Granados se rinde, pero no se calla

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Yolanda González

La batalla que en las últimas semanas se ha vivido en el PP nacional a la hora de influir en la designación del líder del partido en Andalucía, un trofeo con el que se han hecho el candidato Juan Manuel Moreno y la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, se vive también a pequeña escala en las direcciones regionales del partido. Se trata de mantener el control.

En el PP, y en todo partido político, tener controlados a los territorios es fundamental para lograr apoyos ante un eventual relevo en la cúpula nacional de la organización. En las direcciones regionales es clave por el mismo motivo, pero a nivel autonómico. Francisco Granados, que este viernes solicitará su baja como senador y como diputado en la Asamblea de Madrid, sabe mucho de esto.

Hubo un día en el que la líder del PP de Madrid, Esperanza Aguirre, tuvo que decantarse por un candidato para sucederla, por un heredero. Y el elegido fue Ignacio González. Este proceso cristalizó entre el verano y el otoño de 2011. Primero apartó a Granados del Gobierno de la Comunidad de Madrid; después, del partido. Y en septiembre de 2012 dejó la Presidencia en manos de González argumentando motivos personales.

Granados se va sin pelear por mantenerse en política después de que El MundoEl Mundo publicase que, al menos hasta finales del pasado año, mantuvo una cuenta en Suiza, pero con fuertes críticas a quienes, a su entender, le pusieron todas las zancadillas posibles como para dejarle políticamente aniquilado. A saber: Aguirre y su delfín.

El hombre que lo fue casi todo en los gobiernos de Aguirre llevaba casi tres años calentando banquillo –“apretando un botón en el Senado”, según definió él mismo en una entrevista reciente–, esperando una oportunidad para volver a la primera línea política. Alejado de Madrid, su objetivo era la política nacional. Pero nunca estuvo lo suficientemente rehabilitado como para que Mariano Rajoy y su entorno le viesen con buenos ojos. Acudía a tertulias en nombre del partido, intentaba no moverse del argumentario en los temas de actualidad e incluso se ausentó de la votación en la Asamblea de Madrid en la que se debatía plantar cara al Gobierno central por su oposición al euro por receta. Nunca fue suficiente.

Hubo un tiempo, en los meses previos al XVI Congreso Nacional del PP, en el que el ahora presidente del Gobierno no mandaba tanto en el PP, de hecho su liderazgo era puesto en duda día sí y día también. En esta estrategia Aguirre tuvo un papel clave auxiliada por Granados y González, que servían de altavoz de sus críticas. El presidente no lo olvida.

Quizá por todos estos antecedentes, y también por lo tibio de su defensa, nadie, ni de la dirección nacional ni de la de regional, ha salido estos días a dar la cara por él.

El perdedor del 'casting'

Cuentan en el PP de Madrid que Aguirre, cuando se presentó a las autonómicas de mayo de 2011, no tenía nada claro si iba a apostar por Granados o por González. Pero que la campaña de las generales de noviembre fue clave para este casting.

Granados, como secretario general, acaparó un protagonismo que no gustó ni a su jefa ni a González. “La gente le conocía por las tertulias de televisión, los militantes le esperaban al término de los mítines, le pedían fotos, autógrafos, esto no gustaba nada a González que no era recibido igual y que, en público, llega menos a la gente”, cuenta un dirigente del partido.

Algo similar sostuvo este jueves Granados en 13TV: "No tuve una pérdida de confianza; ella optó por la persona de su máxima confianza de toda la vida. Yo en ese momento fui un estorbo porque el apoyo de la militancia del PP en Madrid lo tengo yo".

Paralelamente, por aquellas fechas, en el entorno de Aguirre se empezó a extender la idea de que Granados estaba aprovechando su posición en la campaña para acercarse a la dirección nacional del partido. Se decía que convocaba actos en Madrid sin avisar previamente a Aguirre, que trabajada codo a codo con Ana Mato y con Esteban González Pons, por entonces vicesecretarios de Organización y Comunicación, respectivamente. Uno de estos actos de campaña nacional tuvo lugar en Valdemoro, el pueblo madrileño del que fue alcalde y cuya formación local preside desde 1989. Esto, unido a que a la presidenta le llegó el rumor de que Granados la criticaba en privado, le acabó de hundir. 

El 23 de noviembre, sin anuncio previo en el orden del día, Granados fue destituido como secretario general del partido. Era el único cargo de poder que le quedaba en el partido de Aguirre. En junio había perdido las consejerías de Presidencia, Justicia e Interior de la Comunidad de Madrid. En este momento se le ofreció la portavocía de la Asamblea. Dijo que no. Aguirre tomó nota pero tardó meses en deshacerse de él. Si en algún momento Granados estuvo más cerca de Rajoy que de Aguirre, la presidenta del PP de Madrid hizo una demostración de que en la regional quien manda es ella.

La Fiscalía evitó investigar por soborno a Granados tras una denuncia presentada en 2011

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Las fuentes consultadas subrayan que la batalla nunca terminó ahí. Y que ha seguido coleando. Los aguirristas atribuyen al entorno de Granados algunas informaciones polémicas relacionadas con González, como las del ático de Estepona. Y en el entorno de Granados creen que la filtración sobre su cuenta en Suiza tiene también algo de "guerra sucia".

Quienes conocen a Granados creen que el hecho de que haya decidido tirar la toalla no implica que vaya a permanecer callado. Ahora, libre de las ataduras del escaño, cuentan, tendrá más libertad para opinar sobre su pasado en la Comunidad y en el partido. Pero desde la barrera. Las mismas fuentes aseguran que en el último año ha recibido varias ofertas para volver a la banca de inversión y que pretende dar el salto a la empresa privada.

Para calentar motores, este jueves concedió varias entrevistas en las que no ocultó su distanciamiento con Esperanza Aguirre. Sobre González, prefirió, de momento callar: "Si digo lo que pienso aquí, no me volvéis a invitar a este plató. Yo siempre digo que el mejor candidato es el que gana las elecciones", sentenció en 13TV.

La batalla que en las últimas semanas se ha vivido en el PP nacional a la hora de influir en la designación del líder del partido en Andalucía, un trofeo con el que se han hecho el candidato Juan Manuel Moreno y la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, se vive también a pequeña escala en las direcciones regionales del partido. Se trata de mantener el control.

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