CRISIS ENERGÉTICA

"Hemos bajado a pulso a los pacientes del quirófano": la sanidad sobrevive al apagón a golpe de generador

Fachada del Hospital Clínico San Carlos en Madrid, este lunes, durante el apagón de suministro eléctrico.

“Sentido común. Si no es una urgencia vital, lo mejor es quedarse en casa”. Al mediodía de este lunes, tan sólo eran cuatro las personas que llenaban el hall del centro de salud de Eloy Gonzalo, situado en la homónima calle madrileña. Un par de trabajadores atendían como podían a un paciente, mientras el resto, tras el mostrador de información, se encogía de hombros como respuesta a las preguntas de quienes atravesaban la puerta de entrada. Una de ellas tenía previsto ver a su médico apenas dos horas más tarde. “¿Qué hago?”, preguntó. “Volver a pedir cita para otro día”, le respondieron.

La imagen contrastaba con la que había fuera. Nada más cruzar la puerta de entrada, se comprobaba que el tráfico se había apoderado de la ciudad. Y eso sí podía suponerles un problema. “Ahora mismo, lo más que podemos pedir es que se tenga muchísimo cuidado al cruzar las calles. Sólo podemos atender casos extremos, pero nada más”, insistía el médico desde la recepción del centro. Las luces de los generadores sólo les servían para no quedarse completamente a oscuras y pasadas dos horas del inicio del gran apagón, no habían podido recibir noticias de la Consejería de Sanidad madrileña. No podía explicar por tanto si la cita se reprogramaría. O si había que pedir una nueva. O cómo se podía gestionar todo lo que este lunes no podrá atenderse. “Sabemos lo mismo que usted”, insistía a la paciente, que le escuchaba mientras andaba hacia la puerta. “Por lo menos no es una urgencia”, sentenció.

Esa resignación, además de la incertidumbre, era el sentimiento más expandido. Se comprobaba si se escuchaban algunas de las conversaciones de quienes inundaban, un lunes al mediodía, las calles de Madrid. “No sé nada de mi familia”, “no sé cuánto podrá durar esto”, “no sé cómo volver a casa”. Eran tres las mujeres que se hacían esta última pregunta unas a otras a las puertas de un centro de mayores municipal ubicado en la calle Santa Engracia. Habitualmente está operativo hasta las 21 horas de la noche, pero las trabajadoras recibieron la orden de que al mediodía, una vez dadas las comidas que hubiera dado tiempo a cocinar, echaran el cierre. “Ahora mismo sólo queda una mujer en el comedor y yo”, señala la empleada que cerraba las puertas —las luces ya estaban apagadas—mientras los últimos mayores eran desalojados. “Por suerte, la mayoría vive cerca, así que no tendrán problema para volver a casa. Los que no, imagino que tendrán que buscar un autobús o, si no, alguno de los taxis que siguen funcionando”, explica la trabajadora, justo antes de irse para terminar de recoger.

No demasiado lejos de allí, la residencia privada del grupo Ballesol Juan de Austria acumulaba, en lugar de pacientes, a varios familiares a sus puertas. “Vengo a ver a mi madre”, señalaba una mujer. “Está tranquila y en su habitación”, le respondía una trabajadora. Allí, la recepción se parecía a la del centro de salud. Las empleadas, todas mujeres, trataban de que la realidad y el día a día de los ancianos residentes no distara nada de un lunes cualquiera. Y por lo menos hasta el mediodía lo habían conseguido. “Aquí por ahora tenemos plena normalidad, aunque a oscuras”, señalaba una responsable. Al filo de las 14 horas de la tarde todos los mayores habían conseguido comer y se disponían ya a marcharse a descansar a sus habitaciones. “Por suerte, aquí no lo están notando. Se lo hemos explicado y todos están tranquilos”, señalaba la trabajadora.

Las cirugías, suspensas; los hospitales, en mínimos

A las puertas de los hospitales sí se agolpaban muchas más personas. Una mujer, por ejemplo, trataba de contactar con su hijo desde las puertas del Hospital Clínico San Carlos. Pero ya era imposible. Había acudido como siempre a su sesión de quimioterapia, pero no iba a poder recibirla. Y no tenía cómo marcharse de allí. Los centros avisaron en cuanto pudieron de la cancelación de pruebas y cirugías, pero para muchas personas como ella, que habían acudido con antelación, ya era tarde.

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Dentro, también se sobrevivía como se podía. Los generadores mantenían operativos los aparatos indispensables para garantizar el bienestar de las personas ingresadas, pero poco más. Por eso a algunos pacientes y a algunos de sus familiares les indicaron que, por favor, evitaran encender la televisión. E incluso las luces de la habitación. Y es que ni los ascensores estaban operativos.

“Hemos tenido que bajar a pulso hasta la sala de reanimación a las personas que hemos podido intervenir quirúrgicamente”, explicaban dos enfermeras que descansaban a las puertas del hospital. Las que todavía no habían entrado al quirófano, o incluso las que estaban a punto de hacerlo, ya tendrán que esperar. Lo importante, insistían los profesionales, es que los respiradores y el resto de máquinas no perdieran ni un segundo de energía. Y que a los centros sólo acudiesen, como a los centros de salud, las urgencias. Lo consiguieron: “El hospital está todo lo vacío que podría estar”, señalaba una trabajadora de la farmacia del San Carlos. 

Ya por la tarde, el Ministerio de Sanidad pudo confirmar que efectivamente todos los centros que conforman la red hospitalaria española habían podido mantener el suministro eléctrico —preparado además para garantizar la atención sanitaria sin problema— y que no había habido constancia de "ninguna incidencia grave" derivada del apagón.

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