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El futuro de la política

La esperanza como motor político frente al odio: lo que revelan las campañas en EEUU y Reino Unido

El público ondea carteles con el nombre de su candidata en la Convención Demócrata de Chicago, el pasado 22 de agosto.

“Hay algo maravillosamente mágico en el aire. Lo estamos sintiendo aquí, pero se está extendiendo por todo el país. Un sentimiento familiar que ha estado enterrado muy profundamente durante demasiado tiempo. Ya sabéis de qué estoy hablando: es el poder contagioso de la esperanza”. Son palabras de Michelle Obama, esposa del expresidente Barack Obama y una de las voces más reconocidas del Partido Demócrata estadounidense, durante la convención recientemente celebrada en Chicago para proclamar la candidatura de Kamala Harris. 

El “poder de la esperanza” sintetiza perfectamente el cambio de discurso que está movilizando al PD desde la renuncia de Joe Biden a la reelección y que, al menos de momento, ha descolocado la narrativa dominante del aspirante republicano, el multimillonario Donald Trump, condenado por 34 delitos graves de falsificación de registros comerciales y sospechoso de estar detrás del intento de golpe de Estado que culminó con el asalto al Capitolio de Washington el 6 de enero de 2021. 

De estar a la defensiva, la campaña demócrata ha pasado a la ofensiva. De apenas resistir a expensas del miedo, que es el principal recurso dialéctico de Trump y de la derecha extrema norteamericana, a combatir el discurso del odio con mensajes en positivo. El contraste entre el siempre enfadado aspirante republicano y la sonrisa de Harris es tan evidente como el que separa las amenazas de regresión democrática del primero de las propuestas positivas en materia de derechos y recursos para la clase media de la segunda. 

Una estrategia eficaz

Es, además, una estrategia eficaz. La evolución de las encuestas refleja desde hace semanas un notable incremento del número de electores que planean votar a Harris y un descenso de lo que apuestan por Trump.

Y no sólo eso. Según Gallup, el 69% de los adultos estadounidenses asegura estar ahora “más entusiasmados de lo habitual” con la votación (la cifra era de un 54% en marzo). Ese incremento está siendo impulsado por los demócratas y los independientes de tendencia demócrata. Hace cinco meses el 55% de ellos decían que estaban más entusiasmados de lo habitual con la votación; ahora, esa tendencia se ha disparado a un 78%: la segunda cifra más alta desde 2008, cuando el que se presentaba era Barack Obama. Los republicanos y los partidarios republicanos, que tenían una ligera ventaja en términos de entusiasmo electoral el pasado mes de marzo, ahora en cambio están por detrás de los demócratas por un margen significativo (64%, apenas cinco puntos más que en primavera).

¿De qué trata la esperanza? Por seguir con el argumentario de Obama, se refleja en “la expectativa, la energía, la euforia de estar una vez más en el umbral de un día mejor. La oportunidad de vencer a los demonios del miedo, la división y el odio que nos han consumido”.

“Un asunto político”

El cineasta británico Ken Loach, sin hacer referencia a la situación en Estados Unidos, lo explicó en un encuentro con periodistas en el festival de Cannes el año pasado hablando de El viejo roble, su última película. “La esperanza es un asunto político, porque si la gente tiene esperanza y se les dice que tienen la fuerza de cambiar las cosas, podremos avanzar. Si no tienen esperanza, si están desesperados, votarán por la extrema derecha, por los fascistas. Así que la esperanza es un asunto político, la esperanza da fuerzas y da la capacidad de cambiar las cosas”. Según Loach, una referencia para la izquierda en su país y en todo el mundo, “las personas que son fuertes tienen confianza en su propia capacidad. Las personas que no tienen esperanza son cínicas y se encogen de hombros. La anarquía alimenta a la derecha, la esperanza alimenta a la izquierda. Por izquierda me refiero a la gente que imagina que otro mundo es posible. Creo que la esperanza es esencial”.

Loach no simpatiza con el nuevo primer ministro británico, Keir Starmer, al que considera tan de derechas como los conservadores. Pero eso no ha impedido al líder laborista utilizar la “esperanza” como una de las ideas principales de su campaña para batir a a los tories por primera vez en 14 años.

Los mensajes de Starmer se apoyaron en los últimos meses en la idea de poner fin a la “política de división y decadencia” de los últimos años. Frente a la gestión de Boris Johnson de Elizabeth Truss o de Rishi Sunak, ofreció lo que llamó “Proyecto Esperanza” para un “país oprimido”. No una “gran esperanza utópica”, precisó, sino una “esperanza creíble”, “una luz al final del túnel”.

Elogio del aburrimiento

El nuevo primer ministro del Reino Unido es además, para muchos, el prototipo de político aburrido, la antítesis del populismo que ha estado de moda en los últimos años, también en su país. Un analista británico lo resumió así: “La mejor manera de entusiasmar a la gente después de 13 años de sombrío psicodrama tory es que la política sea más como Keir Starmer: moderada, decente, seria y, seamos honestos, aburrida”.

Esperanza, por un lado, y normalidad, sin aspavientos, por otro. “En Reino Unido pasamos de una década de vaivenes, incluido el Brexit, a un liderazgo como el de Keir Starmer, que llama la atención por su estilo comedido”, explica a infoLibre el consultor político Antoni Gutiérrez-Rubí. “Lo mismo podríamos decir de Cataluña. Creo que son buenos tiempos para los moderados. Hay espacio para líderes prudentes, discretos y reflexivos”.

Rubí reivindicaba en un artículo reciente “el comedimiento” como actitud, como valor y como activo político: “Es el cuidado de las formas y de las palabras. Es una nueva radicalidad. Si, además, se combina con pragmatismo y una dosis de resiliencia adecuada… puede ser ganadora y superadora. Frente a la agresividad, comedimiento”.

Política micro

La política de soluciones no tiene que ser necesariamente “aburrida”. Se puede conectar con el electorado “hablando de su cotidianidad y de su metro cuadrado”. Se puede y se debe, subraya. “En 2011 escribí un libro sobre la micropolítica, la política de lo que es aparentemente pequeño, y este año otro sobre la brevedad para defender la comunicación clara, precisa y memorable. Creo en esta política micro, tanto en su fondo como en sus formas”.

“Mariano Rajoy era la política aburrida”, recuerda a su vez la analista y experta en comunicación política Verónica Fumanal. “Pedro Sánchez es la política, diría yo, innovadora, la política del giro de guion”. Pasó en Cataluña, con la llegada de Salvador Illa tras los años de Puigdemont, Torra y Aragonés. Y “no sería descabellado que, después de unos años de giros trepidantes”, aventura, cambiemos de perfil. “En esto de los liderazgos hay teorías que dicen que, en los momentos de crisis, los votantes prefieren personas experimentadas y más tranquilas que en épocas valle”, en las que se piden “liderazgos con más audacia”.

“La gente quiere orden, certidumbres, menos comunicación y aburrimiento”, concede Pau Canaleta, consultor y profesor de comunicación política. “Que se acaben los mandatos, sin jugadas maestras. Lo aburrido sube porque la gente está harta de que la política sea un problema”. En eso, asegura, “hay un retorno a los años noventa. No de todo el mundo, pero sí de las clases medias”. 

Contra el miedo

El espíritu de la esperanza (Herder) es, precisamente, el título del ensayo de Byung-Chul Han que llega este lunes a las librerías españolas. Un texto de apenas 150 páginas en el que el prolífico filósofo coreano afincado en Alemania habla de la importancia y del significado de la esperanza en sociedades industriales occidentales dominadas por el miedo, por visiones apocalípticas que nos llegan través de redes sociales y, a veces, incluso desde las instituciones. Miedo a otra pandemia, al colapso climático o la guerra que, según Han, paraliza, causa depresiones, nos aísla. 

Su tesis es que la esperanza, en cambio, crea comunidad y precede a la acción, significa mirar hacia el futuro. Inspira la fantasía y nos permite pensar en lo nuevo por venir. En este sentido, para Han la esperanza es revolucionaria. El pensamiento esperanzador gana en presencia en la oposición a lo malo y a lo erróneo.

En lo que se refiere al discurso político, Verónica Fumanal pone el énfasis en el valor de la esperanza en un contexto de política dominada por las emociones. “La esperanza no suele estar basada en propuestas concretas, sino en una determinada manera de ver la vida. Dicen que, en comportamiento electoral, las dos emociones más importantes y que pueden cambiar el voto son la esperanza y el miedo”. De ahí, añade, que haya habido muchas campañas electorales que lo que hacen es invitar a la gente “a salir de esa desazón, de ese miedo y a vivir con una mirada positiva hacia el futuro”.

La política “siempre es muy pendular”, señala. Y después de tantos años de política tan crispada en Estados Unidos”, el hecho de que los demócratas “quieran enfocar la campaña hacia la esperanza creo que es un buen contrapunto, porque para ‘el todo mal”, ya tienen un candidato que es Donald Trump.

No obstante, precisa, la esperanza como nuevo argumento “tiene que ver con la credibilidad del momento”, no funciona siempre. “La política es un estado de opinión, un estado de emoción”. Una persona con miedo no solo reacciona psicológicamente, sino físicamente, explica. “Todo el cuerpo se pone en atención“ y eso es algo que pasa también en las sociedades. 

En opinión de Fumanal, el contexto importa. “Cuando alguien percibe que todo está en crisis, la reacción electoral que tiene es completamente diferente” a cuando siente lo contrario. “En un momento de crisis absoluta, no puedes ir con una campaña” basada en la “esperanza”. Pero ahora que Estados Unidos “parece que va a empezar a bajar los tipos de interés”, que “el empleo está bien”, “es un momento donde la esperanza puede tener credibilidad”. En el caso de las elecciones en EEUU, Kamala Harris lo apuesta todo al deseo de un país que vuelva a estar unido, “donde no haya rojos y azules, donde todos vayan a una”. En vez de recurrir “al miedo a Donald Trump, que es la que hizo Biden”. 

Cansancio

Pau Canaleta está de acuerdo. “En unas elecciones sólo hay dos grandes motores de movilización: el miedo o la esperanza. El miedo es más sencillo de provocar y la esperanza cuesta más. Requiere convencer, ilusionar…” Cuando hablamos de enfrentarnos a campañas de miedo, puedes proponer esperanza o tratar de alentar el miedo a una victoria del contrario. “En teoría la esperanza es el mejor antídoto, pero es muy difícil generarla”, advierte.

¿Hay un cambio real o todo es producto del marketing? En su opinión, lo que está sucediendo nace de “una necesidad”. “La gente ve un mundo extremadamente cambiante, en el que no se encuentra seguro, no lo acaba de entender y quiere que pasen menos cosas, que la política le influya menos y no sea protagonista, que los políticos sean predecibles”. 

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En un contexto de desconfianza, desafección y malestar, los discursos que promueven las divisiones, la ira e incluso la nostalgia son realmente efectivos, concede Rubí. “Lo fueron durante muchos años”, pero “ahora pareciera que están mostrando algunas señales de agotamiento”. La confrontación permanente “cansa”. “La polarización aburre. Y los ataques se vuelven predecibles. Se necesita recuperar la confianza en la política como herramienta para solucionar problemas y la esperanza en un futuro mejor”. 

No son tareas sencillas, advierte. La primera requiere mostrar, con experiencias y testimonios, que la política “sí puede generar soluciones y provocar cambios en la vida de las personas”. Lo segundo supone “despertar y gestionar emociones positivas, como en su día hizo Obama con la idea de hope que ahora pareciera que está replicando Kamala con ‘libertad’. No será suficiente con la razón de las propuestas ni con la emoción de las promesas. Las dos son igual de necesarias”.

Un recuento recientemente de The New York Times corrobora estas palabras: los demócratas usaron la palabra “libertad” 227 veces en los discursos de su convención, 160 veces más que los republicanos en la suya, lo que da idea de hasta qué punto Harris y su equipo está decididos a disputar a Trump y a la derecha radical los marcos de los que llevan años apropiándose.

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