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A España le faltan referentes contra el racismo: de Francine Gálvez a Vinícius, negros en la esfera pública

Una manifestante sostiene una tarjeta roja junto a un cartel escrito "La Liga racista" durante una protesta contra el racismo

Patricia Godino

Anna Mae, la nieta de un esclavo que recogía algodón en las plantaciones del sur de Estados Unidos ha fallecido esta semana convertida, bajo el nombre de Tina Turner, en la reina del rock y en espejo para todas las estrellas que han venido después. La sirenita, aquel cuento de hadas que escribió hace 186 años Hans Christian Andersen sobre la princesa que habita el fondo del mar, tiene por vez primera la tez morena por decisión de esa fábrica de clichés que ha sido, durante muchas décadas, Disney. El crío que le pegaba al balón por las calles enfangadas de la favela de Porto do Rosauna es hoy el futbolista más aclamado de su generación… y centenares de aficionados del Valencia CF le han recibido al grito de ¡mono, mono, mono!

La historia nos ha enseñado que en la lucha contra el racismo caminamos dos pasos para adelante y uno para atrás. Se avanza, sí, aunque sea a trompicones.

En el caso Vinícius, al que le queda recorrido judicial, todo apunta a que Florentino Pérez está instrumentalizando esta polémica para beneficio de los intereses del club y de su imagen propia. También parece que la voluntad por solucionar el asunto del racismo y la violencia en los campos de fútbol –en primera y en el resto de categorías- es nula o, como mucho, cosmética por parte del presidente de la Liga de Fútbol Profesional, Javier Tebas, cuya gestión de esta crisis retrata su ideario.

Pero el caso Vinícius, por el que hasta el Cristo Redentor de Río de Janeiro se ha apagado, se ha manifestado la Unesco y ha copado portadas de la prensa internacional, brinda la oportunidad de hablar de racismo en España. Aprovechémoslo.

En términos generales, nadie se define racista, cosa distinta es la mirada que subyace a esta declaración que unas veces es cierta y otras, postureo. “Yo no soy racista, tengo muchos amigos negros” es el nuevo “Yo no soy homófobo, tengo muchos amigos gays”.

En esto, nuestro país coincide con el resto de las democracias liberales en las que, desde el Holocausto, institucional y socialmente, se considera inaceptable el racismo; los crímenes de lesa humanidad cometidos de forma sistemática y generalizada contra las minorías sacudieron la conciencia del mundo a partir de la II Guerra Mundial y ya nada ha vuelto a ser igual pero eso, en términos de psicología social, es anteayer.

Y aun así, en el caso español, “se ha avanzado mucho”, en opinión del politólogo Sebastian Rinken. “Hay reductos que no están a la altura [y el último ejemplo del fútbol es notorio] pero, como sociedad, chapeu”, opina este investigador especializado en el estudio de las migraciones internacionales con destino a España con especial énfasis en la evolución de la opinión pública al respecto.

Actualmente Rinken dirige, desde el IESA-CSIC, un proyecto de investigación sobre las razones por las que en España predominan actitudes comparativamente sosegadas hacia la inmigración y los inmigrantes que, con un trabajo de campo realizado en la primavera de 2019 y en octubre de 2020, nos deja, frente a otros países del entorno europeo, en buena posición. Una tesis que no resta gravedad a lo ocurrido con el jugador del Real Madrid pero sí contextualiza el debate.

Nuestra actitud sosegada puede que proceda del hecho de que seamos una tierra de emigrantes y cruce de civilizaciones desde el principio de los tiempos.

En concreto, las actitudes de la población española ante la inmigración suelen caracterizarse, apunta Rinken, como mayoritariamente benévolas, comprensivas o cuanto menos neutras. Este predominio de actitudes tolerantes es algo “excepcional”, al mantenerse durante la crisis económica que explotó en 2008 cuando reventaron las costuras del sistema de bienestar. Una crisis, por otro lado, que dejó unas heridas que no están curadas, sobre todo las relativas a la desigualdad que sufre sobremanera el colectivo inmigrante.

También fue 2008 el año a partir del cual fue creciendo el discurso xenófobo, espoleado por el inicio de la erosión del bipartidismo al que este 28M parece haber puesto fin. Aunque no llegó a las instituciones hasta 10 años después, tras las elecciones andaluzas de diciembre de 2018, Vox nació en 2013, en parte como emisario de esas políticas ultras que se han extendido por todo el continente pero que, a ojos de Rinken, en nuestro territorio modula a la baja el discurso migratorio si se compara con sus hermanos mayores del resto de Europa. Vox sería, por usar su lenguaje, la derechita cobarde para la Unión Cívica Húngara de Orban o el partido polaco Ley y Justicia de los hermanos Kaczynski. Hay peores por ahí fuera, ése es el triste consuelo cuando observamos los atropellos de Abascal y los suyos.

En resumen, el estudio indicaría que una amplia mayoría de la población española comparte actitudes abiertas respecto a la inmigración internacional, gracias, en parte, a que se aprecia la mano de obra inmigrante de manera complementaria a la autóctona.

Un dato apuntala esta idea, si los ocupados extranjeros abandonaran mañana el mercado laboral, el empleo global de la economía española caería hasta los 16,9 millones de ocupados, un 20% por debajo del nivel máximo registrado, según el informe sobre la integración de la población extranjera en el mercado laboral español, una cifra abrumadora que esconde, ay, que la brecha salarial por nacionalidad (española-extranjera) alcanza hasta el 34% y el 36% si la variante es mujer.

Cuestión distinta es cómo se percibe el impacto de la inmigración sobre el acceso a servicios públicos y su financiación. “Para disminuir las percepciones de agravio comparativo, la pedagogía política debe combinarse con una mayor dotación de recursos destinados a paliar situaciones de pobreza y exclusión social”, subraya de manera contundente el estudio. Aporofobia y racismo, cóctel letal.

El estudio del IESA certifica que la hostilidad antinmigrante “se dispara entre personas con ideología de derechas y singularmente, aquellas con ideología muy derechista”. Y como efecto rebote, la presencia institucional de un partido de derecha radical estaría induciendo a personas con ideología de izquierdas a declarar posicionamientos cada vez más favorables en materia inmigratoria. “Los datos disponibles -dice el estudio- no permiten discernir hasta qué punto estas tendencias reflejan cambios sustantivos de las actitudes subyacentes”.

Es decir, la existencia de Vox en nuestra vida democrática empujaría a muchos a contestar que no son racistas sin que interioricen que no sólo vale con decirlo, sino que toca practicarlo.

El reto hoy, de España y de toda la humanidad, en términos sociológicos, opina el experto, es reconocer las diferencias sin aplicar criterios de jerarquía. Dicho más sencillo, que de una vez por todas los blancos dejen de pensar que son superiores a los negros.

¿Cómo se trabaja en esta línea? Una clave es tener referentes, protagonistas a los que se dé espacio en el discurso social, político y mediático. Y en esto sí que vamos con retraso en España aunque, según las conclusiones del informe, la sociedad española haya entendido pronto que el desarrollo del país, la bonanza económica y su modernidad implica la presencia continuada de población migrante y por eso hace tiempo que lleva preparando su respuesta desde las administraciones públicas para ello (aunque las prioridades sean de distinta intensidad según quien gobierne).

Por el contrario, Alemania por ejemplo no pensó tan a largo plazo como España y al principio creyó que los turcos que llegaron iban a ser trabajadores invitados por un tiempo. Pero finalmente decidieron asentarse en un país en el que veían posibilidad de prosperar.

Desde los años 60, en que llegan los primeros, Alemania cuenta hoy con más de tres millones de turcoalemanes, un 3,6% de la población que han llegado ya a tener representación en las instituciones democráticas, principalmente en los partidos de izquierdas, según apunta Ismael Nour en un informe de El orden mundial. En el partido de Los Verdes el diputado Cem Özdemir llegó a ser copresidente y en las elecciones federales de 2017 consiguieron acceder al Bundestag 14 diputados de origen turco frente a los 11 de los anteriores comicios. En el estado de Renania del Norte-Westfalia, alemanes de raíces otomanas han creado el partido Alianza de Alemanes Demócratas, que llegó a recibir cerca de 45.000 votos.

En Reino Unido, el primer ministro es de ascendencia india y el alcalde de Londres, de origen paquistaní. ¿Cuánto tiempo queda para ver un dirigente político de origen extranjero no comunitario en España? “Nos vamos a sorprender, diría que quedan unos años, una cifra baja de dos dígitos”, presume Sebastian Rinken. ¿Hablamos de 10, 15, 20 años?

El dato de que, según el INE, la población extranjera en España es de unos 5,6 millones de personas (el 11,7% de la población nacional), a los que se suman aproximadamente dos millones de extranjeros nacionalizados españoles, lo que invita a pensar que pronto el parlamentarismo español será reflejo de lo que ya existe en muchos barrios, familias, parejas, pandillas, trabajos y aulas con un pantone de piel amplio, estimulante y hermoso.

El caso de Rita Bosaho como directora general de Igualdad de Trato y Diversidad Étnico Racial del Ministerio de Igualdad, no sin polémica en su día, podría dejar de ser excepcional.

La necesidad de protagonistas en el discurso público

¿Cómo se camina hacía en esa dirección? Lo decíamos antes, con referentes en todos los ámbitos, en el futbolístico y el deportivo en general se ha conseguido hace tiempo gracias al peso en las competiciones de jugadores de origen africano. Pero falta mucha presencia de personas racializadas en la esfera pública como en su día las mujeres necesitaron ver a ellas en puestos de poder para creérselo.

En marzo de 2022, el Parlamento Europeo aprobó una resolución para instar a la Comisión y a los estados miembros a suspender la financiación pública para aquellos medios de comunicación que incurran a la incitación del odio y la xenofobia. La ponente de aquella resolución, la eurodiputada liberal francesa Salima Yenbou señaló: “Tenemos que trabajar de manera activa contra el racismo para que nuestras hijas e hijos no se cuestionen si hay sitio para ellos en nuestra sociedad”.

¿Hay sitio para un presentador racializado en un telediario de prime time en España? Hace 30 años lo hubo. Los espectadores de los 90 recuerdan a Francine Gálvez, de madre camerunesa y padre español, y primera presentadora negra de un informativo en España. Hoy Desiré Ndjambo, en el 24 horas de TVE, es de los pocos ejemplos de afrodescendientes en un espacio de noticias, más allá de la presencia anecdótica que ocupan colaboradores y puntualmente presentadores en espacios de entretenimiento.

Las series de los 90, de hecho, participaron de esa educación aunque casi todas, por su producción americana, desde el punto de vista del conflicto racial en Estados Unidos, que tiene su propia historia como refleja el movimiento Black Lives Matter. El príncipe de Bel Air, con Will Smith, fue, quizás, la primera vez que en España caímos en la cuenta de que había negros que podían ser ricos y vivir en mansiones.

Centrándonos en Europa, el cine ha contribuido muchísimo en los últimos años a reflejar esa sociedad diversa que, no sin esfuerzo y arrastrando conflictos, debates y estigmas, está surgiendo de este primer tramo del siglo XXI. En España festivales de cine como el de Cine Europeo de Sevilla han servido de escaparate pero también espacio de reflexión a través de películas que proponen una mirada real de la experiencia racial. Por ejemplo, el último Giraldillo de Oro, máximo galardón del certamen, fue para Saint Omer, dirigida por Alice Diop, francesa de padres senegaleses, plantea, sobre un conflicto acerca de la maternidad, los problemas culturales de quienes migran.

Hoy el mundo de la comedia tiene referentes que, desde el humor, invitan a pensar en las contradicciones que tenemos que resolver todavía como sociedad. El podcast No hay negros en el Tíbet, que protagonizan Asaari Bibang, Frank T. y Lamine Thior, es un espacio revelador sobre la experiencia del colorismo en España para los más de 700 mil negros que viven en España.

Y por supuesto la literatura ha contribuido a plasmar el cambio social a lo largo de los tiempos. Hace unos meses, Capitán Swing publicó No me toques el pelo, en el que la irlandesa de orígenes nigerianos Emma Dabiri muestra que, lejos de ser solo pelo, la cultura del peinado afro es una alegoría de la opresión negra. “Como editorial, nuestra identidad se ha visto atravesada por la idea de justicia social, lucha de clases y la lucha por la igualdad de género y racial, son ejes transversales a la mayoría de autores que publicamos en los que figuran también los afrodescendientes que explican la desigualdad pasada y presente”, explica la editora Blanca Cambronero, sobre un sello que edita la icónica autobiografía de Malcom X, publicada originalmente en 1964.

Con un catálogo más pequeñito pero repleto de joyas, la editorial Consonni lleva tiempo trabajando este discurso: “Plantear el antirracismo vinculado a políticas contra la emergencia climática, las políticas queer y trans en conjunción con el feminismo… Todo tiene que ver con un mundo con más sentido y en el que creemos”, explica la editora María Mur sobre un sello que ha publicado autoras pioneras como Octavia Butler o Bel Hooks cuando no eran tan conocidas como ahora, voces nuevas como Charlene A. Carruthers o ha puesto fin al olvido de escritores como James Alan MacPherson, primer premio Pulitzer afroamericano, en 1978, con Espacio vital sobre la negritud desde el punto de vista político.

Sobre la experiencia migratoria desde la frontera sur, en Partir para contar. Un clandestino africano rumbo a Europa (Pepitas de Calabaza) el senegalés sevillanizado Mahmud Traoré, ayudado por el periodista francés Bruno Le Dantec, relata con pulso y crudeza la odisea moderna de su viaje a través del Sahel, el Sáhara, Libia y el Magreb hasta participar en el asalto colectivo a la frontera de Ceuta en 2005.

Si hubiera que detenerse en la lista de referentes musicales negros la lista sería infinita y quizás sus nombres ocupan, por méritos propios, la nómina de los mejores y más grandes músicos de todos los tiempos.

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En Sevilla, durante los siglos XVI y XVII, un 10% de la población era negra o mulata y llegó a conocerse en el resto de la península como el tablero de ajedrez por el gran número de negros que vivían en ella. Hoy en día quedan muy pocas huellas de ese pasado racista pero hay movimientos que trabajan por rescatar una historia que nos pertenece a todos.

La capital andaluza es también la ciudad donde Antonio Machín tiene una estatua. El negro venido de Cuba ya mandaba, en los años 40, recados a los poderes públicos en sus letras. En Angelitos negros decía: “Pintor de santos de alcoba, si tienes alma en el cuerpo, por qué al pintar en tus cuadros, te olvidaste de los negros”.

Desde los años 40 y a ritmo de bolero pidiendo referentes en la esfera pública. Ya toca, ya toca.

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