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La fe mueve montañas, pero no votos: la religión pierde peso político en España

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Hay frases que perviven en el tiempo y adquieren más significado cuando se echa la vista atrás. Hace noventa años, en la madrugada del 14 de octubre de 1931, Manuel Azaña aseguró: “España ha dejado de ser católica”. Lo hizo durante un discurso en las Cortes Constituyentes sobre la llamada cuestión religiosa, un debate en el que parte de las fuerzas republicanas reivindicaban la conversión de España en un Estado laico. “Lo que da el ser religioso del país, de un pueblo o de una sociedad no es la suma numérica de creencias o de creyentes sino el esfuerzo creador de su mente, el rumbo que rige su cultura”, ahondaba.

Casi un siglo después (y tras una dictadura nacionalcatólica de 40 años), el catolicismo ha perdido fuelle social y la cifra de ateos, agnósticos y quienes sienten indiferencia hacia la religión se sitúa en su máximo histórico, con un 38,7% de la población española. Así lo desgrana el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en un barómetro publicado este mismo año, confirmando, los augurios de Azaña, eso sí, un tiempo después.

En palabras de José Pablo Ferrándiz, doctor en Sociología y director del gabinete demoscópico Elemental Research, “el proceso de secularización de la sociedad española ha sido muy rápido”, adelantando a otros países europeos. “A comienzo de la Transición, España era netamente católica, con valores cívicos, opiniones y comportamientos muy vinculados con la tradición cristiana, pero desde la década de los 2000 se ha producido una transformación espectacular”, añade. 

Actualmente, los católicos practicantes suponen el 16,7% de la población, su mínimo histórico, mientras que aquellos que se identifican como católicos no practicantes son el 39,9% de la población española. “La gran mayoría dice que no es practicante, probablemente se adscriben ahí porque están bautizados o han hecho la comunión”, expone el sociólogo. “Pero lo más llamativo, a mi entender, es que haya un tercio de españoles que se declaran agnósticos, ateos o no creyentes”, prosigue. “Al comienzo de la Transición esta cifra no llegaba ni al 10% de la población”, abunda Ferrándiz.

Según datos del CIS, en el año 2000, el porcentaje de personas no religiosas apenas era del 13,1% de la población, frente a una mayoría de católicos, el 83,1%, aunque los que se declaraban practicantes eran una minoría en ese grupo. Una década después, en el año 2010, ese porcentaje de no religiosos ya se situaba en el 20,2%

“Esta adscripción ideológica se ve claramente en los jóvenes. Según nuestros datos más de la mitad de ellos no son religiosos, mientras que con la edad va aumentando el número de personas que se definen como católicas”, sintetiza. Los datos que desgrana el CIS coinciden con el planteamiento de Ferrándiz: en la franja de 18 a 34 años, el 60% se declara no religioso, mientras que el 30% se identifica como católico. 

¿Influye la religión a la hora de ir a votar?

Según los datos que maneja Elemental Research, el Partido Popular y el PSOE son las formaciones cuyo electorado es más creyente por una cuestión, principalmente, de edad. Sin embargo, a juicio de Ferrándiz, "lo religioso no está, hoy por hoy, en el centro del debate". "En ningún caso parece que sea un determinante del voto, como pasa con otros temas". El sociólogo remarca que "no es un elemento que pueda modificar una campaña". O, al menos, no lo ha sido en la última década. 

Ferrándiz señala que en las cuestiones en las que puede ser importante el sentimiento religioso, como el matrimonio homosexual, el aborto, la eutanasia, o la autodeterminación de género, "no hay grandes diferencias ni brechas insalvables entre unos y otros cuando vemos los resultados de las encuestas". "La amplia mayoría de los ciudadanos, sean o no creyentes, están a favor de estas legislaciones", asegura, aunque "con matices". "Es cierto que el apoyo mayoritario viene habitualmente por parte de los no creyentes, pero en ningún caso parece que sea un determinante del voto".

El sociólogo remarca que los valores morales y éticos de la sociedad española han sido los de movilización social, con un cambio de política y de cultura cívica. En ese sentido la sociedad española es una de las más progresistas de Europa. Según un reciente informe de la Unión Europea, España es el país que más apoya que todos tengan derecho a formar la familia que quieran, el derecho al asilo y que todos tengan derecho a la libertad de pensamiento, de expresión y de religión, entre otras cuestiones.

Pero esto no siempre ha sido así. Tal y como desgrana Guillermo Cordero, profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid, en la campaña electoral de 1979 la presencia de debates relacionados con la moral católica alcanzó “cotas inesperadas”, presencia que se reflejó tanto en el programa de Unión de Centro Democrático (UCD) como en la prensa conservadora, con declaraciones en contra del divorcio y un documento de la Conferencia Episcopal en el que desaconsejaba el voto a los partidos que lo defendieran. Finalmente fue el presidente Adolfo Suárez el que aprobó la ley dos años más tarde, en 1981, pese a la oposición del sector demócrata-cristiano de su partido. 

Cordero también destaca que, tras dos décadas de práctica ausencia de este tipo de debates, se produce un repunte en la presencia de alusiones a temas morales y religiosos a partir del año 2004, con la victoria de José Luis Rodríguez Zapatero. "Los debates relacionados con el matrimonio homosexual o la asignatura de religión tuvieron una continuada e intensa presencia mediática debido a las movilizaciones por parte no solo de la Iglesia y el PP, sino también de una parte de la ciudadanía". 

El caso de España contrasta con el de Estados Unidos -y también el de la mayoría de países del centro y sur de América y África- en los que la fe católica sigue teniendo un importante peso a la hora de ir a votar. En palabras de Emilio Doménech, periodista afincando en Nueva York, experto en política estadounidense, "hay un destacado plantel de pastores evangélicos, voceros conservadores y políticos republicanos que usan la religión como valor identitario por un lado y como arma política por otro, sea para implantar medidas conservadoras o para defender la libertad religiosa de los estadounidenses" explica en conversación con infoLibre.

El periodista señala que "el mayor legado de la religión" es "lo pegada que está a la vida pública pese al descenso destacado de feligreses y creyentes". "Pese a ese descenso, la perspectivas sociales sobre temas como el matrimonio homosexual o el aborto, temas todavía muy controvertidos a nivel nacional, vienen dadas por las bases religiosas de este país", prosigue. En ese sentido, y al igual que sucede en España, es "entre los millennials donde se ven las caídas más grandes de estadounidenses que dejan de decir que pertenecen a una religión en concreto y pasan a decir que no se identifican con ninguna".

Agnósticos en el PP, creyentes en Podemos

El líder del PP, Pablo Casado acudió junto a su familia a la Catedral de Granada el pasado 20 de noviembre, donde se celebró una misa en recuerdo de Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera. El equipo del líder conservador explicó más tarde que Casado fue sin saber que se estaba honrando al dictador porque no podría ir a misa al día siguiente al tener que intervenir en la convención del PP andaluz.  Las fuentes de la dirección popular consultadas por infoLibre admiten que Casado "cometió un error" al ir a esa misa, pero insisten en que no "hay nada más" que eso. 

En cuanto a la importancia que tienen las adscripciones religiosas dentro del partido conservador, en los estatutos del PP se alude a "los valores de la libertad, la democracia, la tolerancia y el humanismo cristiano de tradición occidental". Son pocas las voces del PP que han declarado, abiertamente, no ser creyentes. Una de ellas es la exportavoz popular, Cayetana Álvarez de Toledo, que es agnóstica. Su sucesora en el cargo, Cuca Gamarra, no ha sido tan explícita, pero ha admitido en alguna ocasión que ella es "creyente a su manera". "Aquí hay de todo, desde no creyentes a personas del Opus Dei. Que yo sepa, de estos últimos hay 4", desliza una fuente, en referencia a la cúpula y principales órganos del partido. 

También hay diversidad en grupos como el de Unidas Podemos. Aunque la mayoría de los parlamentarios consultados se definen como ateos o agnósticos, hay personas como Marisa Saavedra, diputada por Castelló, que se declara cristiana. “Mi militancia por la justicia y la dignidad de todo ser humano bebe directamente del Evangelio”, afirma. En la dirección del grupo afirman que en la formación morada se respeta cualquier opción religiosa “como manda la Constitución”. Un caso similar es el de Esquerra Republicana, donde su líder, Oriol Junqueras, es católico mientras que su portavoz en el Congreso, Gabriel Rufián, es “profundamente ateo”. 

En formaciones como Ciudadanos, que ahora cuenta con nueve parlamentarios en el Congreso, hay creyentes como Edmundo Bal, no creyentes como Mari Carmen Martínez y "cristianos no creyentes" como Guillermo Díaz, que explica a infoLibre esta concepción de la religión. "Yo no creo en Dios pero respeto los valores del cristianismo", asegura. Por lo que respecta a EH Bildu su portavoz parlamentaria, Mertxe Aizpurua, confiesa a este diario que "está en proceso de apostata": "Antes era mucho más complicado, pero ahora han facilitado los trámites. En cuanto tenga algo de tiempo, lo haré".

La ultraderecha y el Islam

Vox es la formación española que más ha hecho campaña con la religión. Concretamente, en contra del islam, que el presidente del partido, Santiago Abascal, define como “todo lo contrario de nuestra identidad". "España se ha construido contra el Islam, en reconquista, y por lo tanto la cosmovisión islámica del mundo es lo contrario de la cosmovisión cristiana del mundo, del mundo judeocristiano, occidental, del que España ha sido parte importantísima", afirmó en una entrevista.

Entre las medidas del partido ultra, destacan el cierre de mezquitas fundamentalistas y la expulsión de los imanes que propaguen el integrismo, la prohibición de erigir mezquitas promovidas por el wahabismo, el salafismo, o cualquier interpretación fundamentalista del Islam y la exclusión de la enseñanza del Islam en la escuela pública, entre otras.

El portavoz de la formación ultraderechista en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros, explica que en el grupo no preguntan por la vida religiosa de nadie, y confiesa su "decepción" con los obispos y el Papa Francisco. Una decepción compartida por la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, que criticó al pontífice por pedir perdón a México por los "pecados" de la Iglesia durante la evangelización durante la conquista de América. 

Sánchez, el primer presidente del Gobierno abiertamente ateo

El socialista Pedro Sánchez es el primer presidente del Gobierno que se ha declarado abiertamente ateo; también fue el primero en prometer su cargo sin símbolos religiosos: ni biblia ni crucifijo sobre la mesa de la Zarzuela. En el documento programático con el que se presentó a la secretaría general en el año 2014, Sánchez apostaba por “consolidar la condición de Estado laico" de España y eliminar el velo de confesionalidad. Un compromiso que no se ha producido. 

Doménech cree que un candidato ateo no podría llegar a la Casa Blanca. "Cabe pensar que el número de ateos en EEUU o el porcentaje que se identifican como ateos, apenas llega al 5 por ciento en datos de Pew Research de 2019. Es decir, que como valor identitario no vale nada, así que cuesta pensar que un candidato político vaya a querer destacar un aspecto de su vida personal que si acaso le puede restar votos", asegura.

Desde la llegada de los socialistas a la Moncloa en junio de 2018, la toma de posesión de los diferentes ministros que han formado parte del Gobierno –tanto el monocolor como el actual Ejecutivo de coalición– se ha hecho sin biblias ni crucifijos, solo ante el clásico ejemplar de la Constitución. Todo un hito si se echa la vista hacia el pasado, teniendo en cuenta que el propio PSOE votó junto al PP mantener la la presencia de dichos símbolos religiosos en el año 2008.  

Esto también contrasta con Estados Unidos, con la Biblia presente en prácticamente cada acontecimiento político, jurídico e incluso en el himno nacional. Además de esto, Doménech añade: "No importa tanto qué religión tenga un candidato, sino el hecho de que se guíe por unos principios morales cimentados en una fe religiosa, sea esa cristiana protestante o católica, aunque Bernie Sanders es el judío que más se ha acercado últimamente a la Casa Blanca si uno no cuenta a Jared Kushner", aunque evidentemente "de los musulmanes creo que no hace falta mencionar nada porque es evidente que a nivel histórico y cultural todavía le queda un trecho a EE. UU. para meterse ahí".

Otras de las decisiones de Sánchez para separar las esfera religiosa de lo público fue en relación con las víctimas del coronavirus. La determinación de Presidencia de organizar el primer homenaje de Estado aconfesional a las víctimas de una tragedia, rompiendo con ello un hilo histórico de asimilación litúrgica Iglesia-Estado en ocasiones solemnes.

Sin embargo, aunque la Constitución Española sitúa a España como un estado aconfesional, el 'Concordato' del 79 otorga una posición de privilegio a la Iglesia católica, blindada por la Constitución y su artículo 16: la católica es la única religión nombrada en la Carta Magna. La ruptura con los privilegios de la Iglesia es la eterna promesa del PSOE. Sánchez no ha abordado aún los privilegios fiscales de la Iglesia, mientras que la lucha contra las inmatriculaciones se ha quedado en la elaboración de un listado.

Europa ha dejado de creer

La religión predominante en Europa es el catolicismo, aunque el cristianismo en general está presente con varias de sus confesiones, pero según una encuesta realizada por la St Mary's University de Londres y la Universidad Católica, en Europa se está produciendo un desinterés por la religión, encaminándose hacia una sociedad Europea post-cristiana. Un descenso especialmente llamativo en el caso de los jóvenes: en países como España, Francia o Bélgica, más del 50% de los encuestados de entre 18 y los 26 años se declaraban ateos o agnósticos. En el Reino Unido, Países Bajos o Chequia la se situaba por encima del 70% o incluso del 90%.

En España el peso que se le da a la fe cristiana como parte de la identidad ha descendido abrumadoramente, pero todavía se sitúa por encima de otros países como Reino Unido, Francia o Alemania. Sin embargo, en otros dos países del sur, Italia y Portugal, sí que hay una mayoría de ciudadanos que consideran la cristiandad como un aspecto clave de su identidad. Todo ello según un análisis del centro de estudios Pew Research Center, elaborado entre 2015 y 2017.

Según este mismo organismo, en números generales, en torno al 77% de la población mundial tiene algún tipo de creencia religiosa: en primer lugar se sitúa el cristianismo (31%), seguido del islam (24%), el hinduismo (15%) y el budismo (7%). Estos números contrastan con el 16% de la población que no tiene afiliación religiosa, siendo el grupo más numeroso después de cristianos y musulmanes.

Hay frases que perviven en el tiempo y adquieren más significado cuando se echa la vista atrás. Hace noventa años, en la madrugada del 14 de octubre de 1931, Manuel Azaña aseguró: “España ha dejado de ser católica”. Lo hizo durante un discurso en las Cortes Constituyentes sobre la llamada cuestión religiosa, un debate en el que parte de las fuerzas republicanas reivindicaban la conversión de España en un Estado laico. “Lo que da el ser religioso del país, de un pueblo o de una sociedad no es la suma numérica de creencias o de creyentes sino el esfuerzo creador de su mente, el rumbo que rige su cultura”, ahondaba.

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