El baile de cifras, la opacidad de la información y la contradicción en las versiones han tejido el fatídico relato en torno a las residencias de mayores. Y en medio, un nombre: DomusVi. La residencia, controlada por un fondo de inversión británico, se ha convertido en protagonista de buena parte de los titulares más trágicos de las últimas semanas. Así lo desveló infoLibre en la primera entrega de una investigación sobre la situación en las residencias, en la que analiza las circunstancias que rodean a los decesos en ocho centros de la multinacional.
El mayor reproche de los familiares tiene que ver con la falta de transparencia, el goteo de información y la gestión deficitaria de la crisis. Hablan de "opacidad, situación caótica, falta de información, incompetencia e incapacidad". Y lo hacen independientemente de la gravedad de su caso.
Manuel Martínez ha tenido que enterrar a su madre y todos sus esfuerzos se centran ahora en que su suegro esté seguro. Hacía algo más de seis meses que su madre había ingresado en la residencia DomusVi de Aldán (Cangas do Morrazo, Pontevedra). Llegó con 93 años, relata Manuel, después de que una mala caída aplacara su independencia. La familia no tenía la capacidad suficiente para cubrir todas las necesidades de la anciana, así que tomó la decisión de llevarla al centro. "Se estaba recuperando, pero vino todo esto y se la llevó", lamenta. Era una mujer relativamente sana, aclara, con las "patologías normales de una señora de 93 años", pero con "calidad de vida".
Sobre la dureza de una decisión de tal calibre, la de delegar los cuidados, habla también Ramiro Gutiérrez. En septiembre, su madre hará cuatro años en la residencia de DomusVi en Barreiro (Vigo). A sus 98 tiene una dependencia de grado tres y aunque al principio la familia asumía las tareas de cuidado, al cabo del tiempo se hizo "insostenible". Decidieron pedir plaza, tratando de vencer las dudas y contradicciones propias de la situación. "Nos aceptaron en Barreiro, donde vive ella, así que sentimos que nos tocó la lotería", recuerda Ramiro. Cuando habla de su madre lo hace desde el principio y sin escatimar en detalles: desde una infancia marcada por la orfandad, hasta el confinamiento obligado por los bombardeos de la guerra.
En lo referido a la gestión de la multinacional expresa dudas. Ramiro convive con esa incertidumbre constante. "Si mi madre dice que la cuidan muchísimo es porque está bien, pero cuando dice que alguien tiene mala uva no es fruto de su imaginación: ella reconoce a las personas que la tratan bien y a las que no". Por eso, confiesa, le "come el corazón por dentro pensar" que su madre ha podido sufrir durante su estancia en el centro. "Te queda esa dualidad entre no poder manejarla dentro de casa y dejarla ahí". Ramiro lo describe como una "situación muy angustiosa" carcomida por "la culpa y sentimientos encontrados". Lo que más le inquieta "no es que se muera, sino las condiciones en las que se pueda morir".
Blanca Cordero, hija de una residente en DomusVi de Leganés (Madrid)
Respecto a la gestión previa habla también Blanca Cordero. "En DomusVi siempre ha faltado muchísimo personal, los familiares lo denunciamos a la Comunidad de Madrid y conseguimos que se mandara más, porque llevamos con la ratio baja muchísimo tiempo". Su madre, de 96 años, se encuentra en la residencia con la que cuenta la compañía en el municipio madrileño de Leganés. Cuando la crisis del coronavirus empezó a emerger con especial fuerza en la comunidad, la madre de Blanca tuvo que ser aislada. Coincidió con un mal catarro que podía quedarse en nada o derivar en complicaciones. "A partir del 8 de marzo nos cortaron la entrada", explica. Una ruptura demasiado abrupta para los ancianos: "Ella no entendía por qué no iba a verla, así que se puso violenta, entró en cólera, pensó que me habían hecho algo", describe la madrileña. "Está siendo muy angustioso, no sabemos prácticamente nada de ellos".
"Demuestran incompetencia"
Desde entonces, comenta Blanca, sólo ha podido hacer una videollamada –valiosa herramienta para los familiares– con su madre, organizada por la dirección. A la incertidumbre hay que añadir que la anciana sufrió dos caídas recientemente, por lo que su situación es especialmente delicada. "Nos llamaron pero nos dijeron poquita cosa y a mi madre sólo se le oía gritar", lamenta. Finalmente, ha resultado uno de los positivos confirmados por coronavirus. "Ella va a seguir en su habitación, aislada, pero no tengo nada más, no tenemos más datos", dice la usuaria. Blanca aprovecha para denunciar que los trabajadores no sean prioritarios a la hora de realizar pruebas: "Se están portando de maravilla, pero pueden tener el virus y contagiarlo".
Ramiro Gutiérrez, hijo de una residente en DomusVi de Barreiro (Vigo).
Lo mismo opina Ramiro. El caso de su madre le concede, por el momento, un respiro de alivio. Las pruebas han resultado negativas, así que el domingo pasado fue trasladada a otro centro en Nigrán (Pontevedra), donde otros negativos han sido reubicados. Ramiro cree importante, no obstante, que al centro se le dote de "personal adecuado", precisamente para que quienes cuidan de los mayores no sean vector de transmisión. El "miedo a que aparezca un positivo" pesa sobre los familiares.
La obtención de información veraz tampoco está siendo sencilla. "Yo no sé nada si no me preocupo por llamar", exclama Ramiro. DomusVi "no informa absolutamente de nada" y denota una clara "improvisación" en sus movimientos. "Más que decepcionar, demuestran incompetencia" porque toda esta situación "tenían que haberla previsto", pero desde el día "13 de marzo hasta el 21 no se tomaron medidas". La crítica a la gestión es contundente. "Uno se ve impotente ante la incompetencia de un lado y el afán de lucro de otro", lanza el vigués. En la empresa, añade, "prevalece mantener el mayor beneficio" y eso sólo es posible con la permisividad de las instituciones.
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El relato de los familiares comparte estructura: a mediados de marzo se prohíben las visitas, a partir de entonces la información experimenta un deterioro creciente y el desenlace es diverso según el caso. Manuel reconoce que el corte del vínculo con su madre, a quien visitaba diariamente hasta ahora, fue un choque. Pero lo asumió como medida lógica para reforzar la seguridad en los centros. "Si es por el bien de ellos, bendito sea, qué se le va a hacer", admite. Pero, coincide, a partir de ese momento la "información por parte de DomusVi fue cero". Unos días después, Manuel recibe una llamada que le transmite la noticia: hay un positivo en la residencia.
A finales de marzo los trabajadores del centro le permiten una videollamada. "Me dicen que mi madre está muy nerviosa. Yo ya lo sabía, porque me echaba de menos una barbaridad", detalla. Esa videollamada fue el último contacto que tuvieron. "La última vez que la vi con vida y que sentí su voz". El día 30 el médico del centro le comunica que su madre había dado positivo, "no me dijo desde hacía cuánto, sino que ya estaba bastante mal y me empezó hablar de sedación". La dureza de aquello, insiste, fue "no poder estar con ella ni verla, es muy duro".
La batalla, explicaba Manuel al principio, tiene que ver ahora con el estado de su suegro, ingresado en la misma residencia. "A mi suegro lo tuvieron siete días y siete noches, dando negativo, en la misma habitación con positivos". Aquí entra en cólera. Describe un paisaje sumido en el caos, sin apenas recursos materiales y sin efectivos. "Sólo tienen a un médico y a una enfermera para un centenar de positivos", aquello es "un despropósito". Desde este lunes, el anciano "está separado, sin fiebre y tranquilo". Pero aunque los errores empiecen a enmendarse, las secuelas son permanentes. Así lo reflexiona también Ramiro, quien a pesar de sentirse afortunado no pierde de vista a otras muchas familias: "Mi madre está bien, pero por el camino han quedado muchos muertos".