Francisca y Darío viven su sueño como científicos en Alemania: “Regresar a España sería un paso atrás”

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Contaban con marcharse al extranjero. Al fin y al cabo, abandonar España por un tiempo es una exigencia ineludible en la labor de un científico. Doctores por la Universidad de Granada, Francisca Martínez y Darío García se dedican a su pasión en el Instituto Max Planck de Genetica Molecular de Berlín. Se marcharon hace dos años a “aprender otras técnicas” y seguir desarrollando su carrera profesional. Trabajar en Alemania es para ellos una oportunidad y, aunque de momento no entra en sus planes, sueñan con regresar a una España “utópicamente recuperada” que les ofrezca una plaza en la universidad o en un instituto de investigación.

El centro en el que trabajan investiga sobre biología molecular, celular y del desarrollo. Según explica Darío, el Instituto Max Planck se encarga, entre otras cosas, de diagnosticar y estudiar pacientes que presentan malformaciones congénitas, es decir, aquellas producidas desde el nacimiento. Darío investiga diversas alteraciones en el genoma humano y busca junto con sus compañeros los efectos que esas variaciones pueden originar sobre el paciente. Francisca, por su parte, trabaja en un proyecto sobre genética evolutiva. En su caso, estudia especies que tienen alguna característica especial, como la del topo ibérico, la especie endémica de la Península sobre la que, junto con su equipo, trata de descubrir qué ha mutado para que haya perdido su agudeza visual.

Disponen de todos les recursos necesarios para desarrollar su actividad investigadora. “Esto es para nosotros un sueño hecho realidad”, explica Francisca. “Las cosas que soñabas que podías hacer, que leías en los artículos científicos de otra gente que publicaba, las estoy haciendo ahora”, señala. Es el modo en que Francisca señala la diferencia entre un laboratorio alemán y uno español, donde la financiación de los proyectos es más reducida y no se dispone de tantos medios. Darío también lo ve claro: “Aquí no tienes que preocuparte tanto por el dinero. Si tienes una buena idea, la discutes con tu jefe y lo más probable es que no tengas ningún problema”. Este hecho diferencial entre un país y otro es probablemente la traducción de los esfuerzos presupuestarios que dedican a la ciencia. Mientras Alemania destinaba a la investigación y el desarrollo en 2012 un 2,92% de su Producto Interior Bruto (PIB), según los datos recopilados por el Banco Mundial, España apenas alcanzaba el 1,30% de su PIB.

Darío está a gusto en Alemania, sabe que ahí no le va a faltar el trabajo con el que se siente realizado. Y aunque echa de menos su país, su gente y su clima, le puede su vocación. Regresar ahora a España supondría “dar un paso atrás”: el número de plazas se ha reducido y la financiación ha adelgazado notablemente, lo que limita sus posibilidades. Es una decisión que bien podría enlazar con el nuevo hachazo a la I+D+i previsto en Plan Estatal de Investigación Científica y Técnica y de Innovación 2013-2016, y que denunció el colectivo Carta por la Ciencia en octubre del pasado año.

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Pero más allá de la inversión en investigación y desarrollo y de los esfuerzos presupuestarios estatales por sostenerla, Francisca y Darío coinciden en señalar el escaso reconocimiento del que gozan los científicos españoles. Según Darío, no están valorados. “La primera vez que salí fuera, que me fui a Londres, me di cuenta de que la gente en otros lugares sabe lo importante que es lo que estás haciendo y te trata de acuerdo a la labor que desempeñas”, explica. Algo que contrasta, según señala, con la reacción de sus conocidos cuando les manifestó su deseo de seguir formándose y doctorarse: “¿Y por qué no empiezas a trabajar ya?”, le dijeron. En este sentido se pronuncia también Francisca: “Yo creo que no hay realmente una conciencia de lo que es la ciencia en España. No lo saben ni los políticos ni la gente”, protesta. Y reclama un lugar mejor para la actividad investigadora: “Hacemos cosas que no se ven a corto plazo, pero que sí tienen una importancia futura para que un país se desarrolle”.

A diferencia de Francisca, que está contratada por el Instituto Max Planck, Darío trabaja en Alemania con una beca postdoctoral española. Una inversión económica de la que, de momento, se beneficia el país germano. No se trata de un hecho aislado, sino de una fórmula habitual entre los científicos. “España forma a gente a la que luego no da trabajo, lo que les obliga a marcharse.”, explica Francisca. “Se está invirtiendo el dinero en la formación de personas para que al final se aproveche otro”, razona.

Aunque a ratos echan de menos España, ni Francisca ni Darío se han planteado regresar. De momento, prefieren seguir en Alemania haciendo “ciencia de altos vuelos”. Mientras, sueñan con poder poner su conocimiento científico al servicio de su tierra natal, una España de momento utópica, sin precariedad laboral y que les asegure un puesto para continuar haciendo un trabajo de calidad para el que llevan años formándose.

Contaban con marcharse al extranjero. Al fin y al cabo, abandonar España por un tiempo es una exigencia ineludible en la labor de un científico. Doctores por la Universidad de Granada, Francisca Martínez y Darío García se dedican a su pasión en el Instituto Max Planck de Genetica Molecular de Berlín. Se marcharon hace dos años a “aprender otras técnicas” y seguir desarrollando su carrera profesional. Trabajar en Alemania es para ellos una oportunidad y, aunque de momento no entra en sus planes, sueñan con regresar a una España “utópicamente recuperada” que les ofrezca una plaza en la universidad o en un instituto de investigación.

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