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Con el frío en Europa llegó el fin de la excepción de España: las dos semanas que anticipan un duro invierno bajo el covid-19

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La "estabilización" a la que se aferraba España ya no existe. Los contagios están al alza con un ritmo muy alto, solo visto durante los peores días de la primera ola del covid-19. Esta vez, y a diferencia de agosto y septiembre, Europa nos acompaña. El empeoramiento de la tendencia es generalizado en el continente, coincidiendo con la entrada del frío. Los expertos aseguran que, como muestran los datos, muchos países no contaban con un sistema de vigilancia epidemiológica tan robusto como parecía. Sin embargo, eso no explica que nuestro país fuera el más afectado a finales de verano y principios de otoño: además de la ausencia de rastreadores y de una Atención Primaria fortalecida, los expertos apuntan a la desescalada rápida, a la alta movilidad interna, a la desigualdad que hace que el patógeno se distribuya bien entre las capas más vulnerables y a una posible cepa generada en el país en junio, que los turistas se pudieron llevar a casa. Lo que ahora parece claro es que la segunda ola no es un fenómeno exclusivo de España y que las bajas temperaturas ayudan más de lo que se creía, lo que anticipa un invierno muy duro aquí y en países como Francia, Reino Unido, Bélgica, Portugal, Italia y Alemania.

A mediados de octubre, los datos indicaban una estabilización e, incluso, un descenso del impacto de la segunda ola en España. Sin llegar nunca a la temeridad del optimismo, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (Ccaes), Fernando Simón, así lo explicaba el pasado 15: "Estamos observando una cierta estabilización en la tendencia nacional y, aunque siempre hay ondulaciones en los procesos de ascenso y descenso, sí podríamos estar en la fase de estabilización previa a un posible descenso, aunque esto también depende de cómo evoluciona la pandemia en los países de alrededor de España". Ninguna región contaba con cifras consideradas aceptables para ningún organismo o experto nacional o internacional, pero el camino era bueno. Sin embargo, poco después, los datos volvieron a subir, con un ritmo mucho más rápido que el registrado en agosto y septiembre, donde España fue prácticamente el único país del continente gravemente afectado por el patógeno.

Prácticamente todas las comunidades autónomas, con diferencias, han seguido el mismo camino. Crecimientos sostenidos a partir de agosto, una ligera tregua o incluso descenso entre finales de septiembre y principios de octubre, y una curva disparada en los últimos días. Hay excepciones: Baleares, por ejemplo, no tiene, por el momento, una incidencia ascendente tras el golpe que sufrió el mes pasado, al igual que Canarias, con los datos más bajos de todo el país: probablemente se vean beneficiadas por su carácter de territorios insulares. Madrid, aún con todas las dudas sobre los datos que ofrece y los criterios para hacer test, sigue en descenso tras alcanzar récords continentales hace unas semanas. El resto siguen el mismo patrón.

Acompañan, aunque no con la misma virulencia, a una tendencia generalizada en países de nuestro entorno: la llegada del frío ha coincidido con el aumento de casos, en algunos países de manera terrorífica, como Francia, Países Bajos o Bélgica. Muchos que miraban a España en verano con preocupación ahora pueden superar los registros hispanos, como Reino Unido, Italia y Portugal. Alemania también está notando su segunda ola, pero por ahora la contiene algo mejor: lo que no ha evitado que el Ejecutivo liderado por Angela Merkel tome medidas duras para restringir la hostelería.

"Debido al clima se está sufriendo en toda Europa un incremento muy rápido que aquí en España se observa con algo más lentitud", aseguró este jueves Simón. Abre una puerta al optimismo: "las medidas tomadas en verano", asegura, pueden conseguir que este ascenso vertiginoso de los últimos días consigan que la curva española vaya "algo más despacio". "Pero no sabemos si va a continuar" este ritmo lento, advirtió. El epidemiólogo espera que esta fase "dure poco", pero aseguró que no tiene "mucha confianza": el frío no va a remitir, ni aquí ni en Europa, hasta dentro de algunos meses. 

Durante buena parte de los meses del verano, una pregunta recorrió España: ¿qué estamos haciendo mal? ¿Por qué somos la excepción europea en cuanto al impacto del covid-19 tras el desastre de marzo y abril? No hay una sola respuesta, pero muchos expertos señalaron a factores socioeconómicos (ciudades y territorios con amplias desigualdades, con los ciudadanos más vulnerables hacinados y sin posibilidad de aislarse) y a la pobre estrategia de vigilancia epidemiológica que, tras la llegada de la "nueva normalidad", desplegaron las comunidades autónomas sobre promesas de contratar a rastreadores que luego no se cumplieron. Estas semanas, sin embargo, han constatado que ningún país europeo era invulnerable a la vuelta de un virus que, en realidad, nunca se fue. Pero sigue sin una respuesta contundente a una pregunta: ¿qué pasó aquí para que, tal y como se muestra en el gráfico, fuéramos los campeones en incidencia, con amplia distancia sobre el resto, entre principios de julio y finales de septiembre?

Enric Álvarez, investigador del grupo Biocomsc de la Universitat Politécnica de Catalunya (UPC), lleva meses haciéndose esta pregunta e intentando resolverla. Los ámbitos del estudio en el que participó eran cuatro: medidas de protección individual, ritmo de la desescalada, efectividad de la vigilancia epidemiológica y factores socioeconómicos. El último fue desechado, explica Álvarez, porque la segunda ola se agravó y no les dio tiempo. Pero los tres puntos anteriores les permiten sacar conclusiones: "Los países que han subido son los que abrieron rápido y se acomodaron". No cree que la vigilancia epidemiológica, la detección de nuevos casos y el rastreo de sus contactos estrechos, sea especialmente peor aquí que en las zonas donde se ha vuelto a disparar el coronavirus: "En Francia y en Bélgica la hacen peor", asegura. No así en Alemania, cuyo sistema de Salud Pública, les está permitiendo, una vez más, ser de los menos afectados; e Italia, que según explica el investigador, reforzaron sus estructuras de manera notable en septiembre. 

Álvarez cree, aunque no tiene datos cuantitativos para reforzarse, que la última pata de su estudio es la que marcó la diferencia: los factores socioeconómicos. "Hay gente que vive en condiciones sociales muy duras. Sabemos que la epidemia se propaga mejor en zonas de ingresos menores. Eso podría explicarlo", al menos en parte, defiende. Tras un mayo de caída y un junio muy tranquilo en cuanto a la pandemia en el viejo continente, fueron los temporeros de las zonas agrícolas de Aragón los que protagonizaron los primeros brotes preocupantes. Pocas semanas después, tanto esta comunidad como Cataluña, con la que comparte frontera, eran de las más afectadas de España y de Europa. Pronto les sucedió Madrid, con un sistema de rastreo pobre, una Atención Primaria colapsada y nudo de comunicaciones y de movilidad en el país. 

Comparte opinión una de las voces más autorizadas en todo el mundo para hablar de covid-19: el virólogo Christian Drosten, al frente de la respuesta alemana a la pandemia. Preguntado por cuál creía que era la excepción española, respondió: en el país germano existen más hogares unifamiliares, donde niños y ancianos no comparten techo. No pasa lo mismo en nuestro país, donde habitualmente las estrecheces económicas favorecen el contagio intergeneracional. "Eso sin duda provocará que la epidemia crezca más rápido allí", aseguró. Y coincide también, en España, Fernando Simón, que apunta más a nuestras "costumbres" y a nuestra "forma de relacionarnos en grandes grupos familiares y de amigos", así como "una movilidad sobre todo interna superior a la de todos los países europeos, sobre todo en periodos vacacionales. Eso no ayuda". 

El estudio en el que participó Álvarez ya apuntó a una rápida desescalada como un factor más dentro del cóctel que condenó a España en verano. Simón está de acuerdo. "España tuvo una apertura gradual al turismo que puede explicar que hayamos tenido una evolución diferente", asegura el epidemiólogo al frente de la estrategia del país. En todo caso, puntualizó: "tenemos hipótesis, certezas no podemos dar ninguna". Pero algunos de esos planteamientos están ya bastante demostrados: sobre España se abalanzó una tormenta perfecta de desigualdad, costumbres mediterráneas, necesidad de atraer al turismo, vigilancia epidemiológica pobre y, ahora, se le suma el invierno.

A este cóctel se le suma un factor de conocimiento muy reciente, publicado por un estudio aún pendiente de revisión: investigadores de un consorcio español y suizo aseguran que una nueva cepa del coronavirus se originó en España en junio entre los temporeros y se diseminó no solo al 80% del país sino también al resto de Europa en las últimas semanas. No está claro, matizan, si su facilidad para el contagio se debió a que la mutación propicia la transmisión o al papel de los turistas que se llevaron de vuelta a casa el patógeno. Preguntado por ello, Simón afirma que, si bien no ha tenido acceso "a los detalles", le gustaría saber si la muestra escogida es lo suficientemente representativa como para afirmar las conclusiones del trabajo y "si realmente esa cepa se ha distribuido por Europa". 

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El papel del frío

El aumento de casos en Europa y el endurecimiento de la incidencia en España coinciden con la entrada del frío en el continente. Y desde el verano los epidemiólogos advertían de que un fuerte rebrote podría producirse en octubre. Coronavirus como el SARS-CoV2 suelen encontrarse fuertes ante sistemas inmunitarios debilitados por los cambios de temperatura, y el contagio es mucho más frecuente en interiores, más transitados cuando aprieta a la baja el mercurio. Entrevistado por El País, el epidemiólogo Martin Blachier afirma que "no previmos" que el coronavirus fuera estacional, puesto que también impacta en verano. No es que impacte igual independientemente de la época: afecta más cuando hace frío. Antes era una conjetura y ahora empieza a hacerse evidencia. "Hemos revisado todos los factores y esto encaja con la curva de temperaturas: cayeron bruscamente a finales de septiembre y, dos-tres días después, el virus remontaba. No podemos explicar lo que está pasando sin un factor drástico de estacionalidad en el momento en que cambian las temperaturas", aseguró. 

Los epidemiólogos creen que la temperatura es el factor que marca la diferencia clave con respecto a semanas atrás, y que, junto a otros motivos, hace que la pandemia esté disparada en el viejo continente. En España es posible que el frío haya roto la tendencia estable de principios de octubre. Se acabó la tregua. Sin embargo, y pese al nuevo ciclo al que se enfrenta España con respecto a hace unos días, Simón eludió este jueves hablar de "tercera ola". Aún es pronto y las próximas jornadas serán cruciales para saber si los toques de queda, junto a otras medidas, sirven para capear el temporal o nos dirigimos invariablemente a un segundo confinamiento duro que siempre ha estado sobre la mesa. 

La "estabilización" a la que se aferraba España ya no existe. Los contagios están al alza con un ritmo muy alto, solo visto durante los peores días de la primera ola del covid-19. Esta vez, y a diferencia de agosto y septiembre, Europa nos acompaña. El empeoramiento de la tendencia es generalizado en el continente, coincidiendo con la entrada del frío. Los expertos aseguran que, como muestran los datos, muchos países no contaban con un sistema de vigilancia epidemiológica tan robusto como parecía. Sin embargo, eso no explica que nuestro país fuera el más afectado a finales de verano y principios de otoño: además de la ausencia de rastreadores y de una Atención Primaria fortalecida, los expertos apuntan a la desescalada rápida, a la alta movilidad interna, a la desigualdad que hace que el patógeno se distribuya bien entre las capas más vulnerables y a una posible cepa generada en el país en junio, que los turistas se pudieron llevar a casa. Lo que ahora parece claro es que la segunda ola no es un fenómeno exclusivo de España y que las bajas temperaturas ayudan más de lo que se creía, lo que anticipa un invierno muy duro aquí y en países como Francia, Reino Unido, Bélgica, Portugal, Italia y Alemania.

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