El inicio de septiembre no sólo ha marcado la apertura de curso, también es el mes en el que se desarrollan las pruebas académicas pendientes. Los alumnos que hayan decidido presentarse a la convocatoria extraordinaria de selectividad empiezan ahora a ser examinados. Última llamada para el acceso a la universidad. Pero la pandemia pone trabas al transcurso normal de los plazos y obliga a repensar la metodología. ¿Qué ocurre con aquellos que deben guardar aislamiento tras haber dado positivo por coronavirus o debido a ser contacto estrecho? La incógnita parece una parte obvia en la ecuación, pero la solución no es sencilla.
Este lunes, la Comunidad de Madrid propuso al Ministerio de Universidades que los alumnos que hayan optado por participar en la convocatoria extraordinaria puedan hacerlo de manera virtual si resultan contagiados. Lo hace después de que parte del estudiantado en esta tesitura decidiera denunciar la total ausencia de alternativas. Ahora, la posibilidad de realizar una prueba online online se presenta como una de las vías para atajar la situación.
Cabe destacar que las matrículas en segunda convocatoria apenas suponen un 16% del total. El curso pasado, según los últimos datos registrados, fueron 205.274 alumnos los que se matricularon para la primera llamada y 39.338 quienes se inclinaron por inscribirse en la segunda ronda.
Andrea G. Henry, presidenta de la Confederación Estatal de Asociaciones de Estudiantes (Canae), se reconoce sorprendida ante la ausencia de una planificación previa. Era, estima, una situación fácilmente predecible, aunque matiza también que el número de alumnos afectados es reducido. "Nos dimos cuenta de que es un problema, pero de pocos alumnos", admite, y recuerda que es "poca la gente que se presenta a una segunda convocatoria y prácticamente todos lo hacen por subir nota".
Partiendo de esa premisa, la portavoz estudiantil recuerda que "todos los estudiantes tienen derecho a examinarse" y las personas en cuarentena "están haciéndolo bien". Así que las soluciones deberían estar al alcance de su mano. Ahí es donde entra en juego la opción online. "Hacer un examen online es difícil porque no estamos acostumbrados", señala la estudiante. Habitualmente, habla G.Henry en base a la experiencia del curso pasado, la metodología consiste en una suerte de trasvase de lo presencial a lo online. "Pero lo que funciona presencialmente, no lo hace online".
A su juicio la solución pasa por "exámenes que evalúen las competencias y capacidades de los alumnos", desligando las pruebas de los aprendizajes teóricos o estrictamente memorísticos. Durante el confinamiento, "los profesores presuponían" que el alumno iba a examinarse con los apuntes delante, así que la fórmula escogida se basó en pruebas "con un tiempo muy limitado y muchas preguntas", de modo que era "imposible mirar los apuntes pero también era difícil llegar a todo". Andrea G. Henry apuesta por controles que vayan más a "la comprensión, la reflexión y la aplicación de conocimientos". Y aunque entiende que "no es fácil hacerlo", cree también que es "el momento de plantear un cambio".
Nati Cabrera, profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), comulga con la opinión de la alumna. "Confundimos evaluar con hacer exámenes, la evaluación de un proceso educativo va más allá de la memorización de un contenido, que es lo que hace un examen tradicional al uso", recalca a preguntas de este diario.
"No es la pandemia y tampoco es la crisis, es que hemos confundido el significado de evaluación", clama. A su entender, se trata de un "proceso inherente al aprendizaje: no puede haber aprendizaje sin evaluación", pero la forma de hacerlo no debe limitarse al examen tradicional. "La evaluación mide y facilita información sobre aquello que el alumno ha alcanzado y aquello que le queda por alcanzar", detalla la profesora.
Esta nueva concepción de la evaluación –que, matiza, no es tan nueva– "tiene que ver con aprendizaje por competencias basadas en el conocimiento: necesitas el conocimiento como base para la demostración de capacidades que van más allá de saber algo". Y en ese proceso, estima, los exámenes "se quedan muy pequeños". De ahí que el modelo online no sería un problema si existiera un cambio previo en el modelo. "Si al examen le quitamos esa autoridad, si hablamos de pruebas de evaluación, de resolver situaciones o construir propuestas, entonces no importa que el alumno sea evaluado con los apuntes delante o con internet".
Aunque ese avance hacia nuevos modelos, concluye la docente, podría ser abordado sin un despliegue tecnológico desmesurado, todo cambio conlleva esfuerzos. Y requiere de recursos, materiales y formativos. "Este semestre pasado hubo muchas urgencias, las instituciones han tenido que salvar la situación con los medios que tenían y con muy poca formación", explica. "Se ha hecho lo que se ha podido, ahora es momento de aprender, diseñar actividades formativas de manera flexible e híbrida y repensar no sólo el examen sino todo el proceso educativo".
Enrique P. Mesa imparte clases de Filosofía a alumnos de Segundo de Bachillerato en el IES Las Musas (San Blas, Madrid) y ha sido corrector de la EvAU en su primera convocatoria. Su tesis no coincide con la propuesta expresada por las voces pulsadas y se inclina por modelos más tradicionales. "Yo no estoy a favor de cambiar el modelo", subraya con rotundidad y critica que una evaluación competencial busca esencialmente "formar a los nuevos individuos que van a integrar una empresa para ir adaptándose a las circunstancias". El profesor recuerda que "para desarrollar conocimientos primero tienes que aprenderlos, saber previamente la teoría". Y para alcanzar esos conocimientos teóricos, la única fórmula es la memoria. Lo contrario implica "eliminar los contenidos, la tradición ilustrada occidental, con el único fin de construir un sujeto que no tiene ningún arma para enfrentarse al mundo".
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De cara a lo inmediato, reflexiona la portavoz estudiantil, llevar al plano virtual un examen de selectividad "es complicado y quizá no se pueda modificar así como así". Pérez reconoce igualmente que las pruebas de selectividad requieren de soluciones urgentes. Una respuesta, sugiere, pasaría por "reconocimientos faciales o incluso videoconferencias para el control de la identidad".
Enrique P. Mesa estima que "el único examen posible es la prueba de opción múltiple con tiempo cerrado", la única manera a su juicio de "evitar que el alumno reciba información externa". Al final, recuerda, un examen de selectividad "es competitivo: no sólo se busca una nota, sino que se compite con otros alumnos y eso implica necesariamente eliminarlos". Por tanto, reflexiona, no sería justo que "unos alumnos lo hicieran online mientras sus compañeros lo han hecho de manera presencial y con vigilancia".
El docente defiende la presencialidad como única vía para una evaluación en igualdad de condiciones. En el caso de las personas en cuarentena, apuesta por acondicionar espacios para que, con las medidas de seguridad oportunas, alumno y profesor puedan abordar el examen sin poner en riesgo la salud de nadie pero sin incurrir en inequidades que condicionen los resultados.