El futuro de la antigua Convergència, en suspense mientras busca nuevo líder

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Beatriz Pérez | Barcelona

Este lunes se cumplirá un año del “paso al lado” de Artur Mas que arrancó a Carles Puigdemont de la alcaldía de Girona y lo situó como president de la Generalitat de Cataluña. El en su momento considerado “delfín” de Jordi Pujol asumió su propio sacrificio con el objetivo de que la CUP apoyara la investidura de Junts Pel Sí, la candidatura conjunta entre la ya extinta Convergència (ahora PDECat) y ERC que tiene el control del Govern y que estaba, hasta su retirada de escena, liderada por Mas.

Desde el primer momento Puigdemont dejó claro que el suyo, en el Palau de la Generalitat, era un “encargo temporal” que duraría 18 meses y que acabaría en el verano de 2017. Esto, por si quedaba algún tipo de duda, volvió a repetirlo el pasado jueves en una entrevista en la Cadena Ser-Ràdio Barcelona. “Hace un año no sabía que sería president, pero puedo asegurar que el año que viene no seré president”, aseveró. “Nos hemos comprometido a convocar elecciones constituyentes como máximo seis meses después del referéndum, y mi tarea termina con este propósito. No tengo ninguna vocación de ser candidato”.

La declaración de Puigdemont, aunque esperada, llegó apenas 72 horas después de que sectores del Partit Demòcrata Europeu Català (PDECat) presionaran al jefe del Govern para que aclarase su futuro político. Muchos, en el seno del partido, todavía esperan convencerle de que se quede, a la espera de lo que ocurra a lo largo de este año, con el referéndum (“sí o sí”) fijado para el mes de septiembre.

No hay dudas de que, tras la renuncia de Artur Mas, Carles Puigdemont es el líder moral del procés, sobre todo porque el PDECat no tiene, hoy por hoy, ningún otro líder o figura que esté llamada a encabezar la ruptura con España que quieren materializar. Es todavía un partido en construcción. Y es por eso que algunas voces posconvergentes desean que Puigdemont espere un poco más para retirarse, aguarde a la celebración de la consulta de septiembre y a las posteriores elecciones (que ellos considerarían constituyentes) previstas, en principio, para marzo de 2018.

El mismo Puigdemont dijo el pasado otoño: “Si de repente tenemos que convocar elecciones porque hemos dejado el trabajo a medio hacer [el encargo que se le hizo hace un año era “culminar la transición en la posautonomía y la preindependencia”], es cuando me siento incluso obligado a presentarme”.

Elecciones constituyentes

Sin embargo, en caso de haber elecciones (serían las cuartas en Cataluña en siete años) las perspectivas no son nada halagüeñas para el PDECat. Porque mientras las tensiones del soberanismo están catapultando a ERC (Oriol Junqueras ganaría los comicios si se celebraran ahora) hunden a su vez al PDECat, que obtendría un quinto puesto por detrás (por este orden) de ERC, PSC, C’s y En Comú Podem. Así lo revela el último barómetro de Cataluña del Gabinet d'Estudis Socials i Opinió Pública (GESOP).

El PDECat, de esta manera, obtendría solo entre 15 y 17 escaños y tendría una intención de voto del 11,5%. Lejos queda aquel 39,4% de los votos que obtuvo en las autonómicas de septiembre de 2015, en las que concurrió en la candidatura de Junts Pel Sí, que se llevó 62 escaños (la mayoría absoluta está en 68). Es por eso que para los posconvergentes, organizar una candidatura sólida y potente es su principal prioridad.

Muy contrariamente, los vientos corren a favor de ERC, que obtendría entre 48 y 50 escaños (el 30,7% de los votos) en caso de que hubiera nuevos comicios ahora mismo. Los de Oriol Junqueras se frotan las manos y a todas luces rechazarían volver a concurrir con los posconvergentes en una candidatura única. Y es que seis de cada 10 votantes de JxSí y uno de cada cuatro votantes de la CUP (que también se hundiría electoralmente) en las autonómicas del 2015 elegirían ahora la papeleta de ERC, cuyo líder tiene muchos números de convertirse en el próximo presidente de la Generalitat.

Sin un líder

La otra gran problemática a la que se enfrenta el PDECat es quién dirigirá el partido una vez Puigdemont deje de ser president. El papel de Artur Mas en la formación es, de momento, una incógnita, pero el juicio (junto con las exconselleras Irene Rigau y Joana Ortega) por la consulta del 9 de noviembre del 2014 (9N) que tendrá lugar el próximo 6 de febrero obliga a buscar alternativas.

Según ha avanzado La Vanguardia, si bien no hay candidatos definidos aún, sí hay descartes, por ejemplo los que acudieron a arropar a Oriol Pujol (hijo de Jordi Pujol) en su juicio del 2013 por el escándalo de las ITV (está acusado de tráfico de influencias). Son Josep Rull, Jordi Turull, Lluís Corominas y Francesc Sánchez, componentes de la cúpula de la antigua CDC. Dos de los nombres que también están sobre la mesa son el de Neus Munté (consellera de Presidencia y portavoz del Govern) y Santi Vila (conseller de Cultura).

La elección de un líder o lideresa que dirija el PDECat (huérfano no solo en la Generalitat, sino también en el Ayuntamiento de Barcelona) va en paralelo con las palpables diferencias que existen dentro del propio partido. Otra cosa no pueden significar las palabras de la alcaldesa de Sant Cugat (Barcelona) y presidenta del consejo nacional, Mercé Conesa, quien semanas atrás pidió “realismo” al advertir de que el referéndum “quizás no se podría hacer”. Días después, Conesa matizó sus palabras y dijo que sí se convocaría, pero las declaraciones iniciales de una figura de su relevancia dentro del partido fueron lo suficientemente elocuentes.

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Con todo, la mirada del Govern de JxSí está fijada, por el momento, en febrero, cuando la CUP habrá de aprobar (o no) los Presupuestos, que ya rechazó el verano pasado. En caso de que digan ‘no’ a las cuentas del conseller de Economía, Oriol Junqueras, Puigdemont ya avisó de que convocaría elecciones plebiscitarias (el referéndum quedaría así sustituido por las mismas), aunque lo cierto es que la mayoría confía en que esta vez la candidatura anticapitalista dé su visto bueno a unos números que son conditia sine quan non para comenzar a gobernar.

La cumbre por el referéndum convocada por Puigdemont en diciembre (que contó con la presencia de Ada Colau) fue entendida por muchos como parte del juego de seducción de JxSí con los cupaires, con el ojo siempre puesto en los Presupuestos. La CUP los dejó pasar a trámite en noviembre. Lo hizo con matices, en contraste con el contundente ‘no’ expresado por el resto de grupos del Parlament, que presentaron enmiendas a su totalidad. Los anticapitalistas dieron su sí condicionado pese a que en estos Presupuestos aún queda pendiente revertir el 41% de los recortes de Artur Mas y pese a que el gasto social es aún un 7% menor que en el 2010. Tampoco aumentarán el IRPF a las rentas más altas, una reclamación histórica de la candidatura anticapitalista.

Si esas cuentas se aprueban o no se sabrá en febrero, un mes que se avecina caliente también por el hecho de que habrá dos huelgas en el sector educativo, materia sensible para los de la CUP. Y también por la posible inhabilitación de algunos políticos (Mas, Rigau y Ortega, pero también Carme Forcadell, presidenta del Parlament) que se sentarán en el banquillo debido a la judicialización del proceso soberanista.

Este lunes se cumplirá un año del “paso al lado” de Artur Mas que arrancó a Carles Puigdemont de la alcaldía de Girona y lo situó como president de la Generalitat de Cataluña. El en su momento considerado “delfín” de Jordi Pujol asumió su propio sacrificio con el objetivo de que la CUP apoyara la investidura de Junts Pel Sí, la candidatura conjunta entre la ya extinta Convergència (ahora PDECat) y ERC que tiene el control del Govern y que estaba, hasta su retirada de escena, liderada por Mas.

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