España sigue instalada en el furgón de cola de la UE en lo que a innovación científica se refiere. Un informe de la Comisión Europea vuelve a poner en evidencia cómo la falta de inversión está contribuyendo a consolidar el retraso del país respecto al resto de socios europeos en el énfasis aplicado a la innovación. De hecho, el Ejecutivo comunitario sitúa a España en el puesto 19 de los 28 Estados miembros, tres peldaños por debajo del lugar que ocupaba en el informe de 2013, elaborado con datos de 2010 y 2011. Y aunque hay ciertas áreas de progreso, la realidad de los datos refleja que en España, en los últimos años, la brecha frente a la media de la UE ha aumentado a un ritmo superior que en otros países.
El estudio Innovation Union Scoreboard [PDF en inglés, aquí] tiene en cuenta 25 indicadores y clasifica a los países en cuatro categorías en función de su apuesta por la innovación: líderes, seguidores, innovadores moderados y modestos. Pues bien, España –con una inversión anual del 1,24% del PIB, según los últimos datos publicados por el INE, de 2013– permanece en el tercer grupo, aunque ahí también pierde posiciones. Queda en el puesto siete del total de 13 países que lo integran. En el informe de 2014 estaba en el puesto tres de 11. Lo que refleja el informe es que, pese al crecimiento de la inversión española en I+D entre 2004 y 2009, la tendencia a la baja desde 2010 ha ensanchado la brecha respecto a la media europea, que estaba en el 2,02% en 2013.
La conclusión más clara es que España se mantiene entre los países que están peor preparados para trasladar al mercado los resultados de la investigación científica y técnica y que, además, queda por debajo de países que tienen PIB per cápita inferiores como Estonia, que está en el puesto 13; Chipre, en el 15; o Malta, en el 18. Llama la atención también que España esté sobrepasada por otro país de su entorno que también ha sufrido los rigores de la crisis y de la austeridad en sus finanzas públicas como es Portugal, que ocupa el lugar 17. A la cabeza europea se establecen, una vez más, los países escandinavos (Suecia, Dinamarca y Finlandia) y Alemania. No obstante, la UE sigue estando por detrás de Estados Unidos y de Japón y sigue perdiendo competitividad por la influencia de países emergentes como China o Corea.
Recortes y recursos humanos
Entre las principales debilidades de España, según este documento, están el bajo nivel de inversión pública y privada en investigación y desarrollo, así como la escasez de ingresos por venta de patentes de alta tecnología en el extranjero. Las cifras oficiales confirman este diagnóstico. Los presupuestos públicos de I+D han caído casi un 37% desde 2009. Y la esperanza de que el sector privado tirara de la investigación ante los fuertes recortes en la inversión pública también fue una quimera. Las empresas, según los datos del INE, están apostando cada vez menos por la I+D. El último dato, de 2013, muestra un gasto de 13.233 millones de euros en la materia. En 2008 la cifra alcanzó los 19.919 millones de euros, por lo que entre ambos periodos se ha registrado un descenso de casi el 34%.
En este contexto, los expertos coinciden en resaltar la influencia que tiene la falta de inversión en la investigación básica, que se desarrolla principalmente en organismos públicos lo que le permite ser más independiente de las dinámicas económicas. La cuestión es que, sin ella, "no hay innovación posible", dice Anxo Sánchez, catedrático de la Universidad Carlos III de Madrid especializado en la aplicación de las matemáticas en las ciencias sociales. Y ahí es donde España parece tener un problema porque los recortes de los últimos años han agravado el retraso histórico que el país apenas había empezado a superar a partir de 2007. Sin ciencia básica es muy complicado que se pueda aplicar la ciencia al desarrollo tecnológico, lo que merma las posibilidades de innovar.
El otro gran problema es la descapitalización de la I+D española en cuanto a los recursos humanos. Algo que está motivado por los recortes presupuestarios y que contribuye a consolidar una tendencia a la baja en el número de patentes, que son precisamente los aspectos que destaca el informe. De hecho, según datos de la Oficina Española de Patentes y Marcas, las solicitudes de patentes mundiales con origen en España llevan cuatro años cayendo.
Precisamente para poner el acento sobre el exilio forzado de los científicos españoles, la Asociación para el Avance de la Ciencia y la Tecnología en España (AACTE) puso en marcha el pasado diciembre la campaña "Leyendas urbanas". El objetivo era responder a Emilio Lora-Tamayo, presidente del CSIC, que un mes antes había calificado de "leyenda urbana" la fuga de cerebros. Desde entonces, más de 320 científicos que han tenido que irse a desarrollar su investigación en el extranjero les escribieron contándoles su caso y se hicieron una foto sosteniendo un cartel en el que se puede leer: "Yo también soy una leyenda urbana". Las imágenes están colgadas en la página web de la asociación.
El físico Iván Agulló, en la Universidad de Luisiana. AACTE
Sin embargo, la realidad es que España ya partía de una grave carencia de capital humano incluso antes de la crisis. En 2012, antes de los recortes de 2013 y 2014, el número de investigadores por cada 1.000 trabajadores era de 7,17, una cifra que estaba bastante lejos de los 8,24 de Alemania o los 9,24 de Francia y a años luz de los 16,1 en Finlandia. Y es sólo en ese contexto que se puede explicar la actual carencia de capital humano, señala el científico titular de la Estación Biológica de Doñana y presidente de la AACTE Luis Santamaría. En el sector público, los datos sobre el número de plazas convocados por los organismos públicos de investigación –el CSIC, entre ellos– hablan por sí solos: han pasado de 681 en 2007 a 15 en 2013, según datos aportados por Santamaría.
También Anxo Sánchez se refiere a la fuga de cerebros. "Seguimos manteniendo un nivel digno en investigación dado por el número de publicaciones pero los investigadores de entre 30 y 40 años, con muy buenos currícula, están en puestos precarios o directamente se han ido al extranjero, y ellos son los más adecuados para participar en la transferencia; estamos perdiéndonos sus mejores momentos", denuncia. Y advierte: "Acabaremos por perder lo poco que queda en investigación si no actuamos ya mismo, sobre todo para estabilizar a los jóvenes de gran nivel investigador y darles un presupuesto adecuado para su trabajo".
modelo de crecimiento
Por otro lado, el informe destaca las dificultades que tiene la ciencia española para captar las inversiones de los fondos de capital riesgo, que son los que ponen su dinero en negocios que estiman pueden ser rentables y los retiran cuando obtienen el beneficio previsto. Sánchez recuerda que en España nunca ha habido una gran inversión de este tipo, precisamente porque cuando la investigación –que es el paso previo– comenzó a consolidarse llegaron la crisis y sus recortes y ya no se pudo abordar la dedicación a la innovación. A su juicio, la consecuencia de estos hechos es clara: "Donde no se producen ideas nuevas, nadie viene a invertir". También es pesimista para el futuro: "Lo poco que se invertía por fondos de capital riesgo disminuye, porque como producimos poca investigación básica y la poca que hacemos disminuirá, ellos perciben que de aquí no van a sacar nada, e invierten donde sí se investiga".
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Como factores positivos, España tiene opciones de presumir en escasos frentespresumir . A saber: tasa de población con estudios universitarios, llegada de nuevos productos al mercado y presencia de investigadores españoles en las publicaciones científicas. Sin embargo, los expertos advierten de que ese "nivel digno" en investigación que evidencia el número de publicaciones se puede perder si no se pone freno a los aspectos mencionados previamente.
En datos macro, el objetivo que se han marcado los países de la UE para 2020 es dedicar a I+D+i el 3% del PIB, una cifra que está muy lejos del 1,24% que ahora dedica España. Esta cifra, denuncian los investigadores consultados, influye –y mucho– en el modelo de país. "El Gobierno ha apostado claramente por una supuesta vía de recuperación basada en la España de servicios para los turistas con dos instrumentos: la reforma laboral y la bajada del presupuesto en I+D. Pero no funciona. Es verdad que estamos creciendo en esos sectores pero la gente no nota la recuperación porque ese crecimiento es a expensas de unos puestos de trabajo con unos sueldos mucho menores de lo que fueron. Por otra parte, ni siquiera en este ámbito nos recuperamos bien porque con la bajada de los sueldos baja también la productividad de los trabajadores, que no están motivados, y la calidad del servicio", señala Anxo Sánchez.
Esta realidad no resulta extraña si se coteja, por ejemplo, con los objetivos que se planteaba el Gobierno en la Estrategia Española de Activación para el Empleo 2014-2016 donde se mostraba confiado en las expectativas de futuro de la hostelería, el turismo y la agricultura y relegaba a un segundo plano empleos especializados o relacionados con las nuevas tecnologías, la innovación y el desarrollo. Sánchez está convencido de que si España hubiera apostado por seguir trabajando e fomentar la transferencia de la investigación a la innovación, estaríamos ahora en la vía de un cambio de modelo de crecimiento. Especialmente –subraya– "si invirtiéramos sin miedo a equivocarnos, es decir, invirtiendo en muchos proyectos diferentes de los que solo saldrán bien algunos, pero que marcarán la diferencia".
España sigue instalada en el furgón de cola de la UE en lo que a innovación científica se refiere. Un informe de la Comisión Europea vuelve a poner en evidencia cómo la falta de inversión está contribuyendo a consolidar el retraso del país respecto al resto de socios europeos en el énfasis aplicado a la innovación. De hecho, el Ejecutivo comunitario sitúa a España en el puesto 19 de los 28 Estados miembros, tres peldaños por debajo del lugar que ocupaba en el informe de 2013, elaborado con datos de 2010 y 2011. Y aunque hay ciertas áreas de progreso, la realidad de los datos refleja que en España, en los últimos años, la brecha frente a la media de la UE ha aumentado a un ritmo superior que en otros países.