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Expertas en violencia machista creen que hay más denuncias contra menores porque hay más información

Las denuncias por violencia machista crecen entre los menores. Un total de 356 jóvenes de entre 14 y 17 años fueron denunciados por violencia de género en los diez primeros meses de 2017, la cifra más alta en la última década. El motivo, valoran expertas en malos tratos, responde más a una combinación de factores que a una razón concreta. En la actualidad los jóvenes se encuentran especialmente expuestos a lo que llaman caldo de cultivo de la violencia –amor romántico, celos o control a través de las redes sociales–, pero al mismo tiempo las adolescentes cuentan con más incentivos y apoyo para denunciar.

Este lunes el Gobierno hizo balance sobre la materia a raíz de una pregunta parlamentaria efectuada por la portavoz de Igualdad del PSOE, Ángeles Álvarez. A falta de contabilizar los datos correspondientes a noviembre y diciembre del año pasado, el número de menores denunciados ya supera en más de medio centenar a los registrados en todo 2016, cuando se presentaron 302 denuncias. La tendencia se acentúa con el paso de los años. En 2008, las denuncias recogidas fueron 124, casi tres veces menos que en la actualidad. A ello hay que sumarle el número de denuncias producto de agresiones sexuales, delito que hasta el momento –el Pacto de Estado marca lo contrario– no se entendía como violencia de género. En los diez primeros meses del año pasado un total 118 menores fueron denunciados por abuso sexual.

Mayor información

María Naredo es abogada especializada en violencia de género. "No creo que haya un repunte de tal magnitud", dice. Aunque entiende que la violencia "está claro que persiste", cree que la razón del fenómeno responde más a un "mayor incentivo a la denuncia entre las chicas menores de edad". Para la letrada, "las chicas antes concebían esto como un tema de adultos, pero ahora cada vez hay más campañas entre adolescentes". Poner el foco en la prevención, la detección y la denuncia, asegura, tiene resultados. 

La mayor información en los centros educativos, opina también la abogada Consuelo Abril, experta en violencia machista, "de alguna manera hace consciente a las niñas de la necesidad de denunciar esas situaciones".

Con ella coincide Beatriu Masià, cofundadora y presidenta de la asociación Tamaia, dirigida a mujeres víctimas de malos tratos. A su entender, las estadísticas y los estudios sobre violencia entre parejas jóvenes son "muy recientes, y eso hace difícil realizar una evaluación". Sin embargo, matiza, "sí se puede constatar que en la medida en que se está hablando mucho más del tema y se hace más prevención, las chicas pueden identificar más fácilmente situaciones de abuso". Masià se inclina por pensar que el motivo del aumento de denuncias gira en esa dirección. A través de los talleres de prevención que su organización ha puesto en marcha en diversos centros de educación secundaria, la experta ha podido comprobar que las jóvenes disponen ahora de "diferentes indicadores para identificar las situaciones de violencia y no confundirlas con amor romántico".

Caldo de cultivo

Precisamente el amor romántico es uno de los baluartes más sólidos a los que las expertas se enfrentan a la hora de educar a los jóvenes. Según la guía Estimar no fa mal, elaborada por Tamaia en colaboración con la Generalitat de Catalunya en el año 2015, "el amor romántico se configura en el entorno de una serie de mitos de varios orígenes históricos, con mucha carga emotiva, que acostumbran a contribuir al mantenimiento de la ideología dominante". Según el estudio, algunos de los estereotipos más interiorizados entre los menores son el mito de la media naranja, la fidelidad, los celos, la castidad, la pasión eterna o la exclusividad. "Si se revisa en profundidad, se visualiza el efecto que cada uno contiene y cómo refuerza la posición subordinada de la mujer respecto del hombre en una relación afectiva", señala, potenciado "las posiciones desiguales" o "los roles asimétricos que van designando a cada sexo".

María Naredo subraya que "entre los adolescentes, la propia construcción de la violencia y la misma como concepto no está interiorizado". De hecho, continúa, "para que las chicas denuncien tiene que ser un caso muy evidente de violencia psicológica, física o sexual". Por el contrario, los jóvenes asumen de forma más sencilla "cuestiones como el control", ingrediente primordial del "caldo de cultivo" que sin embargo todavía "no aparecen cuando hablamos de violencia".

También Consuelo Abril menciona el amor romántico como primer acercamiento a la violencia. A su entender, hablar de malos tratos debe ir necesariamente aparejado al control y el acoso en las redes sociales. Las niñas, de hecho, son las que de forma más acusada sufren las consecuencias del uso irresponsable de las redes. Según la Fundación Anar, en lo que al ciberacoso respecta se observa una presencia de mujeres víctimas superior a la de varones: un 66,7% frente al 33,3%. La misma fundación revela que dentro del ciberacoso se incluyen también otras conductas violentas como insultos, amenazas y el chantaje emocional, "muy características en situaciones en las que el agresor no está conforme con el comportamiento de su pareja y en consecuencia busca dañarla o lograr el arrepentimiento y acercamiento de ésta".

Junto al mito del amor romántico y el mal uso de las redes sociales, Consuelo Abril incide en la influencia de internet y los medios audiovisuales y se detiene, en este contexto, en el poder de la pornografía. "Está causando un daño extremo porque hay niños muy pequeños que ya están viendo pornografía", señala. Mediante su consumo, agrega, "se normalizan comportamientos y situaciones que estos jóvenes están de alguna manera aprendiendo sin tener la madurez ni la cabeza para racionalizarlo". La pornografía, añade, contiene además categorías de "porno con violencia, asumiendo la mujer un papel de subordinación". En este sentido, "se está potenciando que exista probablemente un rebrote de violencia".

La asignatura pendiente

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Las expertas consultadas apuntan todas en una misma dirección a la hora de plantear soluciones que frenen la violencia de género entre menores. "La educación, la eterna asignatura pendiente", sostiene María Naredo. La abogada apuesta por la educación sexual y afectiva en los ciclos educativos, no sólo en los institutos, sino también "en primaria e incluso desde infantil, cuando realmente nace el germen". Naredo cree que en la educación está "la clave" y estima necesario trabajar, en paralelo, sobre campañas por cauces que lleguen a la población. "Los mensajes institucionales no llegan", por lo que resulta fundamental "complementar la educación en las aulas con otros canales externos" y siempre "educar en positivo, en relaciones de igualdad y en la construcción del amor frente al romántico y posesivo".

Consuelo Abril recupera, en este punto, la asignatura de Educación para la Ciudadanía. "Ahora no existe pero tenía muchísima información y datos sobre cómo se debería hacer un tratamiento" de la violencia desde una perspectiva de género. A su juicio, "sería muy fácil que hubiera campañas que detectaran y concienciaran a los jóvenes", apelando no sólo a ellas para fomentar la denuncia, sino también "a ellos para evitar conductas" violentas. 

El trabajo en las aulas, por otro lado, pasa necesariamente por la formación de los adultos. Así lo recuerda Beatriu Masià, quien entiende que la violencia machista "hay que trabajarla a todos los niveles, especialmente desde la prevención en los jóvenes, pero también respecto a los adultos". A nivel institucional, relata, "debería haber más implicación y recursos para hacer más campañas y talleres de prevención de forma continuada y en todos los centros", pero además, añade, es importante tener en cuenta que "hacer prevención en parejas jóvenes sin trabajar sobre la formación y sensibilidad del profesorado" hará que la solución quede coja. "Faltan recursos, esfuerzos y compromiso" para lograr que la pedagogía llegue a todos los niveles. La formación, zanja, "tiene que estar dentro del currículo, y actualmente no lo está en ninguna de las carreras".

Las denuncias por violencia machista crecen entre los menores. Un total de 356 jóvenes de entre 14 y 17 años fueron denunciados por violencia de género en los diez primeros meses de 2017, la cifra más alta en la última década. El motivo, valoran expertas en malos tratos, responde más a una combinación de factores que a una razón concreta. En la actualidad los jóvenes se encuentran especialmente expuestos a lo que llaman caldo de cultivo de la violencia –amor romántico, celos o control a través de las redes sociales–, pero al mismo tiempo las adolescentes cuentan con más incentivos y apoyo para denunciar.

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