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El Gobierno se replantea su manera de negociar pero teme que sus socios sigan forzando votaciones de vértigo

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Los miembros del Gobierno y los parlamentarios del PSOE y de Sumar siguen digiriendo todavía lo que pasó el miércoles en el Senado. Una votación de infarto, puro precipicio. Entre los socialistas hubo euforia con el resultado final, aplausos y sonrisas. Pero lo pasaron muy mal, rozaron el primer gran fracaso parlamentario de la legislatura. Y todos ellos creen que también hay que extraer un aprendizaje de lo que ha pasado. Lo mismo sucede en las filas de Yolanda Díaz, que debe rehacer el único decreto que decayó.

Los distintos grupos parlamentarios que los apoyan llevan tiempo advirtiéndoles de que hay que intentar atar antes los pactos. La crítica generalizada entre los socios de investidura es que el Gobierno confía demasiado en el si posterior y no se afana lo suficiente para lograr atar las normas antes de que vayan al Consejo de Ministros. Lamentan la falta de tiempo para poder estudiar los textos.

Ese lamento sobre la falta de negociación anterior no es nuevo, pues el PNV ya rechazó las formas al final de la pasada legislatura. Algo que ha hecho llegar al Gobierno varias veces, con el propio Aitor Esteban trasladándolo a los interlocutores socialistas durante las semanas de la investidura. También Junts se lo echó en cara a los socialistas mientras trataban de alcanzar acuerdos sobre los decretos. “Informar no es pactar”, indican desde el espacio posconvergente.

Afinar el proceso negociador

En el Gobierno y en el grupo parlamentario socialista, según fuentes consultadas, reconocen que hay que afinar el proceso de negociación e intentar atar antes los votos para evitar momentos de vértigo como los del miércoles. Y reconocen los miembros socialistas que van a replantear la negociación de cara al futuro en una legislatura muy complicada porque hace siempre falta ir de la mano del bloque de investidura. Una de las críticas que asumen es la de que tira mucho de la fórmula del real decreto, por lo que se afanarán más en la vía de los proyectos de ley.

Esta legislatura, no obstante, se prevé menos prolífica en leyes que la anterior. Es una máxima que tiene interiorizada la coalición desde el nacimiento de su segunda etapa en el mes de noviembre. Y la idea es que todo vaya lo más encarrilado posible para la verdadera prueba de fuego: la aprobación de los presupuestos generales, cuyos primeros compases dará el Consejo de Ministros en las próximas semanas. Es la clave de bóveda para poder aguantar en La Moncloa durante esta legislatura.

Pero también creen en el Gobierno y en el PSOE que ese replanteamiento de la forma de negociar no supondrá que desaparezcan las votaciones de vértigo y que sus socios ya no sigan apurando hasta el final para llegar a un pacto final. La propia vicepresidenta primera y ministra de Hacienda confesó este jueves que al Gobierno le gustaría tener 24 o 48 horas antes de las votaciones todo acordado, pero entiende que la dinámica de la propia negociación lleva a los grupos a aprovechar el margen para conseguir algo adicional hasta que se aprieta el botón. Eso supone prolongar las conversaciones mucho más de lo que le gustaría al Ejecutivo.

“Los grupos tienen sus aspiraciones e intentan llevarlas hasta el último minuto y al límite. Ojalá seamos capaces de disciplinarnos, pero ya digo, después de la experiencia en negociación, que va a ser difícil que alguien renuncie a su política de máximos si tiene todavía margen para seguir hablando. Es una realidad que tenemos que aceptar, ojalá que no con tantos avatares”, reconoció la también número dos del PSOE.

El "foco" que busca Junts

Cargos socialistas confiesan también en privado que Junts criticó duramente las formas del Gobierno (“Ustedes no lo han hecho bien”, llegó a decir en tribuna la portavoz posconvergente, Míriam Nogueras), pero creen que también los de Carles Puigdemont quieren aprovechar al máximo “el foco” que les da que sus votos sean decisivos para los textos del Gobierno. De hecho, rentabilizaron ese suspense hasta el final. En el Gobierno tenían ya garantizado el pacto in extremis, pero Junts no verbalizó cómo iba a materializar sus votos. Ni los ministros que habían negociado lo sabían.

En los dos partidos siguen confesando que están todavía en esa fase de encontrar la confianza. No se fían plenamente el uno del otro, aunque al final las votaciones han salido conjuntamente. Incluso hubo una reunión secreta el martes por la tarde entre el PSOE y Junts, con Jordi Turull y Míriam Nogueras, pero no encontraron un punto de acuerdo. No obstante, los socialistas siguen apuntando a Turull como el interlocutor con el que se ha forjado una mayor proximidad y ven en él al dirigente más posibilista (“fue fundamental para la investidura”, reconocen fuentes de Ferraz).

Por parte del PSOE, las tres personas clave para negociar son María Jesús Montero, Félix Bolaños y Santos Cerdán. Los tres vivieron un día espídico el miércoles y no pararon de entrar y salir del Hemiciclo. De hecho, la vicepresidenta y el titular de Justicia montaron su particular gabinete de crisis en una de las salas del Senado para trabajar mientras seguía el debate en el Pleno.

El frente de Podemos

El Gobierno tiene ahora también un frente abierto con Podemos. Los morados materializaron su amenaza de tumbar el decreto que llevó Yolanda Díaz por estar en contra de la rebaja de la cotización de los desempleados mayores de 52 años. En cambio, sí lograron un acuerdo con el PSOE para apoyar el decreto anticrisis. Los interlocutores fueron Rafael Simancas, por parte del Gobierno, y Lilith Verstrynge, por parte de Podemos. Además, según fuentes conocedoras, hubo contactos entre Ione Belarra y Félix Bolaños.

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En cambio, la comunicación fue nula entre los equipos de Yolanda Díaz y de Ione Belarra, según criticaron fuentes moradas. Hay un tremendo enfado en el Ministerio de Trabajo, que ahora tiene que replantear su estrategia para sacar un decreto que exige Europa y que puede llegar a condicionar el desembolso de un nuevo fondo de 10.000 millones de euros dentro del programa Next Generation.

Díaz ahora tiene que renegociar ese decreto y estudia las fórmulas para su nueva aprobación. La vicepresidenta segunda comentó este jueves: "Ayer, la derecha, la extrema derecha y Podemos han recortado los derechos de los parados". Sobre la posibilidad de que Podemos actuara así para desgastarla, respondió: "A mí sólo me afectan personalmente las cosas de la gente a la que quiero". Sumar sí ha apuntado directamente a esta situación, algo que denunció su portavoz adjunta, Aina Vidal, que habló de la “inquina” de miembros del otro partido contra la también ministra de Trabajo: “Creo que el odio personal no puede pasar por delante de los intereses de la mayoría y, en concreto, de los más vulnerables". En las filas socialistas se afea también la actitud de Podemos de tumbar ese decreto y creen que buscaron foco, pero a la vez echan en falta una mayor implicación de Díaz para lograr atar todos los votos.

Esa semana de vértigo y la forma de negociar estarán muy presentes durante estos días en las conversaciones de todos los ministros, a los que Pedro Sánchez ha convocado el sábado en una jornada en la finca de Quintos de Mora, en Toledo, para analizar las prioridades del Ejecutivo y la acción de Gobierno para los próximos meses. Nada puede fallar para sacar adelante los próximos presupuestos generales.

Los miembros del Gobierno y los parlamentarios del PSOE y de Sumar siguen digiriendo todavía lo que pasó el miércoles en el Senado. Una votación de infarto, puro precipicio. Entre los socialistas hubo euforia con el resultado final, aplausos y sonrisas. Pero lo pasaron muy mal, rozaron el primer gran fracaso parlamentario de la legislatura. Y todos ellos creen que también hay que extraer un aprendizaje de lo que ha pasado. Lo mismo sucede en las filas de Yolanda Díaz, que debe rehacer el único decreto que decayó.

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