La estrategia del PP de Alberto Núñez Feijóo se parece cada vez más a la de Pablo Casado. Cuando el expresidente de la Xunta consumó el asalto al puente de mando de la calle Génova, con la ayuda de los demás barones del partido, apostó por una agenda propia despegada de la actualidad para intentar marcar el debate político a través de propuestas concebidas para discutir la política económica del Gobierno. Durante seis meses, todo lo demás fue secundario, hasta el punto de que asuntos tan relevantes como el desbloqueo del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) quedaron enterrados durante meses, ahogados por la prioridad otorgada a la situación económica.
Eso ahora ha cambiado. Desde que Feijóo se plegó a la presión del ala radical de su partido, liderada por la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, e instigada por la derecha mediática y Vox para seguir bloqueando la renovación del CGPJ, la agenda del líder del PP, como la de Casado, vive al día. El discurso ya no sigue una hoja de ruta propia sino que se adapta constantemente a la actualidad y depende de ella.
Un día es la reforma del delito de sedición, señalada solemnemente como “una traición” a España. Al día siguiente todo gira en torno al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, y la actuación policial en la valla de Melilla durante los sucesos que acabaron con la muerte de varias decenas de inmigrantes que, acosados por la policía marroquí, trataban de entrar en España. Pasan 24 horas, el viento cambia, y Feijóo lo apuesta todo a la ley del sólo sí es sí. Como pasaba con Casado, el PP cambia de objetivo siguiendo la pista al último asunto de actualidad.
Tanto es así que esta semana, en la que el Congreso debate el proyecto de ley de Presupuestos Generales del Estado para 2023, los terceros que el Gobierno de coalición remite a la Cámara, el PP ha decidido ignorar este asunto. Donde los de Feijóo veían, hace pocos días, un problema central —hace meses que anticipan una recesión para la que, dicen, España no está preparada y para la que estos Presupuestos no sirven—, ahora prefieren hablar de la sedición o, sobre todo, de la ley del sólo sí es sí.
El PP sabe que, pese a su oposición frontal a estos Presupuestos y a los nuevos impuestos que gravarán a las grandes fortunas y a los beneficios extraordinarios de las empresas energéticas y la banca, todas estas medidas cuentan ya con el respaldo de la mayoría del Congreso y van a ser aprobadas por un amplio margen. Son conscientes de que su derrota está asegurada y prefieren fijarse en los problemas causados por la aprobación de la ley del sólo sí es sí y en agitar a los socialistas más incómodos con la reforma legal que va a modificar el delito de sedición. En los dos casos, con la vista puesta en las elecciones municipales.
El discurso de los de Feijóo es cada vez más duro. Un buen ejemplo lo ofreció este lunes el coordinador general del partido, Elías Bendodo. Según él, España vive en una “espiral de autodestrucción y de caos” en la que la ha metido Pedro Sánchez con sus “ataques” a las normas de la convivencia, al Código Penal, a los jueces, a la libertad de prensa y a los principios básicos de la Constitución. Con el “engendro de sectarismo ideológico” que, según él, es la ley del sólo sí es sí, el presidente ha “abierto de par en par las puertas de las cárceles a decenas de violadores”. Hay que enfrentarse "de una vez por todas a un presidente que ha perdido la moral”, que ha llegado a un punto que “no distingue la verdad de la mentira” ni “lo que está bien de lo que está mal”.
La batalla ideológica
El PP resta así todo protagonismo al debate presupuestario y a la discusión sobre los nuevos impuestos, y lo apuesta todo a la batalla ideológica: Cataluña y las políticas de igualdad. Pero trata, al mismo tiempo, de distanciarse de Vox negándose a participar en las movilizaciones convocadas por los ultras —habrá protesta en la plaza de Colón este fin de semana— e improvisando una serie de actos en diferentes puntos de España concebidos para afear a los barones socialistas su fidelidad a la disciplina del partido y visibilizar la “indignación”, dicen, con la que los españoles están viviendo la reforma del Código Penal y las consecuencias indeseadas de la entrada en vigor de la ley del sólo sí es sí, que, acusó Bendodo, “pone en la calle a violadores”.
De ahí que el PP haya olvidado el debate presupuestario —Bendodo ni lo mencionó en su rueda de prensa— y lo fíe todo a dos votaciones. Primero, la que este miércoles tendrá lugar en el Senado para aprobar o rechazar la moción que ellos mismos han presentado contra la ley del sólo sí es sí. Segundo, la que se celebrará el jueves en el Congreso en torno a la reforma de la sedición.
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Génova quiere forzar este debate en todos los sitios en los que los socialistas tengan representación. Incluyendo parlamentos autonómicos y ayuntamientos, pensando en aprovecharlo en el contexto de las elecciones de mayo.
De ahí la sucesión de mítines itinerantes que han organizado. El primero tendrá lugar en Badajoz este jueves y el segundo el fin de semana en Madrid, en ambos casos con Feijóo como protagonista. En los próximos días seguirán otros —todavía sin fecha concreta—, pero siempre en territorios gobernados por los socialistas: La Rioja, la Comunitat Valenciana, Aragón o Castilla-La Mancha.
El mensaje será siempre el mismo: trasladar la idea de que “aquí está el PP, que va a defender la unidad de España” y “está en contra de lo que está haciendo el Gobierno al eliminar la sedición, reducir la malversación y arrodillarse ante los independentistas”, anticipó Bendodo. Y con un objetivo indisimulado, tratar de dividir a los socialistas: “En política, se puede ser de todo menos cobarde”, proclamó el número tres del PP. Diputados, senadores y concejales del PSOE tienen una “oportunidad de oro” de demostrar que “se siguen llamando socialistas” y “plantar cara al sanchismo”.
La estrategia del PP de Alberto Núñez Feijóo se parece cada vez más a la de Pablo Casado. Cuando el expresidente de la Xunta consumó el asalto al puente de mando de la calle Génova, con la ayuda de los demás barones del partido, apostó por una agenda propia despegada de la actualidad para intentar marcar el debate político a través de propuestas concebidas para discutir la política económica del Gobierno. Durante seis meses, todo lo demás fue secundario, hasta el punto de que asuntos tan relevantes como el desbloqueo del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) quedaron enterrados durante meses, ahogados por la prioridad otorgada a la situación económica.