La crisis económica volvió a convertir a España en un país de emigrantes. El desempleo y la falta de perspectivas llevaron a miles de jóvenes, la mayoría de ellos con un alto nivel de estudios, a hacer las maletas y probar suerte en el extranjero. Sin embargo, los españoles tardaron más en tomar la decisión de emigrar que sus semejantes de otros países igualmente afectados por la recesión como Italia, Grecia o Portugal, lo que les colocó en una situación de desventaja en sus lugares de destino, más expuestos al paro y a salarios bajos. A esta situación también contribuyó su menor dominio de las lenguas extranjeras y el hecho de haber salido de España con mayores situaciones de precariedad.
Estas son algunas de las principales conclusiones del estudio Debilidades de la emigración española [consultar, aquí], en el que los investigadores del Real Instituto Elcano Carmen González Enríquez y José Pablo Martínez comparan la situación de los universitarios españoles que han emigrado con la de los griegos, italianos y portugueses a través de una muestra de 4.508 participantes de esos cuatro países –982 de ellos españoles– que abandonaron sus países de origen entre 2007 y mediados de 2013.
A pesar de que la crisis económica llegó antes a España por el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, el estudio revela que el ritmo de salida de los españoles estuvo por debajo del de los demás grupos hasta el segundo semestre de 2010 y sólo los sobrepasó en 2011. A preguntas de infoLibre, González Enríquez explica que ese "carácter más tardío" de la emigración española se debe a sus mayores reticencias para marcharse por su carácter más "localista" y "apegado", así como a su dificultad para desenvolverse en otros idiomas.
Los investigadores explican que ese menor dominio de la lengua del país de destino, en el caso de los españoles, afectó a su integración y disminuyó sus oportunidades laborales. Los datos son elocuentes al respecto. Ante la pregunta de qué problemas encontraron en el país de destino, los españoles indican con más frecuencia que cualquiera de los otros grupos dificultades para encontrar trabajo (25%, frente al 14% de media en los otros grupos) o para obtener el reconocimiento de su titulación (16%, frente a 7%). También afirman haber recibido ofertas de puestos de trabajo por debajo de su cualificación en un 23% de los casos, frente al 7% de media del resto.
El 55% de los españoles entrevistados señala el escaso dominio de otros idiomas como uno de los problemas encontrados en el país de destino, frente a un 31% de los portugueses, un 35% de los italianos y un 37% de los griegos. Los autores del trabajo explican que este dato es consistente con los resultados del eurobarómetro dedicado al dominio de otros idiomas en Europa que la Comisión Europea publicó en 2012 [consultar, aquí] y que mostró que los españoles son los europeos de la UE con un nivel más bajo de dominio del inglés.
Las causas
A pesar de las reticencias iniciales que muestran los datos, en el caso de los españoles, el desempleo sobresale como causa ante la pregunta directa sobre cuáles fueron sus principales motivos para emigrar. No en vano, la tasa de paro de los universitarios españoles fue la segunda más alta del grupo de cuatro países –sólo tras la griega– en el período analizado. Por el contrario, los investigadores explican que la movilidad motivada por el deseo de mejorar la formación, de probar nuevas experiencias, de avanzar profesional o salarialmente, o de encontrar mejores oportunidades de negocio, tiene entre los emigrantes españoles menos peso que en cualquiera de los otros países.
De hecho, el 48% de los universitarios españoles que decidieron marcharse a probar suerte en el extranjero no tenían empleo, frente al 39% de la media de los otros tres países. "Como resultado de esa movilidad más forzada por el paro, el proyecto migratorio se realiza en peores condiciones de preparación y de capacidad de negociación", puede leerse en el informe. Eso llevó a los españoles a estar sobre-representados en las ocupaciones que requiere menor formación e infra-representados entre los profesionales y, en consecuencia, a tener una integración "menos exitosa" en términos de ocupación e ingresos y a tener una experiencia vital con "más dificultades".
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Sin embargo, en la propia explicación de su experiencia por los protagonistas, el paro no es el motivo más citado ni en España ni en ninguno de los otros tres países. La mayoría explica su decisión sobre todo a partir de la falta de expectativas. Así, la respuesta "no veía futuro para mí en mi país" alcanza el 50% de las menciones en la media de los cuatro países. González Enríquez cree que esta percepción se debe, por un lado, a una realidad objetiva de falta de oportunidades en el mercado de trabajo y, por otro, a un "exceso de pesimismo" que lleva a los jóvenes a creer que la situación del país es peor que la que realmente es.
Por otro lado, el trabajo también alerta sobre las dificultades para calibrar el fenómeno de la emigración y la carencia de un mecanismo estadístico que permita registrarlo, lo que es un problema común en los cuatro países analizados. En España, los datos oficiales que publica el INE están basados exclusivamente en las bajas padronales, que se producen solo si los emigrados se dan de alta en los consulados de los países de destino y no hay obligación ni incentivos para hacerlo. Por ejemplo, en el caso español sólo un 36% de los encuestados para esta investigación estaba registrado en el momento de responder al cuestionario.
La cuestión clave es que el registro consular en el país de destino es obligatorio para los que residen durante más de tres meses fuera de España, pero no existen mecanismos de sanción contra el incumplimiento de esta norma ni incentivos suficientes para cumplirla, especialmente para aquellos individuos que se encuentran en una primera fase de su experiencia migratoria y desconocen durante cuánto tiempo van a residir en ese país.
La crisis económica volvió a convertir a España en un país de emigrantes. El desempleo y la falta de perspectivas llevaron a miles de jóvenes, la mayoría de ellos con un alto nivel de estudios, a hacer las maletas y probar suerte en el extranjero. Sin embargo, los españoles tardaron más en tomar la decisión de emigrar que sus semejantes de otros países igualmente afectados por la recesión como Italia, Grecia o Portugal, lo que les colocó en una situación de desventaja en sus lugares de destino, más expuestos al paro y a salarios bajos. A esta situación también contribuyó su menor dominio de las lenguas extranjeras y el hecho de haber salido de España con mayores situaciones de precariedad.