Feijóo aprieta y la derecha se acerca a la mayoría con Vox en sus horas más bajas
Si se celebraran elecciones generales este domingo, la suma de PP y Vox (173) rozaría la mayoría absoluta, frente a una izquierda que retrocede erosionada por la negociación en torno a la amnistía, la rumorología sobre una posible consulta pactada en Cataluña —y veremos a futuro los efectos indirectos del conflicto palestino-israelí—. Tras dos meses de movimientos menores y en clave intrabloques, el frágil equilibrio resultante de las elecciones de julio se rompe.
PSOE y PP muestran una lealtad electoral muy elevada, del 88% y 93% respectivamente, pero en el pulso entre ambos el saldo vuelve a ser positivo para el PP, dando continuidad a la tendencia observada toda la legislatura pasada: 324.000 electores socialistas se plantearían hoy votar a Feijóo, mientras en el sentido inverso 62.000 votantes del PP podrían apoyar a Sánchez. Si echamos la vista atrás y observamos los movimientos respecto a los comicios de noviembre de 2019, estaríamos hablando ya de 800.000 ex votantes del PSOE optando por el PP.
Feijóo (151 escaños) da otro paso en su objetivo de afianzar la franja central, donde se está planteando una de las principales contiendas entre los dos grandes partidos. Aproximadamente 7,5 millones de españoles se autoubican en el 5 ideológico, el espacio donde más fluctuaciones se producen. En las elecciones de julio el PP superó al PSOE en este grupo por 11 puntos que pudieron ser más sin el pecado original de dar por hecha la victoria y si hubiera mediado otra gestión de los pactos con Vox, dos factores que dieron aire a un Sánchez que en el sprint final recuperó el músculo central suficiente para evitar un gobierno de derechas. Ahora mismo la ventaja del PP en el centro se va hasta los 14,5 puntos -30,4% de estos votantes templados optarían por el PP, frente a un 15,9% que lo harían por el PSOE-, recuperando la distancia que ya llegó a tener en el pasado y que finalmente desaprovechó. Para el presidente del gobierno no es un escenario nuevo.
La amnistía cambia la dirección del viento
El debate social y ciudadano sobre la amnistía está modificando el humor político de los españoles. A la pregunta del Centro de Investigaciones Sociológicas “¿cuál es a su juicio el principal problema que existe actualmente en España?”, la referencia a “los problemas políticos en general” pasan al primer lugar por encima del paro y la crisis económica, con un crecimiento continuo y significativo desde antes del verano: 12% en mayo y junio, 13% en julio, 16% en septiembre y 19% en este mes de octubre. Aumenta el cabreo, con la política, con los políticos y la polarización.
Hace un mes, a la vuelta del verano, el resultado electoral seguía siendo combustible anímico para la izquierda frente a una derecha que estaba aún en estado de shock. En octubre el paisaje es muy distinto. El PSOE está perdiendo la batalla del relato y se le ha abierto una vía de agua que hoy por hoy parece difícil de cerrar y que recuerda en los números a lo que ya vimos tras los primeros presupuestos con Bildu o los indultos.
Podemos leerlo en las actitudes frente a una hipotética repetición de elecciones, que se refleja en tres indicadores que se han invertido en apenas unas semanas: 1) Hemos visto recientemente varias encuestas publicadas que recogen un aumento del porcentaje de votantes socialistas —hasta el 25%— que ven la repetición electoral como la mejor salida en la situación actual, 2) La derecha está más movilizada hoy que la izquierda, cuando hace un mes sucedía lo contrario —declaran que irían a votar seguro el 81,4% de los que se autodefinen de derechas vs el 78,8% de los que se autodefinen de izquierdas—, y 3) Los electores que se abstuvieron en julio y hoy sí acudirían a las urnas aportarían 40.000 votos más a la dupla PP-Vox que a PSOE-Sumar. El resultado de todo ello es un cambio en la dinámica de los bloques. Podemos verlo en el gráfico siguiente:
Operación Feijóo para apuntalar su liderazgo a costa de Vox
A mediados de septiembre, Feijóo pasaba por sus peores días desde que cogiera el mando de la nave popular. El líder gallego venía sufriendo un desgaste importante en su imagen pública (su nota había bajado del 5,1 de abril de 2022 al 4,3 de julio de 2023 en la antesala de las elecciones*) y el fracaso en los comicios acentuó sus malos números y el debate interno sobre su liderazgo y estrategia. Para culminar, eran muchas las incertidumbres sobre el posible impacto electoral de una investidura fallida. ¿Para qué optar a una investidura perdida de antemano? ¿No subrayaría el papel de derrotado? Desde entonces Feijóo ha aparcado el objetivo de trasladar un perfil moderado y ha recurrido a uno más combativo.
En política, la gestión de expectativas forma parte fundamental del relato y la estrategia. Una buena gestión de expectativas puede convertir un mal resultado en uno aceptable, ahí tenemos casos sonados como el del propio Pedro Sánchez en 2015 que transformó el peor resultado del PSOE —91 escaños— en un “éxito” por haber mantenido sobre la bocina la hegemonía entre los partidos de izquierdas –Pablo Iglesias tras una gran campaña se quedó a 390.000 votos del sorpasso y ya sabemos el resto de la historia—. Por el contrario, una mala gestión de expectativas puede dejar tu reputación en una posición delicada. Es lo que le ocurrió el pasado mes de julio al propio Feijóo y su a priori victoria por una “mayoría amplia”, que finalmente fue victoria estrecha e insuficiente, pese a ser uno de los mejores resultados en número de votos de la derecha en su historia.
En la investidura de Feijóo, la gestión de expectativas ha funcionado mejor. Nadie esperaba una sorpresa aritmética y en el electorado conservador no había excesiva confianza en el efecto revulsivo del líder de la oposición. La operación, si bien sobredimensionada en el ecosistema del PP, pasaba por recuperar liderazgo ganando contundencia. Mostrar que había alguien a los mandos en la derecha. La beligerancia de Feijóo, real o estudiada, alimentada previamente por la manifestación de Madrid, y posteriormente por la de Barcelona, el desfile del 12 de octubre y las críticas al Gobierno por su posición sobre Israel, ha servido para acallar momentáneamente las voces críticas internas y para ampliar el mordisco a Vox (22 escaños), sin que por ahora se resienta el centro.
La transferencia de los de Abascal hacia el PP es del 20% —más de 600.000 votantes—, la más alta desde las elecciones. Otra cosa es que sigan existiendo dudas razonables sobre la falta de rumbo y el tacticismo que parece acompañar la difícil travesía de Feijóo al frente de una derecha rota, tan pronto abrazada como enfrentada. No en vano, el líder gallego sigue por debajo de Sánchez en preferencia como presidente de Gobierno (29% vs 24%), con el índice de popularidad más bajo en el conjunto de la población (4,3), y también a la cola en valoración por los propios votantes (7,1) por detrás de Pedro Sánchez (7,2), Santiago Abascal (7,4) y Yolanda Díaz (7,6).
Buenas noticias para Sumar
Sánchez (120) mantiene un saldo positivo por la izquierda, pero la formación de Yolanda Díaz (29) recupera terreno en número de votos y escaños. El pulso entre ambos partidos, favorable en septiembre al PSOE en 200.000 electores —entre votos ganados y perdidos—, se ha reducido hoy a sólo 60.000.
La ministra de trabajo en funciones ha vuelto a tener protagonismo en el último mes y, aunque no ha logrado frenar la fuga hacia el PSOE (350.000 el último mes), sí ha conseguido volver a abrir hueco entre las filas socialistas, muchos de los cuales ya dudaron votarla en julio. La transferencia de votantes socialistas hacia la coalición de Sumar pasa del 1% de septiembre al 4%, captando en octubre 290.000 votos y abriendo una puerta que permanecía cerrada desde elecciones. Es una señal esperanzadora para la coalición fucsia y un dato importante para entender qué está pasando en el seno de la izquierda. El repunte de Sumar se produce en un contexto difícil, de recuperación del bipartidismo y ante la alargada sombra de la —improbable— repetición electoral, cuando las dinámicas habituales –ahí tenemos lo que ocurrió en 2016 y 2019— han castigado tradicionalmente a los nuevos partidos, especialmente en el alambre del 10-13%, una zona compleja de transitar por los efectos de la ley D’Hondt. En el cuadro siguiente podemos ver los movimientos que se han producido desde las pasadas elecciones de julio.
El CIS refleja una caída del PSOE de un punto en el último mes y muestra un empate técnico con el PP
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*Análisis de LogosLab y datos recalculados desde la propia matriz de resultados, cruzados por recuerdo de voto para eliminar el sesgo producido por el desfase entre el voto real en urnas y el manifestado en el barómetro de octubre del Centro de Investigaciones Sociológicas.
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Rafael Ruiz es consultor y analista de datos en asuntos públicos, licenciado en ciencias políticas y de la administración, con posgrado en investigación social. Es socio fundador de Logoslab. A lo largo de su trayectoria profesional ha ayudado a empresas de distintos sectores a incorporar la data en la toma de decisiones a través del desarrollo de modelos de medición y microsegmentación. Ha participado en más de 15 campañas electorales en los últimos 10 años.