El Gobierno de Sánchez y sus aliados pasarán un primer examen en las urnas en el País Vasco y Galicia

7

El escenario político español no acaba de estabilizarse. Después de un año preñado de citas con las urnas —dos elecciones generales, europeas, autonómicas y municipales—, de la negociación del primer Ejecutivo de coalición de la restauración democrática y de un complicado acuerdo con Esquerra para desbloquear la legislatura, el Gobierno del PSOE y de Unidas Podemos enfrenta su primera prueba de fuego en forma de elecciones anticipadas en el País Vasco y en Galicia. Dos territorios en los que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se juegan mucho a pocos meses de las trascendentales elecciones que, en primavera o en otoño, tendrán lugar en Cataluña.

En Euskadi está en juego la continuidad de un gobierno estratégico para el PSOE. El PNV sólo aporta siete escaños a la mayoría en el Congreso, pero para los socialistas representan mucho más. La moderación de la que ha hecho bandera en los últimos años el lehendakari, Iñigo Urkullu, convierte a los nacionalistas vascos en un aliado con el que Sánchez se siente cómodo, tanto para combatir las políticas recentralizadoras de la derecha —PP, Vox y Ciudadanos— como frente a los sectores más radicales del soberanismo catalán, cuya estrategia unilateral el PNV no comparte. A diferencia de la antigua Convergència, la formación vasca nunca ha renunciado a jugar un papel destacado en la gobernabilidad de España, tanto con el PP como con lo socialistas.

Sánchez necesita un País Vasco estable y si esa estabilidad continúa asentándose en una alianza de los socialistas vascos con el PNV, como ha venido ocurriendo en los últimos años, mucho mejor. La coalición con los nacionalistas le permite mantener cierto grado de control sobre los acontecimientos futuros en la comunidad vasca, en particular sobre la reforma del Estatuto de Gernika. Y también contribuye a taponar una hipotética alianza entre el PNV y EH Bildu, la segunda fuerza política en la comunidad. Los nacionalistas vascos siguen mostrándose reacios a cualquier clase de alianza con la formación abertzale. De momento continúan haciendo oídos sordos al líder de EH Bildu, Arnaldo Otegi, que quiere sumar al PNV hacia un proceso independentistas semejante al protagonizado por Junts per Catalunya y Esquerra Republicana.

Frente a la estrategia de Otegi, la coalición PNV-PSE en el País Vasco representa para los socialistas todo lo contrario: un modelo transversal de entendimiento entre fuerzas nacionalistas y no nacionalistas que le gustaría trasladar a Cataluña.

Las encuestas anticipan un buen resultado, tanto para el PSOE como para su principal aliado en Euskadi, el PNV. Los nacionalistas vascos aspiran a incrementar escaños —tienen 28 de los 75 que forman la Cámara de Vitoria— y si el PSE confirma sus buenas expectativas e incrementa su representación —tiene nueve asientos y los sondeos aseguran que está en situación de llegar a 14— entre los dos podrían afrontar la legislatura con una holgada mayoría absoluta.

Para la líder del PSE, Idoia Mendia, alineada con Sánchez durante la etapa de fractura interna del PSOE, las elecciones son también una oportunidad de remontar el peor resultado de su partido en unas elecciones vascas. Los nueve escaños que consiguió en las últimas elecciones —sólo el PSE de Ramón Rubial, en las primeras autonómicas de 1980, se quedó tan abajo— sitúan todavía lejos el objetivo de repetir el éxito de Patxi López en 2009, cuando sumó 25 diputados, pero le dan margen suficiente para salir bien parada de las elecciones si consigue una mejora sustancial en votos y en escaños.

Más incierta parece, a priori, la suerte que puede correr Elkarrekin Podemos, la marca vasca de los de Pablo Iglesias, que el pasado diciembre —ya en el contexto del acuerdo con Pedro Sánchez para formar un Gobierno de coalición— se convirtió en la clave de la aprobación de los Presupuestos vascos. El anticipo electoral les ha pillado en pleno proceso de primarias, primariasen el que la oficialista Rosa Martínez se enfrentará a Miren Gorrotxategi, la aspirante apoyada por Pablo Iglesias. Las encuestas apuntan a que pueden perder la mitad de sus 11 escaños y el tercer lugar en el podio electoral. Pero Unidas Podemos, sin embargo, confía —igual que el PSOE— en el viento de cola que proporciona formar parte del Gobierno de España. Y dar así la vuelta a las encuestas.

El escenario gallego

Es el mismo impulso sobre el que el Partido dos Socialistas de Galicia (PSdeG-PSOE), la federación socialista gallega, aspira a a romper la racha de mayorías absolutas de Alberto Núñez Feijóo y liderar un tripartito de izquierdas en colaboración con el BNG y la marca a la que Podemos acabe incorporándose en Galicia.

Históricamente, los socialistas gallegos cosechan sus mejores resultados en las autonómicas cuando su celebración coincide, como es el caso, con la presencia de un socialista al frente de la Presidencia del Gobierno. El PSOE aspira, en el peor escenario, a una recuperación del apoyo popular que le devuelva el liderazgo de la oposición en Galicia, un estatus que perdió en 2016. Pero no pone límites a sus aspiraciones, especialmente si el resultado les permite sumar mayoría absoluta con otras fuerzas de izquierdas y recuperar la Presidencia de la Xunta que Emilio Pérez Touriño perdió en 2009 a manos, precisamente, de Núñez Feijóo.

Además del efecto Sánchez, que ya se hizo sentir en las convocatorias electorales de 2019, el PSdeG tiene a su favor haber sido capaz de poner fin —o al menos atenuar— largos años de divisiones internas que desgarraron el partido tras el fracaso de 2009. El actual líder de los socialistas, Gonzalo Caballero, se ha mantenido fiel a Sánchez aunque ganó el liderazgo presentándose contra el aspirante del actual presidente y es desde hace año y medio el candidato del partido.

El BNG, a su vez, aspira a reivindicarse en las elecciones. Acaba de regresar al Congreso, donde la artimética parlamentaria le ha brindado además la oportunidad de ser decisivo en la investidura de Pedro Sánchez y arrancar al nuevo Gobierno una larga lista de demandas que ahora se dispone a  hacer valer en las elecciones. Y confía además en atraer a los votantes de la izquierda que en su día migraron hacia nuevas formaciones como Podemos, Anova o En Marea y que ahora, tras las disputas que estas formaciones han protagonizado entre sí, se sienten decepcionados.

El BNG, igual que el PSdeG, ya tiene candidata —Ana Pontón—. Sus rivales en el campo de la izquierda no. Podemos y Esquerda Unida —que en las generales se presentaron como Galicia en Común— y Anova, el partido creado por Xosé Manuel Beiras cuando abandonó el Bloque, ni siquiera han decidido si se presentarán en una candidatura conjunta que trate de revivir los buenos resultados de 2016. Ninguno de ellos quiere, en cualquier caso, tener nada que ver con el aspirante de entonces, Luis Villares, que volverá a las elecciones con la marca de En Marea pero sin los aliados que le llevaron al Parlamento.

Desde el punto de vista del Gobierno, lo peor que puede pasar es que Feijóo revalide su mayoría absoluta. En ese caso confían en tener el consuelo —al menos el PSOE— de una recuperación en votos y escaños. Pero caben más opciones. En primer lugar, la posibilidad de sumar mayoría absoluta con Podemos-EU y el BNG y formar así un tripartito que no sólo daría a los socialistas la Presidencia de Galicia once años después de la derrota de Touriño sino que privaría al PP de su única mayoría absoluta en España. El segundo escenario posible depende de la irrupción de Vox en el Parlamento —las posibilidades de Ciudadanos son muy escasas tras su hundimiento electoral de noviembre—. Si Feijóo no logra mayoría absoluta y su único aliado posible es Vox, se habrá puesto en una situación muy delicada. A diferencia de Murcia, Madrid o Castilla y León, la lengua y la identidad propias —que Vox desprecia— son valores muy arraigados también dentro del PP gallego.

En cualquier caso, el calendario electoral, de aquí al 5 de abril, obliga al Gobierno de coalición a extremar las precauciones para evitar que ningún error perjudique las opciones de socialistas y morados tanto en el País Vasco como en Galicia. Salir bien parados de la doble cita electoral puede resultar muy útil tanto para Pedro Sánchez como para Pablo Iglesias de cara a la siguiente meta volante de la legislatura, las elecciones catalanas. A diferencia de Euskadi y Galicia, el resultado en Cataluña sí puede comprometer la viabilidad de la legislatura, sobre todo si los electores deciden reforzar a los partidos que apuestan por la vía unilateral —Junts y la CUP— y castigan a quienes ha apostado por el diálogo —ERC, PSC y Catalunya en Comú—.

El escenario político español no acaba de estabilizarse. Después de un año preñado de citas con las urnas —dos elecciones generales, europeas, autonómicas y municipales—, de la negociación del primer Ejecutivo de coalición de la restauración democrática y de un complicado acuerdo con Esquerra para desbloquear la legislatura, el Gobierno del PSOE y de Unidas Podemos enfrenta su primera prueba de fuego en forma de elecciones anticipadas en el País Vasco y en Galicia. Dos territorios en los que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se juegan mucho a pocos meses de las trascendentales elecciones que, en primavera o en otoño, tendrán lugar en Cataluña.

Más sobre este tema
>