Tras dos semanas de protestas continuas por la sentencia del procés, constitucionalistas e independentistas utilizaron este fin de semana las calles de Barcelona para exhibir músculo. La Assamblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural consiguieron movilizar el sábado de forma pacífica en la capital catalana a unas 350.000 personas, según cifró la Guardia Urbana, para dejar claro que seguirán “trabajando por la independencia”. Un día después, fue Societat Civil Catalana (SCC) la que puso de acuerdo a los tres principales partidos políticos –PSOE, PP y Ciudadanos– y logró sacar a la calle a unas 80.000 personas para criticar que el procés “está vampirizando la vida política y social catalana”. Sin embargo, ambos bloques dieron muestras de cansancio. El poder de convocatoria constitucionalista quedó lejos del que se pudo ver en las multitudinarias manifestaciones convocadas en otoño de 2017. Y el independentista también se vio mermado en comparación con, por ejemplo, la marcha por la libertad de los presos que recorrió las calles de Barcelona en noviembre de hace un par de años.
El respaldo social es relevante. Por eso, el principal reto que ha puesto sobre la mesa ERC es el de ampliar la base social. El partido liderado por Oriol Junqueras asume que no habrá manera de empujar eficazmente hacia una república catalana con la mitad de la población en contra. “Queremos ser más para ganar por desbordamiento democrático. Superar el 50% es un hito que no será suficiente por sí solo, pero que es necesario para poder avanzar. Necesitamos poder demostrar una mayoría para poder obtener el reconocimiento internacional”, dijo claramente a finales de septiembre el presidente de ERC en el Parlament, Sergi Sabrià. Una moderación por la que no apuesta ni la CUP ni tampoco una parte de Junts per Catalunya. El president de la Generalitat, Quim Torra, ya avisó este domingo, durante un acto con centenares de alcaldes independentistas, que su compromiso “con volver a ejercer el derecho de autodeterminación” ya no tiene “camino de retorno”. Y añadió: “Ahora más que nunca no podemos desfallecer y solo juntos tendremos la fuerza suficiente para acabar lo que empezamos”.
Con el apoyo a la independencia situándose en un 44%, según el último barómetro del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO), el bloque nacionalista afronta las elecciones generales del próximo mes de noviembre como una nueva prueba de fuego para mostrar en el Congreso su respaldo electoral. Porque desde que se diera un decidido impulso al procés allá por 2012, el independentismo no ha sido capaz de superar en las urnas la barrera del 50%. Estuvo cerca de hacerlo en las elecciones al Parlamento Europeo del pasado mes de mayo, en las que Ahora Repúblicas –la marca con la que se presentó ERC– y Junts lograron aglutinar el 49,84% de los apoyos en suelo catalán. A nivel autonómico, también estuvieron cerca de alcanzar el 50% en las elecciones al Parlamento de Cataluña de 2012, una cita con las urnas en la que obtuvieron un 49,15% entre CiU, ERC, CUP y Solidaritat Catalana. Y en las generales no han logrado todavía superar el 40%, pero su respaldo en este tipo de elecciones se incrementa convocatoria a convocatoria.
infoLibre analiza la evolución del apoyo a los partidos independentistas desde las elecciones autonómicas de 2012, cuando se presentaron con la promesa de convocar una consulta sobre la independencia, que finalmente se celebró dos años más tarde, cuando aún estaba al frente de la Generalitat Artur Mas.
Elecciones al Parlament
La apuesta decidida por el independentismo arrancó con la vista puesta en los comicios al Parlament de 2012. Dos años después de la polémica sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut, tanto ERC como la entonces Convergència i Unió (CiU) decidieron acudir a la cita con las urnas con un programa en el que se abordaba abiertamente la independencia de Cataluña. Los convergentes fueron los grandes vencedores de aquellas elecciones, consiguiendo el apoyo del 30,7% de los electores catalanes, mientras que la formación liderada por Oriol Junqueras se tuvo que conformar con una tercera posición y el 13,7% de las papeletas. Gran noche electoral fue, sobre todo, para la CUP, que después de años de una intensa actividad a nivel municipal consiguió sentar por primera vez a tres diputados en la Cámara catalana con el apoyo del 3,47% de los votantes. Por el contrario, Solidaritat Catalana per la Independència, la formación de Joan Laporta, recibió un escueto 1,28% de los apoyos. En total, las cuatro formaciones independentistas lograron en aquellos comicios el 49,15% de los votos.
Las segundas elecciones catalanas que se produjeron tras la apuesta decidida por la independencia fueron las del 27 de septiembre de 2015. Después de varios meses frenéticos, en los que se celebró la famosa consulta del 9N a pesar de la intervención del Tribunal Constitucional, la nueva cita con las urnas se planteó como un plebiscito sobre la salida de Cataluña de España. Pero el apoyo al independentismo en estos nuevos comicios, en los que ya se empezaba a notar el efecto Podemos, cayó casi cinco puntos. Junts pel Sí, la coalición que aglutinaba a Convergència y Esquerra, se hizo con 62 de los 135 escaños del Parlament con el 36,09% de las papeletas. La CUP, por su parte, convenció al 8,28% de los electores y consiguió sentar en la Cámara catalana a 10 parlamentarios, siete más que en los anteriores comicios. Entre las dos listas electorales se quedaron en el 44,37%. “Hemos obtenido el mandato explícito para tirar adelante el proceso y conseguir la independencia de Cataluña”, aseveró entonces Junqueras.
Tras estas elecciones, se dio un nuevo paso al frente. Con Carles Puigdemont liderando la Generalitat por el veto de la CUP a Artur Mas, se aprobaron las leyes de desconexión, se celebró el referéndum del 1-O y se activó el artículo 155, que derivó en la convocatoria de nuevas elecciones al Parlament. En esta última cita con las urnas, celebrada en diciembre de 2017, el independentismo –esta vez por separado– repuntó. Junts per Catalunya (JxCat) consiguió el 21,66% de las papeletas, frente al 21,38% de las logradas en aquellos comicios por ERC. La CUP, por su parte, retrocedió del 8,28% de 2015 al 4,46%. En total, las tres fuerzas aglutinaron el 47,5% del voto. Una subida que, sin embargo, les dejaba todavía a dos puntos y medio de la barrera del 50%. Tras la fuga de Puigdemont a Bélgica, aquellos comicios dejaron a Quim Torra al frente de la Generalitat. Un president que en pocas semanas tendrá que sentarse en el banquillo acusado de un delito de desobediencia y para el que la Fiscalía pide un año y ocho meses de inhabilitación para el ejercicio de funciones de gobierno.
Elecciones generales
Las primeras elecciones al Congreso de los Diputados a las que se tuvo que enfrentar el independentismo tras el inicio del procés en 2012 fueron las generales de diciembre de 2015. En estos comicios, que se celebraron apenas tres meses después de las plebiscitarias catalanas, las formaciones independentistas consiguieron sentar en la Cámara Baja a 17 parlamentarios. En Cataluña, ERC logró en las urnas el 15,99% de las papeletas, sólo por detrás de En Comú Podem –24,71%–, mientras que Democràcia y Llibertat, la coalición en la que se presentaba Convergència, se quedó en el 15,08% de los apoyos. En total, ambas formaciones acumularon el 31,07% de las papeletas. Un resultado que mejoraron en un punto en la repetición electoral de junio de 2016: 18,18% de Esquerra y 13,9% de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) –32,08% de las papeletas entre los dos partidos políticos en suelo catalán–. De nuevo, en estas segundas generales, comicios en los que se suele votar en otra clave electoral, ambas formaciones se quedaron lejos del 50%.
En las generales del pasado mes de abril, el bloque independentista volvió a mejorar resultados. Con el juicio contra los doce líderes independentistas en marcha en el Tribunal Supremo, aglutinaron el 39,43% de los sufragios en suelo catalán. ERC fue la formación más votada, con el 24,61% de los votos, mientras que Junts per Catalunya se quedó en el 12,08%. Front Republicà, la plataforma compuesta por Poble Lliure, Piratas y Som Alternativa –encabezada por Albano-Dante Fachin–, se tuvo que conformar con el 2,74% de los apoyos.
Ahora, con la vista puesta en los comicios del próximo 10 de noviembre, el bloque independentista espera mejorar de nuevo sus resultados y su representación en Madrid. A estas nuevas elecciones, además de ERC y el PDeCAT, también concurrirá por primera vez con su marca la CUP.
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Elecciones europeas
Tampoco en las elecciones al Parlamento Europeo las formaciones independentistas han logrado sumar el respaldo de más de la mitad de los electores. En los comicios a la Eurocámara de mayo de 2014, cuando quedaba algo menos de medio año para la consulta del 9N, las candidaturas con una posición clara a favor del conocido entonces como “derecho a decidir” consiguieron en suelo catalán un 45,82% de los apoyos. De todas ellas, Esquerra fue la que obtuvo más papeletas –23,69%–, casi dos puntos por delante de CiU, que se hizo con el 21,84% de los sufragios. También presentó lista en Cataluña para los comicios europeos EH Bildu-Els Pobles Decideixen, una candidatura de la que formaban parte, además de la formación vasca, el BNG, Puyalón, Andecha Astur y Alternativa Nacionalista Canaria. Esta coalición de partidos, en la que la CUP estudió entrar pero terminó declinando la oferta, logró en territorio catalán el 0,29%.
Pero de todas las citas con las urnas celebradas desde que se dio impulso al procés en 2012, fue en las europeas del pasado mes de mayo cuando el independentismo estuvo más cerca de lograr el 50% en Cataluña. Junts per Catalunya-Lliures per Europa (Junts), encabezaba desde Bélgica por Carles Puigdemont, fue la lista más votada en la comunidad autónoma con el 28,63% de los sufragios, más de seis puntos por encima del PSC. ERC, que se presentó a los comicios de la mano de EH Bildu y el BNG, se tuvo que conformar con la tercera posición en Cataluña con el 21,21% de las papeletas en una candidatura que encabezaba Oriol Junqueras. En total, las dos formaciones independentistas salieron de aquella cita con las urnas con un respaldo en la comunidad autónoma del 49,84% de los electores.
Tras dos semanas de protestas continuas por la sentencia del procés, constitucionalistas e independentistas utilizaron este fin de semana las calles de Barcelona para exhibir músculo. La Assamblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural consiguieron movilizar el sábado de forma pacífica en la capital catalana a unas 350.000 personas, según cifró la Guardia Urbana, para dejar claro que seguirán “trabajando por la independencia”. Un día después, fue Societat Civil Catalana (SCC) la que puso de acuerdo a los tres principales partidos políticos –PSOE, PP y Ciudadanos– y logró sacar a la calle a unas 80.000 personas para criticar que el procés “está vampirizando la vida política y social catalana”. Sin embargo, ambos bloques dieron muestras de cansancio. El poder de convocatoria constitucionalista quedó lejos del que se pudo ver en las multitudinarias manifestaciones convocadas en otoño de 2017. Y el independentista también se vio mermado en comparación con, por ejemplo, la marcha por la libertad de los presos que recorrió las calles de Barcelona en noviembre de hace un par de años.