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Las decisiones del nuevo CGPJ muestran que el empate pactado entre PP y PSOE favorece a la derecha

Los factores que decidirán el 24-M

27 días para unos comicios en los que todo está demasiado abierto, en la que (casi) todo parece posible y en la que muchos se juegan mucho. España se encamina hacia la segunda meta volante de un maratoniano año electoral: las autonómicas y municipales, en las que se renuevan las alcaldías de 8.122 municipios y los Gobiernos de 13 comunidades autónomas. 

A estas alturas, resulta imposible predecir qué puede ocurrir el 24-M. Si el PP resistirá pese al acusado deterioro que pronostican todas las encuestas y que mostraron las europeas del año pasado y las andaluzas del 22 de marzo. Si el PSOE logrará salir de su ciclo de derrotas consecutivas o la victoria de Susana Díaz fue un completo espejismo. Si Podemos y Ciudadanos serán capaces de traducir en votos la fuerza que le dan los sondeos y quedarse con la llave de la gobernabilidad. Si IU podrá aguantar en uno de sus momentos más delicados. Son demasiadas incógnitas que sólo podrán despejar las urnas. 

Pero al menos sí se puede dibujar el escenario que precede a este 24-M. Los elementos de los que se nutrirá el paisaje electoral. Cinco sociólogos y politólogos consultados por infoLibre señalan algunos de ellos. El peso y la contaminación de la política nacional, la crisis económica, la corrupción, la suma o resta de los candidatos, la movilización del electorado, la gestión de la campaña o la participación. Ingredientes que hay que echar en la coctelera y cuya proporción marcará los resultados de dentro de un mes, y que a su vez serán decisivos para las siguientes contiendas: las catalanas del 27 de septiembre (si se celebran) y las generales de finales de año. 

Los elementos 'estructurales'

Óscar Barberá, politólogo de la Universitat de València (UV), pone por delante dos cuestiones más estructurales a la hora de explicar parte de la respuesta de los electores. Una, lo que se ha dado en llamar el suelo de los partidos. Es decir, el voto que obedece a razones sociológicas, que no cambia pese a la coyuntura, "que es más importante de lo que parece". Dos, "los valores", un elemento de "anclaje algo más volátil, pero que no cambia a la misma velocidad a la que van todas las cosas ahora". Se puede expresar de otro modo: las opiniones de los ciudadanos mudan, pero no las identidades. "Los que se identifican como de derechas votan derecha, y los que se conciben de izquierdas votan izquierda. Los ejes ideológicos aún siguen importando, y los partidos lo saben, y por eso se mueven a izquierda y derecha". 

Las cuestiones estructurales conviven con el contexto. Y aquí entran en juego distintos parámetros. Como la influencia de la política nacional. Muy alta, según subraya Ignacio Urquizu, profesor de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y coordinador del seminario de análisis político de Metroscopia. En concreto, "el 60% del porcentaje de voto de las autonómicas y municipales en España se explica por el peso de la dinámica nacional", una cifra que, no obstante, es 20 puntos más baja que en los años ochenta, cuando el Estado descentralizado estaba por construir.

Con matices, la afirmación es compartida por el resto de investigadores. Barberá, por ejemplo, insiste en la importancia de los medios de difusión nacional, justo en unos comicios en los que, como paso en las europeas, la componente doméstica tiene un gran valor. "Cuando quien está en el Gobierno central goza de una alta impopularidad, la política estatal sí tiene más influencia. Dicho de otro modo: se utilizan las autonómicas para castigar al partido que está en la Moncloa", señala Braulio Gómez, de la Universidad privada de Deusto. No es tampoco nada excepcional, explica: ocurrió en 2011, cuando el PSOE sufrió una debacle y perdió la mayor parte de su poder territorial, que fue a parar a manos del PP, incluyendo feudos históricos como Castilla-La Mancha y Extremadura. Una penalización que también ocurre en otros países en los que conviven Administraciones de distinto nivel.

Los candidatos Antonio Miguel Carmona y Ángel Gabilondo, durante la clausura de la Conferencia Municipal del partido, el pasado 12 de abril en Madrid | FLICKR CARMONA / ÁLEX BELTRÁN 

Máriam Martínez-Bascuñán, politóloga de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), contesta sin vacilaciones: "Indudablemente toda la importancia de la política estatal. "Esto se ha confirmado en los comicios andaluces. Todos los especialistas han coincidido en una sola lectura: el principal perdedor de esos comicios fue el PP. Su aplastante derrota es fruto del gran peso de la lectura en clave nacional que hizo la ciudadanía a la hora de votar. La proliferación de casos de venalidad política y los efectos devastadores de la crisis económica debido a las políticas de austeridad, pasarán factura sin lugar a dudas al PP".

La influencia del entorno nacional

Montserrat Baras, profesora titular de Ciencia Política de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), precisa que la variable nacional, que existe, se relaciona con el líder regional o local. Si el barón autonómico está fuerte o siente que su partido es una rémora, dice, "se distanciará para tener su espacio". Y es lo que ha ocurrido, recuerda, con Susana Díaz, que diseñó una campaña muy personalista, o José Antonio Monago en Extremadura, que intenta tapar las siglas del PP. En definitiva, la política general "pesa, pero con dinámicas diferenciadas", según las comunidades. Baras limita mucho la influencia en las locales, ya que estas "tienen un ritmo propio", especialmente en los pequeños municipios, donde los candidatos están más cerca de los ciudadanos. Otra cosa son las grandes ciudades, añade, pues en estas las decisiones son "más políticas", más dominadas por el voto ideológico.

Dentro de ese parámetro de análisis nacional, ¿ocupa un lugar central la economía? Aquí los expertos discrepan. Para Braulio Gómez, esta es una variable "que siempre funciona en España". Así, en 2011 la gestión de la crisis costó para el PSOE la pérdida de poder territorial primero y las riendas de la Moncloa después. Barberá entiende que no importan tanto los datos macro, sino las "percepciones de los ciudadanos", en un doble sentido, lo que siente en su entorno más cercano y lo que ve que ocurre fuera. "Esa es la baza que juega el PP y que reitera Mariano Rajoy –sigue–, que la salida de la crisis la notarán pronto en sus bolsillos los españoles". Baras, en cambio, reduce el impacto de la marcha de la economía en las urnas: cree que es "un factor más, pero no determinante", ya que se cruzan otras variables como la competencia electoral, las candidaturas, la ubicación de las mismas en el espectro ideológico o los problemas autonómicos.

Martínez-Bascuñán parte de la base de que la estrategia del PP es errónea. En ese sentido, cree que el PSOE acierta al apostar por una "recuperación justa". Es decir, que "no vale cualquier recuperación si no tiene un resultado tangible en la vida de la gente". Además, se pregunta, "¿qué hace pensar al PP que cuando las cosas vienen bien dadas los ciudadanos preferirán votar a un partido que no aboga por las políticas sociales, por la redistribución?". 

¿Hay o no castigo?

En los medios no dejan de estar presente, día tras día, los escándalos de corrupción. El último coletazo, el caso Rato. Pero es eso, el último dentro de un larguísimo seria, que ha hecho que la preocupación ciudadana por la corrupción alcance sus cotas más altas en esta legislatura (50,8% en el barómetro de marzo del CIS; el récord, el 63,8% en noviembre del año pasado), mucho más altas que en el final del felipismo.

En este caso, las opiniones también se dividen. Urquizu y Baras sostienen que los ciudadanos, a la hora de la verdad, no castigan la corrupción. Pasó en 2011 y ha pasado en las andaluzas, en las que el caso ERE no había desaparecido y no fue sancionado, razona la profesora de la UAB. "El ciudadano medio sí le da importancia a la corrupción, pero lo que ve es que todos son iguales, y que afecta a todos por igual –asegura–. En Cataluña, CiU no ha sufrido una bajada por la confesión de Jordi Pujol [de ocultación de una fortuna al fisco], con todo lo grave que es". Según Urquizu, el efecto será "impedir la recuperación del PP, pese a la mejora de la economía". Es decir, la explosión de casos de corrupción impedirá que salga de su hundimiento electoral.

Gómez y Barberá sí consideran que la penalización, en estos comicios, sí será mayor. Para el investigador de Deusto, la ecuación es sencilla: si el PP sigue perdiendo votos pese a la lenta "superación" de la crisis económica, es porque se le está castigando por los casos de corrupción, que afectan a sus rostros más visibles. Gómez, en esa línea, recuerda que los andaluces "sí penalizaron" la corrupción en Andalucía en 2012, cuando el PSOE perdió la posición de primera fuerza política, y en 2015, puesto que Díaz, pese a que es un "animal político" y ser vista como una "buena candidata", bajó en votos respecto a José Antonio Griñán.

Barberá reconoce que hasta ahora en España se sancionaba poco la corrupción. Pero ahora la situación, advierte, es distinta, porque se suman al "cabreo ciudadano" los cambios de opinión respecto de la política y una coyuntura económica "muy adversa". "Además, han aparecido nuevos partidos [Podemos y Ciudadanos] que van a ser capaces de canalizar ese voto de rabia frente a la corrupción. Antes no se podía castigar porque se creía que no había alternativa. Ahora caminamos hacia un sistema de cinco-seis partidos, y sí se puede usar el voto como castigo". Baras admite asimismo que la pujanza de las nuevas formaciones obedece a que se percibe que pueden ser una "alternativa" a los grandes en una cuestión tan sensible como esta.

Martínez-Bascuñán converge con la opinión de los profesores de la Deusto y de la Universitat de València. El momento es distinto al de 2011: la crisis económica ha derivado en una "profunda crisis institucional". "La corrupción política existía en 2011, pero no había percepción de corrupción sistémica –argumenta–. Ahora sí, sí está en el debate público, la crisis económica la ha introducido en la agenda. Por tanto, esta vez sí que la corrupción política jugará un papel fundamental en términos de pasar factura a determinadas formaciones políticas".

Los puntos arriba o abajo de los candidatos

¿Cuánto voto moviliza un buen candidato (o resta uno malo)? Urquizu, acostumbrado a analizar y destripar encuestas, señala que un líder fuerte puede aportar "entre dos y tres puntos de intención directa de voto". Puede parecer poca cosa pero, en la coyuntura actual, en la que los sondeos apuntan a una cierta igualdad o proximidad entre cuatro formaciones (PP, PSOE, Podemos y C's), "eso es mucho". "Lo que puedan sumar o restar los candidatos será clave en este momento", coincide Baras.

El director de campaña de Podemos, Íñigo Errejón, y el candidato valenciano, Antonio Montiel, durante una reunión conjunta del comité electoral el pasado 15 de abril en Valencia | EFE

Pero la llave que abran o cierren los candidatos no vale para todos los partidos de la misma manera. Así, las formaciones tradicionales, como dice Martínez-Bascuñán, se apoyarán en el "personalismo". Si las siglas están deteriorada, alega, las fuerzas políticas suelen tirar de aspirantes con "personalidades fuertes para atraer a sus votantes", caso de Susana Díaz –"El mensaje que activó fue el de votar por ella, porque era tanto como votar por Andalucía"– o de la estrategia que puedan seguir Esperanza Aguirre en el Ayuntamiento de Madrid y Cristina Cifuentes en la Comunidad.

En buena medida, la influencia de los cabezas de lista se debe, completa Gómez, al propio sistema electoral, que ha ido derivando a uno "presidencialista". Ello hace que, si la marca cotiza a la baja, los candidatos intenten distanciarse de su partido. Aunque esa operación no es tan fácil, advierte Barberá. Los analistas resaltan que en las formaciones emergentes lo que prima es la marca, porque es la que está fuerte, mientras que sus aspirantes son prácticamente desconocidos. Marca que se intenta vincular "con el cambio", expresa la politóloga de la UAM. Y continúa: "La competición electoral se ha centrado hasta ahora en la oposiión de experiencia/cambio, y esa será la principal baza que jugarán las fuerzas emergentes, porque si hay algo claro en este momento es que la gente quiere cambio". "Lo último que parece importar es quién está detrás de esta lista –observa a su vez el profesor valenciano–. Lo cual no deja de ser preocupante, porque los electores pueden votar sin saber qué piensan los candidatos y qué quieren hacer. Se confía directamente en la marca".

Algo semejante ocurre con el efecto de los 15 días de campaña. Tradicionalmente ha movido "en torno a un 3% del electorado". Ahora, apunta Barberá, ese porcentaje podría ser algo más algo. Pero un 3%, en un escenario tan competido, "ese punto arriba o abajo es decisivo". Martíñez-Bascuñán pone el acento en que la campaña realmente comenzó hace tiempo, que los ritmos políticos "se han acelerado" y la volatilidad "es alta". "La campaña oficial será importante, pero como este año es un año electoral, también serán importantes los resultados que vayan saliendo de los comicios. Por ejemplo, los resultados de las andaluzas han desinflado a Podemos y han inflado a Ciudadanos a pesar de que C's obtuvo menos representación política. Esto se debe sin lugar a dudas a la estrategia de campaña, a las expectativas generadas durante la campaña. No es lo mismo salir a ganar, que salir a obtener un resultado suficiente como para que te dé buen margen de capacidad de chantaje".

Las tendencias de Podemos y C's

Los del 24-M serán los comicios en los que, previsiblemente, se producirá de golpe la entrada de Podemos y C's en muchos parlamentos autonómicos y ayuntamientos. ¿Podrán traducir las estimaciones de voto de las encuestas en papeletas reales? Baras lo duda. Cree que ambas fuerzas pueden estar "sobrerrepresentadas" en los sondeos, al tiempo que está "oculto" el voto a los dos partidos tradicionales, PP y PSOE.

Urquizu opina que las dos fuerzas emergentes tienen movilizados "a tope" a sus potenciales votantes, ya que se han nutrido de transferencias de voto de otros partidos y de los abstencionistas. Aunque con tendencias opuestas: mientras "Podemos sigue una tendencia descendente, y C's ascendente". Para Gómez, que los de Iglesias puedan estar "desinflándose" se debe a que en unos comicios autonómicos y locales "no basta" sólo con el empuje del líder "y las teles". "Ha habido una desconexión con la calle. A esos que miraban con esperanza Podemos se les ha quitado la camiseta para las municipales, y la dirección estatal ha controlado férreamente las listas regionales. Eso tiene un efecto desmovilizador claro. No creo que vaya a haber vuelcos. Habrá que ver cómo se comportan los grandes y también las fuerzas nacionalistas de izquierda, con implantación en ciertos territorios. Ahora todo está más abierto que hace un año".

Barberá subraya, no obstante, que ambas formaciones, por mucho que sus resultados dependan estrechamente de las expectativas generadas, "han ganado antes de empezar", porque parten de cero, "y van a cambiar el sistema de partidos". Este analista no se atreve a hacer muchas previsiones porque el papel de los medios se ha probado "fundamental", más aún en el caso de C's, que "en enero apenas existía y en marzo se coló con nueve diputados en el Parlamento andaluz". Ambas fuerzas han crecido a costa de PSOE y PP... y también de IU. Que esta aguante dependerá de si le bastan los votos de sus electores tradicionales, apunta Barberá. 

Albert Rivera, en la presentación de la reforma fiscal de Ciudadanos, el pasado 21 de abril | EFE

Cambio lleva camino de convertirse, tal vez más que nunca, en la palabra comodín para todos. "Cambio seguro", dice el PSOE. "Cambio sensato", dice C's. "Cambio" y no "recambio"; "cambio" y no "plan renove, con leves cambios de caras y con medidas cosméticas", dice Podemos. El partido de Pablo Iglesias, sostiene Martínez-Bascuñán, intentará "desactivar" en la medida de lo posible el marco discursivo de los de Albert Rivera. Su objetivo será "volver a ocupar ese espacio político que encarna el cambio dentro del eje que está desestabilizando todo nuestro sistema de partidos y que es nueva política/vieja política". La pugna, por tanto, no es sólo de los emergentes contra los viejos, sino también entre los nuevos.

La incógnita de las listas de confluencia

Más desconcierto produce en los expertos las llamadas candidaturas de unidad popular, las listas de confluencia de distintas fuerzas y movimientos sociales, como Barcelona en Comú, Ahora Madrid, Zaragoza en Común, Marea Atlántica en A Coruña o València en Comú. Los investigadores coinciden en señalar que el elector no suele tener toda la información en la cabeza y puede despistarse con las planchas municipales. Por regla general, apuntan, los votantes suelen coger la papeleta de un mismo partido para el municipio y para la comunidad. 

¿Y los programas? Barberá sí cree que es cierta la leyenda de que los electores no se los leen, pero en cambio sí juzga que se tienen en cuenta las medidas que las formaciones adopten. En los comicios pesa el llamado voto temático: el voto hacia aquel que mejor defienda unas ideas sobre una cuestión. Por ejemplo, el que mejor luche contra la corrupción. Según Martínez-Bascuñán, sí importan los programas "y cómo se expliquen". "Importa lanzar propuestas y estar activos", arguye, y por eso considera que C's está jugando "bien" la baza de la "racionalidad económica", al espaciar sus propuestas y ser "muy pedagógico". Podemos, a su juicio, yerra, porque "hace tiempo que no ocupa espacio mediático en ese nivel, y eso la gente lo nota". 

Lo que en cualquier caso sí indican los sondeos es que se acabaron los tiempos de las mayorías absolutas y que se avecina una época en la que la palabra pacto es clave. Según Gómez y Baras, el ciudadano medio no mete su papeleta en la urna pensando en las alianzas postelectorales. "No hay tanta sofisticación en el elector. Otra cosa es que luego comprenda o valore los acuerdos a los que se llegue después", indica el profesor de Deusto. "Mas que pactos o candidaturas de unidad popular, lo que la ciudadanía tiene en cuenta a la hora de votar es si quiere cambio o no, si quiere castigar o no la corrupción, si los candidatos le inspiran honradez o no, si generan ilusión o esperanza. Las luchas internas que hemos visto en la izquierda en los últimos meses tampoco han sido muy instructivas", sugiere Martínez-Bascuñán.

Barberá discrepa. Entiende que la cuestión de los pactos ha de incluirse en esa coctelera de elementos contextualescontextuales, de modo que "no hay que despreciar el voto calculador de los ciudadanos". "No sólo es una manía de los medios", abunda.

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Algo más de participación

En medio de toda esta ensalada de variables, ¿qué papel puede jugar la participación? Tradicionalmente, recuerdan los politólogos y sociólogos, la movilización en las municipales suele estar en torno a cinco puntos de media por debajo de generales. En las de 2007 fue del 63,97%, por el 73,85% de las legislativas. En 2011, en las locales se registró una participación del 66,16%, y en las generales de meses después, fue del 68,94%. En las del 24-M, los investigadores tienen la impresión de que puede ser algo más alta que hace cuatro años, y que se está consiguiendo desperar a votantes desencantados o marginados, producida a partir del surgimiento de alternativas. Pero determinar a quién perjudica o beneficia es más complicado. En anteriores comicios, de los datos se desprendía que la abstención dañaba a la izquierda, pero en las europeas de 2014, por ejemplo, afectó más al PP. Ahora hay muchas más alternativas en juego. Así que, como dicen Barberá y Baras, la participación en estas elecciones "irá por barrios", y en cada punto incidirá de distinto modo. 

El 24-M, en suma, habrá varias palabras clave: "Futuro, ilusión, cambio, esperanza", glosa Martínez-Bascuñán. Y remata: "Todos esos mensajes están conectados desde el punto de vista de la cognición política, y pueden aportar más credibilidad al mensajero en estos tiempos de desconfianza política". Ya queda menos tiempo, apenas 27 días, para ver cómo se van encajando todas las piezas del puzle.  

27 días para unos comicios en los que todo está demasiado abierto, en la que (casi) todo parece posible y en la que muchos se juegan mucho. España se encamina hacia la segunda meta volante de un maratoniano año electoral: las autonómicas y municipales, en las que se renuevan las alcaldías de 8.122 municipios y los Gobiernos de 13 comunidades autónomas. 

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