En las elecciones celebradas el pasado 20 de diciembre, se registraron 24.935.679 votos válidos a candidaturas, una vez descontados los nulos y en blanco. Esa cifra, sin embargo, se redujo de forma notable en el caso de los sufragios destinados a escoger a los candidatos al Senado, quedándose en 23.089.940. La diferencia entre ambos votos se cifró en 1.845.739, es decir, cerca de dos millones de electores que emitieron su voto a un partido o coalición en el Congreso no lo hicieron en el Senado.
El resultado de los sufragios a candidaturas es producto de restar los nulos y en blanco al total de los votos emitidos. Así, el 20-D dejó 800.897 votos nulos en el Senado (573.900 más que en el Congreso) y 978.380 en blanco (790.609 más que en el Congreso), de modo que los votos a los diferentes partidos se redujeron notablemente en el caso de los senadores. A ello hay que añadir las 481.230 personas que depositaron un sobre en la urna del Congreso y se abstuvieron en la del Senado.
Esta asimetría entre el número de votantes a ambas Cámaras es algo habitual, que incluso se acentuó el 20-D. Cuatro años antes, en las generales de 2011, la diferencia fue de 1.701.422 votos menos a candidaturas en el Senado que en el Congreso.
¿Cuáles son los motivos que explican tales resultados?
Desconocimiento o apatía
El sociólogo Fermín Bouza achaca esta diferencia a que “la gente sabe que el Senado no sirve prácticamente para nada”. Sostiene, en conversación con infoLibre, que se trata de una “votación atípica”, a la que “nunca se le dio ninguna importancia”. Por otro lado, apunta a la dificultad que implica votar a listas abiertas como posible explicación de los votos nulos. Aunque, matiza, este tipo de votos podrían ser, junto con los votos en blanco, “una forma de protesta” del ciudadano, que utiliza la papeleta para hacer algún tipo de reivindicación.
El sociólogo señala, no obstante, que el Senado podría empezar desde los pasados comicios a tener cierta relevancia: “Ahora va a servir para algo porque tendrá una capacidad de bloqueo”. Explica, de este modo, que la mayoría del PP en el Senado podría servirle a los conservadores para anular propuestas como una posible reforma constitucional, lo que califica de “una dinámica poco democrática, porque sirve para negar las propuestas de los partidos elegidos por los ciudadanos para el Congreso”.
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El exsenador en las Cortes Generales por Vizcaya hasta octubre del 2015 Iñaki Anasagasti, se refiere asimismo a la falta de interés de los votantes, pero en términos que difieren del análisis desarrollado por Bouza. Sostiene, por el contrario, que dicha apatía responde a la “mala campaña” constante que ha sufrido el Senado. Apunta así a tres enemigos declarados: la Constitución española redactada en 1978, cuando aún no estaba abierto el proceso autonómico; el Congreso de los diputados, cuyos “dirigentes no quieren que exista el Senado”, y finalmente los medios de comunicación y la clase política, “que tratan al Senado como el chivo expiatorio de todos los males”.
Por otro lado, Anasagasti denuncia la falta de presupuesto dedicado a la Cámara alta y defiende el “trabajo impoluto” que se ha llevado a cabo desde el Senado durante la última legislatura. Asegura que en dicha institución tienen lugar “debates importantísimos” y que alcanza una capacidad igual a la del Congreso, aunque esto “carece de visibilidad porque a los medios de comunicación no les importa”.
Finalmente, reprocha la “cobardía política de no querer abordar una reforma del Senado”, y arremete contra aquellos que lo comparan a un “cementerio de elefantes”. “En un país democrático serio, las personas con experiencia en puestos relevantes en política son altamente valoradas, pero en España sólo se respeta al menor de 30 años”, concluye.
En las elecciones celebradas el pasado 20 de diciembre, se registraron 24.935.679 votos válidos a candidaturas, una vez descontados los nulos y en blanco. Esa cifra, sin embargo, se redujo de forma notable en el caso de los sufragios destinados a escoger a los candidatos al Senado, quedándose en 23.089.940. La diferencia entre ambos votos se cifró en 1.845.739, es decir, cerca de dos millones de electores que emitieron su voto a un partido o coalición en el Congreso no lo hicieron en el Senado.