El pasado jueves la Universidad de Castilla-La Mancha prestó sus instalaciones como escenario para la celebración de una entrega de galardones, los VIII Premios Internacionales de Traducción rey Abdullah Bin Abdulaziz, que se reparten anualmente desde hace ocho años para premiar las seis mejores categorías en materia de traducción. Precisamente una de esas seis categorías fue a parar a la Escuela de Traductores de Toledo, que obtuvo el premio de Traducción a la labor de Instituciones y Organismos, dotado con 200.000 dólares, un diploma y una medalla.
Este fue el motivo que originó que el presidente de Castilla-La Mancha, el socialista Emiliano García-Page, se encontrara en el acto junto al príncipe saudí Abdulaziz Bin Abdullah Bin, presidente del organismo que otorga los premios. El hecho no habría trascendido, probablemente, de no ser por otra de las premiadas: una mujer anónima vestida con un niqab, prenda que cubre la totalidad del rostro de quien la porta. La recogida del premio por parte de esta mujer, cuyo nombre se desconoce, ha sido plasmada en una polémica fotografía junto al presidente castellano manchego.
El Gobierno de Castilla-La Mancha ha justificado su presencia en el acto aludiendo a su papel de invitado. Mediante un comunicado enviado el lunes a los medios de comunicación, el Ejecutivo regional ha subrayado que el presidente acudió a la ceremonia "en calidad de invitado, ya que entre los galardonados se encontraba la Escuela de Traductores de Toledo, dependiente de la Universidad de Castilla-La Mancha y, por lo tanto, sin responsabilidad en la organización, elección de los premiados y reparto de los galardones". En la nota, ha sostenido además que García-Page había sido "el primer sorprendido al ver que una de las mujeres reconocidas en dicho acto iba ataviada con un niqab", y ha aprovechado para expresar su "total rechazo a cualquier discriminación por razón de género y a cualquier práctica que implique la vulneración de los derechos humanos de las mujeres".
Pese a las explicaciones del Ejecutivo, la Asociación de Transparencia Universitaria (ATU), la primera en denunciar los hechos, ha reiterado su discurso crítico hacia esa imagen en un recinto como una universidad. Sus representantes destacan en declaraciones a infoLibre que "el niqab no tiene cabida en una universidad pública, en tanto que representa un símbolo religioso". En ese sentido, los activistas entienden como un "falso dilema la defensa de la libertad de elección de vestimenta" ante lo que consideran debe ser una "universidad pública, laica e igualitaria".
¿Debate religioso o cuestión de género?
La polémica generada tras la publicación de la imagen deja un interrogante sobre el tipo de debate y, por tanto, la perspectiva con la que debe ser analizado y las soluciones al respecto. ¿Una sociedad laica debe permitir que espacios públicos acojan este tipo de símbolos? ¿Es una ofensa para las mujeres que representantes institucionales no reprueben en el momento esta vestimenta? Las expertas en igualdad de género consultadas por este medio analizan el fenómeno y exponen sus diferentes puntos de vista.
Houda Louassini, escritora e hispanista marroquí, admite tener "un límite de tolerancia". Louassini sostiene que el niqab "no tiene lugar ni en una sociedad musulmana ni en una laica, pero la situación es mucho más grave –reconoce– cuando se trata de un Estado laico". Para la escritora, la prenda va mucho más allá de simbologías religiosas: "El niqab no tiene nada que ver con el islam, es una costumbre de Arabia Saudí, un símbolo del salafismo, que es una interpretación radical del islam".
Pese a su posición crítica, Louassini rompe una lanza a favor de García-Page, al entender que fue para él "una mala sorpresa" encontrarse con una coyuntura así, de modo que "no tuvo más remedio que dejarla pasar". La situación habría sido distinta, apunta, de haber conocimiento anterior por parte del Gobierno regional.
La directora de la Fundación Mujeres, Marisa Soleto, pone por delante la gravedad de que "institucionalmente, bien sea la Junta, bien la Universidad, se acepte la colaboración con un país donde los derechos de las mujeres no están reconocidos", algo con lo que también coincide Houda Louassini, que lo califica como una muestra de la "hipocresía occidental".
En cuanto a lo que representa el niqab, Marisa Soleto sí lo entiende como un símbolo religioso, y como tal, considera, no tiene lugar en un espacio público. "Desde Fundación Mujeres insistimos en que los Estados deben establecer criterios coherentes", por lo que, continúa, "siempre defendemos la laicidad en los actos públicos con presencia institucional, y hay que tener en cuenta que lo hacemos con todos los símbolos". En este sentido, señala, "la Universidad no es lugar para que una mujer aparezca con un niqab, pero tampoco es lugar donde tenga que haber una capilla". En cualquier caso, Soleto entiende el debate como "un tema muy complejo" que requiere "coherencia en las políticas".
Incide, no obstante, en que "lo verdaderamente sorprendente es que desde Castilla-La Mancha se mantenga una línea de colaboración con Arabia Saudí".
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El discurso de Ana Valero, profesora de Derecho Constitucional del Departamento de Ciencia Jurídica y Derecho Público de la Universidad de Castilla-La Mancha, difiere del de sus compañeras. Para la docente las mujeres con niqab no deberían estar vetadas, "en tanto en cuanto están ejerciendo su derecho de libertad religiosa, y en tanto en cuanto no se trate de actos donde sea necesario la total visibilidad del rostro".
Valero se muestra crítica con la aprobación de leyes en las que se prohíbe en la calle o en instituciones públicas este tipo de indumentarias por violentar el principio de laicidad, porque "el principio de laicidad no tiene que ver con el ejercicio de libertad religiosa individual, sino que está relacionado con que la propia institución pública exhiba el símbolo religioso en sí", como el caso de los crucifijos en las aulas de los colegios y universidades públicas. "Por mucho que no nos guste", afirma Valero, "no creo que plantee problemas relacionados con la laicidad del Estado".
Por su parte, Luz Gómez, profesora titular de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid, no entiende esta polémica como una cuestión eminentemente religiosa o de género, sino que la cataloga como un debate esencialmente político. "Es una mujer libre, mayor de edad, dentro de una representación oficial en una Universidad que no podía saber cómo iba a ir vestida", argumenta Gómez, quien reflexiona que, de no haber sucedido este episodio, la polémica sería inexistente, pese a tratarse de un acto vinculado a un país que tiene "sometida a su población, a las mujeres y a los chiíes". La profesora coincide en este punto con sus compañeras, al considerar que el asunto verdaderamente criticable radica en el apoyo a un país como Arabia Saudí, algo que es, a su juicio, reflejo de "nuestra propia hipocresía".
El pasado jueves la Universidad de Castilla-La Mancha prestó sus instalaciones como escenario para la celebración de una entrega de galardones, los VIII Premios Internacionales de Traducción rey Abdullah Bin Abdulaziz, que se reparten anualmente desde hace ocho años para premiar las seis mejores categorías en materia de traducción. Precisamente una de esas seis categorías fue a parar a la Escuela de Traductores de Toledo, que obtuvo el premio de Traducción a la labor de Instituciones y Organismos, dotado con 200.000 dólares, un diploma y una medalla.