalcó de nuevo que jamás ha tenido relación directa o indirecta con el asaltante de los Bárcenas: ni personal ni laboral a través de su empresa frutícola o de cualquier otra sociedad.
Las características del asalto a los Bárcenas, audaz, teatral y “como de sainete” en opinión de una fuente jurídica con larga experiencia en la persecución de clanes, aparece conjugada con el peculiar perfil del asaltante. ¿Sabía Olivares que al portar una pistola de coleccionista sería más que difícil atribuirle el delito de tenencia de armas? ¿Es congruente su supuesta perturbación mental con su negativa a declarar ante la Policía? ¿Ha hecho uso de su derecho a un abogado de oficio porque está sin blanca o es ese un movimiento de despiste? Las incógnitas, tal vez, comenzarán hoy a resolverse cuando Olivares haya pasado su segunda noche en los calabozos de la comisaría de Moratalaz y sea puesto a disposición del juez.
“Venga, venga, que quien me manda me dice que aquí están los pendrives, los discos duros y los papeles”. Esa es una de las frases que, según relató ayer a infoLibre el entorno de Bárcenas, profirió Enrique Oliveras García tras asaltar la vivienda del extesorero del PP y mientras retenía a su esposa y a uno de sus hijos a punta de pistola, aunque ahora se sepa que la pistola era de coleccionista. Las fuentes consultadas creen que la mención a un tercero –“quien me manda”– refuerza la tesis de que el ataque no fue obra de un perturbado, en contra de lo que en principio difundió la Policía, por mucho que perpetrase el asalto disfrazado de cura, se expresara de manera inconexa en el momento de su arresto y se declarase encantado con la idea de ir a la cárcel.