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Fotos resucitadas para mantener viva la memoria de los represaliados: "El último recuerdo no debe ser una foto rota"

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"Las imágenes permiten a las familias tener un lugar en el que poder relacionarse con las ausencias". Con esta frase, Jorge Moreno, antropólogo y autor de la obra El duelo revelado. La vida social de las fotografías familiares de las víctimas del franquismo, resumía a la perfección la enorme importancia que un simple retrato tiene en tantos hogares españoles que sufrieron en primera persona los horrores del golpe de Estado y la dictadura. Las imágenes, al fin y al cabo, se convierten en ese objeto en el que realizar el gesto de cuidado ante la ausencia de una sepultura. El último recuerdo vivo de ese padre, madre, tío o abuela a los que el terror franquista hizo desaparecer. Es plenamente consciente de ello Luda Merino. Tanto, que lleva meses y meses dedicando sus ratos libres a restaurar de forma altruista todas aquellas fotografías castigadas por el paso del tiempo de víctimas del nazismo y la dictadura.

La madrileña, de veinte años, estudia animación en la U-Tad. Maneja con soltura las principales herramientas gráficas. De ahí, su capacidad para hacer maravillas con imágenes rotas, dobladas o, símplemente, desgastadas. Una habilidad que, combinada con su compromiso antifascista, utiliza para mantener viva la memoria de aquellos a los que el franquismo o el Tercer Reich hizo desaparecer hace más de ocho décadas. No lo hace por ella. Tampoco por los colectivos memorialistas que rescatan todas estas historias. Es un trabajo al que se dedica, de forma altruista, para que las familias puedan seguir recordando con todo lujo de detalles a aquellos seres queridos que les fueron arrebatados solamente por su forma de pensar.

Antes de meterse de lleno con las fotografías, Merino usaba sus ratos muertos para realizar modelos 3D de las puertas de algunos campos de concentración. Todavía se conservan en internet algunos de sus trabajos sobre Auschwitz. Pero en el verano de 2019 se topó con la imagen de un pequeño bebé que le tocó de lleno. "Sólo era un niño", recuerda al otro lado del teléfono en conversación con infoLibre. Subida a las redes sociales por el centro memorial ubicado en el centro de exterminio nazi, estaba prácticamente partida por la mitad y descolorida. Sin pensárselo dos veces, la joven estudiante decidió descargársela y arreglarla. Una vez hecho, se la devolvió a través de un comentario al museo. Ahí comenzó todo. Cada fotografía deteriorada con la que se encontraba seguía el mismo camino. Una y otra vez. Lo hizo con la de Eva Kohn, una pequeña judía húngara nacida en 1942 y deportada dos años después a Auschwitz, donde fue asesinada en una cámara de gas.

Fue así como nació, hace unas semanas, Restaurando Su Dignidad. Lo hizo con un trabajo sobre dos fotografías. Una de Carmen Pesqueira Domínguez, una costurera y lavandera conocida en Marín (Pontevedra) como A Capirota que fue torturada y asesinada por un grupo de falangistas tras salir en defensa de un hombre mayor al que estaban maltratando. La otra de Anepodisto Serrano Moya, un joven de Ciudad Real asesinado en el campo de concentración austriaco de Gusen con solo 25 años. Esta última es la que presentaba un mayor grado de deterioro. Mientras que la primera tenía algunas muescas blancas provocadas, probablemente, por el roce, la segunda presentaba varias grietas que atravesaban el retrato. En este caso, consiguió eliminarlas. Sin embargo, reconoce que hay veces que las imágenes están tan deterioradas que llega un punto en el que no puede hacer "mucho más" por rescatarlas.

Hay trabajos que los puede solventar en apenas diez minutos. "Las fotos que están claritas y lo único que hay que hacer es tocar el tema de los contrastes", dice. Pero otros, sin embargo, son mucho más laboriosos. "Me he encontrado con alguna que estaba tan deteriorada que no se veía el ojo izquierdo y se lo tuve que reconstruir a través del derecho. Esas son complejas de restaurar", explica Merino. En ese caso, el tiempo que puede dedicarle se acerca a la hora. Pone algunos ejemplos sobre la mesa. Por un lado, el de Ricardo Sancho, un blanquero fusilado por los franquistas en marzo de 1939 en Castellón cuyo retrato estaba prácticamente partido por la mitad. Por otro, el de Joaquín Cuevas, un jornalero sevillano asesinado en octubre de 1936. En ese caso, tuvo que reconstruir como pudo la mitad de la cara y la nariz. "Afortunadamente, se salvaban los dos ojos", recuerda la estudiante.

Las labores de restauración las hace en sus ratos libres. En casa o "entre clases", en la universidad. No lo hace por ella, no le interesa ni el reconocimiento ni la "fama". Tampoco por los colectivos memorialistas o proyectos sociales como 15MPedia que luego usan sus trabajos para ilustrar las historias de represaliados por el franquismo o el nazismo que van recopilando. Su objetivo principal es llegar a ellos. A los nietos, hijas, sobrinos. Para ello, explica, cuenta con el respaldo de Miércoles Republicano, una organización creada en julio de 2015 y que tiene una potencia en redes sociales que permite que el proyecto de Merino llegue a más gente. "Mi propósito es alcanzar a los familiares para que me manden, si quieren, aquellas fotografías que les gustaría retocar. Mi trabajo va para ellos", explica. Por eso, ha abierto una dirección de correo electrónico que ha empezado a mover por redes sociales.

Por el momento, ha tenido un par de contactos. "El proyecto apenas tiene unos días", justifica. Hace poco, cuenta, le escribió para agradecerle lo que hacía el nieto de Francisco López García, un herrero de Almansa (Albacete) al que apodaban Sopas que fue deportado a Mathausen en enero de 1941 y que falleció en Gusen en noviembre de ese mismo año. Un par de meses más tarde, en ese mismo lugar, el nombre de Manuel Lucas Martínez, sindicalista almeriense de la UGT y miembro de las Juventudes Socialistas Unificadas, era escrito en el libro de muertos del campo de concentración austriaco. Dos de sus fotografías también han pasado por las manos de Merino. "Cuando me escriben, me reconforta porque veo que he llegado donde quería", señala la estudiante de animación en la U-Tad.

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Al final, dice, es en muchos casos "lo último" que queda de la memoria de alguien. "Soy de artes y vivo con esa mentalidad de que una imagen vale más que mil palabras", dice. Igual que no inició el proyecto para obtener reconocimiento público, tampoco lo hizo guiada por un pasado familiar traumático. Ni sus abuelos, ni sus padres, ni sus tíos sufrieron la represión del bando golpista. De hecho, le molesta que le pregunten justamente eso. "No hace falta que tengas a nadie para estar concienciada y para algo tan obvio como condenar una dictadura. En España, tenemos demasiado normalizados los crímenes franquistas. Debería haber más memoria", sentencia. Y ella, una simple estudiante de animación, hace lo que puede a golpe de Photoshop para mantener viva la de tantas y tantas personas que, en pleno siglo XXI, todavía permanecen tiradas en fosas comunes esparcidas por todo el Estado.

"Las imágenes permiten a las familias tener un lugar en el que poder relacionarse con las ausencias". Con esta frase, Jorge Moreno, antropólogo y autor de la obra El duelo revelado. La vida social de las fotografías familiares de las víctimas del franquismo, resumía a la perfección la enorme importancia que un simple retrato tiene en tantos hogares españoles que sufrieron en primera persona los horrores del golpe de Estado y la dictadura. Las imágenes, al fin y al cabo, se convierten en ese objeto en el que realizar el gesto de cuidado ante la ausencia de una sepultura. El último recuerdo vivo de ese padre, madre, tío o abuela a los que el terror franquista hizo desaparecer. Es plenamente consciente de ello Luda Merino. Tanto, que lleva meses y meses dedicando sus ratos libres a restaurar de forma altruista todas aquellas fotografías castigadas por el paso del tiempo de víctimas del nazismo y la dictadura.

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