LA PORTADA DE MAÑANA
Ver
Las decisiones del nuevo CGPJ muestran que el empate pactado entre PP y PSOE favorece a la derecha

La exhibición de fuerza de Ayuso desdibuja el relanzamiento del liderazgo de Casado en la convención del PP

23

Se hizo esperar pero no defraudó. La presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, retrasó su llegada a la primera jornada valenciana de la convención nacional del PP —fue la última dirigente en llegar, cuando el acto ya había consumido dos horas y media de intervenciones— para asegurarse de que todos los focos estaban puestos en ella. Y lo consiguió. Recorrió los últimos metros hasta la entrada al Palau del Arts de València rodeada de un enjambre de fotógrafos, cámaras de televisión y periodistas. Y de un nutrido grupo de seguidores —ayusers, se llaman a sí mismos—que la aplaudían al grito de “¡presidenta! ¡presidenta!”.

Su llegada dejó en segundo plano la de Pablo Casado. Para cuando la presidenta madrileña hizo acto de presencia nadie se acordaba ya del líder del partido, arruinando así el intento de la organización de dar a su entrada en el auditorio, de la mano de su esposa, un aura presidencial.

Después de cinco días de itinerancia por otras tantas ciudades, la convención entró este sábado en harina. El secretario general, Teodoro García Egea, subió al estrado para pronunciar un discurso en el que se hizo acompañar de una presentación que incluía un enorme gráfico de resultados a partir de las encuestas que dicen que el PP va en cabeza y que rememoraba al CEO de un empresa de seguros haciendo coaching.

Egea dejó claro que el objetivo es “unir a todos los españoles en torno al PP”. Y aunque las encuestas dicen que ya van en cabeza, eso “no es suficiente”, advirtió. “Ahora tenemos que seguir. Nuestro proyecto es un proyecto ganador y necesitamos 176 diputados, ese es el objetivo”, proclamó poniendo por primera vez la ambición del partido en el listón de la mayoría absoluta del Congreso.

El número dos del PP, igual que sus antecesores en el uso de la palabra, que los presidentes autonómicos, que Mariano Rajoy y José María Aznar y que los exdirigentes políticos de Europa y América que estos días han acudido a apoyar al PP, se mostró convencido de que Casado llegará a La Moncloa. Esa es la consigna que ha convertido la convención en un gigantesco esfuerzo de convencer al partido y a sus dirigentes de que Casado puede hacerlo, que es capaz de ganar a Pedro Sánchez las próximas elecciones.

Un objetivo, creer en Casado, hacer verosímil que con su liderazgo el PP volverá a ganar unas elecciones que se le resisten desde el año 2016, que acabó desdibujado por la presencia arrolladora de Ayuso. La presidenta de Madrid se sabe centro de un fenómeno fan dentro y fuera del PP y evitó deliberadamente mantener un perfil bajo. Especialmente ahora que ha decidido plantar cara a Génova y disputar la presidencia del partido en Madrid en contra de los deseos de la dirección.

No sólo programó cuidadosamente su llegada y buscó la foto con Casado antes incluso de subir al estrado para conseguir la máxima repercusión mediática posible sino que aprovechó su intervención —precedida por la mayor ovación que los asistentes han dedicado a ningún dirigente en la convención— para tranquilizar a Casado.

En el centro del escenario

“Quiero dejar claro ante todos mis compañeros y ante los medios”, dijo llevando la convención a su propio terreno, “algo que me lleva rondando un tiempo. Hace mes que estamos presos de noticias, de comentarios, viviendo una especie de infierno político-mediático, desde que trasladé mi intención de dar un paso al frente en Madrid. Pero eso es lo de menos. Hay una cosa que quiero que quede clara hoy aquí: Pablo me dio la mayor oportunidad política de toda mi vida que es presidir la Comunidad de Madrid, que es mi salida y que es mi meta política”.

“Hoy te quiero decir delante de tu mujer, de la gente que más te quiere, del partido y de los medios, dejar claro que tengo meridianamente claro (sic) dónde está mi sitio. Y sé que mi sitio es Madrid. Y que daré lo mejor para Madrid porque Madrid es España y porque necesitamos que tú llegues a ser el presidente del Gobierno. Mi proyecto siempre ha sido el tuyo”.

Pero no se limitó a eso. Una de cal y otra de arena. También se reivindicó haciendo una defensa de su gestión en Madrid como una ejercicio político que obtiene resultados. “El 4 de mayo generó una ola de ilusión que debemos aprovechar y por eso creo que gobierno y partido han de ir de la mano”, remarcó en una clara advertencia de que sigue queriendo la presidencia del PP de Madrid que el equipo de Casado le ha negado hasta ahora.

Vox reta al PP a probar su acercamiento derogando en Andalucía y Madrid leyes de igualdad y memoria democrática

Ver más

Después de cinco días de coloquios y mesas redondas, la convención del PP navegó hacia el tono que Génova buscaba: el primer acto de la campaña electoral más larga de la historia política española. Una campaña que comienza este domingo en la Plaza de Toros de València, emblema precisamente de la capacidad de movilización de los conservadores en el pasado, con un mitin protagonizado por Pablo Casado. Y que no terminará hasta que se celebren las elecciones generales de 2023.

Será un mitin en el que el líder del PP trazará el rumbo con el cual planea hacer realidad sus dos grandes objetivos a medio plazo: ganar distancia con el PSOE en la encuestas y despegarse de Vox en intención de voto.

Hace ocho meses, cuando el PP naufragó en las elecciones catalanas, Casado pedía al PP que no sucumbiera a la ansiedad. Ahora todo ha cambiado. El partido y él mismo se han subido a lomos de la urgencia de un cambio que a priori no será posible antes de dos años pero que defienden con vehemencia, como si las elecciones fuesen a ser dentro de pocos meses.

Se hizo esperar pero no defraudó. La presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, retrasó su llegada a la primera jornada valenciana de la convención nacional del PP —fue la última dirigente en llegar, cuando el acto ya había consumido dos horas y media de intervenciones— para asegurarse de que todos los focos estaban puestos en ella. Y lo consiguió. Recorrió los últimos metros hasta la entrada al Palau del Arts de València rodeada de un enjambre de fotógrafos, cámaras de televisión y periodistas. Y de un nutrido grupo de seguidores —ayusers, se llaman a sí mismos—que la aplaudían al grito de “¡presidenta! ¡presidenta!”.

Más sobre este tema
>